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¡Nunca!, nunca me olvides

en Erotismo y Amor

Esta historia la escribí a petición de un amigo. La idea era hacer un relato parecido a cualquier otro, con los mismos ingredientes, que normalmente piden todos los lectores. Pero al ir conociéndole mejor me encontré con una persona diferente, dulce, romántica, sensual, y quise que se involucrara de alguna manera en el relato. Y así montamos una fantasía que fuimos viviendo los dos a través de Internet durante algunos días, y poco a poco, con su ayuda, nuestros diálogos y sus sugerencias, fuimos construyendo este relato. Y os digo de verdad que me lo he pasado tan bien escribiéndolo, que no me apetecía acabarlo.

____________________________

 

Lo conocí en un barco………….

Mi primo que vive en Mallorca había decidido casarse, y nos envió una invitación para que no faltásemos en la ceremonia. La verdad es que me apetecía muchísimo ir. Mi primo Juanjo y yo éramos de la misma edad, nos criamos juntos en Tenerife, pero cuando éramos adolescentes sus padres fueron a vivir a Mallorca, y los míos a Cataluña.

Desde el principio mi marido dijo que no era el momento adecuado de tomarnos unas vacaciones (-para él nunca había un momento adecuado-) y desde luego yo no pensaba quedarme sin celebración. No veía a mi familia desde el día de mi boda y de eso ya hacía 18 años.

Por eso le rogué, le supliqué, hice uso de todas las artes de persuasión que conocía, incluso alguna nueva que ensayé para la ocasión…

Pero nada, él duro que duro, y yo cada vez mas enfadada… ¡¡¡que se creía él eso!!! ¡¡¡Que diablos!!! Mi maridito se iba a enterar que su "niña" había madurado, y se podía mover sola por el mundo.

Lo preparé todo para el viaje, para los dos, pues sinceramente creía que a ultima hora diría que sí, que accedería a venirse conmigo. Pero no… el señor siempre tenía ocupaciones que atender, y yo era la última anotación en su lista de tareas.

Renegando me acompañó hasta el barco en Barcelona, y llevó las maletas hasta mi camarote, pero yo estaba demasiado enfadada para agradecer su "gran esfuerzo" y sin salir a acompañarlo lo despedí allí mismo con un frío beso.

Solo cuando oí la sirena, anunciando la salida del barco del puerto, decidí salir del camarote y subir a cubierta. Me acerqué a la barandilla, y desde allí me entretuve mirando como nos alejábamos, mis ojos perdidos en las luces, que cada vez eran más pequeñas.

-----No entiendo por que los colores del mar, pueden ser tan variados… -- dijo una voz tras de mí.

---- Son el reflejo de las luces, es maravilloso, ¿verdad?--- volviéndome respondí intrigada.

Me miró fijamente y dijo…

----Lo maravilloso es como tus ojos reflejan la profundidad del mar…

----Ummmm, que galante, gracias, hola, me llamo Shere y soy de Tarragona--- dije extendiendo mi mano.

----Encantado Shere, soy Druso, de por allí….

--- ¿Druso? nunca había oído ese nombre.

---Bueno, estamos empate entonces, por que yo sabía de Sherezades, pero de Sheres no había oído nunca...

---Jajaja, es un diminutivo, Sherezade se hace muy largo.

---Entonces nuevamente encantado Sherezade, princesa de cuentos—

Había cogido mi mano y no terminaba de soltarla.

--- ¿Y no me explicaras de donde salió tu nombre?.

---Bufff, mi padre era profesor de historia antigua y yo nací justo cuando el estaba leyendo la biografía de "Los doce césares", de Suetonio, Claudio, Tiberio, Druso, Nerón, etc. por lo que desde luego no creo que pueda quejarme

---Jajaja, creo que no, imagínate que te hubiera puesto Nerón, eso daría pié a infinidad de chistes.

---Ug, Nerón , que asco de tipejo.

---Todos temerían que incendiaras algo, para empezar tú mujer no te dejaría entrar en la cocina...

No se porqué, pero sentía curiosidad por su estado civil, me intrigaba este hombre, tenía nombre de espía o algo así, y yo que soy una fantasiosa ya me imaginaba ser Mata Hari y mantener una aventura con un espía ruso en este viaje. Y en realidad lo parecía: moreno, muy moreno, cabello muy corto y barbita corta y arreglada. Se le veía elegante, y no por la ropa, pues vestía informal: un pantalón de pinzas gris oscuro y un jersey "Lacoste" de color beige. Era él, su forma de moverse, sus ademanes, su voz dulce y sensual…

---Jé, pues lo mejor es que mi abuelo era bombero… y… no estoy casado...

---Perdona, era una pequeña trampa, para saberlo.

---Lo estuve, ¿y tú?.

---Yo sí lo estoy, y desde luego hoy enfadadísima con mi marido.

---Vaya, que lástima… una hermosa mujer enfadada.

--- ¿Lástima de qué? ¿de que esté enfadada?

--- De que estés casada, más bien.

Hablamos durante mucho rato, tenía una conversación variada y amena, le pregunté por sus gustos, en música, literatura, política… En las primeras nuestros gustos eran muy similares, pero en política…. Uffffff, en política éramos totalmente opuestos. Aunque como él decía lo importante es ser demócrata y respetar las ideas de los demás.

