miprimita.com

Ayuda materna 4

en Amor filial

AYUDA MATERNA 4

Entramos a la habitación tomados de la mano, yo delante de él, guiándolo, incitándolo, seduciéndolo, nos detuvimos al pie de la cama revuelta y manchada, suavemente me hizo girar para quedar frente a frente, yo levantaba mi cabeza para verlo, pues desde hacía algún tiempo, había rebasado, con mucho mi estatura, mi barbilla estaba erguida, mi cuello estirado. Mis ojos maravillados por encontrarme, con el que me parecía el más hermoso de los hombres, esos ojos le dieron a él la imagen de mi entrega y amor, estaba en sus manos rodeada por sus delgados y musculosos brazos, dispuesta a permitirle hacer conmigo lo que él deseara. Yo, en mi interior, sabía que esa entrega, esa actitud mía de pasividad y complacencia, me llevarían de nuevo a alcanzar los insospechados límites del placer, de tocar con mis sentidos la gloria del amor y del sexo. Por fin conocía el amor intenso, descubría al fin como era amar a un hombre con locura, para vivir solo para él y regalarle la voluntad, el amor y mi cuerpo.

Me besó de mil formas, exploró con su lengua todos los rincones de mi boca, yo le permitía y a la vez le secundaba en la exploración, chupábamos besábamos, sorbíamos nuestras bocas entre risas y palabras ininteligibles, pero que entendíamos perfectamente él y yo, sus manos recorrían mi cuerpo en mi espalda, por encima de la fina tela de mi camisón, hasta recrearse en mis nalgas y muslos, para volver a subir por mi piel erizada haciéndome suspirar de placer y deseo.

¡Ay, cuanto amor puede dar una mujer! y cuanto deseo puede despertar en ella el hombre indicado, aunque ese hombre sea prohibido ante muchas leyes, pero no ante la principal, y esa es la ley del amor, y precisamente eso se había despertado en nosotros dos, el amor, el amor de hombre y mujer, y ese amor es lo que nos arrastraba en su vorágine al precipicio de la lujuria y el sexo desenfrenado y sin reservas, como en esa ocasión.

Fito estaba frenético en su excitación, sus caricias eran brutales, toscas, salvajes, me apretaba, me estrujaba con sus manos, oprimía mis nalgas y me las azotaba hasta enardecérmelas y sonrojarlas ardientes de dolor y placer, yo me dejaba sumisa y abnegada, soportaba con valentía y deleite ese trato novedoso y salvaje, casi primitivo o animal, me mordía la piel, en mis hombros, cuello, pecho y en mis senos ya desnudados, mis pezones los sentía como brasas ardorosas por sus pellizcos y mordisqueos, solo eran calmados por la succión de sus labios y las mamadas que daba en ellos de cuando en cuando con su boca, accionando lengua y paladar, irradiando a mi cuerpo descargas de placer y deseo puros. De mi garganta brotaban gemidos y quejidos de dolor y satisfacción, eran ayes lastimeros y agradecidos por tan intensas sensaciones desconocidas que experimentaba mi cuerpo en las manos lujuriosas de mi hijo, que prepara a su madre para fornicarla como bestia en celo.

Presa del embeleso a que me había conducido con su inesperada posesión, me sentía nerviosa, con la adrenalina surcando mi cuerpo, acelerando mi corazón y mi respiración, había empezado a transpirar sentía el sudor en mi cuello, mi cabeza y mis axilas. Mi vagina lubricaba con mis íntimos fluidos y mi sutil aroma, producto de mi excitación iniciaba su evidencia flotando en la habitación, ansiosa saqué el camisón por arriba de mi cabeza, provocando con ese movimiento el bamboleo pesado de mis senos, justo frente a la cara de Fito.

