miprimita.com

Private School: Especial Fede Vázquez (13/18)

en Gays

Federico tenía intención de hacerlo de un modo salvaje porque había acumulado mucha rabia hacia ellos. Primero les amenazaría, algo que siempre solía funcionar cuando se trataba de preparar a sus víctimas para lo que estaba por venir. Luego les excitaría, les haría olvidar que estaban siendo forzados, casi les obligaría a desear que ocurriera. Y por último se los follaría. Ése era el plan. Pero no contaba con que después de saber lo que le hicieron Arturo y Nicolás al rubio Lapresta (tampoco fue tan grave como sus expectativas habían supuesto), y mientras les veía encima de aquel colchón a los dos, desnuditos, empalmados, nerviosos... no contaba con que le provocarían algo semejante a la ternura y que eso cambiaría sus planes.

Buscaría un modo no violento de follárselos porque él era Federico Vázquez, alguien con recursos suficientes como para lograr que aquellos dos pipiolos quisieran ser desvirgados por él sin necesidad de recurrir a la violencia.

 -

13.1   “Dos niñatos en tu cama”

-¡Guau!, ¿eso te lo hemos provocado nosotros? –le preguntó Arturo sonriente en cuanto Federico se colocó boca arriba sobre el colchón y les mostró su polla dura como una roca.

-Parece que sí –dijo el mayor mirándole-. Oye, Verdejo, dime una cosa. Si de verdad fue esto lo que pasó... ¿por qué no te follaste a Lapresta si le tenías a tiro?

-Pero qué dices, tío... ¿Follármelo? Sólo estábamos jugando, quiero decir... porque aquello era un juego, ¿no?

-Sí, pero lo podías haber hecho. Tal vez el rubillo se hubiera dejado.

-Pues sí, porque creo que Lapresta es un poco marica, jajaja... –se rio Nicolás, que era el que estaba sentado cerca de su cabeza.

No le gustó demasiado oír cómo Prado se refería a Nacho en esos términos, pero Federico les había “absuelto” y ya no se iba a echar atrás porque ahora le excitaba más la idea de la seducción. Apoyó los codos en el colchón y se elevó un poco para poder mirarles mejor. Con el rostro girado hacia él y su pelo negro muy corto, le dedicó una sonrisa:

-Tienes un culito muy travieso, Nico. Eso que me has hecho en el cuello ha sido un poco... un poco marrano, ¿no crees?

-¿Has dicho que no te ibas a enfadar con nosotros? –su rostro se puso serio de repente, incluso lanzó una fugaz mirada a lo que creía un falso espejo.

-Y no me enfado, claro que no me enfado, pero reconoce que eres un poco cerdo.

-Bueno... es que Nacho no me cae muy bien, no nos cae muy bien a ninguno de los dos –miró a Arturo-, y supongo que por eso aprovechamos el día del gimnasio para pasarnos un poco de la raya con él.

Aquella sinceridad envuelta en una mirada algo culpable le hizo para Federico merecedor del primer puesto: su precioso culito de nalgas vistosas sería el primero de los dos en caer. Estiró el brazo hasta alcanzar el muslo de Nicolás y ascendió por su cintura; Arturo les observaba en silencio, parecía meditabundo.

-¿Te puedo besar, Nico? –la mano de Vázquez había llegado hasta su hombro.

Prado miró a su amigo y después de nuevo al espejo.

-¿El profesor Moreno quiere que sigamos jugando?

-Creo que el profesor Moreno no está detrás de ese espejo –comentó entonces Arturo, rompiendo su silencio-. ¿Verdad que no, Fede?

Éste sonrió. Los ojillos de Nicolás se abrieron de un modo exagerado pero no se movió, tal vez pensando que la mano de Federico en su nuca se lo impediría. Arturo se levantó y quedó de pie sobre el colchón:

-Tendría que haberlo imaginado.

-Pero ¿cómo que no está? Entonces...

-Él nunca está los domingos en el internado, Nico, ya te lo he dicho antes, que me parecía muy extraño... –siguió diciendo Arturo-. No sé cómo te has atrevido a entrar en esta habitación con nosotros, Fede, pero algo me dice que sí sé el porqué.

-Sorpréndeme, chaval –su mano seguía agarrada al cuello de Nicolás.

-Eres muy amigo de Nacho y creo que querías saber lo que le hicimos y que por eso te has inventado toda esta historia.

-Joder, colega, estás hecho todo un detective... –miró a Prado-. Ahora entiendo por qué es el delegado de vuestro curso, porque es un chico muy listo.

-¿Nos vas a hacer daño? –preguntó Nicolás con una vocecilla atemorizada.

-No lo sé, ¿te dan miedo los besos, Nico?

-Supongo que no...

-Porque de momento es lo único que te he pedido.

-Si te beso, ¿no nos harás daño?

