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El Capitán y la Animadora

en Bisexuales

Entramos al vestuario bien sudados. Había sido un partido de la hostia y lo mejor es que yo había marcado uno de los cuatro goles con los que habíamos fulminado al equipo contrario.

Por detrás de mí entró Casper. El mote le venía porque era un “fantasma” de campeonato, claro que se lo podía permitir. Con sus 20 años muy bien puestos, pelo rubio, media melena, era la estrella del medio campo, por el que suspiraban las mamás y las hijas, con unas piernas duras como rocas.

El último en aparecer (siempre entraba el último, cuando el olor a cuerpo húmedo presidía ya el ambiente), fue Diesel, cuyo mote le venía al pelo (o mejor dicho, a la ausencia de pelo), que le asemejaba a una especie de Vin Diesel de 22 años. Después de felicitarnos a todos por el buen partido que habíamos hecho, se dirigió a Casper y a mí:

-Debo me ha dicho que vendrá en veinte minutos, cuando los demás se hayan largado ya.

En una película americana, Débora sería sin duda la capitana del equipo de animadoras, una rubia de tetas increíbles, la novia del quarterback… en este caso, Diesel. Aunque salían juntos, el capitán del equipo no tenía problema alguno en compartirla con sus compañeros. Pero no con todos, ojo, sólo con aquellos que se hicieran dignos de semejante privilegio. Para poder follarte a Débora en el vestuario, tenías que marcar un gol, tarea que casi siempre recaía en el propio Diesel. Él marcó el primero, Casper (que estuvo de lo más inspirado) marcó el segundo y el tercero, y yo, eterno suplente, había recibido la oportunidad de salir los últimos diez minutos del partido, y había marcado aquella tarde por primera vez desde que jugaba en el equipo. Aquella iba a ser mi iniciación en las fiestas pospartido, ésas de las que ninguno de los participantes se atrevía a decir nada. Los afortunados guardaban el secreto como si fuera una cuestión de estado, y al fin iba a saber por qué. 

Minutos después, alentados por un Diesel que se fue despidiendo de todos con la mejor de sus sonrisas, nos quedamos los tres a solas. Casper y él seguían aún con la ropa sudada del partido, pero yo ya me había duchado (supongo que por pudor, o coquetería), y mi cuerpo delgaducho se ocultaba tras una pequeña toalla blanca.

-¿Qué pasa, novato?, ¿tienes ganas de que llegue mi novia? Seguro que ya estás empalmado… –de un tirón, me quitó la toalla. Efectivamente, no podía evitar que mi polla apuntase a matar.

-Joder, Di, ¡eres un cabrón! –protesté, mientras los otros dos se reían.

-¿Acaso piensas saludar metiéndole el rabo por la boca? –se cachondeó ahora Casper-. Tendrías que haberte hecho un par de pajas, porque esa tía te va a dejar seco en dos minutos.

-¿No será que le pone la idea de vernos en las duchas…? –sonrió Diesel, acercándose más a mí. Me dio un pequeño manotazo en la polla, que casi ni se movió de lo rígida que la tenía. Casper también se acercó, y me la cogió con toda la mano, al tiempo que susurraba:

-Apuesto a que te corres con sólo dos meneos.

-¡Jódete, Cas! –le aparté de un empujón, y me agaché a recoger mi toalla.

-Vaya, vaya –musitó Débora, desde la puerta-, yo creí que venía a cepillarme a tres tíos con pelos en los huevos, y me encuentro con una niña y dos maricas. ¡Qué decepción!

-Pero si ya está aquí mi putita preferida… –soltó Diesel con chulería, pasando de mí. Se acercó a ella, y le estampó un morreo de campeonato, cogiéndole del culo con fuerza. Ella se dejó hacer, y se dejó sobar el trasero por aquel pedazo de tiarrón que le sacaba un palmo de alto y otro de ancho. Casper me miró, me indicó con la cabeza que me acercase hasta ellos, pero yo me quedé quieto, expectante. Él sí que fue hasta allí, mientras Diesel seguía amorrado a Débora, comiéndole la boca con ganas. Casper se colocó detrás de aquella imponente rubia, y agarrándola por la cintura, empezó a frotarse contra su culazo ceñido, pero… ¡sin que Diesel hubiera apartado aún las manos de allí!

