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Los hermanos Ballester: [RAQUEL]

en Bisexuales

NOTA del AUTOR: esta historia rescata algunos personajes del relato [Buscando chicos... tres amigas], aunque no forma parte de una saga y se puede leer sin conocer los antecedentes. Tan sólo explora la relación de los hermanos Ballester y la chica que “comparten”.

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1)  Despertar juntos un domingo de otoño...

Era la segunda mañana de aquel fin de semana de puente que se alargaría hasta el lunes por la noche. Los padres se habían ido confiando en la madurez y responsabilidad de sus dos hijos, y media hora después de que el coche de los Ballester se hubiera alejado calle abajo, Raquel llamaba a la puerta y se presentaba con la mejor de sus sonrisas y una mochila a la espalda. Era novia del mayor y compañera de clase del más joven. Salieron el viernes para un tranquilo botellón en el parque con los colegas del instituto, volviendo cerca de las tres de la madrugada. El sábado entero lo pasaron los tres juntos y solos, aislados del mundo exterior, descubriendo una nueva forma de relacionarse.

A la mañana siguiente, domingo, Raquel fue la primera en abrir los ojos; intuyó que debían ser cerca de las doce del mediodía por la cantidad de luz que se colaba por las rendijas de la persiana. Estaba tumbada bocabajo con la mitad superior de su cuerpo volcada sobre Rubén, la cálida almohada a la que se había abrazado durante toda la noche. Sin llegar a roncar, su novio emitía un bufido que dejaba claro la placidez en que se encontraba. Se despegó con sigilo y al tratar de girarse se topó con la resistencia que oponía la presencia de Jorge a su espalda. Lo sorteó sentándose en el colchón y saliendo de debajo del edredón que les había dado calor durante el sueño. Notó algo de frío en sus pechos desnudos, de modo que salió de la cama arrastrándose hasta el final y se agachó para coger del suelo la camisa a cuadros que Rubén había llevado durante el botellón del viernes en el parque. Al ponérsela por encima, la pelirroja notó el aroma y se dijo a sí misma que debía avisar a su novio de que le olía la ropa a maría.

Cuando se volvió para mirarles, los hermanos dormían como gatitos mansos con un pequeño hueco entre sus cuerpos: Rubén bocarriba con su fibrado pecho al descubierto, Jorge de perfil tapado hasta las orejas. Salió de la habitación sabiendo que podía pasearse por aquella casa (un adosado de dos plantas “bastante virguero”, como lo solía describir el pequeño de los Ballester) sin temer que alguien la viera vestida únicamente con una camisa que apenas le cubría el sexo... Bajó hasta la cocina para prepararse un café con leche, ya que allí no tenía a la pesada de su madre diciéndole que “las niñas no deben tomar café”, como si no hiciera ya bastante tiempo que Raquel había dejado de ser “una niña”. ¿Qué habría pensado la buena mujer de haberla visto la noche anterior en la cama con dos chavales?... Pronto subió para darse una ducha.

Se desnudó en el cuarto de baño y abrió el grifo para atemperar el agua; miró la taza del váter, pero decidió seguir su costumbre habitual de que el primer pis de la mañana fuera un pis ecológico en la ducha. El agua seguía igual de gélida que al principio. Tal vez había que encender primero la caldera, así que sin cerrar el grifo se puso la camisa y salió del cuarto de baño caminando de puntillas sobre el suelo frío. Al asomarse a la habitación algo la frenó, la hizo permanecer medio oculta, sólo asomando la cabeza. Jorge parecía estar despierto, seguía de perfil pero ahora en dirección a su hermano, ocupando el hueco que ella había dejado al levantarse.

Desde donde estaba no podía verle la cara a su cuñadito, pero le imaginó con los ojos abiertos y contemplando aquello que sus dedos estaban acariciando, que no era otra cosa que el pecho de Rubén. Una mano lánguida que se deslizaba sin excesivo entusiasmo por toda la zona pectoral que su novio tenía destapada en ese momento, sólo la exploraba como si quisiera palpar su textura. Aquello la hizo sonreír porque levantaba aún más las sospechas que ella tenía desde hacía algún tiempo sobre la orientación sexual de su compañero de clase... y que después de todo lo ocurrido el sábado casi podía dar por confirmadas. Como no quería resultar invasiva, Raquel retrocedió unos pasos, volvió al baño y cerró el grifo, luego encaró el pasillo carraspeando con naturalidad antes de acceder a la habitación.

