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Ella dentro de mi

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ELLA DENTRO DE MÍ (LA VOZ DE ELLA)

Bueno… empezaré desde el principio: me llamo Ana, y aunque no es el nombre con el que me bautizaron, al cumplir los dieciocho años lo adopté legalmente porque el mío no me hacía sentir bien. Mis padres, unos burgueses medianamente acomodados, nunca comprendieron tal decisión de mi parte, pero gracias a una pequeña herencia de mi abuela no tuve que depender de ellos para los cambios que iba a realizar en mi vida. Tengo ahora mismo veinte y cinco años, soy rubia, alta, melena larga y ondulada, mis ojos son azules como el cielo, y mis pechos perfectos, no muy grandes, pero son como me gustan, es la ventaja que se tiene cuando has pagado tres mil euros por ellos. Pero no adelantemos acontecimientos.

Mis padres no me querían, yo era el fracaso de sus vidas, la vergüenza de la familia, y tampoco tuve otra clase de amores. La vida en sí ya era bastante complicada sin necesidad de tener que dar unas explicaciones que no deseaba dar a nadie. Fue por eso que dejar mi domicilio familiar no me causó ningún trauma, estaba acostumbrada a hacer mi vida sola, y así continuaría con ella. No crean que en aquellos momentos me sentía desgraciada, y que al presentar mi pasado busco la compasión de quién ahora me lee. A mi manera era feliz, llevaba una vida tranquila y me sentía bastante bien con mí misma.

Después de la operación que me hicieron en Madrid me sentía una persona nueva, veía la vida de forma diferente y hasta pensaba que podría tener algún día una vida plena, como cualquier mujer con las que me cruzaba todos los días y a las que inconscientemente siempre había envidiado. Madrid no me gustaba, por eso una vez cumplida la primera etapa de mis proyectos preparé mi equipaje y me dirigí a Andalucía, a la otra punta de España, lo más lejos posible de mi Oviedo natal.

Nada más llegar a Córdoba supe que era la ciudad de mis sueños, sus calles antiguas, su Mezquita, los blancos patios llenos de flores, los plateros con sus típicas tiendas llenas de objetos maravillosos, vamos toda en si misma. Sí, decidí que ese era el lugar donde iba a vivir.

Después de buscar alojamiento me dediqué a lo más importante: buscar trabajo. No parecía una tarea fácil, pero yo siempre he sido muy optimista y creía que con empeño todo se podía conseguir.

Esa noche, la primera que pasaba en Córdoba, conocí a Luisa. Era una jovencita menuda, muy morena, nos pusieron juntas, en el comedor de la pequeña pensión donde me había hospedado. Estaba embarazada y me contó que su novio vivía en Cádiz. Luisa pensaba dejar su trabajo la semana próxima porque se iba a vivir con él.

Yo vi el cielo abierto, le pregunté dónde trabajaba, si ya tenían sustituta, cuál era su cometido en la empresa, etc. Todas mis preguntas salieron tan atropelladas de mi boca que ella no acertaba a contestarlas.

---¡¡¡Espera!!!---me dijo---Tranquila, respira un poco que te vas a ahogar, ¡¡¡Que barbaridad, no dejas hablar a la gente!!!

---Perdona, tienes razón, es que busco trabajo y estoy ansiosa por conseguirlo---

---Trabajo en una empresa de Joyería, mi jefe es Don Francisco Alvelart, tiene una pequeña fabrica de Joyería con siete empleados, además de mí, que soy su secretaria, y no, no hay todavía sustituta, por eso aún no he podido irme, pero ya le di un ultimátum y la próxima semana me voy aunque no haya encontrado nadie---

--- ¿Me presentarías a tu jefe? ….¡¡¡Por favor, di que sí!!!!----

---Jajaja, claro que sí, en el fondo me haces un favor, siempre se ha portado muy bien conmigo y me duele dejarlo tirado----

---¡¡¡¡Biennnnnn!!! -Me levanté y le di un abrazo y un gran beso- ¿A qué hora vamos? ¿Que me pongo? Quiero causarle muy buena impresión---

---Seguro que se la causas, eres guapísima y le encantan las mujeres----

De pronto me puse seria, y Luisa se dio cuenta.