---Bueno.... ¿y que vas a hacer a Mallorca? ¿Vacaciones?

---Algo por el estilo, es mi año sabático, necesitaba cogerlo para escribir un poco.

---Que suerte, me encantaría poder tomármelo, pero trabajo y solamente me han dado unos días.

---Bueno, es algo arriesgado, sobre todo si no tienes una profesión....

---¿Que escribes?

---Una obra de teatro, era algo que tenía pendiente.

---Guauuu, yo también hago mis pinitos con la escritura, pero soy totalmente una aficionada.

---Entonces lo somos dos ¿has publicado algo?

---Que va... en Internet algunos relatos.... y unas poesías.

---Me encantaría verlas.

---Bueno, si quieres te daré las direcciones de las páginas.

--- ¿Y no sería mejor que las leyeses conmigo?

Lo pensé un momento, me parecía un hombre muy interesante, quizás no estuviese mal seguir en contacto con él.

---Bueno, quizás estaría bien darnos los nicks de Messenger, o los móviles, y hablar alguna vez.

--- ¿Tu marido está a bordo?

---No que va... no quiso venir.

Nos sentamos en cubierta, y hablando y riendo vimos amanecer.

Llegamos a puerto, y bajamos a recoger los equipajes de unos camarotes que ninguno de los dos había usado. Al despedirnos me besó en la mejilla, pero sus labios se deslizaron hasta rozar la comisura de los míos, brevemente, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Casi no pudimos volver a hablar, mis tíos ya me estaban esperando y corrí a su lado a abrazarlos, hacía muchos años que no me veían y estaban muy ilusionados. Mi tío dijo que él se ocuparía del equipaje, entonces yo volví la cara intentando ver a Druso entre el gentío.

Ya no estaba, toqué mis labios, justo en el sitio donde rozaron los suyos, y al recordarlo volví a estremecerme. No era normal, no… tenía muchos amigos, siempre me besaban en las mejillas, y jamás me habían inquietado. Algo tenía ese hombre que me atraía.

Al día siguiente era la ceremonia, todo fue precioso y muy emocionante, la novia bellísima se puso de espaldas y tiró el ramo, y justo vino a caer a mis manos, mas como dicen que quien recibe un ramo de novia es la siguiente en casarse (y yo ya estaba casada) se lo di a mi prima Marina, que tenia 27 años y sin novio.

Al ver a todos acompañados y yo sola me entristecí un poco, y salí del salón buscando un rincón silencioso para llamar a mi marido.

---Hola amor, te echo de menos---

---Y yo a ti cariño, esta mañana se me hizo tarde, tuve que prepararme el desayuno, y el calentador no se encendía. Cielo sabes que no puedo estar sin ti.---

¡¡¡Vaya!!! Pensé, y yo que me creía que me añoraría en la cama, y resulta que lo único que necesitaba era una "chacha".

Estuvimos hablando un buen rato, él explicándome todos los problemas que le había causado mi viaje, y yo deseando cortarlo, porque me hacía sentir mal, al fin se me ocurrió decirle que entraban al comedor, y me despedí.

Al momento volvió a sonar el teléfono, lo tenía dentro del bolso, y pensé no contestar, pero todos me miraban como diciendo ¿lo coges o que? Lo saqué con intención de apagarlo sin contestar (no tenía ganas que también me explicase que se tuvo que hacer la cama) y al ir a cerrarlo vi que la llamada era de Druso. Se me aceleró el corazón y me separé un poco del grupo para contestar.

---Hola Shere ¿puedes hablar?.

---Hola Druso, que alegría si, si que puedo.

---No más que la que yo tengo por que me contestes.

---Ya se acabó la fiesta, mañana volveré a casa.

---Espera, no puedes hacerme esto... necesito verte ¿puedes retrasar tu vuelta un par de días?.

---Es que mi barco sale mañana.

---Shere, esta noche apenas he podido dormir pensando en ti.

--- ¿Que pensabas?.

---Es que no puedo engañar a mis sentimientos… Shere, tengo un coche y mucho tiempo para dedicártelo. ¿Quieres acompañarme mañana?.

--- ¿A donde?.

---Bueno…. ¿conoces las cuevas del Drach?.

---No, aún no las he visto.

---Es un bonito espectáculo, no puedes estar en Mallorca y no pasar por las cuevas.

--- ¿Tú las has visto?.

---Si, hace muchos años, cuando era estudiante, pero creo que no las vi con la compañía adecuada...

---Bueno, quizás podría retrasar un poco el viaje...

--- ¿Lo harías?.

---Explícame eso de la compañía…

---Noventa alumnos gritando, no creo que sean lo mejor para esa visión...

---Jajajaja.

--- ¿Paso a buscarte mañana a las 10 por tu hotel?.

---Nooooooooo, estoy en casa de mis tíos, y no quiero que se enteren.

---De acuerdo… ¿donde quedamos?.

---Nos vemos en la entrada de las cuevas.

--- ¿Y como vas a ir hasta allí?.

---En un taxi.

---No, es mejor que quedemos en la plaza de la catedral de Palma.

---A las 10 en el campanario. ¿Te parece?...¡¡ah, lleva algo de abrigo!!... Una rebeca y calzado muy cómodo...

--- ¿En el campanario? ¿Arriba?.

---Jajaja, noooo… cuando el campanario de las diez, en su base, no creo que se pueda subir...