Como he dicho, era la primera vez que yo estaba en una de esas fiestas del vestuario, así que no conocía las reglas, ni parecían ellos muy por la labor de detallármelas. Por lo pronto, lo que veía me estaba dejando casi sin aliento. Diesel no sólo no apartó sus manos cuando Casper empezó a frotar su paquete contra el culo de Débora, sino que incluso parecía molarle notar cómo al otro se le ponía la polla bien dura bajo la ropa. La rubia giró entonces la cabeza, sin cambiar de postura, y le ofreció su boca al “fantasma”, que la tomó con gusto. El capitán se entretuvo entonces mordisqueándole el cuello, mientras las manazas de Casper le sobaban ahora el culo sin contemplaciones, para mi absoluto desconcierto. Eso era lo que más me gustaba de cuando Diesel metía un gol, que todos íbamos a sobarle y a darle palmaditas en el culo. Pero creía que eso era exclusivo del campo de fútbol. Y ahora comprobaba que no.

Tras unos instantes de fregoteo, Diesel se volvió hacia mí, como si acabara de darse cuenta de mi existencia. Bajo el pantaloncito blanco de la equipación, su polla empezaba a dejarse notar. El tío me miró, sin decir nada, mientras las manos de Débora se le metían ahora por debajo de la camiseta azul cielo, acariciándole los abdominales firmes y compactos.

-¿Qué le pasa a éste? –preguntó ella, sin dejar de restregarse en mitad de aquel sándwich de músculos.

-Creo que al novato le das miedo –respondió Diesel, sonriente-. Hace dos minutos me ha dicho que te iba a meter el trabuco por la boca en cuanto te viera entrar, pero parece que ya no lo va a hacer.

-Yo no he dicho…

-¡No te preocupes! –tentadora y perdonavidas, Débora siguió acariciando a su novio con cierta lascivia de gata insatisfecha-. Es tu segunda temporada en el equipo, ¿verdad? Sé que el año pasado chupaste mucho banquillo, y que por fin te están dando la ocasión de despuntar.

-¿Sabes una cosa? –dijo Diesel, con cuatro manos ahora sobre su cuerpo: las de ella en su pantalón, y las de Casper bajo su camiseta-. Débora apostó por ti desde el principio de la temporada. Dijo que merecías una oportunidad, y por eso las has ido teniendo en los últimos partidos.

-¿En serio? –la miré, sorprendido.

-Pues sí. No tengo ocasión de follarme a muchos “defensas”, aunque algunos estáis muy buenos. El año pasado, Jonás me la metió durante cuatro partidos seguidos. ¿Los recuerdas? No cabe duda de que sus goles fueron bastante decisivos y nos ayudaron a quedar primeros, ¿verdad?

-Esta fulanita cachonda es el mejor aliciente para marcar, ¿no crees? –esto lo dijo Casper, aferrado a la cintura del capitán, mientras seguía frotándose contra el culo de la rubia en aquel excitante emparedado humano-. Aunque estoy pensando que a lo mejor no es Débora precisamente, el incentivo que deseas…

El “fantasma” llevó sus manos más abajo del ombligo, donde el elástico del pantalón de Diesel, y desabrochó el cordón. Yo seguía sin moverme, con la tienda de campaña bajo la toalla, alucinando con la escenita que me estaban regalando. Finalmente, opté por decir algo, antes de quedarme al margen.

-Veréis, es que yo no conozco las normas de este juego.

-Lo entendemos perfectamente, novato, pero no te preocupes, que es un “juego” muy sencillo –el capitán dio un par de pasos hacia mí-. Lo primero que tienes que hacer es dejarte ver.

Tiró de mi toalla, dejándome en bolas. Luego se puso a mi lado y me pasó un brazo por la nuca, mientras los otros dos nos observaban con complicidad. Me condujo frente a Débora, colocándome a pocos centímetros de ella y su vestido negro ceñidísimo. Desde detrás, Diesel me siguió susurrando:

-Después de dejarte ver, hazte notar –se me arrimó hasta que sentí toda su tranca dura clavada contra las nalgas de mi culo desnudo. Me agarró suave de la nuca, y me preguntó si la notaba. Le dije que sí, casi en un suspiro-. ¡Pues que ella también note la tuya!