---Jajaja, no te asustes, tampoco es que te vaya a comer, yo llevo trabajando cuatro años con él y nunca me ha faltado al respeto, pero estoy harta de enviar flores y joyas a sus amiguitas----

---Entonces, ¿a qué hora vamos?---

---Nosotros empezamos a trabajar a las ocho, pero si quieres puedes venir una hora más tarde, no hace falta que madrugues tanto---

---A las siete y media te estaré esperando aquí, en el comedor, prefiero acompañarte a tener que ir luego sola---

A la mañana siguiente, desayunamos juntas y nos dirigimos a una calle muy estrecha donde estaba ubicada la fábrica. En la puerta esperaban cuatro mujeres y tres hombres con cara de sueño recostados en la pared. Luisa los saludó a todos y me presentó como una amiga del norte que había venido a buscar trabajo.

Don Francisco no tardó en aparecer, y por primera vez en mi vida sentí un estremecimiento que recorría todo mi cuerpo, yo esperaba ver a un hombre de unos sesenta años, regordete y bonachón. No estaba preparada para ver ese pedazo de hombre. Debía tener poco más de cuarenta años, alto, moreno, cabello rizado, cejas tupidas, labios carnosos, que por primera vez en la vida, me hicieron soñar con un beso. Además, con una pestañas largas y muy espesas que coronaban unos ojos negros como la noche. Vestía un traje oscuro que llevaba con la elegancia de quien acostumbra a vestir siempre así. Luisa nos presentó y el retuvo mi mano más de lo necesario mirándome fijamente a los ojos. En ese momento creí que me iba a desmayar.

Después de darle toda clase de referencias de mis estudios y algún pequeño trabajo que había realizado hasta entonces, se ofreció a enseñarme la fábrica, lo que parecía un buen augurio. El edificio era antiguo, pero la maquinaria muy moderna. Fuimos pasando por los diferentes departamentos donde se veía cómo se realizaba una joya, viendo cómo iba transformándose, al pasar por las manos de cada uno de los empleados, en piezas bellísimas. Ese día yo no llevaba pendientes, estaba tan nerviosa que había olvidado ponérmelos. Al acabar el recorrido pasamos por la sala de exposición, un lugar que contenía una serie de vitrinas en cuyo interior se exponían las diferentes variedades de las piezas fabricadas para enseñarlas a los clientes. Él se fijó en mis orejas y acercándose a una de las vitrinas agarró unos pendientes pequeños, unas perlitas engarzadas en plata de un tono sonrosado precioso, se acercó a mí y me dijo:

--- ¿Me permites? Debe ser degeneración profesional, pero no puedo ver unas orejas bonitas sin pendientes----

Sus manos cogieron delicadamente mis orejas y, con mimo, colocaron los pendientes. Lo hizo como sólo una persona muy acostumbrada a ello es capaz, y yo me sentí como si fuese un ritual único dedicado especialmente a mí. Mis rodillas se aflojaron y por un momento creí que mis piernas no me iban a sujetar en pie me iba a desmayar, él se dio cuenta y sujetándome por los antebrazos me preguntó:

--- ¿Estás bien, te pasa algo? Ven, siéntate que te traeré un vaso de agua---

---No, de verdad, debe ser el calor –dije enrojeciendo---ya me ha pasado---

---De todas formas un vaso de agua fresca te sentará bien---dijo saliendo por la puerta---

¡¡Dios mío!! Pensé, ¿Qué me esta pasando?… Tenía unas ganas locas de salir corriendo. Toda mi vida había procurado que ésto no ocurriese y ahora me sentía indefensa, sabía que no podía hacer nada contra mis sentidos, y, en el fondo, no sabía si quería evitarlo. Me sentía perdida y angustiada.

Llegó él con un vaso de agua sobre una pequeña bandeja dorada.

--- ¿Te encuentras mejor?, no quisiera perder dos secretarias el mismo día…

---No, Don Francisco, perdón---dije—no acostumbro a sentirme mal, ya verá que no vuelve a pasar---

---Tranquila, esas cosas no se pueden prever, y llámame Paco, si vamos a trabajar juntos me gustaría que fuésemos amigos, te irás dando cuenta que aquí somos todos como una gran familia---

---Si…… Don…… perdón….. Paco---dije con la lengua trabada--- a mí también me gustaría que fuésemos amigos---

---Pues no se hable más, Luisa te acompañará a casa y mañana te quiero aquí a las ocho. Te tienes que poner al día antes de que Luisa nos abandone---

Salimos juntas de las oficinas, ella riendo, comentando la buena impresión que parecía haberle causado a su jefe, y lo feliz que se le veía por haberme contratado, yo, casi no hablaba, mis pensamientos estaban muy lejos, perdidos en unos labios carnosos que hubiese querido morder allí mismo para saborear sus besos.