---De acuerdo, allí estaré.

---Hasta mañana, encantadora princesa.

---Hasta mañana Druso.

 

Mis pensamientos, eran volver a casa al día siguiente, pero también tenía razón, no tendría perdón si estuviese en Mallorca y no visitase las cuevas. Aunque, bien pensado, me infundían un poco de respeto, yo no soy claustrofobica, pero la oscuridad si que me asusta, y allí dentro no creía que hubiese mucha luz. ¡¡¡Que diablos!!! Me apetecía verlas, y me apetecía volver a ver a Druso.

 

Esa noche no podía dormir. Me decía a mi misma, que no hacía nada malo, pero mi subconsciente me decía que sí, que ese aceleramiento del corazón que sentía al pensar en él no era normal, que estaba jugando con fuego, y que podría quemarme.

Me dormí amaneciendo, y soñé con él…. estábamos en una gran cama llena de pétalos de rosa, sus labios recorrían mi piel, y yo me estremecía, su barba acariciaba mi vientre y todas mis terminaciones nerviosas estaban tensas, como cuerdas de guitarra. Su sabia lengua iba dejando una húmeda estela en su camino a la búsqueda del centro de mi placer. Puso sus manos en mis glúteos, y levantando mis nalgas se apoderaba de mi coñito, que lamía y sorbía como si quisiese saciar en él, su hambre atrasada.

Mis manos se aferraban al colchón, mi corazón se había desbocado, y mi respiración se había vuelto jadeante.

Esto no puede ser, me repetía, estoy soñando….. Pero un dulce estremecimiento recorría mi columna, deteniéndose justo en la base, desde donde enviaba oleadas de placer a cada rincón de mi cuerpo.

Se deslizó sobre mí y besó mis labios….. Sentí el sabor salado de mis propios jugos mezclados en su boca, y esa sensación me excitaba.

Me penetró mirándonos a los ojos, y sentí todo su placer, su cara era un poema, su boca se abría en un intento vano de absorber todo el aire de la habitación. Y sus ojos… me maravillaban, luchaban por no cerrarse y desprenderse de mi mirada. Su continuo bombeo frotaba mis paredes vaginales, que luchaban por aprisionarlo y exprimir todos sus jugos.

En una ultima embestida, por un momento sus ojos se quedaron en blanco, y sentí como un río de lava calida inundaba mi interior. Los espasmos de un fuertísimo orgasmo, oprimían su pene, y sin salir de mí se dejó caer a un lado, recuperando poco a poco la respiración.

Me desperté con el pijama empapado……..Ufffffff jamás pensé que un sueño pudiese ser tan real.

Me di una ducha, y recordando las recomendaciones de Druso me vestí con unos tejanos y una camiseta de mangas cortas, cogí una chaqueta que até a mi cintura, y me calcé unos mocasines blancos. Cuando estuve lista llamé por teléfono a un taxi.

Suelo ser muy, muy puntual, pero ese día no quería llegar la primera, prefería no dar la imagen de una mujer ansiosa. Le pedí al taxista que me dejase un poco antes de llegar, y desde allí lo vi justo en la base de la torre. Miraba el reloj, y me buscaba entre la gente. Me detuve un momento a observarlo. Estaba guapísimo, y parecía mas joven. Llevaba puestos unos pantalones tejanos de color claro, y una camisa de tonos azules y anaranjados, que le daban luminosidad a su moreno rostro. Seguía pareciéndome interesantísimo, con su aire misterioso y sensual.

Me vio llegar y sus ojos ya no se apartaron de mí, mientras me acercaba.

---Hola preciosa princesa, veo que eres puntual.

---Hola, Druso. Gracias por tu comprensión, pero me he retrasado algo, ¿hace mucho que esperas?.

---Ya llevo aquí un buen rato, pero no he querido acercarme hasta que fuese la hora.

---¿Donde tienes el coche?.

---Aquí mismo, en el parking.

---¿Vamos?.

---¿Sabes que estás preciosa? ¿Te lo dicen muy a menudo verdad?.

---No muy a menudo, no creas.

Extendió su mano para que yo la cogiese, y así, cogidos de la mano, fuimos a buscar el coche. Nada mas subir al vehículo, me habló de su madre, una mujer encantadora, que esperaba un precioso collar de perlas cultivadas de Manacor. Druso me pidió que lo ayudase a elegirlo, y hacia allí fuimos.

Llegamos a la fábrica, sobre las 11 de la mañana, e hicimos una especie de recorrido comentado por las diferentes secciones desde las ostras de donde se sacaban las perlas, hasta su montaje final en unas joyas bellísimas. En todo el recorrido, mi boca no se cerró en un continuo ¡¡¡Ohhhhh!!! de admiración ante tanta belleza.

Compró para su madre un precioso collar de perlas cultivadas, de dos vueltas con un precioso broche dorado. Me dijo que eligiese uno, para que siempre recordase este día. Las perlas me gustan mucho, pero no para mí, por eso, por más que las miraba, no acababa de decidirme. Por fin vi una gargantilla de pequeñas perlas negras asimétricas, con los pendientes a juego. Al ver que me gustaban Druso las compró para mí. Delicadamente la puso alrededor de mi garganta, y al cerrar el broche me apretó contra él y besó mi cuello.

