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Sometida (3: Begoña)

en Grandes Series

Este relato es la tercera parte de  la serie “Sometida “para comprender perfectamente la trama, seria conveniente leer los dos capítulos primeros.

Escuchaba los gritos de Clara y se estremecía. Recordaba cuando ella misma pasó por el mismo momento, y eso que ella ya sabía lo que iba a sucederle. Amaba a Gerardo y conocía sus morbosos gustos. Desde el principio admitió el rol de sumisa, y vivía por y para él, para hacerlo gozar aunque para ello tuviese que degradarse hasta límites insospechados.

Sabía que Gerardo estaba ahora encaprichado con Clara, y que no la dejaría hasta saciarse completamente de ella. Eso mismo ya había ocurrido otras veces y siempre regresaba a ella, por eso no tenía celos de Clara, quería que su amo disfrutase y esperaba compartir algunos momentos con ellos.

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Su vida no fue fácil, hija de un policía violento y alcoholizado estaba acostumbrada a los golpes de un padre que cuando volvía a casa borracho arremetía con quien se pusiese delante, y aunque ella procuraba mantenerse al margen muchas veces al intentar defender a su madre había recibido sus fuertes golpes. Se acostumbró desde muy niña a los palos y su carácter se volvió huraño y reservado.

Solo al conocer a Gerardo supo que además de malos tratos había otra cosa. Cuando él estaba contento era maravilloso y ella hacía todo lo que le pidiese con tal de verlo feliz.

Hacía tan solo dos años que le conocía, por entonces no contaba mas que 14 y era una niña tímida y apocada. Fue maravilloso que el capitán del equipo de fútbol, el chico más admirado y deseado del colegio, se fijase en ella. No se perdía ni uno solo de sus partidos y desde las gradas aplaudía sus goles y soñaba con sus sonrisas.

Un sábado por la tarde, después del partido Gerardo se acercó a ella y le pidió que le esperase, estuvieron dando un paseo, y la desvirgó en un pequeño cobertizo que usaba el jardinero para guardar las herramientas.

Después vinieron muchos encuentros hasta que él le dijo que le gustaría verla con otro hombre, que gozara mientras él la miraba porque eso le excitaría mucho, y se lo premiaría de alguna forma. Begoña no respondió, en realidad no comprendía que el quisiese verla con otro, pero sabía que si así lo ordenaba ella lo haría.

Una tarde habían quedado en casa de Gerardo, sus padres no estarían y le había prometido una tarde entera de placer.

Cuando ella llegó no estaba solo, lo acompañaba un chico grande, grueso, pecoso y con la cara llena de granos. Begoña se dio cuenta inmediatamente que la miraba como se mira un filete cuando se tiene mucha hambre y comprendió que había llegado la hora, y se preparó para aceptarla.

Gerardo le dijo que para este chico era la primera vez, y quería que le enseñase a follar como él le había enseñado.

--- Sé que le enseñarás bien, te has convertido en una experta---le dijo.

Se desnudó obediente, y esperó sumisa a que el joven se quitase la ropa. Al quitarse los calzoncillos a Begoña se le desorbitaron los ojos, jamás, ni en sus sueños mas calientes había imaginado un pedazo de verga así. Mediría alrededor de veinticinco centímetros de largo y su diámetro debería ser de unos diez o doce.

---¡¡¡ Eso no cabe!!!---gritó---

El chico, dándose cuenta de que podía estropeársele la diversión, se le tiró encima atrapándola. Ella intentó escaparse, pero era muy fuerte y pronto la tuvo inmovilizada bajo su cuerpo. Colocó su descomunal pene en la entrada de la vagina y de un golpe la penetró sin contemplaciones.

Sintió como si algo se rompiese en su interior, y gritó, gritó como una loca mientras el chico entraba y salía con movimientos desenfrenados desgarrando a su paso los frágiles tejidos del interior de la vagina, mientras apretaba y mordía sus pechos dejándolos llenos de moratones y señales de dientes.

Gerardo lo grababa todo, sin perderse ni un solo gesto ni un solo chillido, complacido con lo que estaba viendo, y lo guardaba para disfrutarlo repetidamente.

Para suerte de Begoña el chico era inexperto y, al cabo de muy poco tiempo de martirio, se corrió dejando un reguero de semen y sangre mientras sacaba su pene aún hinchado de dentro de ella.

Begoña, dolorida y llorosa, se acurrucó abrazada a la almohada y vio como el muchacho se vestía y al salir entregaba un sobre a Gerardo.

Al quedarse solos Gerardo se acercó a la cama y besándola le susurraba lo bien que lo había hecho y lo orgulloso que estaba de ella. Llenó la bañera y, como si se tratase de una niña, la tomó en sus brazos, la introdujo en el agua y lentamente la bañó tocando todos y cada uno de sus puntos sensibles, haciéndola olvidar el mal rato que había pasado.

En dos años muchos de los amigos de Gerardo habían pasado por su cama, y a veces hasta viejos apestosos y mal vestidos que al marchar satisfechos entregaban a Gerardo el consabido sobre. Hacía tiempo que se había dado cuenta que él cobraba por sus favores. Pero a cambio le regalaba ropa y alguna pequeña joya, que ella tenía siempre que esconder para que no se las viesen en su casa. Y desde luego hacer el amor con él… ese era el mejor premio que podía recibir. Porque como decía Gerardo, con los otros follaba, pero con el hacía el amor.

Sabía que por la vida de Gerardo pasaron otras chicas. El las iniciaba y cuando se cansaba de ellas las pasaba a sus amigos. Algunas acabaron mal, incluso una intentó suicidarse, pero nunca ninguna lo delató. Conocían la existencia de las cintas de video, y todas sabían que detrás de su cara amable se escondía una mente cruel, y si le delataban tarde o temprano pagarían por ello.  Pero Begoña no le temía, con ella era diferente, y aunque la compartía con sus amigos, era su favorita y siempre volvía a ella.

Ahora él estaba encaprichado de Clara, y mientras tanto le había puesto un compañero de juegos. Ella lo aceptaba y procuraba complacerlo porque su amo se lo había pedido.

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Los gritos de Clara se habían calmado y todo había quedado en silencio.

Se abrió la puerta y Gerardo salió colocándose el cinturón

---Entra y prepárala, que nos tenemos que ir--- le dijo a Begoña---

Clara estaba desnuda sobre la cama, con sus muslos y entrepierna manchados de sangre. Se abrazó a ella y lloró mansamente. A Begoña nunca le habían gustado las mujeres, aunque por complacer a su amo había estado con algunas, pero por Clara sentía cierta debilidad, le hubiese gustado hacerle olvidar el mal rato que había pasado, besarla, abrazarla, pero no como ahora…

La deseaba sexualmente, deseaba sentirla y hacerle el amor dulcemente. Pero no estaba autorizada así que se limitó a bañarla arreglar su cabello y vestirla.

Le susurro al oído:

---No es tan grave, verás que lo vas a disfrutar, se que te gustará---

y besándola dulcemente la acompañó al salón para que Gerardo la regresara a su casa.

En próximos capítulos el resto de la historia de  “Sometida”