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Emmita

en Amor filial

EMMITA

- ...Tan hermosa que, si tuvieras unos añitos más, me casaría contigo...

= ¿Deveras, Padrino?, pero si ya tengo 10 años.

- ¿O sea que te gustaría casarte conmigo?

= ¡Sí, Padrino!, ¡me encantaría!

- ¡Qué linda!, pero aún te faltan seis años para que puedas casarte con alguien.

= Yo estoy dispuesta a esperar para casarme contigo, ¿y tú?

- Todo el tiempo que fuera necesario, mi Amor, aunque tú mamá tendría que estar de acuerdo.

= ¡Hablaré con ella hoy mismo! Si está conforme, entonces serás mi padrino y mi novio, ¿verdad?

- Seré de ti todo lo que tú quieras, mi Pequeña.

= Bueno, hoy luego de la cena se lo diré a mi mami, y la semana que viene, cuando vuelvas a llamarme, te diré qué pasó. Cuídate mucho para tu Emmita. Adioós...

- Adioós...

Colgué el teléfono con el corazón palpitándome como nunca. Esa noche, mientras lavábamos los trastes de la cena, le dije a mi mami:

= Hoy hablé con mi Padrino.

* ¿Ah, sí?, ¿y...?

= Le di tus recuerdos y me pidió que te saludara.

* Muy bien, ¿y qué más?

= Bueno, ya recibió las fotos de mi cumpleaños que le mandé, y dijo que había salido hermosa.

* Eso es verdad.

= Pero agregó que estaba tan hermosa que en ese mismo momento se casaría conmigo si yo tuviera algunos añitos más de edad.

* ¡Cómo!, ¿eso dijo?

Di a mi madre todos los detalles de la conversación. Quedamos calladas algunos momentos. De pronto interrumpió el silencio:

* Esto es una locura; el es un hombre maduro y tú eres una niña sin ninguna experiencia; además es tu padrino, o sea el sustituto de tu padre en nuestra religión.

= Mami, yo adoro a mi Padrino, él se ha ocupado de mí, y en parte de ti, desde que nos dejó mi papá. Pero ahora nos va a proteger más porque seré su ahijada y su novia, y tú su comadre y suegra.

* ¡Niña!, ¡qué pensamientos tan locos tienes a tu edad! Pero tal vez tienes algo de razón; no es nada anormal, como no sea la gran diferencia de edades entre ustedes, y el hecho de que sea tu padrino.

= Tú misma has dicho que para el amor no hay edades; mi padre tiene varios años más que tú. En asuntos de religión no somos muy creyentes, que digamos, y lo mismo sé que le ocurre a mi Padrino. Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Espero a casarme con un muchacho de mi edad con quien no sé cómo me vaya a ir? La verdad es que con esto del Sida, el alcoholismo, las drogas y todas esas porquerías, me da mucho miedo pensar en mi porvenir.

* ¡Emmita!, cuidado, que me estás convenciendo...

= Sí, mamá, sabes que él es inteligente, buen hombre, no fuma, toma sólo un par de copas o algunas cervezas de vez en cuando, es un tipo sano, tiene dinero suficiente para vivir tranquilo, y así quiero vivir yo, y así quiero que vivas tú.

* ¿Y tus estudios?

= Estoy segura de que no va a tener problema de que yo pueda seguir estudiando; al contrario, ya sabes que desde que entré a la escuela primaria me pide copias de mis boletas de calificaciones, y siempre me felicita por ellas.

* Está bien; voy a pensarlo más y cuando él te llame de nuevo me lo pasas.

= Sí, mamita.

La semana transcurrió para mí más lenta que de costumbre. El día de la comunicación llegué de la escuela, me bañé, comí con gran apetito y esperé el repicar del teléfono a la hora que él marcaba siempre para hablar conmigo. Mamá no dejó de comentar lo radiante que me veía; lo cierto es que yo procuraba disimular la angustia que sentía por lo que estaba a punto de suceder y todas las consecuencias que tendría después la conversación entre mamá y mi Padrino. Al fin sonó el aparato.

= ¿Hola?

- Hola, Emmita, ¿cómo estás?

= Muy bien, Padrino.

-¿Has pensado en mí, Princesita?

= Mucho, Padrino. Aquí está mi mami, que quiere hablar contigo.

