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Laurel y Canela (2)

en Lésbicos

Canela, de sueño ligero, solía despertar unas horas antes que Laurel, y se quedaba las horas que no conseguía dormir mirándola a ella, cuyo cuerto era sumamente perfecto. Hacer el amor con ella también era perfecto. Sus ojos verdes solían relucir de excitación y amor. Le gustaba saborear sus labios, sobre todo cuando comía fresas. Ese sabor que podía arrancar con suavidad de sus labios cuando la besaba.

 

Las curvas de Laurel eran suaves, al igual que su piel. Pasó el dedo índice por su piel desnuda. Oyó el suave suspiro de ella, dormida, caída en un plácido sueño tras el momento cumbre del sexo, agotada, se dejó caer. Canela le besó en el omóplato y la nuca. Laurel sonrió despierta pero sin querer romper con palabras las caricias de su amada compañera.

 

Canela hizo caminar sus dedos por la piel de Laurel hasta el pecho donde los jugetones dedos trazaban círculos; bajaron esquiándo por su vientre, tropezaron con el ombligo y llegaron a ese triángulo de las bermudas que tanto atraía a Canela. Sus dedos se perdieron en las cuevas misteriosas, oscuras y húmedas del sexo de Laurel, se dieron la vuelta e hicieron el gesto de "ven aquí".

 

Con sumo placer, oyó gemir a Laurel.

 

-Hola, mi preciosidad -le susurró Canela-. ¿Has dormido bien? -preguntó, en el mismo tono que antes, tan sensual, las palabras deslizándose por su boca y llegando a su oído, despacio.

 

-Sí... Canela -gimió, dado que su compañera no estuvo quieta, sus dedos traviesos querían jugar.

 

-¿Sí, hermosa mía?

 

Era parente que tenía ganas de jugar, Laurel se lo notaba en la voz. Aquel timbre que la delataba, lleno de sensualidad, palabras que llamaban al sexo. Se dio la vuelta en la cama y la besó. Aquel toque a limón no desaparecía de sus labios. Se puso en cima de ella para tener más libertad de movimiento. Canela se dejó hacer mientras le acariciaba la espalda y la nuca, atrayéndola más hacia sí.

 

Laurel fue bajando con sus labios por el cuello, el pecho el cual saboreó con calculada lentitud. Acariciando uno el otro su lengua recorría pecaminosos círculos, sus dientes mordían y la saliva se lo dejó húmedo. Siguió bajando hasta aquel triángulo que tanto la atraía y su lengua se perdió en sus porfundidades.

 

Canela gimió, irresistiblemente a aquel placer lleno en sí de pecado, como cuando había visto por primera vez a Laurel. Aquellos lametones y saboreo de su néctar y monte de venus la estaba volviendo loca, mientras Laurel saboreaba incansable el jugo de su amada, un fruta única en un bonito jardín.

 

Canela, dejándose llevar por el éxtasis creciente, se corrió y gritó de placer. Laurel se sonrió mientras recogía con la lengua y la boca ansiosa los frutos de su gratificante trabajo. Canela jadeaba y Laurel, saliendo de aquellas profundidades, le sonrió.

 

-¿Te ha gustado, eh, zorrita? -le susurró al oído en tanto que se lo mordisqueaba con los colmillos.

 

-¡Oh, sí! Tienes una lengua muy vivaz. Sabes como usarla tanto en el lenguaje hablado como en el lenguaje del sexo -le respondió, recuperando el aliento.

 

Laurel le volvió a sonreír y le besó aquellos labios húmedos, con un sabor especial, busco su lengua y bailó con ella un extraño baile. La abrazó mientras le acariciaba el pelo castaño y las delicadas orejas. En aquel abrazo, Canela le mordió el labio pícara a Laurel.