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El umbral del placer (III)

en Erotismo y Amor

Wybie se quedó sin palabras cuando vio a Marie. No sabía que se tramaba entre manos Karl, pero presentía que no le gustaría, así pues, le arrastró a un rincón y le susurró:

-No podemos con ella aquí, ¿qué quieres, que el Führer te haga pedazos o qué?Es la mejor amiga de Eva.

Karl resopló, pues él lo ignoraba. Miró de reojo a la joven, se acercó a ella y le dio el mensaje que tendría queentregarleal mayor y la despachó. Una vez que la joven se hubo ido, miró pícaro a Wybie.Volvió besarla y a desabotonar la blusa que se había puesto con las prisas. Le besó en el pecho, mordisqueando el pezón hasta ponerlo duro.

-Oh, Karl, eres un travieso...

Él la llevó a la cama y la recostó, le besó en el cuello, la clavícula, siguiendo por el vientre. Le besó en su flor y ella gimió, tapándose la boca con la mano para no gritar de placer.

-Déjame que te mime yo, Karl.

El capitán soltó una carcajada, Wybie se bajó de la cama, se arrodilló y metió su sexo en su boca, jugueteando con la lengua. Se corrió en su boca.

-Mist!Perdona, Wybie.

-No importa, siempre me ha gustado el sabor que tiene.-Contestó con una risita.

Se levantó y se sentó en la cama, haciendo señas a Karl para que la acompañase. El aceptó con gusto y placer. La besó con ferviente pasión y le mordisqueó el labio inferior.

Entretanto, metió dos dedos en su interior, jugando con su clítoris. Cuando estuvo húmeda, se puso encima suya.

-Dobla las rodillas y separa las piernas.-Ordenó él.

Ella obedeció, sumisa y esclavizada del placer que deseaba fervientemente sentir. Sus besos y sus caricias hacían que se le estremeciese todo el cuerpo, como si supiese de antemano lo que le esperaba.

Él colocó su sexo al umbral de ella, y lo dejó ahí, martirizando a Wybie. Continuó acariciando sus pechos y pesando su cuello.

-Oh, por favor, Karl, hazlo ya. Te quiero dentro de mi.

Con aquella sonrisa de picardía que tanto le caracterizaba, entró en ella con lentitud, disfrutando cada avance. Wybie gimió levemente y se abrazó a él cuando comenzó a moverse, cogiendo el ritmo. Aplicándose con fuerza, le mordió el cuello y la oreja.

-Mein liebe... mehr dick...

Karl le besó en los labios, jugando con su lengua, al tiempo que se liberaba en ella.

Se levantó y respiró hondo.

Wybie se arregló en cuestión de un par de minutos, si bien no encontraba su ropa interior.

-Karl, ¿has visto...?-Sonrió al ver que tenía sus bragitas en la mano.

-Ven.

Hizo que ella se levantase la falda de nuevo, y la penetró.

-Una vez más... Pero rápido...-Afirmó Wybie, al tiempo que consultaba el reloj.

Cruzó las piernas tras su espalda mientras que Karl la sujetaba en brazos. Se apoyó en la pared y Wybie enterró su rostro en su hombro. Tras unos fervientes y alocados movimientos de aquellas caderas que tan bien conocía Wybie, ambos llegaron al orgasmo y Wybie no pudo evitar gritar.

Karl la bajó y le dio su ropa interior. Se despidió de ella con un beso.

-Hasta la noche, mein liebe.