Con su mano firme, condujo mi cara hacia la de su novia. La rubia no se cortó un pelo, y me metió la lengua hasta el fondo. Diesel siguió empujando, su polla se restregó contra mi culo, mientras la mía se estrellaba contra el vestido negro. Estuvimos así unos minutos eternos, morreándonos Debo y yo; Diesel se afanaba en cogerme de las caderas y menearme contra su entrepierna; Casper había ido metiendo sus manos entre la rubia y yo, a ratos sobándome la polla sin manías… y así hasta que fue levantando lentamente el vestido negro, dejando al descubierto que la tía no llevaba ni bragas ni sostenes. Mi nabo estaba a escasos centímetros de su coño, con la punta dispuesta a entrar.

Débora y yo dejamos de besarnos, y ella levantó los brazos para desprenderse del vestido. Casper lo tiró al suelo, y empezó a sobarle aquellos increíbles melones. Ver a la rubia completamente desnuda (y comprobar que era rubia natural), fue una auténtica pasada. Tenía los pezones más grandes que yo había visto nunca. Volvimos a comernos las bocas, sólo que esta vez no cerré los ojos. Casper le magreaba las tetas con las manos bien abiertas. Excitadísimo, flexioné un poco las rodillas y le metí a Débora la polla. Entre los empellones que Diesel me seguía dando por detrás, y lo lubricada que estaba ella, mi rabo entró con asombrosa facilidad en su cueva. Débora ahogó un jadeo en mi boca, y separando nuestros labios, me dedicó una sonrisa:

-Chicos, os informo de que el novato me la acaba de meter… 

Acto seguido, se colgó de mi nuca, y noté que los cuatro nos movíamos hacia adelante, hasta que la espalda de Casper se dio contra el murete, y mi verga se le metió a Debo hasta el fondo, provocándonos a los dos un fuerte gemido. Empecé a moverme dentro de ella, sus piernas estaban elevadas, se enroscaban, pero no a mi culo, sino al de Diesel, que seguía embistiéndome por detrás. Vi que el capitán la cogía del pelo, y que se empezaban a morrear sobre mi hombro. Casper, con su rostro sudado a pocos centímetros del mío, no dejaba de sonreír.

-¿Te lo estás pasando bien, novato? –me preguntó.

Como toda respuesta, utilicé una de las manos con las que le sujetaba el culo a Débora, y con ella desabroché el cordón de su pantaloncito. Le vi morderse el labio inferior, así que no creí que le fuese a molestar lo más mínimo mi atrevimiento. Al contrario, Casper se alzó un poco sobre la punta de sus pies, para que yo pudiera notar su paquetón en contacto con mis manos. Dura como una roca. Un pedazo de polla que me pareció gigantesca. Después de palparla unos segundos, de comprender que aquello era un armatoste de proporciones desmedidas, fui introduciendo mis manos por dentro de su pantalón. El “fantasma” súper dotado siguió sonriendo, mientras yo bordeaba el elástico de su slip y seguía follándole el coño a la rubia.

-Tú no te cortes, eh macho… que aquí no somos egoístas, y todo es de todos.

-¿Todo de todos? –repliqué.

-Absolutamente todo.

Entonces se me ocurrió. Aunque ya me había quedado claro que no había inhibiciones dentro de aquel vestuario, las palabras de Casper fueron la señal que esperaba. Miré a Debo a los ojos, le robé un último mordisco a sus labios mientras sus piernas se descolgaban y mi polla abandonaba el calor de su coño, y me separé un poco de ella, dejándola en buenas manos. Enseguida se giró hacia el “fantasma”, igual que hice yo, dando media vuelta para encararme con Diesel.

-¿Es verdad lo que ha dicho Cas?, ¿que aquí todo es de todos? –le puse mi mano sobre el pantalón.

-Eso es…

-Entonces, quiero un poco de esto –me explayé en sobarle el rabo y las pelotas.

-Muy bien, novato. Menú a la carta: ¿me la quieres comer?, ¿o prefieres que te la meta por el culo?

-¿Cuál es tu especialidad?

