miprimita.com

Trasgos Traviesos

en No Consentido

Arian tenía presente que tarde o temprano tendría que marcar a Aya, para que no hubiera problemas. La cuestión es que no quería hacerlo a fuego, si no con pintura indeleble, para que no lo pasara tan mal. Al caer la noche, decidió comentárselo. Estaba ella sentada delante del fuego cuando Arian se acuclilló frente a ella, mirándola a los ojos.

-Te marcaré en el omóplato izquierdo, con pintura indeleble, para que no te duela tanto como el hierro candente.

-¿Por qué?

-Porque si no lo hago, no eres de nadie, no tienes... -no sabía como explicárselo sin sonar brusco-. Si un trasgo ve que no estas marcada y yo no estoy cerca, te puede llevar con él, marcarte y si voy a buscarte, alegar que eres suya.

Aya asintió con lentitud.

-¿Me dolerá?

-Solo un poco. O quizá nada... Es la primera vez que marco a alguien, sinceramente.

Aya quiso preguntar por qué, pero él ya estaba en pie y poniéndose tras ella. Trasteó en su mochila para sacar unos utensilios. Unos pequeños botes, algo parecido a una aguja, un caboncillo y un pañuelo de seda.

-Quítate la... el...

Aya se quitó el vestido, si a aquel trapo se le podía considerar como tal, quedando casi desnuda si no fuera por la muda que Arian le había puesto. Se cubrió los pechos con las manos y se sonrojó. Con un suspiro, Arian se puso a trabajar. Con el carboncillo marcó el contorno de lo que sería su sello para después coger aquel artilugio parecido a una aguja y comenzar a trabajar.

-¡Ay!

-Lo siento. No te muevas.

Aya aguantó en silencio cada pinchazo, sin atreverse a secarse las lágrimas que rodaban mejilla abajo para estrellarse en la yerba. Presionó con el pañuelo en el dibujo y espero a que la sangre dejara de salir.

-Ya casi está, solo queda la pintura.

Aya asintió en silencio. Con la mano libre, el kobold pasó el dedo índice por la columna de ella. A Aya le dio un escalofrío y Arian no pudo evitar sonreír. Levantó el pañuelo y comprobó satisfecho que la sangre dejaba de manar. Comenzó a pintar el icono de un naranja atardecer. Al teminar su tarea, miró satisfecho su sello.

-¡Listo! No me ha quedado nada mal... Bueno, no te lo puedes ver, pero te soy sincero. Ya te puedes poner el vestido.

Aya no tardó demasiado en tapar el símbolo, con una lentitud que extrañó a Arian. Se dio la vuelta sonrojada.

-¿Qué pasa?

Se sonrojó aun más. Arian enarcó una ceja sin entenderla hasta que señaló un arbusto no muy lejano, entonces se rió.

-Sí, claro, ve, ve. De aquí no me muevo, tranquila.

Aya se adentró en la espesura mientras Arian se quedó mirando pensativo el fuego. Una vez se hubo asegurado de que no miraba, se adentró un poco más en el bosque y se acuclilló. Estaba muerta de miedo, pues sabía que los bosques por las noches eran muy peligrosos.

Cuando acabó se levantó y se dispuso a volver cuando una mano le tapó la boca impidiéndole gritar y la arrastró a la oscuridad.

-Mira lo que he encontrado, Rox -dijo el trasgo.

-¡Oooooh!¡Una jovencita!¿Te has asegurado que no esté marcada, Rew?

-¡Qué mas da! La dejamos donde andaba y no la creerán. ¿Quien creerá a una mocosa llorica, eh?

Rox se encogió de hombros y le quitó el vestido habilmente a Aya, que se removía inquieta.

-¡Átala, maldita sea! -se quejó Rew.

El otro le ató las manos a la espalda y la amordazó, para después mirar satisfecho su trabajo. Rew se bajó los pantalones y le separó las piernas a Aya. Ésta gritó, llamó a Arian, pero todo quedó callado por la mordaza.

-¡Ooooh! Bonito, bonito conejito -afirmó Rew, metiéndo dos dedos, haciendo gritar de angustia a Aya-. No está muy mojada... lo estará pronto, ja, ja, ja...

Agarrándola de las piernas la atrajo más hacia sí, rozando la erguida verga contra su sexo, dando pequeños toques de prueba.

-Esto va a ser una delicia. Espero que seas virgen -dicho aquello la empaló de un solo golpe, haciendo gritar a Aya de dolor, revolviéndose; Rox tuvo que poner las manos sobre sus hombros para que se estuviera quieta-. ¡Qué decepción! ¡Ya la han follado!