- De acuerdo, pásamela.

* ¿Qué tal, compadre?, ¿cómo está?

- Encantado de saludarla, ¿qué me platica?, ¿todo está bien?

* Bien. ¿Ya está enterado de la nueva locura de su ahijada?

- Cuénteme...

* Dice que usted le propuso casarse con ella.

- Así es, comadre, pero no sería ahora sino cuando ella tuviera edad para poder hacerlo, o sea dentro de seis años, y, desde luego, contando con la aprobación de usted.

* ¿No le parece a usted esto un poco irregular? La verdad es que la niña me sorprendió con este asunto, y no acabo de asimilarlo.

- ¿Irregular por qué, comadre? Supongo que ya le dio usted vueltas y ha concluido en que resulta conveniente para ustedes dos, y para mí, obviamente.

* Le veo dos situaciones poco comunes: usted es su padrino y es un hombre maduro; ¿no cree que son dos inconvenientes?

- Yo no se los veo; de haberlos visto no hubiera dado la idea a Emmita, a quien me parece que le gusta el proyecto.

* Efectivamente, le gusta...

- ¿Y a usted?

* No sé...

- Se lo dejo de tarea; piénselo y la semana que viene me da su respuesta, que yo aceptaré sea como fuere, y en caso de ser negativa, para mí la relación con ustedes seguirá enteramente igual de afectuosa, e igual mi compromiso de apoyarlas como hasta ahora.

* Está bien, compadre, hasta entonces... Le paso a Emmita, que quiere despedirse.

= Padrino...

- Dime, Reina.

= ¿Me llamarás la semana próxima?

- Claro que sí, mismo día, misma hora. Hasta pronto, mi Amor.

= Hasta luego, adioós...

Será innecesario alargar la historia de estos acontecimientos. Mi madre tuvo que aceptar que la idea era la más conveniente para esta familia, así que todo quedó decidido con la mayor claridad: los tres esperaríamos seis años para efectuar el casamiento de mi Padrino y yo. Entretanto nos visitó con frecuencia, y en esas ocasiones íbamos los tres al cine, a comer, a tomar nieve, a los juegos de la feria, en fin a divertirnos y a pasar buen tiempo, como una familia feliz.

Al final del día de la visita se quedaba a dormir con nosotras, pero aparte, en la recámara disponible. Y así todo muy bien. Se hizo enteramente a cargo de nosotras y estaba pendiente de que nada nos faltara. Desde luego, nadie estaba enterado de nuestro plan, aparte de los tres.

Cuando cumplí 11 años hicimos una fiestecita muy linda, con mis amiguitos de la primaria y algunos de nuestros familiares más cercanos. Yo había crecido notablemente, mis pechitos comenzaban a crecer y mis caderas a ensancharse, por lo cual mi cuerpecito empezó a darme la forma de una linda mujercita, lo cual no pasó desapercibido por mi madre ni por mi Padrino.

Advertí una suave pelusilla en mi monte de Venus, aunque aún no aparecía la menstruación que mamá me había anunciado, sino hasta cercano el cumplimiento de los 12 años.

Llegué a esa edad convertida en una hermosa chiquilla, modestia aparte. En el festejo familiar, aprovechando un momento en que estuvimos solos mi Padrino y yo, me atreví a decirle:

= Padrino, si dentro de otros cuatro años vamos a casarnos, ¿por qué no podemos estar juntos de una vez?

- Ahora estamos juntos, mi Amor.

No sabía cómo explicarlo; sentía que lo que estaba por venir podíamos disfrutarlo desde ahora.

= Quiero decir solos tú y yo, durmiendo en la misma cama.

- Mamita, ése no fue el trato..., debemos esperar.

= No tiene caso que esperemos; ya lo comenté con mi mami y estuvo de acuerdo en que, si yo quería, podía dormir contigo.

- ¿Dormir conmigo?, ¿sabes lo que eso significa?

= ¡Claro!, que haremos el amor...

- Chiquita, ¿estás segura de lo que dices?

= Segura; es lo que más deseo en esta vida: estar a solas contigo y que no seamos un señor y una niña sino un hombre y una mujer.

- Está bien, si las dos han llegado a ese acuerdo, te espero en mi habitación hoy en la noche, después de la fiesta.