Mi hijo vio frente a él mis senos desnudos, erectos y pesados oscilando, invitándolo a besarlos, a mamarlos, a hacer con ellos sus deseos, los apresó ansioso, jadeante buscando y encontrando mis ojos, con los suyos, mirándonos con amor por unos breves instantes en los que le regalé una sonrisa consecuente y enamorada, confiando en él mi ser, los acarició y en un brusco cambio de actitud, de la nada se volvió tierno y delicado, la fiereza de antes se desvaneció ante mi mirada, de nuevo brotó en él la ternura.

  • Mámame bebé, mama a tu madre —le dije con un hilo de voz, con mi interior en un vacio expectante, me vi tomando sus manos en mis senos, presionándolas para unirlos— júntame los pezones y mámamelos juntos.
  • Si Naty, ¿Así? —dijo simplemente uniendo mis masas con sus manos y logrando juntar los pezones hasta que se tocaron en el centro de mi pecho—
  • Así mi vida, así —acepté temblando deseosa de sentir esa sensación por boca de mi hijo. Mis manos acompañaron a las suyas para entregar mis pezones a la ávida boca de mi hijo que esperaba sentado al borde de la cama— ahora mámalos mi chiquito disfruta las tetas de mami. ¿Te gustan así mi nene?
  • Si Naty, si, si —dijo murmurando, atrapando los grandes pezones con sus labios iniciando con una fuerte succión.

La intensidad de la esperada caricia en mis dos pezones fue tal, que aunada al violento preámbulo, se había excitado mi sexualidad al máximo y solo fue cuestión de succionarme un poco al inicio, para que yo me corriera incontrolablemente, teniendo una eyaculación no muy copiosa, pero notoria. Ahí parada y desnuda frente a él, mis piernas abiertas, con mis dos pezones en su boca mamándolos con firmeza, me corrí, me vine y eyaculé, saliendo mi chorro orgulloso y gratificante, mojando el piso y nuestros descalzos pies.

Gemí estremecida, con mis piernas temblando incontrolables, me abracé a los hombros de Fito para no caer, mi orgasmo lo excitó aun mas, haciendo que sus mamadas fueran más deliciosas, más intensas. Mis dos pezones estaban dentro de su boca, siendo succionados con un goce irresistible, un hormigueo invadía mi cuerpo, naciendo precisamente en esos dos botones en flor, reactivando mi líbido, mi vulva volvía a palpitar, sentía el latir en ella, mi clítoris seguramente estaría erecto y deseoso de ser estimulado, pegué mi pelvis en su pecho y me moví sensual, meneando mi cadera cínica, sin recato alguno, ofreciéndome a mi hombre, con la confianza de ser deseada en la misma forma e intensidad, su mamar fue largo, recordé su propuesta de lactar y anhelé tener ese vital líquido en mis senos para dárselo a beber. Me propuse que lo más pronto posible conseguiría el método.

La presión de sus manos en mis nalgas me hizo estremecer, sus manos habían dejado mis senos y ahora solo mamaba uno de ellos, los dedos fuertes aferraban y amasaba mis glúteos separándolos uno del otro dejando expuesto el canal de mi ano, sentí claramente como su mano se acercaba decidida a mi orificio, y me relajé pues sabia cual era la intención de Fito,

Me preparé a recibir sus caricias en esa otra entrada de mi cuerpo, sabía que deseaba penetrarme por mi ano, y yo anhelaba que lo hiciera, solo lo guiaría cariñosamente para que gozáramos los dos, sus dedos llegaron al buscado rincón acariciándolo con alguna torpeza natural, por ser seguramente la primera vez que lo hacía, insistió en penetrarme y yo lo dejé intentarlo, pues estaba excitada y ansiosa de experimentar esa novedad para él, pero su ímpetu lo llevó a meterme dos falanges de uno de sus dedos, no supe cual, pero me lastimó, escapando un doloroso ¡Ay! Que nos detuvo, su boca continuaba aprisionando mi pezón deleitándose con él incansablemente, mientras mi mano oprimía el seno presionándolo delicadamente contra su cara. Abrí mas mis piernas pero la molestia en mi ano algo seco no disminuyó,