-Y si no me besas, tampoco, Nico, pero aun así me gustaría mucho que lo hicieras.

Prado elevó la mirada para buscar la de Arturo; éste seguía en pie, impasible, les miraba sin saber muy bien qué pensar. Federico no le vio ansioso por marcharse, pero tampoco le pareció que se sintiera seguro allí dentro. Entonces Nicolás se inclinó sin que la mano de su cuello le empujara lo más mínimo; por propia voluntad se acercó a los labios del mayor y le besó de un modo dulce, juntando los morros apenas unos segundos. Luego se separó sin llegar a alejarse, con los ojos fijos en él.

-Eso ha estado bien, Nico –la mano de Federico abandonó su cuello para empezar a bajarle por la espalda-, pero en el próximo beso intenta sacar un poco la lengua. Me gustaría que me la metieras en la boca y buscaras la mía con ella.

-¿Y nos damos un morreo?

-Eso es... ¿te apetece?

El jovencito Prado asintió con la cabeza y Federico sonrió porque vio que estaba rompiendo las reticencias iniciales. Ya sólo le quedaba convencer a Arturo de que lo podían pasar bien si se dejaba llevar por su experiencia. Pero eso sería después de morrearse con Nicolás, después de enseñarle a comer una boca en condiciones... Para ello empujó ligeramente con la mano que le tenía puesta al final de la espalda y lo atrajo hacia sí haciendo que quedara recostado encima de él. Entonces dejó caer su cabeza sobre el colchón y Nicolás le siguió buscando la lengua mientras pasaba una rodilla por encima y quedaba sentado en el estómago de Federico.

Muy pronto decidió vencer Verdejo las suspicacias y acabó plantando otra vez las rodillas en el colchón; se tumbó ladeado junto a Federico, que habiendo presentido su llegada tenía un brazo estirado para acogerle. Durante unos segundos siguió morreándose con Nicolás, pero luego estiró un poco el cuello para invitar a Arturo a unirse a la fiesta de las lenguas. Sintió la caricia de los huevecillos de Prado sobre su polla casi aplastada; el chaval había empezado a mover ligeramente la cadera mientras veía cómo se besaban. Luego Federico se apartó un poco y sacó la lengua, les miró a los dos, les vio hacer lo mismo y se acercaron los tres apéndices húmedos y rugosos para acabar contactando en una especie de comunión de las lenguas mudas...

Federico dejó que se besaran entre ellos para dar rienda suelta a los sentimientos que tal vez ocultaba su relación de amistad. Ambos muchachos tenían los ojos cerrados, concentrados en besarse, y en la corta distancia le parecieron realmente tiernos, tanto que se alegraba de haber retenido el impulso de la violencia; aquello sin duda era mucho más satisfactorio. Buscó la oreja de Nicolás, lamió el lóbulo con levedad antes de lanzarle el susurro:

-quiero ver cómo se la chupas... –musitó-...ya que antes me lo he perdido...

Prado abrió los ojos; de hecho, los abrieron los dos. Aquella propuesta les gustaba a ambos y no tardó en hacerse realidad. Nicolás se deslizó sobre Federico, y éste a su vez se ladeó para que Arturo quedase boca arriba y le empezó a besar con fogosidad; al mismo tiempo le recorrió el estómago con la mano y le cogió la polla antes de que su amigo se lanzara a por ella. Federico la masturbó con suavidad, sintió los ansiosos lametones que Nicolás trataba de darle al capullo, plantó su mano en la base y la ofreció mientras los dos elevaban la cabeza para no perderse el inicio de aquella mamada que el muchacho estaba a punto de hacerle.

-Tienes un buen rabo para ser tan canijo –bromeó con Arturo.

-Gracias... pero la tuya sí que es grande de verdad... –se agitaba el chaval entre sus brazos por el placer de aquellas primeras chupadas.

-Tengo algunos años más que tú, colega, pero cuando llegues a último grado vas a ser todo un semental.

-Sí… y seré tan chulo… y tan cabrón como tú…

-Seguro que lo serás –dijo Federico; le encantaba cuando los chavales empezaban a perderle un poco el respeto porque eso les hacía mucho más accesibles-, y seguro que también te gustará tener a dos niñatos en tu cama tanto como me gusta a mí.

Sonrieron los dos y volvieron a besarse. A Federico le pareció que Verdejo era bastante mejor que Prado besando: no abría tanto la boca, se resistía en algunos momentos como si supiera lo excitante que aquello resultaba, movía la lengua en círculos... El inmenso goce de Arturo se hizo más evidente cuando el chico empezó a suspirar contra sus labios.

-¿Te vas a correr ya? –le preguntó chupándole la barbilla-. ¿No quieres aguantar un poco más antes de sembrar a Prado con tu semilla?

