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Sometida (4: Gerardo)

en Grandes Series

Este relato forma parte de la serie "SOMETIDA" he intentado que cada uno de los capitulo, tenga una trama diferente, y que se puedan leer por separado, pero creo que para comprender completamente el comportamiento de Begoña, Clara y Gerardo, es conveniente leer los tres anteriores capítulos. Muchas gracias por leerme y espero que los disfrutéis.

 

Era perverso……..definitivamente, Gerardo era el diablo. Detrás de su apariencia y modales de chico ejemplar, se escondía una mente retorcida y malvada. Aunque debido a su gran inteligencia, nadie era capaz de sospechar sus depravaciones. Solo sus victimas conocían de ellas pero estaban tan atemorizadas que jamás se atrevieron a denunciarlo.

Su padre adoptivo, un político mujeriego que ya iba por la cuarta esposa. No se imaginaba que en sus múltiples viajes su hijo, se apoderaba de su casa de verano, montando orgías y bacanales donde abundaban el alcohol y las drogas.

Pasó por las manos de cuatro madrastras. Cada vez eran más jóvenes y viciosas, que desatendidas sexualmente por el viejo político, se saciaban en el adolescente enseñándole los secretos del sexo, y al mismo tiempo sin darse cuenta inculcándole un odio feroz a las mujeres, porque desde su más tierna infancia, lo utilizaron y usaron a su antojo.

Hasta los nueve años, Gerardo vivió en un infierno. Su madre nunca lo quiso, lo culpaba de sus desavenencias matrimoniales, y de la posterior marcha de su padre, que en realidad huyó agobiado por el terrible genio y la desidia de su mujer.

Su madre sin otro medio para subsistir, y sin la fuerza y el empuje necesarios para luchar por una nueva vida, se dedicó a la prostitución.

El niño formaba parte de su estrategia, acostumbraba a recibir a sus clientes delante de él para sensibilizarlos y conseguir así un poco mas de dinero, luego lo encerraba en una habitación, donde sin comer y lloroso, se dormía arrullado por el sonido del viejo somier de su madre.

Una noche, un cliente borracho le ofreció a su madre, una gran cantidad de dinero para que él le hiciese una mamada. Ella aceptó, pero advirtiéndole que el niño no sabía, y que quería el dinero saliese como saliese. El hombre estuvo de acuerdo y abonó a su madre lo estipulado. Le explicaron al pequeño lo que se esperaba de él y como tenía que hacerlo. Gerardo no quería, le daba mucho asco, pero temía los golpes de su madre y empezó a chupar tímidamente.

El cliente de su madre, cogió fuertemente su cabeza, y entraba y salía follándose la pequeña boca, produciéndole arcadas y ahogos. Gerardo lloraba e intentaba deshacerse del aparato, no era muy grande pero en las embestidas llegaba hasta su garganta, en una de ellas vomitó sobre la polla.

La bestia salvaje, lo golpeó, y de un tirón, le arrancó el pijama dejándolo desnudo. Ella, dándose cuenta de lo que iba a pasar, y más por miedo que por cariño quiso detenerlo.

El individuo estaba fuera de si, y le propinó un fuerte puñetazo en la cara que la dejó inconsciente. Cogió al atemorizado niño, y poniéndolo sobre la cama, a cuatro patas, introdujo un dedo en su ano. Sin hacer caso de sus chillidos, entraba y salía, dilatando su abertura con su propia saliva.

Cuando consideró que la abertura era suficiente, apuntó su pene a la entrada del orificio y con varios y repetidos golpes se introdujo del todo. Gerardo chillaba como si lo estuviesen matando y del dolor perdió el conocimiento. Eso le ahorró todo lo que siguió, porque el hombre continuó bombeando hasta que se corrió dentro del pequeño.

Los gritos del niño, alertaron a los vecinos que llamaron a la policía. Tardaron bastante, Vivian en una barriada a las afueras, muy lejos de la central, y al llegar el hombre ya se había marchado. Solo encontraron a la madre que empezaba a recuperar la conciencia, y en la cama, en un charco de sangre y semen estaba el pequeño todavía inconsciente. Los desgarros anales hicieron que tuviese que intervenir un médico, y la asistencia social retiró a su madre la tutela, quedando a cargo de la" Protección de menores" para su posterior adopción.

Hasta los once años, vivió en un hogar de acogida, era un niño rebelde, introvertido y resentido. Odiaba a su madre porque había permitido lo que le había pasado, y manipulaba a las monjas que gobernaban la casa, para que por medio de la compasión, le permitieran todo lo que el quería.