  • Espera mi amor —dije cariñosa, besando su oreja y su mejilla— ponme lubricante, te enseñaré a hacerlo. Así me lastimas un poco, y con tu verga va hacer todavía ms difícil.
  • Entiendo Naty, no quiero lastimarte —dijo liberando momentáneamente mi pezón— enséñame, enséñame todo lo que sabes para hacerte feliz.
  • Te voy a enseñar todo para que sepas como hacerme gozar —le dije mirándolo intensamente acercando mi boca y besándolo apasionada, separándome de él para ir por la botella— mira me vas a poner un poco en mi anito y también en tu dedo. Pero primero vamos a acariciarnos un poco, ven levántate y vas a hacerme lo que yo te haga.

Se puso de pie y quedamos frente a frente, él aun con su short puesto, nos abrazamos y recorrimos nuestras espaldas y nalgas, palpando deleitosamente las pieles tibias y húmedas, subíamos estrujando o simplemente rozándonos con las puntas de los dedos, creándonos intensos cosquilleos que nos hacían retorcernos voluptuosamente, ansiosa de sentirlo introduje mis pulgares bajo el resorte de su prenda y tiré hacia abajo para desnudarlo por completo, el pantaloncito cayó al suelo casi en el charco de mi eyaculación, pero apenas fuera de él, por lo que reímos alegres, más que nada por nuestra felicidad de tenernos y amarnos sin barreras ni reservas.

Tomó mi barbilla con su mano y la levantó para que lo mirase, ofrecí mis labios y unió los suyos a los míos, besándome apasionado, con erotismo, seguro de sí mismo, metiendo la lengua en su madre, derritiéndome con su intensidad provocando mi respuesta inmediata, nuestras lenguas se trabaron en una sesión de caricias interminable, mientras nuestras manos recorrían los cuerpos ardientes con vehemencia. Inclinándose un poco volvió a tomarme por las nalgas, en tanto yo hice lo mismo, proponiéndome conducirlo de la mano al punto más alto del placer para todo hombre, y ese es, saber satisfacer a su mujer llevándola a la locura del placer, hacerla tocar con su cuerpo el exquisito deleite de la lujuria y estallar en mil convulsiones quedando rendida, satisfecha y enamorada.

  • Tócame así mi cielo —le dije con voz débil y tartamudeante por la asfixia que me provocaba la inmensa excitación que sentía ante la expectativa de entregarme a él de una manera diferente— siente dónde te toco y cómo te lo hago, para que tú me hagas lo mi mismo a mí.
  • Tu dime cómo mi amor —sentí enloquecer al oír cómo me había llamado, ya era yo su amor, ya me consideraba su mujer, mis piernas flaquearon y mi corazón se desbordó en latidos ensordecedores.

Mis manos prestas se descontrolaron temblorosas de emoción, pero logré controlarme al instante pero mi gozo era evidente, ya sobrepuesta me abracé a él, sentí cómo él me abrazaba también y sonreí dándome cuenta de que el aprendizaje se estaba iniciando ya, concentrándome en ello deslicé mis manos en su espalda subiendo y bajando, haciendo círculos con el delicado y tenue roce de mis palmas en su piel, me percaté de lo erizado que se encontraba mi hijo ante tan intensas y motivantes caricias que le brindaba su madre con el fin de prepararlo para entregársele.

Mi cuerpo sentía exactamente lo mismo, mi piel erizada anunciaba la respuesta deseada, mis manos recorrieron su espalda y fueron bajando por el centro de su columna vertebral hasta donde termina el dorso y nacen las nalgas, en el punto de esa unión mis caricias cambiaron, en lugar de usar mis palmas, fueron mis dedos los que se dedicaron a recrearse con esa zona delicada y sensible, roce con mis yemas y uñas el nacimiento de sus nalgas sintiendo la misma caricia en mi, el cuerpo de Fito se retorció levemente ante la intensa y cosquilleante caricia, mis dedos resbalaron con el mismo leve contacto por los bordes de las nalgas, arrancando un suspiro de mi hijo que se estremecía de gozo, y temblaba en mis brazos ansioso por aprender y por experimentar las delicias de del sexo.

