miprimita.com

Marisita no lleva bragas!

en Hetero: Primera vez

MARISITA NO LLEVA BRAGAS!

La noticia estaba en boca de todos los chavales: Marisita no lleva bragas!. Lograr la confirmación a la noticia no resultaba caro: un duro.

Todo era cuestión de dejar caer un lápiz al suelo y mientras se simulaba buscarlo, levantar la vista hacia las piernas de Marisita, ella advertida previamente con la percepción de tan magra paga, separaba los muslos dejando entrever su calva vulva.

El negocio funcionó hasta el día en que llegó mi turno. Tan extasiado me quedé en la contemplación de aquel mi primer coñito que la Srta Mª José (nuestra profesora), intrigada por tan repetida torpeza de sus alumnos, bajó también sus ojos hacia el objeto de mi persistente y bobalicona atención.

No en vano, ella había estudiado sicología infantil y con el súbito enrojecimiento de mi imberbe faz y el apresurado cierre de la "exposición" tuvo suficientes elementos para hacerse cargo de la situación.

Yo me salvé con un mortificante: "Vaya con la mosquita muerta" y con Marisita tuvo una charla a solas que resultó en un cierre temporal de tan fructífero espectáculo.

Desde aquel día, Marisita se convirtió en el objeto de mis fantasías sexuales, todas mis compulsivas masturbaciones (innumerables!)estaban dedicadas a ella.

El negocio se reabrió, algunos meses más tarde, en la sesión de cine de la tarde de los domingos. El palco familiar que ocupaban Marisita y sus amigas se veía desbordado en cuanto se apagaban las luces. Una jauría de rapaces con pantalón corto ocupaba las sillas libres e iniciaba la encarnizada lucha por llegar hasta las calidas humedades de las adolescentes. Mis manos se recreaban en el suave tacto de los firmes muslos y me excitaba sobremanera la curva de las rodillas. Cuando finalmente llegaban a su objetivo, normalmente, lo encontraban ya ocupado por manazas menos sensibles a los encantos de la piel. El paso de la delatora linterna del acomodador producía una desbandada general de brazos y las indiscretas risas de las mozuelas.

Con la llegada de los "guateques" abandonamos el cine para restregar nuestros cuerpos en interminables sesiones de Adámo y Aznavour.

En una de ellas conseguí llevar a cabo mis más lujuriosos deseos. Luces apagadas y discreta retirada hacia un dormitorio con Marisita agarrada a mi cintura.

No, no pudo ser, tras una encarnizada batalla de casi una hora no había conseguido bajarle las bragas (en mal momento cambió sus hábitos!) y una tremenda orquitis se estaba apoderando de mis testículos. Alarma general, los padres del anfitrión habían regresado de improviso y casi fuimos cazados en medio del estéril revolcón.

El "vicio nefando"fue mi desahogo inmediato pero mi obsesión por Marisita no decaía un ápice, aun a sabiendas de que era la más golfa del pueblo.

Una excursión del colegio fue mi última y definitiva oportunidad. Tras una larga caminata llegamos a nuestro destino, una ermita románica rodeada de un espeso bosque. Tiempo libre para comer y Marisita que me invita a compartir el contenido de nuestras mochilas. Buscamos el más oscuro y alejado rincón del pinar, a salvo de miradas indiscretas y profesores entrometidos.

No hubo tiempo de bocadillos ni filetes empanados. Sobre nuestros anoraks, a modo de manta, nos dedicamos a la torpe exploración de nuestros jóvenes cuerpos mientras las lenguas, con poca más experiencia, se enzarzaban en anárquica lucha tratando de invadir territorio ajeno.

Ya tenía desabrochada la bragueta de sus vaqueros, bajada la cremallera y la mano hurgando en su clítoris, cuando………..

-Marisita!…Ricardo!...donde estáis?.

Las graves y airadas voces sonaban cada vez más cerca; no tardó en aparecer nuestro profesor de latín, Don Antonio, un viejo sátiro que no desaprovechaba ocasión para manosear a sus alumnas.

-Que hacéis aquí los dos solos?,seguro que metiéndoos mano…largo ,con los otros!.

Fue aquella mi ultima oportunidad de aquel verano y de otros muchos pues Marisita no volvió a aparecer por la escuela. Su familia se trasladó a otro lugar y mi frustración alcanzó su más alta cota.

Ella fue durante mucho tiempo mi icono sexual, hasta que conseguí mi primer "bingo"y las sesiones de onanismo cambiaron de protagonista.

Me trasladé a la ciudad para continuar los estudios y como mi avidez sexual no conocía limites, comencé a frecuentar los prostíbulos.

Una noche, en uno de aquellos en que las chicas se encontraban alineadas contra la pared mientras los presuntos clientes pasaban en fila de a uno, observando la mercancía con desesperante lentitud, una de ellas me dijo:

-Por un duro te enseño el "titi"…y no llevo bragas!

La voz y la entonación no dejaban lugar a dudas, pero aquel rostro ajado y pintarrajeado no podía ser el de Marisita.

-Vamos, guapo, son quinientas y la cama, pero a ti te lo hago gratis.

Una amplia sonrisa iluminaba su cara y volvía a parecer la que yo conocía.

Ahora, esperareis que haga una amarga reflexión sobre las miserias de la condición humana y las acres sorpresas que nos depara la casualidad o el destino.

No, no lo haré, porque en aquel momento solo se me ocurrió que-por fin!-me iba a tirar a Marisita.

Subimos, como una pareja más, a las pobres habitaciones del burdel y una vez dentro nos abrazamos sollozando.

-Marisita… Comencé a decir.

-Calla-murmuró ella-, vamos a echar un polvo que valdrá por todos los que no pudimos echar en su momento...y calla, no me digas nada.

Haciendo gala de su profesionalidad, me lavó y enjabonó mientras la cosa crecía entre sus manos, se lavó ella y después me administró la más sublime mamada que pueda recordar.

Hicimos el amor durante horas y cada vez que yo intentaba hablar, me tapaba los labios con su dedo índice imponiéndome el más absoluto silencio.

Ya de madrugada alguien golpeó la puerta:

-Vanesa!, que te estás pasando y le voy a cobrar doble a tu chorvo!.

Me vestí con morosidad, intentando prolongar innecesariamente aquel encuentro y mirando a Marisita que me observaba desde la cama.

-Marisita, yo…

-Vete, vete por favor y no vuelvas más por aquí, me oyes?,nunca, nunca más!.

Y esta fue mi primera vez, mi autentica y única primera vez.