-Da igual. Haz el favor de darte prisa, joder. Sus gritos me estan poniendo a cien.

Rew puso los ojos en blanco para después seguir a lo suyo con ganas.

-¡Oh, demonios! ¡Como aprieta la puta! ¿Te gusta que te den duro, perra? Vas a ver, vas a ver -dijo Rew aumentando la velocidad y la fuerza empleada.

Rox no aguantó más y acabó sacándose la verga enhiesta para, en un rápido movimiento de manos, metérsela a Aya en la boca.

-No uses los dientes o te corto el cuello -le amenazó el trasgo.

-Te voy a dejar bien mojadita... -dijo entre gemidos Rew.

-¡Córrete de una puta vez! Yo también quiero.

Rew golpeó con fuerza hasta que logró correrse; Aya gritó al sentirlo, tanto los espasmos como el fluído que corría por sus entrañas. Rox se corrió en su boca y la volvió a amordazar.

-Me toca, me toca, me toca -dijo muy entusiasmado-. Ven aquí, zorra.

Rozó su miembro con el sexo empapado de ella, quien se negaba a tragarse lo que tenía en la boca hasta que entre los dos, uno empalándola y el otro tapándole la nariz, lograron que lo hicieran.

-¡Oh, oh, oh! Rew, hazme un favor...

-¿Que mierda quieres?

-Fóllala por detrás.

-¿Y a eso lo llamas un favor? Lo estaba pensando, asqueroso.

Aya gritó de todo pero los dos la ignoraron. Tampoco es que se la entendiera demasiado. Rox la alzó, apoyando la cabeza de la chica en su hombro y le separó las nalgas al tiempo que la balanceaba sobre su miembro. Rew tanteó un tanto y empezó a empujar al tiempo que Aya gritaba y pataleaba.

-Cállate, perra, que luego bien que gimes lo que te gusta -le susurró Rox.

-¡Oh! Ya entra, ya entra.

-Date prisa, no quiero acabar antes que tú.

-Pues si acabas, sigues, joder.

Rew la metió hasta que no pudo más y comenzó a follarla sin ninguna delicadeza.

-Oh, Rox, esta puta es la mejor que has encontrado hasta ahora.

-Oh... Por el Mago Blanco, me voy a correr... Mmm....

Aya gritó cuando éste lo hizo; el trasgo se detuvo, la dejó caer a su compañero para que la sosteniera y continuó a lo que iba, mordiendo los pechos inquietos de ella.

-Rox... no te entretengas... en cuanto me corra... nos vamos...

-¿Y como mierda quieres que me corra antes?

-¡Haz que te toque los cojones, idiota!

Rox recibió con una sonrisa la idea y obligó a Aya acariciárselos.

-No seas brusca o te empalo con la espada por donde te follo -masculló.

Prácticamente, los dos se corrieron al mismo tiempo; dejaron caer a Aya al suelo mientras Rew se contemplaba el miembro un poco enhiesto.

-Abre la boca, vamos -le ordenó a Aya, que hizo fuerza para mantenerla cerrada.

Rew le quitó la mordaza e intentó metérsela por la fuerza.

-Abre la puta boca, joder.

-¡Ariaaaaaan! -gritó en cuanto pudo.

Rew logró meterla con satisfacción.

-No te va a oir nadie. Venga, lame bien, zorra.

Arian alzó la cabeza ante el grito. Se había quedado contemplando el fuego y no se había percatado de que Aya tardaba demasiado para lo que había ido, una simple meada. Echó a correr espada en mano y se adentró sigilosamente donde los dos trasgos abusaban de Aya.

Mascullando internamente, se puso tras el trasgo que le daba la espalda y lo atravesó con la espada. Rew gritó de dolor al ver su corazón fuera del pecho, empalada con un objeto afilado. La sangre manchó el rostro de Aya, que cerró los ojos, jadeando y llorando.

Arian volvió a clavarle la espada, matando a Rew. Rox se quedó pasmado como un idiota al ver caer a su compañero, con los pantalones bajados.

-Jo-joder...

Rox echó a correr y Arian no se molestó en perseguirlo. Le quitó la mordaza a Aya, la desató y la atrajo hacia su pecho, abrazándola mientras ella lloraba. Le acarició el pelo y le quitó la sangre del rostro con un pañuelo. Se quitó la chaqueta y se la puso a ella para después cogerla en brazos, junto con su vestido rasgado.

Llegó al fuego con una Aya tiritante, llorosa y sin querer despegar el rostro del pecho de Arian, quien se sentó tal cual en el suelo, sin importarle que estuviera empapando su camiseta. Cogió la manta y se cubrió a él y a ella, cual cachorro herido.