Mis dedos y los suyos subían y bajaban rozando los bordes de los canales, adentrándose poco a poco en ellos sin encontrar oposición, antes al contrario, los glúteos relajados se separaban solos, ansiosos de entregar su joya, le pedí subir a la cama y me puse en posición de cuatro, con el culo levantado, ofreciéndolo a su nuevo amo.

  • Sigue acariciándome igual bebé —le pedí suplicante, guiándolo para darme lo mejor de mi vida— acaríciame y mama de ahí mi vagina, desde abajo hasta subir al ano y me lo mojas con tu saliva.

Apoyé firme mis rodillas y mis manos en el lecho, sintiendo como era abierta y explorada, besada y chupada, mis jugos bañaban mi vagina y me sentía caliente y nerviosa, las diminutas alitas iniciaron su conocido revoloteo en mis entrañas provocándome un vacio expectante, la calidez de su aliento me indicó su cercanía, quedé inmóvil, atenta. Sus manos separaron aun mas mis masas aun firmes y redondeadas, pero más sensibles que nunca, el contacto de sus labios en mi piel provocó un gemido largo y agradecido.

Sus lengüetazos refrescaban mi ardiente canal, desde mi vulva hasta más arriba de mi ano abarcando todo mi canal, succionándome y conociendo mis sabores mas ocultos, saboreando goloso el gusto privado de su madre, yo me retorcía ante cada caricia, mi vulva manaba y su lengua se encargaba de recoger mi néctar, el cual bebía Fito con fruición, las lamidas en mi ano me ayudaban a relajarlo predisponiéndome a ser poseída, Fito lamió y besó toda mi parte baja de adelante atrás y viceversa, yo prácticamente bramaba de deseo, ansiaba ya ser penetrada pero él se tomaba su tiempo como si estuviera en mi mente y sintiera lo que yo. No resistí más y le supliqué.

  • Ya mi amor empieza a tocarme por favor —dije en un suspiro susurrado que él alcanzo a oír más en su mente que en sus oídos, sentí que estábamos conectados en un lazo perene e indestructible— ya lubrícame mi nene, moja mi culito por dentro.
  • Lo que tu pidas mamita —dijo Fito con escalofriante seguridad que enchinó mi piel, sentí en mis pezones la dureza que los invadía y me regocije por la suerte de tener un amante así— te voy a mojar toda hasta muy adentro.

Tomé la botella y vertí un poco entre mis nalgas y manos, untándome un poco en el ano y algo más adentro, dándosela para que lubricara sus dedos y su pene e hiciera su deseo en mí, me recliné sobre mi cintura y entregué confiada mi culo a mi hijo para que se regodeara con él.

  • Ya sabes mi amor, despacito como le gusta a mami —pedí cariñosa agachándome, sintiendo que mi hijo se aferraba en mi como fiera a su presa, separó mis nalgas y sin más preámbulo se concentró en mi orificio que tanto le fascinaba— ay cielo cuanto me haces gozar.

  • Eso es lo que quiero Naty —dijo con voz enronquecida, mientras hurgaba en mi vagina mojando sus dedos en mi viscoso fluido, sentí perfectamente que metía dos dedos en mi vagina, y por casualidad tocó mi punto G haciéndome respingar por la intensa sensación— ¿Qué pasó Naty te dolió?
  • No bebé al contrario, me hiciste estremecer —dije con clara voz jadeante mientras ofrecía mi grupa, deseosa de mas placer— me tocaste el punto G mi amor, fue muy intenso, hazlo de nuevo.
  • Si dime donde está —preguntó emocionado—
  • En la parte durita arriba de la entrada de la vagina, donde se siente duro como encía —le expliqué mientras me tocaba yo misma desde afuera para indicarle el lugar— justo aquí pero por dentro. Sí, sí bebe, oh, ahí mismo nene, hazlo con tu yemas, frótame con tus yemas bebé, jala con ellas, el colchoncito ahí en las arrugas, ahí amor ah, sí mas, mas nene mas, ah.

