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Gaby, de vuelta a casa

en Amor filial

GABI, DE VUELTA A CASA

(Relato original de Jessi, con adaptación)

Me encuentro en el área de paquetería del aeropuerto esperando mis maletas. Estoy de regreso en mi país después de casi cinco años de ausencia, sumamente nerviosa porque después de tanto tiempo voy a ver nuevamente a mi papi.

Gabi, preparándose para su viaje de vuelta a casa

Recuerdo, como si estuviera sucediendo en este instante, el día y los acontecimientos uno a uno de cómo le entregue mi virginidad. No fue sino hasta que me tocaron el hombro que desperté de mi hermosa evocación.

-Señorita, ¿éstas son sus maletas?

-Sí, gracias.

A pesar de que casi diariamente estábamos en contacto por vía telefónica, mail o webcam, las pulsaciones de mi corazón iban en aumento al acercarme al área de arribo de pasajeros del área internacional, donde seguramente él me estaría esperando con igual ansiedad que la mía.

Yo quería sorprenderlo, tenía puesto un ligero vestido de algodón de color azul claro con estampados floreados, con dos delgados tirantes y un escote pronunciado para que pudiera apreciar lo que había crecido su niñita.

Al fin lo vi. Nos quedamos como paralizados para observar los cambios físicos ocurridos durante este tiempo... Él se veía sobrio, elegante como siempre, con unas ligeras canas en sus sienes que lo hacían lucir más guapo y con gran personalidad. Creo que yo también pasé la prueba, pues esbozó una amplia sonrisa mostrando su dentadura impecable.

Pasado ese instante corrimos para fundirnos en un largo abrazo y un interminable beso. Nuestras lenguas se introducían voraces después de este largo ayuno. Fue tan intenso ese beso que sentí su sexo erecto entre mis piernas apenas cubiertas por el tenue vestido, y un ardiente cosquilleo en mi zona genital.

Nos separamos para observarnos nuevamente y él finalmente me tomó de la mano para dirigirnos a su automóvil.

-Por favor, síganos con el equipaje de la señorita-, indicó al maletero.

Al subir al automóvil reiniciamos nuestros besos y caricias. Él recorría lentamente mis muslos por debajo del vestido con su mano izquierda, al tiempo que yo acariciaba y recordaba las dimensiones de su pene que aún se mantenía erecto. Finalmente cesaron las caricias para encaminarnos a casa y aprovechar mejor el tiempo.

Llegamos. Él ya no vivía donde antes; su residencia era mucho más grande y lujosa ahora. Nos bajamos del automóvil y, sin siquiera cerrar las puertas, salimos corriendo hacia el interior... Apenas habíamos traspasado la entrada cuando empezó la verdadera acción.

-Luces bellísima, mi amor.

-Papi, tú también, ya me imagino la cantidad de mujeres de todas las edades que te han de acosar.

-Así es, pero aun cuando hago el amor, mejor dicho el sexo con ellas, pienso en ti, sueño que la mujer que tengo en mis brazos eres tú... Es más, todas tienen parecido físico al tuyo, para fantasear que eres tú a la que hago el amor. ¿Y tú?

-No te puedo mentir, he tenido mis aventurillas, pero con chamacos de mi edad que no saben tratar a una mujer; apenas estamos empezando cuando ya eyacularon.

Mientras seguíamos conversando de tonterías nuestras manos no cesaban de acariciar.

Me dio la media vuelta y yo recargue mis manos sobre la pared, fue bajando el cierre de mi vestido, pero no sé si por los nervios o por la rapidez en querer bajarlo se le atoró el cierre; mientras seguía luchando para poder bajarlo me daba pequeños mordiscos en el lóbulo, en el cuello, en los hombros...

Finalmente logró bajarlo, deslizó los dos delgados tirantes hacia un lado permitiendo descender el vestido hasta mis tobillos. Retrocedió unos pasos para observarme, lo que aproveché para dar una ligera rotación a mis caderas como si estuviera fornicando.

Se acercó de nuevo y me empezó a dar ligeros besos desde mis orejas, cuello, espalda, hasta llegar a mis hoyuelos (siempre me ha dicho que le encantan los hoyuelos que se me forman en mis rodillas, en mi espalda y en mi cara al sonreír y, lógicamente, los de mi ano y de mi conchita) a los cuales besó cálidamente, y continuó descendiendo hasta llegar a mis nalgas.