Mi cuerpo se estremecía, al solo contacto de su mano, y no la había soltado en todo el recorrido. Pero cuando besó mi cuello… sentí que me deshacía bajo sus labios.

Uffffffffffff. Esto no era muy normal, pensé de nuevo. ¿Qué me estaba pasando? …

Era casi la una del medio día cuando salimos de la fábrica. Nos acercamos hasta la playa buscando un restaurante donde comer una paella (¿he dicho ya que me vuelve loca la paella?) Encontramos un típico bar de pescadores, donde nos dijeron preparaban la mejor paella de toda Mallorca, y nos sentamos en una mesa alejada, donde pudimos contarnos tranquilamente toda nuestra vida. Sus manos no perdían ocasión de tocar y acariciar las mías. Y cuando por la tarde llegamos a la cueva del Drach parecía que nos conocíamos de siempre.

Entramos a la cueva e hicimos todo el recorrido en silencio, cogidos de las manos, admirando las maravillas de la naturaleza, las estalagmitas y estalactitas iluminadas parecían figuras irreales. Al fin llegamos a una cueva grandiosa, llena de bancos, como si se tratase de un teatro, donde había muchísima gente. Nos acomodamos en un rincón (mientras Druso buscaba con la mirada un asiento) él detrás mío, rodeándome con sus brazos, nuestras mejillas juntas, y mis brazos descansando perezosamente sobre los suyos.

Yo iba peinada con una cola baja, que cada vez que me movía golpeaba su cara y se enredaba en sus gafas, entonces él soplaba en mi cuello suavemente haciéndome estremecer.

Al final divisamos un hueco y hacia allí nos dirigimos, solo había un asiento, y el insistió en que yo lo ocupase, pero no había espacio para que Druso estuviera de pie a mi lado. Por lo cual, dando muestra de un atrevimiento que hasta a mi me sorprendía, le pedí que se sentase, y yo me acomodé sobre sus rodillas.

Se apagaron las luces, y no sé si porque la oscuridad me aterra, o porque en realidad bajaron las temperaturas, comencé a temblar visiblemente.

Druso me apretó contra su pecho, y sentí los fuertes latidos de su corazón, junto al mío.

Salieron las barcas… La luz fue siguiendo su recorrido, una mujer de pie en una de ellas tocaba un violín interpretando a Bach. Me emocioné y pasé mi brazo derecho por sus hombros. Druso me apretó más sobre él, y su mano derecha rozó mi pecho, me sobresalté y me escurrí un poco sobre sus piernas, él bajó sus manos a mi cintura para evitar que cayese.

Me acomodé mejor, mi pecho quedaba casi a la altura de su boca, y mi mano acariciaba descuidadamente su nuca, mientras miraba embelesada el espectáculo.

Ya no tenía frío. Druso me estaba trasmitiendo todo su calor, y yo me encontraba cómoda y relajada en sus brazos. De pronto sentí como su mano izquierda acariciaba mis nalgas, y su mano derecha se coló bajo la camiseta… Ummmmmm, noté su mano suave sobre mi piel… No me sentí incomoda, al contrario, me gustó sentir su calido contacto y con mi mano izquierda empujé su mano hacia arriba, hasta llegar a mi pecho, recompuse mi chaqueta para que nadie notase nada, y me dispuse a gozar del momento.

Su mano se introdujo bajo el sujetador, y pellizcó suavemente mi pezón, que ya estaba totalmente endurecido. Sentí un cosquilleo entre las piernas, y mi mano bajó instintivamente, para aplacar mi calentura, pero el pantalón no me dejaba llegar hasta el centro de mi volcán, que amenazaba con empezar a soltar lava aparatosamente. Pensé por un momento, que fue una equivocación no ponerme falda.

Nuestras caras estaban juntas… muy juntas, y nuestras bocas casi se rozaban, su lengua comenzó a recorrer lentamente el contorno de mis labios. Se me escapó un suspiro y él aprovechó para introducir su lengua entre mis labios, se movía sabiamente, jugueteando con la mía.

Me encantó su sabor, pero me asusté de lo rápido que estaba yendo todo, y me retiré un poco. Él continuó mordiendo mi oreja, jugando con las perlas que me había regalado, y eso me excitó tanto como sus besos.

Acabó el espectáculo, y se encendieron todas las luces, me levanté de sus rodillas, pero él dejó que pasasen unos cuantos segundos y que la gente comenzase a salir, tenía un indiscreto bulto en el pantalón, y una pequeña mancha que disimuló atándose la chaqueta a la cadera.

Salimos de la cueva cogidos por la cintura, mirándonos a los ojos, recordando todas las sensaciones que acabábamos de disfrutar.

Debían ser más o menos las 7 de la tarde, y cogidos de la mano nos dirigimos al coche.

---Es temprano para cenar---comentó.

---Si, pero a las 10 tengo que estar en casa, no podemos entretenernos mucho.

--- ¿Dónde quieres ir?—dijo con la voz enronquecida de deseo.

Le iba a contestar que fuéramos a tomar unas tapas a un chiringuito de la playa… Después de lo que había pasado sabía que si nos quedásemos solos no habría marcha atrás. Lo estaba deseando como nunca había deseado a un hombre. Pero mi sentido de la lealtad hacia mi marido era muy grande, y no me permitía llegar al fin.