-¿Sembrar a Prado?, qué bueno... –sonrió-...no creo que pueda... aguantar más...

-Verás como sí puedes, si te ayudo.

Federico se separó un poco para poder mirar hacia abajo. Nicolás estaba entregado de lleno a chupar la polla de su amigo, los mofletes se le hinchaban cada vez que se la metía dentro y se le contraían cuando la sacaba sin llegar a descubrir el glande; mostraba buenas tragaderas pero la prueba de fuego estaba por llegar. Vázquez llevó una mano hasta su rabo, lo zarandeó un poco sin que eso llegara a desconcentrar a Prado, y entonces se lo cogió desde la base y movió la cadera hacia adelante. No se detuvo hasta que su capullo algo húmedo tomó contacto con la mejilla del jovencito mamador, como si fuera un enorme ariete llamando a la puerta antes de entrar.

 -

13.2   Doble mamada

Los ojos de Nicolás se abrieron sorprendidos al ver aquella mole de carne tan cerca de sus labios entreabiertos; miró al dueño de semejante polla después de haber desalojado la picha de Arturo de su boca:

-No creo que pueda... –dijo el chiquillo con expresión acalorada y un hilillo de saliva colgando de su labio inferior conectándole débilmente con el sexo de Verdejo-. Es demasiado grande, Fede.

-Tampoco hace falta que te la tragues entera, Nico –sonrió mientras seguía apuntándole con ella-. Dale sólo unas chupaditas, anda...

-Venga, colega, a mí también me gustaría verlo –le dijo Arturo.

Prado se alejó un poco de la verga a la que estaba conectado por un hilo de saliva que se rompió y colgó de su labio hasta acabar sobre el glande ancho y rosado de Federico; retiró el pellejo del todo y se lo quedó observando:

-Está muy mojada –comentó mientras les miraba con una mueca entre el asco y la curiosidad-. ¿Esto es semen?

-Algo parecido. Es un líquido que nos sale para que no duela al pajearse, para que se lubrique la punta y podamos hacerlo sin que nos dé tirón –respondió el mayor, que hablaba desde la intuición ya que en ningún colegio le habían enseñado ese tipo de cosas.

-Vaya... ¿y a qué sabe?

-No sé decirte porque no sé con qué compararlo. No es algo dulce, eso desde luego... –Federico ascendió con los dedos por su tronco y retiró la capa de precum con el pulgar y el índice; después se los llevó a la boca y los lamió-. Es como amargo, y te deja un gustillo picantón en la lengua...

-¿Te saldrá más?

-Seguro que sí, en cuanto me la chupes un poco.

Nicolás se puso a ello; lo hizo despacio porque sabía de la magnitud de aquel calibre y no estaba dispuesto a asfixiarse con ella. Primero lamió la punta, la observó en vano como si esperase ver salir de ella algo más de aquel líquido, la masturbó un par de veces y se metió el glande entero apretando con los labios y sacándolo enseguida; cuando lo volvió a hacer varias veces se empezó a escuchar un ligero chapoteo. No parecía que la textura le desagradase, y Arturo se mostró dispuesto a probarla, para ello puso una mano en la nuca de Federico y tiró de él para besarle. Le chupó labios y lengua sin dejar de mirarle a los ojos.

-Seguro que de mi polla sabe mucho mejor... –sonrió el mayor mirando hacia abajo-. ¿Crees que Nico te dejará probarla?

-Es un amigo generoso –también Verdejo sonrió-, no creo que le importe compartir tu rabo conmigo.

Arturo se removió sobre el colchón y se fue arrastrando hacia abajo. Tal y como cabía esperar Nicolás no dudó en agarrar la polla de Federico desde la base y ladearla hacia la cara de su amigo. Verdejo y Prado se la fueron pasando a intervalos cortos, uno se la metía dentro de la boca y el otro lamía los alrededores; a ratos juntaban sus lenguas sobre el capullo o se morreaban sin dejar de masturbarle...

Federico aguantó con el cuello estirado hasta que el placer le hizo dejar caer la cabeza y suspirar gozando de aquella doble mamada. Se agitó revolviendo la sábana bajo su culo, embistió levemente con la cadera en los momentos de mayor excitación, pero se contuvo mucho de no correrse antes de tiempo porque no olvidaba su intención final: llenar dos condones de semen, añadir dos nuevos frascos a su colección de virgos...

-¿No te vas a correr? –le preguntó Arturo, viendo que Federico les había apartado con suavidad de su polla y se estaba incorporando-. ¿Adónde vas, Fede?

-A buscar una cosa que vamos a necesitar.

Se puso en pie con cierta dificultad, sentía las piernas algo agarrotadas. Sabía cuál era la mesita de noche de Cristo y del último cajón sacó un pequeño bote de gel lubricante. “Estará aquí cuando lo necesites”, le había dicho su tutor una tarde. Los chavales le miraron desde el colchón sin entender todavía a qué iban a jugar ahora.