-Me va todo, así que ya sabes, self-service, macho, sírvete tú mismo –se quitó la camiseta, y me guiñó un ojo. Aquello fue lo máximo. Mi polla a apenas tres centímetros de su montaña bajo el pantaloncito blanco, y Diesel, con las manos en la nuca después de tirar la camiseta al suelo, esperando a que yo me lanzara.

Casper, sin quitarse siquiera la ropa, había empotrado a Débora contra el murete, y se la estaba tirando por detrás. No tardé nada en arrodillarme, y quitarle al capitán la equipación deportiva. Llevaba un tanga negro del que se le salía la minga por un lado. Su gusto por los tangas fue otro descubrimiento. Diesel nunca se duchaba con el resto del equipo, “sólo en pelotas para los goleadores”, parecía su máxima, con un lema por bandera: “Si quieres verme el culo, marca un buen gol y estará a tu disposición”. Le hice darse la vuelta, para entrar en contacto visual con sus nalgas, mientras Casper seguía trincándose a Débora de un modo salvaje. Pensé en aquella trepanadora que al “fantasma” le colgaba entre las piernas, y entendí perfectamente que la rubia no dejase de gritar… Cogí las tiras del tanga de Diesel, y tiré de ellas hacia abajo. Las botas y las medias no se las quise quitar, porque me daban mucho morbo.

-Apóyate en el banco –le pedí. Dio un par de pasos, y se inclinó hacia adelante, dejando a la vista y bien abierto, todo el agujero de su peludo y sudado ojete. Le abrí aún más las nalgas, y saqué la lengua para empezar a comerle el culo. Con gula, lo recorrí de arriba abajo, centrando mi atención en su agujerito, y enredando le lengua entre los pelos. Olía a puro macho, con ese sabor salado y dulzón que había olido antes en mis propios calzoncillos. Me giré un momento, para observar a nuestros compañeros de orgía, y comprobar que estaban de lo más entretenidos. Casper ya se había desnudado, y Débora, de rodillas, no dejaba de sacarle brillo al fusil del centrocampista. Impresionante verga, la que se gastaba el cabrón, y eso que ni siquiera la llegué a ver del todo… y la rubia se la metía en la boca como si fuera un caramelo. El “fantasma” sonrió, como si me estuviera invitando a probar su chupachups. Sin perder el contacto visual con él, saqué mi lengua y le lamí a Diesel las pelotas por detrás.

-¿Qué tal, capi?, ¿te mola lo que te está haciendo el novato? –le preguntó Casper.

-¡Mucho! –Diesel se movía lo justo para que mi lengua le rozara la raja, para sentir cómo le chupaba ese agujero que tantas veces había fantaseado con follarme. Al cabo de un momento, mi semental se dio la vuelta y me hizo una propuesta-: ¿Por qué no me llevas a las duchas? Me debe apestar el culo a sudor…

Fue como una orden para mí. Fuimos hasta el otro lado del murete, y me puse bajo el chorro del agua templada, atrayéndole hacia mí para comerle un rato la boca. No estaba convencido de que quisiera besarse conmigo, pero la verdad es que Diesel estaba de lo más entregado. Su cabeza rapada salpicaba gotitas que me caían en la cara, y que humedecían nuestros labios. Le chupé la barba de tres días, que aún sabía salada por el sudor del partido, y le comí el cuello con intención de dejar mi huella en él. Pero eso no le hizo mucha gracia, porque me dio un pequeño empujón contra el grifo, que se me clavó en la espalda.

-Ten cuidado, novato… ¡Nada de marcas! –al mismo tiempo que me lo decía, se me acercó tanto que mi espalda se volvió a clavar contra el grifo, y nuestras pollas entraron en húmedo contacto bajo el chorro templado. Me lanzó un susurro, mirando mis labios-: ¿Para qué me has calentado antes el ojete, campeón?

-Porque tenía intención de meterte un golazo por detrás.