En ese momento sonó mi móvil, lo cogí y era el teléfono de casa. Me puse muy nerviosa, estaba entre el coche y Druso, apretada contra él, mis mejillas se enrojecieron al pensar que mi marido se pudiese dar cuenta, me solté de sus brazos y me aparté un poco para contestar.

--¿Cuando vuelves?...... Preguntó mi marido con voz enojada.

---Creo, que me quedare un par de días mas, quiero conocer la isla.

---Quedamos que solo ibas a la boda.

---Cariño, no quedamos en nada, aunque es cierto que mi intención era esa, pero esto es precioso y lo quiero ver.

Nuestras voces subían por momentos, los dos estábamos muy enfadados… En eso oí una voz de lejos que decía… ¡¡¡¡Carlos!!!! … y de pronto el teléfono enmudeció.

--- ¿Quién esta contigo?.

Tardó tanto en contestar que yo enfadada le grité:

--- ¿QUIEN ESTA EN CASA?

---Estoy solo amor, eres una neurótica, ¿Quién crees que pueda estar?.

Estaba segura de haber oído una voz, y además aseguraría que la conocía, ¡¡¡por Dios bendito!!! Y yo poniendo barreras a mis deseos.

---MIRA… ME VOY A QUEDAR TODA LA SEMANA, CREO QUE ERES LO SUFICIENTE MAYORCITO PARA APAÑARTELAS SOLO… ES MÁS… CREO QUE TE LAS APAÑAS PERO QUE MUY BIEN----grité.

--- ¿Me puedes decir que te pasa?.

---A MI NO ME PASA NADA, SOLO QUE YO TAMBIEN QUIERO DIVERTIRME, Y TE JURO QUE LO VOY A HACER.

Estaba muy enfadada... tiré el teléfono con rabia dentro del bolso. Druso me miraba intrigado, desde donde estaba oía mis subidas de voz, pero no sabía de que iba, aunque por mis gestos se imaginaba que no era nada bueno.

Cuando volví junto a él me ayudó a subir al coche en silencio, luego dio la vuelta y se sentó.

--- ¿Qué quieres que hagamos?.

---¡¡¡ Vamos a tu hotel!!! --- casi grité.

Cogió mi cara entre sus manos y me giró hacia él.

--- ¿Es eso de verdad lo que quieres?.

---¡¡¡Si, vámonos!!!.

---No, así no es como lo quiero, creo que será mejor que demos un paseo por la playa y me lo expliques.

Puso el coche en marcha y nos dirigimos a una cala, alejada del bullicio. Cuando llegamos solo habían dos parejas que se hacían arrumacos. Druso cogió un jersey que llevaba en el maletero porque había refrescado, nos quitamos los zapatos, nos subimos los pantalones hasta las rodillas, y comenzamos a pasear con las olas rompiendo en nuestros pies. Yo iba seria, en silencio (me cuesta abrirme y explicar mis cosas, lo normal es que las guarde todas sin compartirlas con nadie, por eso no sabia como empezar).

Druso cogió mi mano, y se limitó a caminar a mi lado, sin preguntar nada. ¡¡¡Me encantaba ese hombre!!!... Llegamos a unas rocas y nos sentamos con los pies dentro del agua. Solo entonces le conté todo lo que me pasaba, o lo que creía que estaba pasando… tiempo atrás mi marido había estado con una amiga, y yo le había perdonado, pero ahora…

Él me convenció que todo podían ser imaginaciones mías. Y que por vengarme no podía tirarme en los brazos del primero que se pusiese en mi camino. Sabía que tenía razón, pero en realidad, y aunque yo quisiera poner a mi marido como excusa, para justificar mi desliz. Este hombre me estaba gustando demasiado, no solo era atractivo, sensual, misterioso, además sabía escuchar y en ningún momento se quiso aprovechar de las circunstancias. Me giré, le di un rápido beso en los labios y le dije…

---Eres un cielo.

---No cariño, solo un amigo, un buen amigo.

---Gracias por estar aquí, por escucharme, yo se lo pesada que puedo ser algunas veces.

Druso saltó de la roca, y antes de que pudiese darme cuenta me había tomado en sus brazos y empezó a dar vueltas conmigo.

---Pero lo que no admito, es que te pongas triste, aquí estamos para disfrutar, por eso… O te ríes o te tiro al agu………a

Y dando una ultima vuelta, resbaló y acabamos los dos dentro del mar.

---Jajajaja, ya estamos los dos mojados, jajajaja.

---Jajajaja, vale la pena por verte reír.

Estábamos empapados, sentados dentro del agua, las olas venían una y otra vez y rompían sobre nuestros cuerpos. Reíamos como locos, y nos revolcábamos en el agua. Druso se acercó a mí a cuatro patas, estaba graciosísimo, parecía un perrito mojado y desvalido, el agua escurría por su cara, y pasé la lengua por una gota que caía por su nariz. Nos miramos a los ojos, el agua había empapado mi camiseta y mis pezones, endurecidos por el agua fría y la tensión emocional, se marcaban sobre ella.

Druso pasó la mano abierta sobre ellos, y soltando un gemido me estremecí visiblemente. Pasó lentamente la lengua por mis labios, como dibujando el contorno de mi boca, sus ojos no se apartaban de los míos, di un suspiro y mi lengua salió al encuentro de la suya, nos besamos apasionadamente.