No necesité decir más, el supo perfectamente como complacerme, movió sus dedos dentro de mí, rascando esa parte que solo pocas veces había sido tocada por Arturo, pero no había sabido como continuar, en cambio Fito era como parte de mí, me acariciaba con la intensidad debida, como si yo misma me estuviera masturbando. Pedí, supliqué, rogué por mas y mas mi culo reparaba por la intensidad de la caricia, era la primera vez que alguien me masturbaba de esa forma, yo bramaba y rugía como hembra en celo siendo poseída por su bestia.

Pocos minutos bastaron para hacerme reventar, un verdadero río brotó de mis entrañas, jamás había tenido un orgasmo tan tremendo, caí de bruces en la cama desfallecida, mis piernas y cadera temblaban sin control, los espasmos me acometían en la vagina estremeciéndome, arrastré conmigo a mi hijo sobre mí, con sus dedos atrapados en mi coño, que manaba litros y litros de eyaculación, no tenía conciencia de mí, me ahogaba mi agitación, me faltaba el aire y me sentía al punto del desmayo, mis sienes latían con furia y mis oídos zumbaban, a lo lejos oía la voz de mi hijo preguntando cómo me encontraba, más bien su voz resonaba en mi mente y no en mis oídos, estaba sorda del erótico deleite al que me había sometido mi hombre.

Después de unos instantes de inconsciencia, fui recuperando mi lucidez y me percaté que Fito lamía y chupaba mi mojado culo, estaba penetrándome el ano con sus dedos lentamente, tal y como yo se lo había pedido, me abrí de piernas para facilitar la penetración. El orgasmo me había dejado sin resistencia alguna, mi fuerza se había ido y estaba a merced del hombre que hacía en mí su voluntad.

Lentamente iban entrando su dedo en mi, hasta el tope, entre sueños recuerdo que le pedí que no me penetrara aun, yo sabía que debía dilatar aun mas mi ano.

  • Déjalo dentro un poco mi cielo —balbucee en un suspiro agotada, pero pude agregar más, en tono suplicante— solo un instante mas amor y lo sacas lento para meterme dos deditos juntos, y esperas de nuevo hasta que dilate bien mi hoyito
  • Si mi amor, tu dime cuando —exclamó Fito obediente dejando su dedo clavado en mi culo, girándolo deliciosamente— espero todo lo que quieras

Mis fuerzas regresaban rápidamente a mi desfallecido cuerpo, recuperando mi lucidez y sensibilidad, lo que me permitió sentir y disfrutar las caricias que me regalaba mi hijo, oprimí un poco mi esfínter anal disfrutando de la sensación de penetración en él, Fito sintió mi presión y me besó la nuca, le pedí que fuera desalojando su dedo lento, entrando y saliendo cada vez mas hasta salir por completo de mi, para lubricar de nuevo dos de sus dedos en mi vagina además de untarlos con el lubricante y ponerme en mi ano una cantidad generosa que escurrió por mi perineo hasta mi vulva, pausadamente sentí como entraban sus dos dedos.

Mi ano se dilató y expandió aun mas pero sin molestia alguna, es mas con un delicioso gozo al sentir como iba llenándoseme el último tramo de mi recto, claramente sentí el paso de los nudillos de sus falanges, hasta que su puño topó con mis nalgas, adivinando de nuevo mi sentir, quedó inmóvil unos instantes, los que aprovecho para besarme el sudoroso cuello y mis mojados cabellos, respirando y mordisqueando mi oreja, y el lóbulo de la misma.

Yo sentía que mi líbido aumentaba a pasos agigantados, el temblor de mis piernas había cesado ya, en vez de él me acometía la cachondez, mi culo se meneaba como si tuviera vida propia, gozando la introducción, fue Fito quien supo el momento exacto para retirar sus dedos de mi, suave y lento, metiendo y sacando cada vez más amplio, hasta que estuvo su mano totalmente libre, se colocó detrás de mí y jalándome me puso de nuevo en cuatro, yo accedí dócil a sus exigencias.