En ese intervalo de tiempo tan corto, Jorge había vuelto a la misma posición que cuando ella había despertado, de perfil en dirección a la pared, dándole la espalda a su hermano, aunque al girarse (sin duda con urgencia) se había llevado el edredón consigo y ahora Rubén tenía una pierna destapada. Raquel se acercó rodeando la cama por el lado que ocupaba el más joven, se sentó y se inclinó un poco hacia él:

-Jorge, ¿estás despierto? –le besó la mejilla-. Buenos días, guapo.

-Hola Reich... –el chaval aparentaba estar más dormido de lo que ella creía que estaba-. Joder... ¿qué hora es? Menudo dolor de tarro...

-Cerca de la una –le acarició el pelo-. Perdona que te haya despertado, pero es que iba a darme una ducha y no sale agua caliente.

-Hay que encender la caldera...

-Ya lo hago yo, ¿dónde está? –Raquel se puso en pie.

-No te preocupes, yo la enciendo.

Jorge levantó el edredón y acabó sentándose en el borde de la cama mientras se frotaba los ojos. Raquel sonrió al mirarle entre las piernas y comprobar que tenía su bonita verga completamente dura.

-Vaya, parece que te he pillado en mitad de un sueño caliente, ¿no?

-¿Eh? No, qué va... sólo es que tengo ganas de mear...

Se levantó Jorge de la cama y la pelirroja siguió sonriendo mientras le veía caminar hasta la puerta moviendo con gracia sus nalguitas blanquecinas.

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2)  Una ducha para despejar dudas...

Al cabo de unos pocos minutos, Raquel sintió que el agua, por fin caliente, resbalaba por su cuerpo dentro de la ducha; ésta era rectangular y sin altura, estaba situada casi a ras de suelo. La mampara semi transparente le dejó percibir la presencia de uno de los dos hermanos Ballester de pie frente a la taza del váter. Por el contorno de aquella silueta intuyó que se trataba de Jorge, y que posiblemente Rubén siguiera durmiendo plácidamente, ajeno a lo que Raquel estaba empezando a confirmar esa mañana. Cerró el grifo y descorrió apenas unos centímetros para asomarse a observar.

-¿Te vas a duchar? –le preguntó; vio cómo Jorge sujetaba su pene flácido apuntando hacia el centro del inodoro.

-Sí, pero no tengo prisa –sonrió el chaval mirando hacia abajo; seguía completamente desnudo.

-Podrías ducharte conmigo.

-Tranquila, que hoy tampoco tenemos que ir a ningún sitio, ¿no?

-Como veo que aún sigues algo atolondrado, te lo diré más claro: te estoy haciendo una proposición deshonesta. Quiero que te duches conmigo porque me apetece que nos enrollemos. ¿Lo pillas, tontín?

Jorge se dio unas sacudidas para dejar escapar las últimas gotas, y aunque seguía sonriendo tardó en girarse hacia ella; no lo hizo hasta no escuchar cómo Raquel descorría la mampara un poco más.

-¿Ahora mismo?, ¿lo dices en serio?

-Claro. No hace ni cinco minutos que estabas duro como una roca, y no me creo que fuera sólo porque te estabas meando... Anda, ven –estiró una mano hacia él y le hizo un hueco a su lado.

El joven Ballester se lo pensó un instante pero acabó accediendo al interior de la ducha sólo un segundo antes de dar media vuelta y tratar de salir:

-Espera, que no he tirado de la ca...

-¡No! Ven aquí... –Raquel le hizo encararse a ella-. ¿Qué pasa contigo, Jorge?

-Nada, tía, sólo iba a tirar de la cadena... ¿Qué pasa?, ¿es que aún te dura el calentón de anoche? –Jorge trató de darle la espalda otra vez, pero ella le frenó.

-Para, por favor, ¡para un momento y mírame! –le tomó de la barbilla-. Sólo escucha, ¿vale? Al empezar el curso, tú y yo nos lo montamos un par de veces y creo que estuvo bastante bien, ¿no? Pero desde que salgo con tu hermano no te has vuelto a acercar a mí si no es con Rubén de por medio...