Esa noche lloré, odié como nunca mi cuerpo, odié no ser como las demás mujeres y no poder sentir y realizar libremente mi sexualidad. Con la cabeza enterrada bajo la almohada para evitar que escapasen mis sollozos conseguí dormirme.

Durante los primeros meses estaba tan atareada aprendiendo que apenas tuve tiempo para dedicarlo a mis sentimientos. Luisa nos dejó a la semana siguiente y Paco tuvo que estar bastantes horas a mi lado hasta ponerme al día sobre todos los pormenores de la empresa. Tuve tiempo de conocer todos sus gustos, sus gestos, los diferentes tonos de su voz según su estado de ánimo y hasta, acostumbrarme a su perfume, que horas después de abandonar el trabajo aún persistía en mis fosas nasales. Pero no fue hasta bien entrado el cuarto mes cuando empezó todo. Ese día habíamos trabajado hasta muy tarde, Paco andaba muy nervioso toda la tarde y cuando acabamos me dijo:

--Ana, ¿te gustaría cenar conmigo? Hace días que te lo quiero pedir, pero eso sí, sin que te sientas forzada---

Me puse muy nerviosa, y mis manos comenzaron a temblar visiblemente. Agaché la mirada y entonces él, algo cortado se adelantó a mis palabras.

---No pasa nada de verdad, haz como si no hubiese dicho nada----

---No es eso Paco, me encantaría salir contigo, pero hay cosas que no sabes de mí---

---Ni quiero saberlas, ya conozco lo suficiente, tu vida anterior no me preocupa, me interesa a partir del día que nos conocimos----

Yo estaba segura que si conociese mi verdad no hablaría así, pero acepté su palabra y esa noche salimos juntos.

Por primera vez en mi vida conocí las atenciones de un hombre. Paco no perdía la ocasión de tocar mis manos. Las acariciaba sobre la mesa y yo sentía que me derretía por momentos. Cenamos en un bonito restaurante italiano, donde un violinista completó con sus melodías mi idílica noche.

Al acabar de cenar paseamos a la luz de la luna por las calles perfumadas y fue al llegar a mi pensión, al despedirnos, cuando agarrándome por la cintura me besó apasionadamente. No pude resistirme ¡lo deseaba tanto! Entonces sentí una parte de mi cuerpo que yo creía muerta vibrar y encabritarse pidiendo otras caricias, me asusté y salí corriendo dejando a Paco sorprendido y angustiado.

Entré en la habitación llorando ¡estaba tan nerviosa! Y esa presión entre las piernas no ayudaba a sosegarme. Me desnudé completamente y en el gran espejo del armario contemplé mi cuerpo. Lo miré con detalle, era casi perfecto: un rostro agradable contorneado con una mata de pelo que tanto me favorecía; hermosos pechos altos y con unos pezones tiesos, peleones; cintura estrecha y caderas redondeadas. Me miraba de lado pudiendo observar el culo respingón que más de una vez había sido tema de los comentarios de los pocos amigos que había hecho en el curso de mi vida. Pero al darme la vuelta allí estaba, esa cosa que yo tanto odiaba y que hoy, inusualmente, estaba tiesa como un palo, derecha como un mástil, pidiendo guerra, alimentada por un beso reciente

Quizás por primera vez en mi vida me atreví a explorar mi sexo, por primera vez lo toqué sin asco y rápidamente respondió a mis caricias. Sentí que un cosquilleo atravesaba mi columna, estaba decidida a masturbarme para apagar el fuego que Paco había encendido en mi interior. Nunca lo había hecho, pero debe ser algo innato para lo que no se necesitan lecciones, mi mano derecha recorría toda la extensión del falo, lo hacían rítmicamente mientras la izquierda acariciaba los pechos y empezaba a olvidarme del mundo cuando unos golpes en la puerta me volvieron a la realidad.

---Ana, ábreme, necesitamos hablar----

De golpe se me cortó la inspiración, me puse una bata y acercándome a la puerta contesté con un hilo de voz.