Pero volvamos al presente….

Había dejado a Clara en su casa. Esa niña le gustaba, era muy inocente pero el le enseñaría. La convertiría en una perrita viciosa, que sería la delicia de sus amigos. Últimamente no lo llamaban tan a menudo, y es que ya estaban un poco cansados de Begoña.

Tenía pensado algo para ellas. Aunque necesitaría todo el fin de semana, Sabía por otras veces que en unas horas era imposible volver a casa sin que su familia notase lo sucedido.

Sus padres tenían una finca rustica, con una casa antigua en la montaña, y ese era el sitio ideal para sus locas orgías. Tenía unos amigos muy viciosos y les había ofrecido algo excepcional. Se llevaría a Clara y Begoña, y esperaba que ellos fuesen generosos.

Por la mañana habló con los padres de Clara. Al principio se negaron, pero el era muy persuasivo, y al explicarles que Begoña también les acompañaría, y era un viaje obligatorio pues había de llevar unos documentos a los guardeses de la finca. Terminaron por aceptar

El viernes por la tarde salieron de viaje. No estaba muy lejos, solamente a tres horas, pero por caminos y carreteras tan aislados, que no se cruzaron con ningún vehículo.

Al llegar, vieron un todo terreno estacionado en la puerta, pero ni rastro de los ocupantes.

A lo lejos escuchaban unos disparos de escopeta, por lo que dedujeron que el vehículo era de unos cazadores.

Clara y Begoña, riendo recorrieron todas las habitaciones, mientras Gerardo entraba los equipajes.

Eran felices, Clara y Begoña, cada día se sentían mas compenetradas, y Gerardo era el chico de sus sueños, esperaban un fin de semana lleno de pasión y sexo. Saltaban riendo sobre una de las camas, cuando oyeron voces en la puerta de la casa. Begoña se asomó por la barandilla imaginando lo que vería.

Efectivamente, Gerardo, hablaba con tres hombres algo mayores, entre 45 y 50 años, vestían ropa de campo, sudorosos y rojos (seguramente, por el alcohol que habían consumido.

---Solo esta noche---decía Gerardo---

--No, te pagaremos bien, pero queremos todo el fin de semana. Contestó una de las voces

---Tenéis toda esta noche, y mañana todo el día, al anochecer os vais.---

A Begoña se le erizaron los pelos, ella ya conocía esas reuniones, pero Clara……

Clara lo iba a pasar fatal.

Cuando bajaron Gerardo las presentó. Fernando era el mas viejo de todos, alto, grueso, con una gran calva que el intentaba disimular con los cuatro pelillos engominados, colocados estratégicamente. Las miraba con unos ojos golosos, inyectados en sangre a causa de la bebida.

Juan era muy delgado, tenía el cabello largo, que ataba en una coleta baja tras la nuca. Al darle la mano para saludarle, Clara sintió que todo el vello se le erizaba, no sabía el motivo, pero ese hombre no le gustaba nada.

Arturo era bajito, la verdad es que desentonaba con sus compañeros, su oronda barriga decía de su gran afición a la cerveza, y desde luego, por la acidez de su aliento, parecía haber tomado mucha.

Habían cazado unas liebres, y pronto las tuvieron preparadas y asadas a las brasas. Cenaron amigablemente, y luego pasaron al salón. Gerardo tenía unas películas porno, y las puso para ir caldeando el ambiente.

La primera película era de unas lesbianas, y Gerardo ordenó a Begoña, que mientras ellos miraban jugara con Clara. A ella no le importaba, al contrario, le encantó la idea. Hacía mucho tiempo que lo deseaba, pero Clara era muy tímida, le daba vergüenza y se negaba a hacerlo.

Juan se levantó y tomándola en brazos la dejó sobre la alfombra, le dijo que ellos habían venido a ver un espectáculo y no se irían sin verlo. Clara se negó e intentó volver a su sillón, pero el la empujó y quedó tendida en el suelo.

Begoña rápidamente se acercó a ella y bajito le dijo que se dejara llevar. Esos hombres eran peligrosos, y les podían hacer daño. Tomó su cara entre las manos, y la besó largamente hasta sentir que se relajaba. Bajó sus manos a los senos y los masajeó sobre el vestido. Clara temblaba, estaba muy asustada y se dejaba hacer.

Los hombres contenían la respiración, mientras Begoña, poco a poco levantaba el vestido de Clara y lo sacaba por su cabeza. Clara no llevaba sujetador, y sus pequeños pechos, aparecieron blancos, con las puntas sonrosadas, como dos frutas maduras, esperando que alguien las degustase.