Mi respuesta sincera le arrancó una sonrisa, que siguió allí mientras se tumbaba en el suelo mojado. Me acabé sentando sobre su estómago. Al mismo tiempo que nos comíamos de nuevo las lenguas, me fui moviendo un poco hasta dejar que nuestras pollas quedaran en paralelo. Después me incorporé, las cogí las dos en una mano, y empecé a menearlas al unísono. El agua templada me caía en la espalda. Le pedí que se diera la vuelta. Mis pelotas reposaban ahora sobre su duro trasero. Alargué la mano para coger el bote de gel que había dejado allí después de ducharme; me puse un poco en la mano, y hurgué entre aquellas dos nalgas que parecían dos balones de cuero. Le metí primero un dedo, y viendo que le gustaba, le metí otro. Estaba claro que Diesel había tragado por detrás con regularidad, porque no me costó demasiado dilatarle, y sólo con las chupaditas de antes no hubiera conseguido dejar receptivo a alguien que no acostumbrase a dejarse follar. Con el tercer dedo dentro de su culo, el capitán empezó a jadear con fuerza. Entonces me lubriqué la punta de la polla, se la puse en la misma raja, y apoyándome en su espalda le fui metiendo el rabo poco a poco, hasta que se lo tragó enterito. Le fui dando por detrás, primero con cuidado pero luego más salvaje, y Diesel empezó a gemir como si le estuviera haciendo daño. Me acerqué a su oído para provocarle:

-Puede que no te muerda el cuello, pero te aseguro que vas a ir escocido unos días, cabrón –le dije, aunque eso le puso todavía más cachondo.

-Tú disfruta… campeón… que ya… aahhhh… ya te las verás después…

Le seguí bombeando con saña, disfrutando cuanto pude del momento, sabiendo que una experiencia así rara vez se repite. A punto de correrme, le saqué el cacharro del culo, y acabé descargando contra sus nalgas y su espalda. Froté el nabo sobre la lefa, y luego me agaché y empecé a chupar la corrida. Diesel dio media vuelta y quedó tendido boca arriba, clavándome la polla en el estómago.

-Y ahora qué, jefe, ¿me vas a meter un buen gol? –le pregunté, mientras le meneaba un poco el rabo para que se pusiera duro del todo.

-Te acabas de follar al capi y a la animadora, pero va a ser el soldado Cas quien aparque la moto en tus posaderas. Te aseguro que vas a alucinar con su cilindrada… Cuando te la empieza a meter crees que te vas a partir en dos, porque ese hijo de puta tiene la tranca más descomunal que he tenido el placer de comerme. ¿Se la has visto? –asentí con la cabeza, recordando la boca de Debo ensartada-. Pues cuando se la cojas con las dos manos y aún te quede polla que comer, acuérdate de mí.

Me mordí el labio inferior mientras Diesel se deshacía de mí para intentar levantarse. Se colocó bajo el chorro del agua para limpiar mi semen de su espalda y yo me levanté para cogerle de la cintura con nuestras pollas en contacto. Le ataqué con un potente morreo acariciando su cabeza rapada, al tiempo que notaba como posaba sus manos en mi culo y me lo magreaba excitándonos de nuevo a ambos.

-Necesitarás todo el lubricante posible –me dio una palmada en el trasero, sonrió, y se agachó para recoger el bote de gel. Sólo cuando vi la leve rojez que se intuía entre sus nalgas, fui realmente consciente de que me lo acababa de follar.

Cuando salimos a la zona del vestidor, Casper seguía con la equipación puesta, follándose a Débora de espaldas sobre el banco de madera. Nos vieron entrar, y cesaron las embestidas de aquel macho superdotado contra aquella rubia viciosa completamente en cueros. Débora levantó la cara sudando por la mezcla de dolor y placer que Casper le provocaba al penetrarla. Diesel se separó de mi lado y caminó hacia ellos.

-Oye colega, te cambio este moreno por esa rubia…

Cas se subió el pantaloncito corto blanco al salir de ella, como si le diese pudor que le viéramos la polla. Pero aun así, las medidas que se intuían bajo la tela daban cierto pavor. Debo se levantó del banco algo dolorida, aunque no tardó en lanzarse al cuello de Diesel. Antes de darnos cuenta, ya tenía el rabo del capitán metido por el coño, y lo cabalgaba como si fuera una estrella del rodeo. Enseguida desvió Cas mi atención, trincándome del manubrio como si fuese la correa del perro. Me llevó de nuevo hacia las duchas, y allí se colocó bajo el chorro del agua, que empapó su camiseta azul por completo. El cabrón estaba realmente mazado, y su impresionante anatomía se transparentaba bajo la ropa mojada.