---Vete Paco, hay cosas de mi vida que no conoces, cosas muy graves, es mejor que todo se quede como está---

---Sé de tu vida muchas más cosas de las que tu te imaginas, y no me importan. Ábreme, tenemos que hablar---

Estaba aterrada, no quería que conociese mi secreto, pero al mismo tiempo deseaba como una loca que me aceptase como era, sentir sus caricias en mi cuerpo y acariciar el suyo, hacerle el amor y sentir que me amaba. Sí, decididamente estaba loca, y lo mejor sería afrontarlo y romper de golpe con todas esas ilusiones.

Abrí la puerta y Paco entró rápidamente abrazándome.

--Te amo, nunca antes había sentido esto por nadie, y nada va a impedir que te lo diga ni que te lo demuestre---

---Sí Paco, hay algo que lo va a impedir, y lo siento tanto como tu porque desde el día que te vi formas parte de mis sueños, pero no puedo evitarlo--- dije dejando caer la bata a mis pies, esperando ver en su cara una mueca de repugnancia y desconcierto.

Pero si alguien se desconcertó fui yo, no solamente no puso cara de asco, ni siquiera se inmutó, y despacio comenzó a desprenderse de su ropa. Yo lo miraba hipnotizada, no podía ser ¿cómo podía no importarle? Ya estaba en slip y un abultado paquete demostraba que era verdad, estaba terriblemente excitado, y yo cada vez lo estaba más, verlo desnudo había terminado de alterarme. Me acerqué a él y ya envalentonada acabé de bajarle el slip. Su hermosa polla salió disparada y al estar yo agachada rozó mi cara. Me volví loca del todo, pasé mi lengua por el glande mirándole a los ojos, le vi suspirar y me atreví a introducirla totalmente en la boca. Era la primera vez que hacía algo así, no tenía experiencia, pero mi subconsciente me daba órdenes y así empecé a lamerle, morderle, sorber de la punta las primeras gotas de sus jugos, acariciar los testículos grandes y duros. Paco acariciaba mis pechos y sus manos parecían tener terminaciones eléctricas, por las sensaciones que me hacía sentir. También, por primera vez en la vida, sentía como mujer y disfrutaba de un hombre. Sus palabras hacían que me sintiese deseada y olvidando todas mis dudas me dejé llevar por la pasión.

En aquel momento le hubiese dado la vida si me la hubiese pedido, por eso cuando me giró y sentí su polla acariciar mi trasero deseé disponer de una vagina, una vaina donde el guardase su sable. Quería sentirlo dentro de mí, en las profundidades de mi ser, y le ofrecí la única alternativa que yo tenía.

Noté como su calido aparato se colocaba a la entrada, mi corazón cada vez latía más deprisa, apretó un poco mientras me decía palabras cariñosas, y sentí un terrible dolor en el ano, pero no quise chillar, seguramente las mujeres también lo deben sentir al desgarrarse el himen. Colocó sus manos en mis ingles para buscar apoyo y empujó, empujó, y empujó hasta que un grito salió de mi garganta, incapaz de soportar la embestida. Se quedó parado un momento, tumbado sobre mi espalda, susurrándome palabras dulces al oído. Mientras yo me iba tranquilizando el esfínter se estaba acostumbrando al órgano invasor y me moví despacio bajo él.

El dolor se fue trasformando en un cosquilleo suave, placentero para dar paso a un cúmulo de sensaciones, que recorrían todo mi cuerpo para acabar en los testículos gloriosamente hinchados por toda la tensión contenida de pronto, todo estalló en mi interior, por primera vez en mi vida, sentí un verdadero orgasmo, y lloré de felicidad al notar la semilla de un hombre en mi interior, mientras la mía se derramaba sobre la colcha.

Acabamos acurrucados en la cama, abrazados como dos adolescentes, yo prefería no hablar, temía que una vez satisfecho su deseo me despreciase. Pero él habló y hablo. Así supe que siempre había conocido mi secreto. No podía poner al frente de su negocio a una total desconocida, eso era peligroso, y transfirió todos los datos que yo le había dado, a un investigador privado con el que había trabajado en varias ocasiones para conseguir informes de los que solicitaban una franquicia.

Ese mismo día conoció mi verdad, mi vida era más transparente de lo que yo misma creía, aún así me concedió el empleo, no le dio importancia, Paco es una persona sin prejuicios que cree en las personas.

Nada fue premeditado, sucedió así, sencillamente, el amor fue naciendo poco a poco hasta llegar al día de hoy. El mañana no importa, al fin he conseguido sentir como una verdadera mujer.