Begoña no se hizo esperar, pasó su lengua suavemente por los erectos botones, primero el derecho, lo lamió y mordisqueó hasta que se endureció como una piedra. Luego el izquierdo, chupaba, lamía y estiraba de él, intentando conseguir que ella realmente se excitase.

Clara se dejaba hacer, pero no cooperaba, las manos de Begoña se introdujeron en su tanga, y sus dedos juguetearon con sus rizos, enredándose en ellos. Clara, aún sin querer se había humedecido, y fue fácil que lubricados con sus jugos, los dedos entrasen y saliesen en su coñito, trasmitiéndole lentas oleadas de placer.

Begoña la ayudó a ponerse de pié, y bajó su tanga hasta los pies, luego arrodillada ante ella, le abrió las piernas y su lengua empezó a juguetear con el dulce clítoris, golpeando, mordiendo, chupando, consiguiendo el primer gemido de Clara.

En el centro del salón había una mesa bajita muy larga. Y Gerardo trajo una manta que colocó sobre ella, al mismo tiempo entregó a Begoña un gran pene de silicona, y le explicó lo que esperaba de ella.

Begoña ayudó a Clara a tumbarse sobre la mesa, las piernas abiertas, de tal forma que los hombres podían ver claramente, la rica rajita sonrosada, inflamada por la manipulación de Begoña. Y ansiosa, porque pese al disgusto que le causó al principio, lo estaba disfrutando. Sus gemidos, que empezaron tímidos y ahogados, se habían vuelto ruidosos y audaces.

Los hombres muy excitados, sacaron sus aparatos y comenzaron a masturbarse, mientras Clara gozaba como una loca. Su coñito, estaba empapado, tanto, que no necesitó ningún lubricante a la hora de introducirle el vibrador. Begoña tenía tal maestría en el manejo del aparato, que le arrancó un orgasmo a la tercera embestida.

Mientras Clara se retorcía de gusto, con el falo dentro de su vagina, Begoña, se quitó rápidamente toda su ropa, y se colocó sobre Clara para seguir manipulando su cuevita con el consolador.

Clara nunca había estado con una mujer, era su primera vez. Tenía el coño de Begoña cerca de su boca, y a su nariz llegaban los efluvios de su excitación, con timidez movió la cabeza, hasta que su boca llegó al rasurado coñito, y su lengua se introdujo en la abertura. Un rico sabor salado, como a berberechos frescos, inundó sus papilas gustativas, estaba rico, fue pasando la lengua lentamente, disfrutando cada vez más al oír los gemidos de Begoña. Casi se había olvidado del falo que ocupaba la totalidad de su cueva. Gozaba más, al sentir los temblores de Begoña. Como su clítoris hinchado, se le ofrecía incondicional.

Se corrieron como locas en un orgasmo simultáneo. Se habían olvidado de sus espectadores, dedicándose ambas a dar placer a la otra.

Los hombres, excitados y a punto del orgasmo, por el espectáculo que habían presenciado, se acercaron a ellas y mientras Juan, introducía su duro pene en el coñito de Begoña,. Y Fernando se hacía paso hasta la boca de Clara, Arturo, después de mover frenéticamente el consolador, que aún estaba en la conchita de Clara, lo sacaba para ocupar el dilatado orificio con su gran polla de más de 20 cm.

Durante toda la noche fue una autentica orgía, se intercambiaban coños, penes y bocas, ante la atenta mirada de Gerardo que no perdía detalle. Y todo, absolutamente todo, quedaba registrado en una cámara que había disimulada en un jarrón.

Ya de madrugada, agotados y somnolientos, se repartieron por las habitaciones. Clara y Begoña ocuparon una amplia habitación de dos camas. Se ducharon juntas, y ambas, frotaron sus cuerpos con delicadeza, deteniéndose en los maltratados sexos, hasta que el frescor del agua les alivió el escozor.

Begoña desnuda por completo, se acomodó en una de las camas, y cuando entró Clara, después de mirar la cama vacía…. Se acostó junto a ella, y durmieron toda la noche sintiéndose, trasmitiéndose su calor corporal y sus propias sensaciones.

Es sábado por la mañana, y les quedan dos días en el campo, el relato se estaba alargando mucho, y considero que aún quedan muchas cosas por explicar, por lo tanto y no queriendo aburrir a los lectores, dejaremos el resto para un nuevo capitulo.