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La señorita Martinez (del alamo)

en Confesiones

LA SEÑORITA MARTINEZ (DEL ALAMO)

Al señor Martínez del Álamo le hubiese encantado ver educada a su hija Memé en el colegio de las RR.HH. Ursulinas de su aristocrático barrio pero los tiempos endemoniados en que vivimos lo impidieron, ya que tan noble institución se había convertido en un colegio mixto con profesores y profesoras de dudoso origen y pésimo comportamiento social. Suplió tal carencia un férreo adoctrinamiento a cargo de sus cuñadas, solteras, que atesoraban todos los inútiles conocimientos adquiridos en aquella añorada institución.

Creció pues, Memé, rodeada de resabios, prejuicios y oscurantismo e ignorante de todo lo que sucediese fuera del recinto amurallado de su hogar paterno y

hasta que el señor Martínez se vio-injustamente-acusado de un desfalco y otras pequeñeces contables que dieron al traste con el patrimonio familiar, se vio privada de otra compañía que no fuese la de sus preceptoras, que abominaban (como la zorra de las uvas) de todo lo masculino.

Ese tremendo esfuerzo era totalmente baldío pues las hormonas actúan con independencia de credos e imposiciones.

La niña (que a los ocho añitos ya mostraba una clara preferencia por un caballito de madera que cabalgaba, extasiada, durante horas y horas) desarrolló una sexualidad basada en el dominio sobre el varón, que solo podía ver realizada en su mundo onírico y que la hacían amanecer totalmente agotada cada mañana.

Decía, que el señor Martínez acabó en la trena (había también algo de blanqueo de dinero) y Memé , a sus treinta años, hubo de empezar a ganarse la vida como si fuese una simple proletaria.

Hubo de cambiar de ciudad ya que los infaustos hechos, causa del infortunio familiar, estaban en boca de todos los maledicientes y estos eran mayoría en la población.

Recaló, pues, en Megápoli, obtuvo un discreto trabajo como administrativa y alquiló un apartamento en el mismo bloque en que vive mi amigo Damián.

Damián, el entrañable Damián. Un macho de pelo en pecho, un guaperas que solo pudo ser llevado al ara matrimonial con burdos engaños y repugnantes estratagemas. Un conquistador nato, tardó algún tiempo en reparar en aquella gordita pelirroja con la que coincidía en el ascensor todas las tardes al regresar del trabajo y que, con ojos de cordero degollado y voz meliflua parecía envolverle como la pegajosa red de una tarántula:

-Buenas tardes Damian, como le ha ido el día?.

El buen carácter de Damián le perdió. No podía ver a una hembra solitaria sin fantasear sobre una hipotética relación sexual con ella.

Una tarde se sorprendió a si mismo diciendo:

-A ver que día me invitas a una copa en tu casa!

Memé no supo reaccionar. Toda la vida esperando una proposición de ese calibre y ahora bajaba la cabeza con timidez de colegiala:

-Algún día….!

No le dio opción a un segundo intento, la tarde siguiente esperó agazapada la llegada de Damián. Le abordó entrando en el ascensor:

-Hoy, hoy te invito a esa copa!.

Quedó Damián, por primera vez en su vida, totalmente desarbolado pues su interés en la vaquita era nulo y la propuesta de la copa había sido causada por motivos puramente hormonales

-Es que…ya sabes, la correspondencia, las compras de fin de semana…

Su negativa tuvo unas dolorosas consecuencias. Memé le aprisionaba el escroto con una de sus regordetas manos mientras que sus ojos de cordero degollado le invitaban gentilmente a rectificar.

-Subiré encantado, pero solo una copa. Gracias!

Mi amigo me confesó, mucho tiempo después, que aquella reacción de Memé le había producido una fuerte erección que –obviamente- había sido apreciada por ella y valorada cabalmente.

Creo inoportuno el relatar, aquí, las vejaciones a que fue sometido el incauto Damián por aquel monstruo libidinoso en aquel su primer contacto carnal.

Debían ser cerca de las tres de la madrugada cuando sigilosamente se introducía en el lecho conyugal.

-De donde vienes?-preguntó, soñolienta, su fiel esposa-

-De tomar unas copas con Paco.

Aceptó la esposa, indiferente, la mentira mientras volvía a caer dormida, ahorrándose la inefable sonrisa de satisfacción del bellaco mientras recordaba los indignos hechos acaecidos en el piso de la señorita Martínez.

Fue aquella una época en la que pude comprobar, a través del progresivo deterioro físico de Damián, las nefastas consecuencias de un incontrolado exceso de sexo.

Dado que yo pasaba un periodo de forzada abstinencia carnal y que me intrigaba la extraña conducta de mi amigo (su esposa es bellísima), a este no le costó demasiado trabajo convencerme para que le acompañase una noche a conocer a su amante.