Mi culo se le presentaba alto, erguido, húmedo y dispuesto a recibirlo como su hombre y nuevo amo, se acomodó y me puso a su altura para rozarme con el glande juguetonamente, con calma gozando el momento sin prisas, teníamos el tiempo para nosotros solos, su pene me saboreaba con su pequeño ojito, lo frotaba en mi desde mi clítoris hasta mi ano de ida y vuelta, presionaba su dura cabeza contra mi orificio el cual ya ansiaba ser invadido, pero él jugaba y se daba a desear, como si fuera más experimentado, mas no di importancia a eso, en ese momento me arrastraba el deseo de tenerlo poseyéndome, empujando contra mí y al fin recibir su descarga.

De vez en vez metía su cabeza en mi vagina humedeciéndola de nuevo, o se agachaba para darme un oscuro beso enloquecedor, la presión sobre mi ano se hizo más evidente, su cabeza pugnaba por abrirse paso en mi, gracias a lo húmeda y lubricada que estaba, y a la escasa resistencia de mis músculos, el glande endurecido como acero candente presiono en forma decisiva pasando su punta de manera fácil, siguiendo en forma continua el grueso hongo de su base, que abrió mi intestino al máximo pero sin causarme casi molestia, solo sentí una ligera presión en mi ano al dilatarse por completo dando paso a su invasor, la dura cabeza siguió penetrándome lenta y continuamente, sin detenerse, ni tomar pausa alguna, la sensación de plenitud se daba en mi culo, se abría flojo y relajado ante el poder de tan majestuosa verga, acogiéndola gustoso, llenándose con ella, yo no resistía mas la espera, pero el pene no terminaba de entrar en mi hasta que por fin sentí sus testículos tocar mi vulva, eran pesados, cargados de su miel, que en breve depositaria en el fondo de mi intestino.

Una vez dentro se detuvo unos pocos instantes para amoldarme y que mi recto se acostumbrara a su talla, fui yo quien ansiosa empecé a menearme en círculos cortos y lentos, me sentía cómoda con esa penetración, no dejaba de asombrarme el no haber sentido molestia alguna, a pesar del tamaño generoso de mi hijo. Al sentir Fito mi vaivén me apretó contra él y presionándose a mí, me introdujo los milímetros restantes, logrando empalarme completa. Mi sexo derramaba en sus afueras su almíbar transparente, delatando mi tremenda excitación, yo jadeaba sudorosa con mi pelo enmarañado y mojado, gemía y jadeaba impulsándome de adelante atrás, chocando con las embestidas de Fito que arremetía, alegre contra su madre, ensartándola manteniéndola repleta, su bombeo se aceleró y yo junto con él, entraba y salía casi por completo. Sus envites eran largos, rápidos y profundos, yo aguantaba su ritmo, dejándole toda la iniciativa a él, comprendí que mi hijo necesitaba venirse, correrse dentro de mi culo, redoble mis caricias en su ansiosa verga moviéndome en círculos, Fito murmuraba palabras incomprensibles, aun para mí. Jadeaba mientras golpeaba su pelvis contra mi grupa sacando chasquidos de ese golpeteo, como si nalgueara mi culo con la mano abierta, así de intenso era nuestro coger, yo apretaba mis músculos ayudando a que la sensación de follarme le resultara deliciosa, cada opresión mía era respondida con una muestra de placer emitida por su garganta.

Me cogió firme por mi cadera con ambas manos jalándome fuerte hacia él, bombeando más rápido y profundo cada vez hasta que su jadeo se volvió en griterío desquiciado, frenético y animal, su pene se agrandó notoriamente para mi sensibilidad, se volvió más duro y gordo, pujando, empujando y abrazándose a mi cadera en el estilo de perro, ese macho poseyó a su hembra, haciéndola suya por el último resquicio de su cuerpo, explotó, lanzó un alarido animal y baño mi intestino con un enema de semen caliente y viscoso que soltaba y salía a chorros candentes dentro de la madre que emputecida se entregaba a su hijo como a un amante, y eso éramos ya, dos amantes que jamás iban a separarse ni a dejar de amarse. La intensidad de su cachondez desencadenó en mí un relajante orgasmo que sirvió para acompañar en su goce al hijo que se estrenaba como conquistador.