-Joder, Reich, es tu novio, no sé qué decirte. Y además, tampoco entiendo a qué viene esto ahora. ¿Sólo es porque te has levantado cachonda? –Jorge se acercó a ella ajustando la mampara a su espalda-. Venga, dime, ¿qué te ha picado?

Raquel se dejó abrazar la cintura e inclinó la cabeza con una sonrisa; notó la cercanía del chaval entre sus piernas pero no se dejó embaucar por él:

-En realidad, lo de que nos enrolláramos era una excusa para poder estar a solas contigo aprovechando que Rubén todavía duerme.

-Se estaba desperezando cuando me he venido al baño, así que di lo que tengas que decir o nos va a pillar en la ducha.

-Seré breve y sincera, Jorge. Creo que te molan los tíos.

-¿Qué?

-Y más concretamente, creo que te mola Rubén.

-¡¡Jajaja!! –prorrumpió el chaval en una carcajada escandalosa-. En serio, tía, se te ha ido la olla... ¿Pero qué cojones dices?, ¿cómo me va a…?

-Niégalo, si quieres, pero no me vas a convencer.

Jorge la apretó un poco más desde la cintura para hacer notar su sexo despertándole entre las piernas. No le dijo nada, simplemente acercó la cara y la empezó a morrear como si no hubiera nada en el mundo que deseara tanto como aquello. Raquel se dejó hacer, bajó las manos por su espalda y las llevó hasta el culo de su cuñadito para apretarse todavía más. Luego cabeceó y retiró sus labios liberándose:

-¿Es así como me lo piensas demostrar? –le provocó.

-No tengo que demostrarte nada, bonita... si quieres que te folle, sólo tienes que pedirlo... no hace falta que montes numeritos absurdos... ni que digas tonterías...

La polla de Jorge se frotaba sinuosa contra el coño de Raquel, que aún volvió a rechazar sus besos. Se le estaba poniendo más dura por momentos y se sentía lo bastante lubricada como para que la verga se le metiera dentro con pasmosa facilidad. Pero se resistió a dejarla entrar. El chaval no la soltaba, y sus rodillas se estaban posicionando para que el rabo apuntase directo a la diana. Las manos de Jorge apretaron con fuerza los cachetes de su culo y fue inevitable dejarse coger por él, notar que la penetraba, que la montaba y la arrastraba unos centímetros contra la pared, que la embestía y levantaba una de sus piernas para accederle mejor... Fue una penetración brusca, mientras le mordisqueaba la barbilla y trataba de encontrar su boca. Raquel ya no se pudo resistir más, se dejó morrear y follar por Jorge, le vio cerrar los ojos y se preguntó qué le debía estar pasando por la cabeza.

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3)  “Anoche volviste a hacerlo...”

No dejó de mirarle, pero enseguida pudo ver también, más allá de su hombro, que Rubén acababa de entrar en el cuarto de baño y su silueta se encontraba inmóvil al otro lado del cristal esmerilado. Raquel tiró a Jorge del pelo mientras sonreía; el chaval no dejó de penetrarla con cierta furia, ajeno a lo que se movía a su espalda:

-Joder, colegas... menudo despertar tenemos, ¿no? –oyeron bramar a Rubén antes de que descorriera la mampara-. ¿Acaso vosotros no tenéis un poquito de resaca?

-Es que tu hermanito... se ha despertado muy cachondo... –le dijo Raquel con una mirada algo maliciosa, sin dejar de recibir las embestidas de Jorge.

-Qué mentirosa eres... –protestó él-. Si casi me lo has suplicado, cabrona...

-¿Qué pasa chaval? –Rubén le palmeó el trasero a su hermano mientras accedía al recinto de la ducha-, ¿es que ni siquiera puedes esperar a que desayunemos como las personas civilizadas?

Se colocó junto a los dos y tomó a Raquel de la nuca antes de besarla. Lo hizo con los ojos abiertos, mientras Jorge seguía clavándole estocadas ahora menos rabiosas, algo más contenidas pero igual de contundentes. Después de besar a su novia, Rubén le plantó una mano a su hermanito en el hombro y se miraron a los ojos. Raquel sonreía y se agitaba por la firmeza con que Jorge entraba en ella; aquella mirada que percibió, tan diáfana y despejada como un amanecer azul, tan agradable y fresca como una rosa con gotitas de rocío, aquella mirada que se dispensaron los Ballester decía mucho más de lo que las palabras podrían contar a gritos... Por eso no le extrañó lo que acabó diciendo Rubén:

-Chaval, anoche volviste a hacerlo...