La marea estaba subiendo y nuestros cuerpos casi se cubrían con el agua, aunque nosotros ni nos dábamos cuenta, nos revolcábamos, besábamos y tocábamos, como si fuéramos crios jugando. Aunque nuestros juegos cada vez eran mas atrevidos y empezaba a sobrarnos la ropa.

Estábamos a primeros de Septiembre, y eran casi las 8 de la noche, el agua estaba fría, pero nosotros no lo notábamos, su boca bajaba desde mis labios por el mentón para detenerse en mi cuello, jugueteando con la gargantilla de perlas. De repente, di un inoportuno estornudo.

---¡¡¡Jesús!!!.

---Jajajaja, ya está, lo sabía.

--- ¿Qué sabías, amor?.

---Necesito un baño caliente.

Riendo nos levantamos rápidamente, encima de la roca habían quedado mi chaqueta, el bolso, y su jersey. Me ayudó a quitarme la camiseta y el sujetador, yo estaba tiritando, y me dejaba hacer como una niña pequeña. Druso estaba emocionado y antes de ayudarme a ponerme su jersey, besó mis pechos con delicadeza, y casi con adoración. Yo soy pequeña, (solo 1,56) y su jersey me llegaba casi hasta las rodillas, me sentía helada, y acabé de quitarme el pantalón y el tanga que estaban empapados. Druso me acarició por debajo del jersey, llegando a mi sexo y deteniéndose en él le abracé fuertemente y volví a estornudar.

---¡¡¡Jesús!!! Efectivamente, necesitas un baño caliente.

Y mirando el comprometedor bulto de sus pantalones añadió:

---Aunque a mi me vendría mejor una ducha bien fría.

Y ahora si que nos reímos como locos.

--- ¿Ahora como voy a casa de mis tíos?.

---No te preocupes, en diez minutos podemos estar en mi casa, secaremos la ropa y te acompaño.

--- ¿Tu casa? Yo creía que estabas en un hotel.

---No, alquilé una casa pequeña en un acantilado, con un gran balcón que da al mar. Pienso quedarme todo el año en Mallorca, hasta acabar el libro.

---Vaya…… ¿Y a que esperamos? ¡Estoy helada!.

Subimos al coche y nos dirigimos a su casa, todo el camino nos reímos y el no perdía oportunidad de poner su mano en mis muslos, frotándome… como él decía para hacerme entrar en calor. Ya casi llegando coloqué mi pie derecho sobre el asiento, y en esa postura el jersey se subió hasta las ingles. Druso aflojo la marcha y su mirada se dirigió a mi entrepierna, mi sexo rasurado, quedaba totalmente a la vista.

---¿Sabes lo que estas haciendo?.

---¿Calentarte, no…? ¿O es que soy yo la única que tiene frío?

---Que conste que tu te lo has buscado--- dijo riendo.

 

Arrimó el coche al arcen y sus manos buscaron mi sexo mientras mordisqueaba mis labios, yo le correspondía y mis piernas se movieron para facilitar su agradable exploración. Otro de mis inoportunos estornudos interrumpió nuestros juegos.

---¡¡¡ Jesús!!! Es mejor que sigamos o cogerás una pulmonía.

Llegamos a lo alto del acantilado, una casita blanca de dos plantas, que se dibujaba a la luz de una luna rojiza que anunciaba viento.

Entró con el coche en un cobertizo y desde allí fuimos a la casa. Desde fuera no parecía lo grande que era, nada mas entrar lo primero que llamó mi atención fue la falta de paredes, los diferentes espacios, estaban separados por un ancho escalón, y al fondo una escalera de caracol, de madera, subía hasta el segundo piso.

En el gran espejo del recibidor, pude ver el deplorable estado en que me encontraba, el cabello húmedo y enmarañado, la nariz roja, vestida con un jersey que debía ser 4 o 5 tallas mayores que la mía, mis manos perdidas en las larguísimas mangas...

 

Druso se dio cuenta de mi gesto de desagrado, y abrazándome me dijo:

--- ¡Estás preciosa!

Pues si… él pensaría que estaba preciosa, pero yo me veía horrible.

Subí el ancho escalón que separaba el salón-comedor, y di unas vueltas fijándome en los detalles, me encantaron los cuadros, de colores alegres, parecían esos dibujos hechos por niños que luego vas a comprarlos y valen una millonada. A mí siempre me habían encantado, pero de pintura no entiendo nada, o sea que bien podría haberlos pintado el hijo pequeño del propietario de la casa y les pusieron unos bonitos marcos. Había un gran televisor panorámico, adosado a la pared de la derecha, y delante tres sillones de piel blanca, y una mesa de cristal, que tenía por pie un delfín de bronce.

Toda la pared de la izquierda era una cristalera que daba a un balcón sobre el acantilado. A través de las finas cortinas se divisaba la acompasada luz de un faro que por las noches dirigía los barcos a puerto.

Separando el espacio de la cocina había un gran mueble, hasta el techo de alto y de pared a pared, pero con una zona de servicio que comunicaba con la cocina. El conjunto era acogedor.

Se estaba haciendo muy tarde, y mis tíos podían intranquilizarse, saqué mi teléfono del bolso, y les llamé explicándoles que había encontrado unas amigas de Barcelona que estaban de vacaciones y tenían un chalet alquilado. No sabía a que hora llegaría, pero que no se preocupasen, ellas me acompañarían a casa.

