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Escribo este relato...

en Amor filial

ESCRIBO ESTE RELATO...

En la compu y sobre las piernas de mi papi

Llegó la fecha programada para enviar mi Cpu a servicio de mantenimiento, pero mis tareas escolares no podían esperar, por eso mi papi ofreció el suyo, lo cual acepté agradecida. Hoy sábado aprovecharía que él no lo ocupa para realizar mis trabajos y al final hacer un texto para todorelatos.

Volvió él a casa cuando yo había terminado mis deberes y me disponía a hacer el relato. Debo confesar que mis aficiones literarias cuentan siempre con la ayuda de papá para corrección de ortografía, redacción y todas esas condiciones para entender bien y disfrutar un escrito.

- ¡Hola, mi reina!, ¿cómo van tus tareas?- me dijo, mientras nos besábamos suavemente.

- Bien, papito, ya las terminé, y ahora quiero escribir un relato pero no sé cómo empezar.

- A ver, vamos a instalarnos cómodamente.

Me tomó con delicadeza las manos, me levantó de la silla de su ordenador y se colocó en mi lugar, al tiempo que decía:

- ¡Mami!, ¡esta silla está que arde, parece que tienes fuego en tu traserito!

- ¡Ay, papá, cómo eres...!- contesté apenada.

- Es que mi niña está viva, llena de juventud y calor...- explicó.

- ¡Eso es verdad!- respondí.

Tomó de nuevo mis manitas, me atrajo hacia sí e hizo que me sentara a horcajadas sobre sus piernas, frente al teclado y el monitor.

Ahora estoy en la compu y sobre las piernas de mi papi intentando comenzar a escribir, recostada sobre un confortable respaldo y sintiendo en el centro de mis nalgas crecer la virilidad de mi placentero asiento.

En verdad que pretender anotar alguna idea coherente en tales condiciones es un poco plobremáitco, pero trato de adptarame a las cinsturcancais.

Escribo con ese calorcillo en mi zona genital mientras papá me abraza con ambas manos y acaricia mi abdomen, sube a mis pequeños senos y aprieta con inmenso cariño los pezones que responden instantáneamente a la presión de las expertas manos del hombre que da cobijo a mi cuerpo, mientras mis piernitas cuelgan al lado de sus extremidades.

Luego de entretenerse un rato delicioso en la parte alta de mi tórax, baja hasta el ombligo en el que me introduce su dedo medio, que me produce una risilla nerviosa por la superficial penetración.

Su mano diestra (en ambos sentidos) desciende hasta la orilla de mi bikini, y sin restricción alguna proporciona un tierno masaje a los alrededores de la parte superior de mi vulva, lo que me tiene a las orillas de la desesperación.

No puedo ni quiero evitar la fricción que me urgen mi ano y mi vulva en esa elevación que está luchando, lo sé, por abandonar su prisión y entrar a otra más gustosa.

Lucho por concentrarme en la escritura al tiempo que gimo en un éxtasis creciente que empieza a pedirme satisfacción...

Es tanta la pasión de ambos que la mano de él, después de saludar con un pellizco encantador mi clítoris, estremeciéndolo, baja el cierre de su bragueta y pone en libertad al esplendoroso miembro que está ya en su máximo estado de erección.

Enseguida va a la parte inferior de mi calzoncito, lo hace cuidadosamente a un lado, me levanto un poco y él busca la cuevita donde el falo paternal quiere hallar consuelo a sus apremios, y coloca el glande en la entrada de la adolescente vagina que a estas alturas se encuentra lista para brindar alojamiento al erecto visitante.

Lentamente se hospeda totalmente en el guante de seda que lo recibe con alivio, e inicio un desesperado subir y bajar con que deseo compensar muchos días de ayuno de ese monstruo de músculo y sangre que ahora hace las delicias de su muñequita...

¡Qué rico, papi!, ¡qué hermoso me posees!, ¡déjalo ahí para siempre, papacito!, ¡más, más, másss!- exclamo mientras cabalgo la placentera montura, en un larga petición con la cual llego al clímax y le regalo mis néctares, cuando siento llegar impetuosas las descargas de su semen en lo más hondo de mi intimidad.

En este momento la felicidad es suprema y me tiro de bruces sobre el teclado apretando sus llaves con desesperación. Esto fue lo que leímos al volver de aquel sueño de amor filial:

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Me recuperé como pude y miré a papá de perfil pues mi posición no daba para más. Me sonrió y me levantó de mi confortable asiento, lo que me obligó a abandonar al amado pene semierecto y húmedo. Me colocó frente a él y nos dimos un beso en los labios, al final del cual soltamos la risa por las incongruencias que escribí, pero decidimos no borrarlas porque son testimonio de otro momento apasionado de los dos.

Finalmente me di cuenta de que no había podido efectuar el relato, pero me prometí desarrollarlo después, en sitio menos lascivo, porque está claro que sobre las piernas de papá siempre me resultará un preblmoa esbricir bein.

NOTA: Me gusta que me escriban, y todo lo leo y comparto con mi papi, pero por recomendación de él prefiero no contestar ninguno de sus e-mails. Adoro sus comentarios. A todos los quiero mucho. Gracias: Gabrielita.