Términó la celebración, y al quedar solos los tres vi que mamá se acercó a su compadre y le dijo tranquilamente:

* Cuídela mucho, es una muchachita maravillosa que merece lo mejor.

- Lo sé, no se preocupe.

Escuché la regadera de la recámara de él mientras yo tomaba el segundo baño del día. Al terminar me puse las prendas íntimas que guardaba para su estreno esa noche, así como una leve batita transparente, de las que llaman "baby doll". Mi madre dormía, o aparentaba dormir, me le acerqué, le di un beso que me dejó el sabor de una lágrima, y me dirigí al encuentro de mi destino.

Ahí me esperaba el hombre de mis sueños, quien me recibió con un tierno beso en los labios, que correspondí con una excitación que comenzó a crecer a partir de entonces.

Me desnudó lentamente, luego lo hizo a sí mismo; miré su cuerpo esbelto en el cual sobresalía su pene con una enorme erección. Fui depositada suavemente en la cama y con labios y manos inició el sensual recorrido de mi cuerpo adolescente. Yo empecé a arder de nervios, angustia y deseos. Él sabía de antemano cuáles eran las zonas de mi anatomía que debía tocar y acariciar.

= ¡Padrino!

- Ahora no soy tu Padrino, mi vida, en este momento soy tu Amor, tu Papi, dímelo, por favor...

= Mi Amor, Papi, Papito..., qué rico me haces sentir, te quiero, hazme tuya, Papacito...

- ¿No te importa sufrir un poco por nuestro Amor, Reinita?

= No, mi Rey, conviérteme en tu mujercita, Papi...

Luego de una prolongada sesión de mimos, besos y caricias que fueron desde el cabello hasta las puntas de mis pies, pasando por mi rinconcito y el clítoris donde me produjeron placeres hasta entonces desconocidos para mí, sentí que su sexo se acercó a mi agujerito virgen...

Cerró los ojos esperando el dolor brutal que pronosticaban las pláticas secretas entre mis compañeritas del colegio, pero el ingreso de la verga de mi amado en el pequeño túnel, suficientemente lubricado por las mieles de ambos, fue tan dulce que sólo sentí un pequeño ardor cuando aquella barra de carne ardiente eliminó para siempre el himen infantil. La tranca masculina permaneció los instantes precisos para que mi vaginita se amoldara al intruso.

Lo siguiente fue sólo placer, gemidos y felicidad de mi parte.

- Chiquita, mi Adoración, te quiero, Pequeña mía.

= Y yo también a ti, Papi, poséeme, Papito lindo, penetra a tu niña y hazla feliz con ese monstruo maravillosa que siento en lo más profundo de mi ser. ¡Quiero pertenecerte así siempre, mi hombre idolatrado! Así, Papacito, así, mi Rey, siento que voy subiendo al cielo..., ¡ah!, ¡ahh!, ¡ahhh!

- Acabas de regalarme tu primer orgasmo, Chiquita, rodeando a mi sexo con tu vaginita de terciopelo; gracias, Mamita; gracias, Muñequita; gracias, mi Amor de doce años...

Yo estaba en la gloria, poseída por su virilidad, querida y consentida, en el umbral de una vida maravillosa.

Jamás me he arrepentido de lo que pasó aquella noche inolvidable, en que hicimos el amor varias veces, casi cada hora de aquella entrega sublime; pudimos dormir al final con la llegada de los primeros rayos del Sol, exhaustos, satisfechos y felices.

Llegamos al desayunador y ahí estaba mi madre, quien nos recibió en silencio con sus bellos ojos húmedos. Tenía preparado el desayuno para todos. En nuestras miradas halló la prueba que esperaba de que todo fue perfecto esa noche.

Nos casamos en la fecha prevista, cuatro años más tarde, y vino a vivir en mi casa. He parido dos niños de él. Mamá se casó de nuevo, después de haberlo consultado con nosotros, y a solas compartió conmigo su nueva esperanza:

* Ojalá que yo tenga tan buen ojo como tú para elegir a mi pareja.

Estoy orgullosa de haber tomado la decisión de pertenecer desde tan tierna edad a ese hombre extraordinario, al que sigo amando sin medida y con quien continúo disfrutando cada coito de locura que me brinda como aquella inolvidable primera vez.