Nada más llegar Druso se ocupó de la ropa, como no daba tiempo de lavarla, se limitó a enjuagarla un poco con agua clara y la metió en la secadora. Luego se acercó a mi y dándome un abrazo me dijo:

---Ahora me ocupare de ti.

Y me empujó hasta las escaleras. Subí delante de él, sabía que al subir las piernas todo mi sexo quedaba a su vista y eso me excitaba. Él no desaprovechaba la oportunidad de pasar las manos por mis muslos, como si quisiera empujarme, para que me apresurase. Llegamos a un distribuidor desde donde se abrían cinco puertas, dos a la derecha y tres a la izquierda. Entramos en la primera de la izquierda. Era una habitación impresionante, con una gran cama metálica y un armario empotrado que ocupaba casi toda la pared, solo quedaba el espacio para la abertura de una puerta, que daba entrada a un gran cuarto de baño, con una bañera redonda con yaccuzzy en el centro. Lo que más me llamó la atención fue que al fondo tanto en la habitación como en el cuarto de baño no había pared, una gran cristalera nos separaba del exterior, y la luz rojiza de la luna, daba una claridad, muy seductora.

Mientras yo curioseaba por las otras habitaciones, Druso comenzó a llenar la bañera con agua caliente.

Las habitaciones de enfrente eran más pequeñas, dos de ellas eran unos sencillos dormitorios de dos camas; la tercera habitación estaba en el centro y era un cuarto de baño que se comunicaba con las otras dos habitaciones. La puerta que había al lado de la habitación de Druso debía ser una especie de biblioteca, o despacho, había una estantería llena de libros, y una gran mesa, al lado del ventanal, con un ordenador.

Volví a la habitación con Druso, la bañera ya estaba llena, y salía un agradable olor a sales aromáticas.

---Todo tuyo---dijo---Te dejo que disfrutes del baño.

Quedé un poco decepcionada, a estas alturas mi imaginación estaba desbordada, y soñaba hacer él amor con el en el yaccuzzy.

Me quité el jersey, que dejé tirado en el suelo, y al entrar en la bañera un calorcito agradable recorrió todo mi cuerpo. Me introduje totalmente y con una esponja empecé a frotar mi piel.

Druso entró con un albornoz que dejó sobre un taburete a mi lado, yo estaba relajada, con los ojos cerrados, él puso en marcha el yaccuzzy y el agua comenzó a vibrar, produciendo miles de burbujitas que masajeaban mi cuerpo.

---Ummmm…Esto es vida--- dije.

Entonces Druso cogió la esponja de mis manos y comenzó a masajear mis hombros, mis pechos, yo me dejaba hacer, runruneando como una gatita, yo estaba caliente, muy caliente… y ya llevaba toda la tarde en un estado de excitación insoportable.

Cogí su mano y la dirigí a mi sexo, él empezó a frotarlo con la esponja, y yo levantaba mis glúteos para facilitarle la agradable tarea. Estaba excitada, ansiosa, creo que nunca había deseado a un hombre de esta manera, mi cuerpo estaba receptivo a cada una de sus caricias, y mis gemidos de placer terminaron por vencer cualquier duda que tenía sobre mis apetencias. Dejó la esponja, se quitó la ropa, y entró conmigo en la bañera. Desde abajo vi su pene erecto, que casi no oscilaba de lo duro que estaba. Se sumergió en el agua y su boca buscó mis senos, notaba en las rodillas la dura turgencia de su pene, y moví las piernas para aprisionarlo y frotarlo con ellas. Nuestros cuerpos resbalaban por las sales de baño, y en la gran bañera parecíamos dos anguilas escurridizas y viscosas.

Druso se estiró en la bañera, con las manos por encima de su cabeza cogido al borde su cuerpo flotaba en el agua, y su precioso pene se me ofrecía como un fruto dulce y jugoso. Me escurrí bajo su cuerpo hasta que sus piernas quedaron sobre mis hombros, y mi boca buscó ansiosa el dulce manjar. Ummmm, el sabor entre salado y amargo de las sales de baño se mezclaba en mi boca, con el dulce gustillo de las primeras gotas de su excitación. Pasé mi golosa lengua por el glande absorbiéndolas todas y me entretuve deleitándome en cada uno de los rinconcitos, cada arruga, cada venita de los riquísimos testículos y verga que estaba saboreando.

Su pene crecía por momentos, sentía en la garganta la palpitación de su glande, mi boca estaba repleta, se movía arriba y abajo, y sus gemidos cada vez eran más escandalosos. Él se daba cuenta que se venía, y no quería hacerlo hasta que yo consiguiese mi primer orgasmo, salió de mi boca y me hizo colocarme en su misma postura. Como yo soy mas pequeña mis manos a duras penas se aguantaban en el borde de la bañera, pero lo hice y mi "chichi" quedó a la altura de su boca. Empezó a lamerme lentamente y a decirme cositas dulces con la boca dentro de mi cuevita, el movimiento de sus labios al hablar producían un cimbreo que me volvía loca, una corriente recorría todo mi vientre y se detenía en mis ingles, desde donde nuevas corrientes eléctricas eran enviadas a cada una de mis terminaciones nerviosas. Incapaz de soportar tanta excitación di un fuerte grito y mis manos se soltaron de la bañera… Mi cabeza por un momento quedó sumergida en el agua, y salí al instante tosiendo y soltando agua por boca y nariz.