-¿De qué... hablas...?

-De esos ojitos que pones. De cómo me miras cada vez que te follas a Raquel. No sé si lo haces para cabrearme, o me estás intentando decir otra cosa...

Jorge frenó el ritmo de las embestidas sin llegar a detenerse, mientras la mano de Rubén bajaba por su espalda. Notó que le volvía a cachetear el trasero antes de decirle:

-Pero no te preocupes, Jorgito... que ya lo hablaremos, no olvido que tenemos una charla pendiente desde ayer. Cuando acabéis de joder, os espero en la cocina. Iré preparando el desayuno.

Salió del recinto de la ducha y volvió a correr la mampara dejándoles dentro. Raquel se abrazó a Jorge y le dio un pico en los labios con ojos brillantes y sonrisa constante:

-Me alegra saber que me quedé con el más listo –pronunció despacio e intencionado.

-Eres una perra... –negó él con la cabeza antes de volver a comerle la boca.

-Lo que tú quieras... ahhh, chaval... pero Rubén no es tonto... te aseguro que sabe lo que está pasando contigo...

-Sólo quiere... que deje de mirarle...

Jorge tenía a Raquel cogida ahora de los dos muslos, montada sobre su cintura y postrada contra la pared. La embestía con nuevo brío, de un modo continuado, de tal forma que era complicado mantener una “conversación” más allá de jadeos ahogados; de modo que dejaron de hablar y se dedicaron a besarse, a devorarse mientras el chico notaba a Raquel corriéndose entre espasmos... La pelirroja agotó sus últimas fuerzas entregándose al placer de aquella sublime culminación, dejándose llevar por aquel polvo rápido y rabioso en la ducha. Acarició la nuca de su joven amante, que había hundido la cara en su hombro mientras iniciaba un definitivo y potente metisaca que concluyó con la clavada más profunda, la que acompañó a su corrida, la que la dejó llena por dentro, satisfecha y colmada hasta el puro desbordamiento.

Acabó deslizando las piernas despacio hasta plantar de nuevo los pies en el suelo de la ducha. Jorge seguía dentro de ella y escondido en su hombro, pero habían cesado las embestidas; parecía que ambos cuerpos temblequeaban todavía por el esfuerzo y la dificultad de echar un polvo en esas circunstancias. Raquel le abrazó con fuerza, sintió que las manos de Jorge se enroscaban en su cintura como si tuviera miedo a que le dejaran escapar. La pelirroja supo enseguida que aquel clímax le había traído al chaval algo más que un espeso reguero de semen matutino; tal vez grandes dudas, tal vez complicadas confirmaciones. Por eso le tomó de las mejillas y lo arrancó de su hombro. Le miró a los ojos humedecidos, algo avergonzados:

-Todo está bien, Jorge –le dijo.

-No, Reich... nada está bien...

-Tienes el mejor hermano del mundo. No deberías preocuparte.

-...soy un gilipollas... –susurró Jorge.

-Sí, lo eres. Y eso forma parte de tu encanto.

El joven Ballester la miró a los ojos, frunciendo un poco el ceño, pero enseguida se dejó imbuir por la sonrisa que Raquel le dedicaba, y acabaron los dos soltando una carcajada que les llevó a besarse de nuevo.

-Será mejor que nos acabemos de duchar y vayamos a desayunar –dijo ella apartándole con suavidad; noto que la polla flácida abandonaba su sexo-. Y cuando Rubén saque el tema, simplemente sé sincero, ¿me has oído?

Jorge asintió con la cabeza gacha. Raquel estiró una mano hasta el grifo, y muy pronto tuvieron ambos el agua templada cayendo sobre sus cuerpos aún exultantes de placer. Nada limpia tanto los poros como una duchita cálida después de un buen orgasmo.

¿Qué había pasado el sábado?, ¿y qué consecuencias iba a tener en aquel domingo? Tal vez Rubén fuera el único que tenía respuesta para eso.