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Helga

en Jovencit@s

HELGA

Un relato de Juanito, de España.

Estaba de visita en mi casa una señora que vino del interior del país para tratamiento, y con ella su hijita Helga, de 12 años, preciosa, con sus pechos más que visibles y un cuerpo desarrollado, caderas y piernas en su lugar. Yo tenía 14 años y con Helga compartía mucho tiempo, especialmente las tardes.

Jugábamos a corretearnos y empujarnos, lo que provocaba roces y toqueteos; siempre intentaba tener contacto con sus pechos y nalgas y llegamos a besarnos fugazmente en los labios.

Estábamos esa vez en el amplio patio de la vieja casona de mis padres, en las afueras de la ciudad, y repentinamente vino un aguacero; corrimos a meternos debajo de la casa (de madera en alto) y entramos en una bodega que daba al lado del cuarto de la sirvienta.

Helga se pegó a la pared, acercó un ojo a uno de los pequeños agujeros en la pared y me hizo señas de acercarme. El jardinero del vecino se hallaba acostado desnudo en la cama, nos daba la espalda pero detrás de él se miraba la pierna desnuda de la sirvienta. Tomé uno de los agujeros disponibles para mi solo. Se me paró la verga de inmediato, y como andaba en calzoneta deportiva corta, la cabeza del miembro se me salio por un lado. De repente sentí la mano de Helga sobre mi verga al tiempo que veíamos al negro incorporarse, le levantó las piernas a la mujer y se fue acercando entre ellas para besarla y enseguida le colocó su pija en la entrada de la concha sin ayuda de la mano.

Acomodó la cabeza y empujó suavemente hasta el fondo; así estuvo bombeándola sin sacársela; se miraba el movimiento de sus nalgas presionándola hasta el fondo, se la sacaba y volvía a metérsela totalmente para reiniciar suavemente igual movimiento, La sirvienta le decía que no se fuera a correr, que le diera despacio pero que no quería que la preñara.

Después de un rato él se acostó boca arriba y ella se le sentó encima ensartándose en aquel tremendo miembro. Mientras tanto, Helga mantenía su manita sobre mi verga y la sobaba despacio.

La sirvienta al fin se levantó de su trono de placer y se metió el sexo masculino en la boca para mamárselo, y a continuación le hizo una paja hasta que el negro arrojó sobre cara y tetas de la hembra varios chorros de leche.

Cuando terminaron le dije a Helga que nos fuéramos a otra bodega que no tenía uso y donde yo sabía que estaba un colchón de repuesto; presas de la calentura que nos produjo el coito de la pareja, ahí nos acostamos.

Helga se quitó su braga pero dejó su falda puesta por si venía alguien; yo sólo me bajé la calzoneta y le puse la cabeza de mi aparato entre sus labios vaginales, donde sentí por primera vez la dulce experiencia de rozar una concha tibia, húmeda y suave. Helga ayudo a rozarla concentrando la atención en su clítoris. Me decidí a mamárselo, y aunque al principio ella no quería, cuando se excitó tomó mi cabeza entre sus manitas para presionarme más.

Intentamos la penetración pero mi inexperiencia no nos lo permitió esa vez. Afortunadamente, dos días después, cuando tuvimos tiempo para estar solos, ella se sentó encima de mí y se dejó ir clavándose el miembro poco a poco pero sin detenerse. Ya iba preparado con un paquete de condones; cogimos largamente y los dos nos corrimos varias veces.

 

Como seis años después nos volvimos a encontrar; ella llegó de visita y al final me pidió la despedida porque dijo que tenía planes para casarse.

Yo la visite ya casada y volvimos a coger durante un buen tiempo cada vez que ella podía escaparse algunas horas de su casa.

Helga fue mi primer amor pero fue serio y total.

Es bonito recordar esos tiempos idos.

 

(Readaptación del papá de Gabi)

 

Nota de Gabi: Después de hacer su trabajo con el relato, mi papi hizo el propio conmigo en la cama hasta que terminamos exhaustos. ¡Qué rico!, gracias, Juanito.