Druso salió de la bañera, me cogió en brazos, y mojados como estábamos, dejando un reguero de agua detrás nuestro, me llevó a la cama. Me dejó sobre la blanca colcha y se tumbó a mi lado, se agachó sobre mi vientre y empezó a pasar su cara lentamente sobre él, de forma que solo su barba me tocaba. Unas dulces cosquillas me hacían gemir constantemente, subió lentamente hasta mis labios, y empezó a jugar con su lengua, primero dibujando su contorno, luego más atrevido abriéndose paso hasta la húmeda cavidad. Su lengua como si de un explorador se tratase recorrió todos los huecos, dejando su húmeda señal en cada uno de ellos.

Su mano derecha se había apoderado de mi conchita y su dedo índice y medio se introducían totalmente en las profundidades de mi sexo, mientras el dedo grueso acariciaba mi clítoris. Al sentir mis apremiantes gemidos Druso sacó su mano y se introdujo dentro de mí, su pene entraba y se acoplaba como si ese fuese su sitio, y estuviese hecho a su medida. Entraba y salía, y mis paredes vaginales lo aprisionaban en cada golpe, dejándolo salir para recibirlo con más ansias, y su continuo bombeo me hacía gritar de gozo. Tuve un orgasmo furioso y violento, casi doloroso al principio pero lento y sublime al final, y mientras nuestros fluidos se mezclaban nuestras lenguas se abrazaban con un gran suspiro.

Quedamos relajados… abrazados todavía… nuestros pechos juntos, sintiendo el acompasado latir de los corazones. No hablábamos, nuestros cuerpos ya se lo habían dicho todo. Y así en silencio, pasó más de media hora antes de que yo dijese:

---Tengo que irme.

---Noooooooo.

---Compréndelo, mis tíos estarán preocupados.

---¿No les llamaste?.

---Si, pero no pensaran que voy tan tarde, es casi la una.

---Seguro que se imaginan que te quedas con ellas.

---No se---dije pensativa.

---¿Que puede haber mas bonito, para completar este día, que dormir y despertar a tu lado?.

Me estaba convenciendo, en realidad yo también lo deseaba, me imaginaba despertar por la mañana acurrucada en sus brazos.

---Te prometo prepararte un buen desayuno.

---¿Con tostadas y miel?.

---Y zumo, y cereales, y café con leche… y todo lo que tu quieras.

---Yo solo te quiero a ti.-

---Y para mi serías un gran desayuno… poder comerte a besos.

---Jajajaja.

---¡¡¡Que rico!!!.

---Voy a llamar a mi tía.

---Tienes el teléfono detrás de ti, en la mesita.

---Usare el móvil, en el tengo el número en la agenda, no lo recuerdo de memoria.

---De acuerdo, ¿Dónde lo tienes?.

Me quedé pensativa un momento, todo se había desarrollado tan deprisa, que no sabía ni donde había dejado el bolso… recordé que la última vez que lo vi fue cuando llamé por teléfono en el salón.

---Se quedo abajo, dentro del bolso, encima de un sillón.

Druso, desnudo tal como estaba, bajó corriendo, cogió el bolso y subió las escaleras de tres en tres. Al llegar, de un brinco se metió en la cama, me dio el teléfono, y mientras yo buscaba el numero de mis tíos, el se iba colocando a mi espalda.

---¡¡¡Ni se te ocurra hacerme cosquillas mientras hablo!!!.

El se reía mientras su boca recorría toda mi espalda, y sus dedos apretaban mis pezones. Como pude conseguí hablar con mi tía, y le dije que me quedaría con mis amigas toda la noche. Nos dimos las "buenas noches", y me dediqué a disfrutar de las sabias manipulaciones de Druso…

Hicimos el amor durante toda la noche, y cuando ya amanecía, agotados pero muy satisfechos, nos dormimos abrazados.

Me despertó un agradable olor a café, Druso cumplía su palabra y estaba preparando el desayuno. Me arrollé la sabana y bajé descalza las escaleras. Mi ropa estaba planchada sobre una silla, le di los buenos días y vino ansioso a recibirme con un beso.

--- ¿Que te apetece hacer hoy?.

Le miré tristemente, había estado recapacitando, y esto no podía continuar, había sido una locura… una bellísima locura… pero una locura, al fin y al cabo.

--- ¿Me acompañaras al puerto?.

--- ¿Al puerto?... ¿porqué al puerto?.

---Quiero arreglar el billete para ver si puedo salir esta noche.

---No puedes hacer eso.

---Sí, sí que puedo, y voy a hacerlo, tu has de escribir tu libro, y yo tengo que volver con mi marido.

---Quédate conmigo, no te vayas.

--- No puedo, si quieres continuaremos en contacto, y dentro de un año, cuando tú acabes tu libro y yo tenga mis ideas claras, nos encontraremos.

Druso me miraba tristemente, intuía que aquí podía acabar todo, me cogió fuertemente por los hombros, me besó en la boca, y mirándome fijamente a los ojos dijo:

---De acuerdo, no te puedo obligar a hacer algo que tú no quieres, pero quiero pedirte una cosa. Aunque pase tiempo antes de que volvamos a vernos…¡¡¡ Nunca!!!, nunca me olvides.