-¿No piensas quitarte la ropa? –le pregunté.

-No me gusta que me vean desnudo…

-¿En serio? –aluciné-. Si yo tuviera un cuerpo como el tuyo, me pasearía en pelotas todo el día –le escaneé de arriba abajo, comprobando que el pantaloncito ya mojado dejaba intuir una auténtica maza de carne-. Entonces ¿no te la puedo ver?

Negó con la cabeza, aunque sin mucha convicción. Por eso llevé mis manos hasta el elástico del pantaloncito, y tiré de él sin prisa. Miré hacia abajo, mientras él me observaba como un corderito a punto de entrar en el matadero. Aquello era lo más enorme que había visto nunca, y eso que en algunos de mis videos porno las había visto bastante grandes. El cipote de Cas apenas se mantenía erecto, con la punta casi cubierta por la pielecilla, y caída hacia un lado.

-Siéntete un privilegiado –me dijo-, porque nunca permito que nadie me la vea.

-No será porque tengas complejo de picha-corta…

-Supongo que todo lo contrario –se encogió de hombros-. La reacción habitual cuando alguien empieza a intuirla, es echarse para atrás, o buscar una excusa para salir corriendo.

-Bueno, es que da un poco de miedito, la verdad –introduje una mano dentro de su ropa, sólo para sopesar aquel bichaco que se asemejaba a una morcilla. Le eché la piel hacia atrás, con cuidado de no hacerle daño, y empecé a apretujar su glande. Eso le debió gustar, porque me tomó de la nuca y me soltó un buen morreo.

-Dime que no vas a salir corriendo, porque me encantaría que lo intentases –susurró, con sus carnosos y húmedos labios sobre los míos. Después, su mano en mi nuca empezó a hacer un poco de presión hacia abajo, lo que me dejó claras sus intenciones.

-No sé si seré capaz –su saliva aún colgaba de mis labios cuando llegué hasta su barbilla.

-Por favor… –musitó, en un suspiro.

Me sentí un poco acojonado, imaginar aquella tremenda verga adentrándose en mi boca resultaba tan excitante como complicado. Chupé y mordisqueé sus pezones sobre la camiseta mojada, mientras le rodeaba con ambas manos, y las metía bajo su pantalón para deleitarme con el contacto de su culazo. Volvió a lanzarme ese suplicante “por favor”, como si temiera que no me atreviese a concluir la tarea. Empecé a bajarle el pantaloncito mientras le lamía el estómago, y pronto acabé con las rodillas plantadas en el suelo charqueado. No la tenía dura del todo, daba la sensación de que era imposible enderezar aquel mástil. Se la cogí desde la base con toda la mano y todavía quedó suelto un trozaco de carne que daría para hacer otra buena polla. Me golpeé la mejilla con su rabo unas cuantas veces mirando hacia arriba para saber si aquello le excitaba. Casper sonrió sin dejar de sujetarme la cabeza.

-No apartes la mano de ahí porque te ahogarás –me dijo al tiempo que conducía la punta de su polla hacia mi boca. Seguí el consejo sabiendo que me la quería ensartar de un golpe-. Gracias por hacer esto, colega.

-De nada –fueron mis últimas palabras antes de verme invadido.

Me costó mucho acostumbrarme a su grosor y tuve no pocas arcadas, pero todo fuera por hacerle un favor a Cas… Estaba tan metido en la tarea, que ni siquiera me di cuenta de que teníamos espectadores hasta que oí la voz de Débora:

-Parece que lo estáis pasando bien, ¿eh?

Diesel y ella estaban cada uno bajo uno de los grifos, limpiándose los restos de aquella juerga. El capitán no me quitaba ojo, y con una gran sonrisa me dijo:

-¡Jodidos novatos! Siempre picáis con el rollito del semental incomprendido…

Los tres estallaron en una carcajada, mientras yo aceptaba mi condición de pardillo.

                                                                                            FIN

Nota del Autor:

Muchas gracias a cachorro por dejarme hacer la puesta al día de su fantástico relato.