Éstas se hallaban completamente desnudas, gracias a la diminuta tanga que traía puesta.

Nuevamente se detuvo para recordar cómo eran antes y cómo eran ahora: seguían igual de redondas y duras pero habían crecido más, y mi cadera era más amplia, haciendo que mi cintura se viera más breve.

Les empezó a dar ligeras mordidas e intentaba introducir su lengua por en medio de mis piernas, mientras llevó una de sus manos al frente para acariciar y mimar mi vulva sobre la tanga, lo cual provocó un tremendo sobresalto en todo mi cuerpo. Sin dejar de besarme, con ambas manos fue descendiendo mi breve prenda hasta llevarla a mis tobillos. Levanté una pierna y luego la otra para dejarle libertad de quitármela totalmente.

Se incorporó y sentí que ya no me tocaba; volteé para ver qué sucedía: Se estaba desnudando totalmente, mientras yo bajé una de mis manos para acariciar mis labios y mi clítoris y así evitar que se extinguieran las llamas en que estaba envuelto mi cuerpo.

Regresó a mí totalmente desnudo y se colocó nuevamente a mi espalda para desabrochar mi brasier, y aproveché para llevar una mano hacia atrás y lograr atrapar mi gran tesoro, después de tanto tiempo de no penetrarme... Lo empiezo a acariciar primero lentamente y voy aumentando de intensidad; con la otra mano empiezo a acariciar sus testículos, siento sus bolsas llenas y me trastorna saber que ese esperma estará dentro de mí en breves instantes.

No expresamos ninguna palabra; nuestras manos, labios y piel nos dicen todo. Me quita el brasier y estoy dispuesta para él, me gira y el frío del mármol en mi espalda hace que todo el vello de mi cuerpo se me erice; da unos paso para atrás y noto que lo que ve le agrada y le sorprende: en cinco años, mi cuerpo ha tenido cambios sorprendentes, mis senos son igualmente firmes pero han aumentado en tamaño y redondez, mis pezones están erectos y suplicando ser besados; en mi pubis he dejado crecer una pequeña matita de vello que ahora acicalo con una de mis manos.

- Divina, esplendorosa, eres hermosísima, mi amor.

- Todo es para ti, papito.

Me dirijo hacia ti y me monto sobre tu cadera y siento sobre mi culo tu pene totalmente excitado, te beso e introduzco mi lengua en tu boca, mientras tú llevas una de tus manos hacia uno de mis pechos como para medir sus nuevas magnitudes, bajas tu cara y acercas tus labios sobre mis pezones..., siento salir mis primeros jugos y gimo de placer, muevo mis caderas tratando de ser penetrada por tu pene; tú simplemente lo mueves de arriba abajo sobre mi rajita aumentando mi excitación.

No soporto más y me clavo lentamente tu verga como si mis labios vulvares fueran una mano y reconocieran tu pene. Permanezco estática solo unos instantes y ahora empiezo a oscilar mis caderas metiendo y sacando, me estoy violando, me detienes por las caderas y me arqueo hacia atrás para introducirme totalmente tu miembro, me detengo para sentirte mío, eres parte de mí, como soy parte tuya. Continúo el movimiento cada vez mas rápido..., siento cómo tu pene se hincha anunciándome tu arribo, me muevo más y más hasta que me siento inundada, al fin otra vez, por varios chorros de tu semen, al mismo tiempo que emito un grito al alcanzar un fabuloso orgasmo.

Unidos como estamos me llevas hasta mi recámara y me arrojas sobre la cama... Estoy exhausta, ha sido el más maravilloso orgasmo después de cinco años.

Te acercas a mí y llevo tu pene hacia mi boca para limpiarlo con la lengua y tragarme tu semen; mientras acaricio tus testículos, tu pene empieza a reaccionar de nuevo y va aumentando de grosor y tamaño..., hago que te recuestes en la cama, me coloco de espaldas a ti, pongo mi redondo culito pegado a tu pene y te suplico:

- Desvírgame también por atrás, papito...