"-Te va a encantar, está buenísima y folla de fabula."

Este era el argumento, repetido "ad nausean," por el muchacho. Teniendo en cuenta que mi ideal femenino siempre ha estado más cerca de las modelos de Rubens que de las escuálidas raspas de la pasarela, mi excitación crecía a medida que se acercaba el día elegido por aquel par de degenerados para lo que iba a ser mi iniciación en extraños rituales

Se organizó el evento con parada intermedia en su hogar para degustar una sabrosa y fortalecedora cena en compañía de su angelical esposa, Marta, a la que yo había cortejado sin éxito antes de la fulgorosa aparición de Damián en nuestras vidas.

Después del café, la excusa de siempre:

-Paco y yo nos vamos a tomar una copa, volveré tarde ,no me esperes levantada.

A la que Marta respondió con una irónica sonrisa mientras se levantaba a retirar los restos de la opípara cena.

Y, sin salir de la escalera… a casa de la Martínez"!.

Yo no tenía idea de donde me metía."Sado" y "dominación" son palabras ajenas a mi universo erótico, de modo que cuando abrió la puerta una tía gorda y bajita, vestida de cuero de la cabeza a los pies y que me agarraba de los huevos gritando alborozada:

-¡Carne nueva! sentí un escalofrío y me dejé arrastrar hacía el interior del cubículo mientras Damián danzaba alborozado alrededor de Memé :

-Lo he traído , mi ama,¿ estás contenta?.

Propinó esta, una certera patada a la ingle de su esclavo que se desplomó con un extraño rictus en la boca y que no supe discernir si era de placer o de dolor. Yo fui más afortunado pues solo me encadenó al cabezal metálico de su cama mientras transigía en que me desnudase de cintura para abajo y se aplicase en la labor de introducir todo mi aparato sexual dentro de su enorme boca y profunda garganta. No se conformó con ello, pues ya con la boca llena trató de masticar la libra de carne cruda que tanto parecía gustarle.

La refleja convulsión de mi pelvis, ante lo que prometía ser una emasculación por medios caníbalescos, le hizo escupir la presa con un aullido de dolor que dio paso a una maléfica sonrisa que me erizó hasta los pelos del culo.

Se dirigió a Damián, que seguía en el suelo y con las manos protegiendo su entrepierna ante el temor de una nueva coz de la mula.

-¿Qué mierda de tío me has traído?, no aguanta ni una mamadita de las mías!.Desnúdate y límpiame el culo con tu sucia lengua!.

Se afanó mi amigo en la labor encomendada, con una expresión que rozaba el éxtasis, mientras el monstruo se retorcía alborozado e introducía su mano entera en la enorme y palpitante vagina hasta alcanzar un glorioso orgasmo que la dejó desplomada en el suelo casi al mismo tiempo que su espalda quedaba bañada por los efluvios de la fuente espermática del buen Damián.

No se cuanto tiempo trascurrió hasta que conseguí liberarme de las ataduras que me mantenían como obligatorio espectador de los sucios juegos de la singular pareja. El caso es que lo logré y en un momento de abstracción de Memé, conseguí recoger mi ropa y escapar escaleras abajo; al pasar por la tercera planta, un níveo brazo surgió de la oscuridad y detuvo mi alocada huida.

La dulce Marta me abrazaba tratando de calmar los escalofríos que sacudían mi cuerpo tras los desafortunados lances en la guarida de la bestia. Me introdujo en la bañera con agua caliente y sales aromáticas, se desnudó ella también y comenzó a enjabonarme lentamente en un ritual lleno de simbolismo.

Ya estaba el sol del sábado en su cenit cuando una pesadilla me despertó sobresaltado. Soñaba que la Martinez volvía a succionarme la pirindola, pero esta vez lo hacía con extrema dulzura. Abrí, soñoliento, los ojos y…allí estaba la dulce Marta afanada en un antológico trabajo. Miré sobresaltado la hora : la una y media del mediodía y yo estaba en la cama de mi amigo!.

Marta contuvo mi impulso de levantarme, sacó de su boca la sabrosa piruleta y me tranquilizó.

-No bajará hasta mañana y lo hará en tal estado que difícilmente entendería lo que está sucediendo.

Dicho esto, reemprendió su buena acción del día, yo me relajé y pude disfrutar de la justa revancha a la encerrona de mi amigo.

Apareció este por la oficina el lunes a media mañana, el rostro abotargado por el sueño, los ojos inyectados en sangre, y una resaca antológica.

Me dirigió una sonrisa cómplice y al pasar junto a mi mesa, preguntó alborozado:

-¿No te dije que esta buenísima y que folla de fabula?...