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Sussy

en Amor filial

SUSSY

Me separé de mi esposa y fui a vivir con otra mujer, la cual tenía una hijita muy linda, de sólo 18 añitos. Al principio me miraba con recelo pero me fui ganando su cariño.

Empezaron a crecer sus senos, que se estaban formando de una forma

espectacular, y empezaron a gustarme también sus nalguitas. Pienso que es de familia pues su madre tiene un hermoso cuerpo.

Todo transcurría sin nada sobresaliente, pero un día estaba yo en casa haciendo el amor con Carol, quien estaba dándome una gran mamada, cuando me di cuenta de que la chiquita estaba espiándonos, hasta que terminamos, sin que la madre advirtiera su presencia.

Al otro día, Carol salió a trabajar. Yo tenía vacaciones y fui por

Sussy al colegio. De regreso le dije, entre otros temas de conversación:

-¿Sabes?, lo que viste ayer es algo natural, si tú quisieras yo te lo enseñaría...

Me dijo:

-No, porque tú eres el marido de mamá...

Llegamos a la casa e intenté besarla, y al principio opuso resistencia, después aceptó y me dijo que nadie la había besado antes. Le quité la blusa del uniforme y empecé a besar sus lindos pechos, muy bien formados y duros. Le dije que no tuviera miedo, que yo sabría cuidarla.

La desnudé, besé su abultada vulvita, con unos vellos lindos y un sabor exquisito...

Me dijo:

-Enséñame cómo lo estaba haciendo mamá.

Entonces saqué mi pene, lo puse entre sus manitas y lo empezó a mamar lenta, dulcemente. Antes de terminar la llevé a su cama y comencé a introducirle el pene. Me costó bastante esfuerzo. La monté un buen rato, violé su virginidad hasta que todo el miembro estuvo debidamente alojado en su amorosa cavidad infantil.

Ella colaboró como una valiente hembrita hasta que le tomó gusto al roce delicioso de nuestros sexos mientras exclamaba:

-¡Me gusta!, ¡me gusta!, es delicioso, si me hubieras dicho que era tan rico lo hubiéramos hecho mucho antes... ¡Así, así, papito, por favor..., asíii!

Y terminamos juntos entre gritos y gemidos.

Con el paso del tiempo le enseñé varias posiciones que ella aprendió a disfrutar como enajenada. La verdad es que estaba loco yo también, por ella y por su cuerpecito, pero sobre todo por su vaginita estrecha y lubricada siempre para mí.

Todo iba muy bien hasta que una vecina nos vio cuando íbamos muy acaramelados Sussy y yo al cine, y ahí se inició la desconfianza de su madre, quien empezó a celarme con su hija. Lo negábamos pero no por miedo sino porque no queríamos que terminaran nuestras largas sesiones de pasión. La niña se encontraba hecha ya una hembra muy hermosa.

La última vez que hicimos el amor fue en la casa de sus abuelos: Ella sabía que su madre se la iba llevar y esa ocasión fue en verdad extraordinaria. Estaba convertida en una experta en el arte de dar y proporcionarse placer.

Sussy tendrá ahora 25 años, y lo único que sé de ella es que vive en los Estados Unidos con unos tíos, pero nunca nos hemos comunicado.

Ya no vivo con Carol. Soy un hombre libre dispuesto a hacerla feliz si mi pequeña amante quiere revivir aquellas esplendorosas horas de amor.