-¿Sabéis lo que es un 69? –les preguntó; ellos negaron con la cabeza-. Pues enseguida lo vais a aprender, y seguro que después de esto lo pondréis en práctica más de una vez.

Se miraron y sonrieron dándose un pequeño beso en los labios; Federico se acercó mientras se lo explicaba:

-Yo me voy a tumbar tal y como estaba antes, y tú, Nico –le acarició la cabeza al pasar junto a él-, te vas a colocar igual que cuando me has pasado el culo por el cuello. Eso es un 69, uno hacia arriba y el otro hacia abajo.

-Ah, guay... ¿y ese tubito qué es?

-Una sorpresa que te va a encantar.

-¿Y yo qué hago? –preguntó Arturo.

-Tú también te vas a poner más o menos en la posición que estabas cuando yo tenía los ojos vendados, colocas tu polla pegada a la mía y así Nico nos la podrá chupar a los dos.

Se colocaron entonces siguiendo las indicaciones dadas por Federico, aunque por razones de logística no resultó tan sencillo como parecía: al final Vázquez quedó tumbado boca arriba, Prado de rodillas sobre su pecho con el culo pegado a su barbilla, y Verdejo con las rodillas pegadas a sus caderas y el culo reposando entre sus piernas abiertas. Federico no pudo ver lo que ocurría más allá de la espalda de Nicolás pero sí que sintió pronto la lengua del muchachito volviendo a la carga sobre su rabo casi al límite de su dureza.

Observó con detenimiento la rajita de Prado mientras amasaba aquellas nalgas que al contacto resultaban todavía más morbosas de lo que había imaginado. Empujó un poco hacia abajo la cintura de Nico para poder acceder mejor. La mañana del gimnasio, Santi Miranda y él le habían metido un dedo por el culo y el chaval lo había gozado tanto que acabó corriéndose contra la colchoneta sin tocarse siquiera. Nada le hacía pensar que aquella tarde fuera a ser diferente... Sacó la lengua y estiró un poco el cuello para chupar aquel rosetón virgen; Nicolás se agitó como una anguila del mismo modo que había hecho la otra vez, aunque en esta ocasión sí que podía hablar:

-Joder... me lo está chupando... –por lo visto se lo decía a Arturo-...me está chupando el culo, tío...

-Eso es porque te la quiere meter –razonó su amigo.

-Pues ya casi... lo está haciendo...

-La lengua no, capullo... Te está arando el huerto porque piensa plantar su nabo en él cuando lo hayas regado bien con tu saliva, ¿verdad que sí, Fede?, ¿verdad que vas a sembrar a Prado?, jajaja...

-¿Me vas a follar? –Nicolás se incorporó, girándose para mirar a Federico; éste sacó la cara de entre sus macizas nalgas y le sonrió.

-Os voy a follar a los dos, Nico, pero a ti primero por lo bien que lo estás haciendo.

-Joder... –miró un instante su polla-. ¿Y me vas a meter todo eso en el culo?

-Todo lo que entre... pero no te preocupes que tienes un culito muy tragón, verás que no te va a doler demasiado... y esto ayudará –tomó el botecito de gel y se echó un poco en el dedo-. Tú sigue chupando mientras te lubrico bien.

Nicolás se lo quedó mirando unos segundos más hasta que debió auto convencerse de que lo mejor era confiar en la experiencia de Federico. Éste le empezó a acariciar el ojete con el dedo resbaladizo en cuanto se agachó para seguir mamando:

-Ya he desvirgado a unos cuantos chavales, y hasta ahora ninguno se ha quejado ni ha dicho que no repetiría –le fue tranquilizando con una voz dulce pero firme-. Lo mejor que puedes hacer es relajarte mucho y dejar que te entre, Nico... como este dedo, ¿lo notas?

-síiii... guaaau…

-¿Y te gusta tenerlo dentro?

-síiii… muchooo...

-Culea un poquito para demostrar cuánto te mola…

Prado se agitó un poco, entregado y obediente, provocando que el índice de Federico se internase aún más por su esfínter aflojado.

-¿No sientes como si te cagaras?

-Un poco... ufff, qué bueno... ¿me la vas a meter ya, Fede?

-¿Quieres?

-Sí, porfa... quiero saber lo que se siente...

-Está bien, ¡date la vuelta! –le dijo-. Y tú, Arturo, ve al cajón de donde he sacado el bote y busca al final de todo, hay una cajita de madera que tiene condones dentro. Trae dos.

El delegado ni siquiera se preguntó cómo podía saber aquello Federico; a esas alturas de la tarde había dejado de preguntarse nada.

-

Ufff, lo siento, pero es votación popular... ¡¡Mañana por la mañana, Más !!