Sentí su peso sobre mi espalda y me fui acostando llevándolo conmigo, encima de mí con su verga aun empalándome, me acomodé lánguida sobre la desordenada cama prometiéndome cambiarla apenas nos levantáramos de ella, Fito se dejó llevar obediente siguiéndome y a su vez acomodándose sobre mi espalda cubriéndome con su delgado e ingrávido cuerpo que olía a sexo y a sudor, la pesadez del relajamiento se apoderó de nuestras conciencias y nos llevó a un sueño reparador que nos permitiría tomar nuevas fuerzas.

Nos levantamos solo para comer algo, cambiamos la ropa de cama, volvimos a hacernos el amor un par de veces más, tranquilamente con él poseyéndome hasta que el sueño nos venció. Dormimos toda la noche exhaustos hasta entrada la mañana siguiente, el teléfono nos despertó, pues llamaban los amigos de Fito para invitarlo a acompañarlos al estadio, le aconsejé que fuera y que nos veríamos mas tarde, yo lo esperaría en casa. Nos aseamos jugueteando en el baño y volvió a poseerme en la ducha, me sentía como en una luna de miel, y lo estaba disfrutando al máximo.

Apenas salió Fito de casa, yo Salí detrás suyo con diferente rumbo, tenía en mente un plan y deseaba ponerlo en marcha lo antes posible, solo necesitaba de una persona para realizarlo, llegué por fin a la elegante casa, no muy grande pero si acogedora. Llamé y abrió la puerta después de un momento.

  • Hola ¿Cómo estás? qué gusto verte —me dijo con sincera alegría de verme ahí— ¿pasa ya desayunaste?
  • Ya gracias —respondí gustosa de estar ahí— desayuné con Fito, pero te acepto un café.
  • Entonces ven, acompáñame a terminar mi desayuno — me dijo amable y sonriendo—siéntate. Y dime a que se debe esta sorpresa, espero que no tengas problemas con Arturo.
  • No, nada de eso —respondí al instante— Todo está bien en casa, es algo diferente y quiero que me ayudes a hacerlo.
  • Pues tú dirás —respondió con curiosidad— dime qué debo hacer.
  • Quiero que me ayudes a lactar —dije sin pensarlo mucho pues de otra forma me costaría trabajo decirlo— solo en ti confío, no quiero hacerlo sola, pues es doloroso con esos aparatitos.
  • Ay Natalia, eso no lo hubiera imaginado nunca — respondió con sorpresa auténtica— ¿Pero que va a decir Arturo de eso?
  • Pues es una sorpresa que deseo darle —mentí, me había prometido no contarle a nadie mi relación con mi hijo, no lo entenderían— sé que le gusta la leche en los senos y quiero que la tenga en casa.
  • Bueno pues siendo así no me puedo negar —respondió sonriente— ¿Y cuando quieres que empecemos?
  • Gracias, sabía que contaría contigo —sonreí a mi vez agradecida— Podemos empezar ya y hacer un plan para que podamos vernos a diario.
  • Me parece magnífico, pero tú también me ayudaras a lactar a mí —me propuso animada y emocionada por la idea— así que las dos hermanas vamos a dar leche jaja.
  • ¿Entonces tú también quieres lactar? —pregunté sorprendida pues ella no tenía pareja ni hijos— dime ¿a quien pretendes amamantar Juliana?

De nuevo el relato se ha extendido, lo dejaremos así, y agradezco sinceramente sus palabras en los comentarios y mensajes al correo. Y para quien contemple la posibilidad de querer compartir sus vivencias, me pongo respetuosamente a sus órdenes para que se redacten, se escriban y se publiquen.