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Private School: Especial Fede Vázquez (06/18)

en Gays

RESUMEN: el tutor que le han puesto a Federico es el profesor Moreno, un nazi cabrón al que le gustan las pollas jóvenes y que le ha hecho escoger a cinco chavales de 4º B para montar una “actividad extra-escolar” en el gimnasio. Federico se ha puesto al mando. Por el momento están los seis alumnos en calzoncillos, y dos de ellos se han vendado los ojos... El profesor se mantiene discretamente retirado, sólo se excita mientras les mira.

6.1       Contacto con tacto

La actividad consistía básicamente en cuatro manos acariciando dos cuerpos sin exclusión de ninguna zona durante cinco minutos exactos, tratando de que los acariciados (que llevaban una venda en los ojos) no llegaran a saber qué dos compañeros estaban poniendo sus manos sobre ellos. Tenían la libertad de negarse a seguir cuando quisieran y también podían darse la vuelta y quedar boca arriba si lo deseaban. Cinco minutos que marcaba un reloj-cronómetro preparado antes de dar comienzo a la actividad por Federico Vázquez.

Éste seguía de pie en aquella zona del gimnasio, sólo vestido con la ropa interior y el calzado, contemplando el morboso show que se le ofrecía y que él mismo había propiciado con cinco alumnos de 4ºB: a un lado estaba el delegado Verdejo tumbado boca abajo en calzoncillos sobre una colchoneta y con los ojos vendados; las manos de Nicolás Prado y del orejas-de-soplillo Saúl Villas le acariciaban tímidamente la espalda, todos en absoluto silencio para dejarse llevar sólo por el sentido del tacto. No podían pronunciar ni una palabra hasta la conclusión de los cinco minutos pactados. Un par de metros más allá el delgadísimo cuerpo del pequeño Santi Miranda en idéntica postura que Arturo; arrodillado junto a él un rubiales de pelo largo y morritos carnosos que miraba a Federico instándole a acercarse. Ignacio Lapresta cabeceó en dirección al cuerpo relajado y huesudo que se extendía frente a él.

A diez o quince metros de aquel espectáculo de los sentidos estaba el profesor Cristóbal Moreno con una mano entre las piernas, deleitándose con el regalo que su pupilo le estaba haciendo. Miraba a Vázquez con adoración tal vez porque jamás pensó que tendría la posibilidad de vivir una experiencia como aquella en su propio gimnasio.

Federico le sonrió antes de dar dos pasos sigilosos hacia la colchoneta de la izquierda, aquella en la que Nacho aguardaba su llegada. Se arrodilló junto al chaval de la ceja partida y miró al rubio con una amplia sonrisa; estaba claro que el muchachito no sabía por dónde empezar. Estiró las manos hacia él, cogió las suyas y se las plantó al final de la espalda de Santi mientras asentía con la cabeza. Nacho empezó a deslizarlas hacia arriba sin apretar. Era una espalda huesuda con las clavículas muy salidas y la columna perfectamente marcada. Retiró el trozo de venda que le tapaba la nuca e inició un suave masaje en los hombros. Federico se dirigió al mismo tiempo hacia las piernas, pasando el dorso de la mano por detrás de las rodillas y ascendiendo hasta aquel calzoncillo algo arrugado debido a que las nalgas del chiquillo estaban un poco chupadas hacia adentro.

Santiago se agitó ligeramente cuando sintió aquellas dos manos sobre su culo pero no le molestó notarlas ahí. Era agradable el contacto mientras las yemas bordeaban el elástico de la tela y los pulgares pasaban delicadamente por la hendidura de su trasero. Se preguntó quién podía ser aquel atrevido que iniciaba un tocamiento tan directo y enseguida pensó en el alumno de último grado. Poco antes le había dado un beso en la ceja y luego otro en los labios… Sí, seguro que era él, ¡cómo le tocaba!… Notó los pulgares que ahora se remetían un poco por la gomita del slip entre sus piernas, ufff… le acababa de rozar los huevillos…

Ignacio sonrió; le daba la impresión de que Fede se estaba pasando un poco de la raya pero no dejó de masajear los hombros de Santi. Su guardián estaba ahora amasando los estrechos muslos y le miraba levantando una ceja; entendió lo que le estaba proponiendo, pero negó despacio con la cabeza. Fede elevó entonces interrogativo los hombros y los dos miraron hacia el culito de Miranda; lo tenía pequeño y encogido. Ignacio se dio cuenta de que en realidad le apetecía y además su compañero no tenía por qué saber que había sido él. Movió las manos con calma variando la dirección de los dedos y dirigiéndose hacia el final de la espalda.

Federico era muy consciente de que estaba intentado provocarle y supo que lo había conseguido cuando vio sus manitas adentrándose sutilmente bajo los calzoncillos casi huecos. Estiró un brazo para retirarle el flequillo de la cara; los ojitos azules de Nacho se iluminaron en cuanto tuvo ambas manos en contacto directo con el esquelético trasero. Federico estiró su cuerpo y frunció un poco los labios; el rubito fue a su encuentro y juntaron sus bocas un par de segundos. Al separarse, notó que la mirada del crío se iluminaba en dirección a la otra colchoneta. Federico se giró para ver lo que ocurría.

Arturo estaba ahora tumbado boca arriba con las piernas algo separadas para dar cabida a Saúl, que le acariciaba ambos muslos. Frente al orejas-de-soplillo estaba Nicolás de rodillas inclinado sobre la cabeza del delegado para llegarle con sus manos hasta el calzoncillo; en aquella postura su precioso y llamativo trasero mostraba una perspectiva de lo más apetitosa y su entrepierna se aposentaba sobre la frente de Verdejo, que notaba el contacto sin protestar en absoluto. Las manos de los dos acariciadores se acabaron encontrando sobre el voluminoso paquete del muchacho tendido, y no les tembló el pulso mientras repartían sus atenciones por dentro y por fuera del slip. A esas alturas estaban ya los tres completamente erectos.

Santiago se preguntó qué pasaba, si ya se habría acabado el tiempo… Lo estaba pasando bien pero de pronto las cuatro manos se habían detenido y no entendía por qué. Tal vez se creían que le molestaba el modo en que le tocaban, nada más lejos de la realidad. Viendo que los segundos pasaban decidió llamar su atención del único modo que se le ocurrió, puesto que no tenían permitido hablar; se agitó un poco y comenzó el proceso de voltearse, deseando que no les importase verle con el pito crecido. Las manos se retiraron para dejarle darse la vuelta y cuando ya estuvo cómodamente situado con la espalda sobre la colchoneta suspiró con la excitante duda de no saber qué iban a hacerle.

Ignacio tenía los ojos muy abiertos; el calzoncillo de Miranda parecía tener un palo clavado dentro, se elevaba como si alguien hubiera metido un dedo en él y señalara hacia el techo. No sabía qué hacer, le gustó contemplar el pene tieso de su compañero pero no sabía qué hacer, por eso miró a Fede, porque él era mayor y quien había propuesto la actividad; seguro que su guardián ya había jugado antes a aquello… Ante su mirada interrogativa, Fede simplemente sonrió y estiró las manos hacia la prenda íntima de Santi; tiró de la goma y dejó el slip recogido en sus pelotas. Entonces Ignacio notó un leve estremecimiento de Miranda, pero no le oyó decir nada.

Federico no iba a quedarse atrás; después de observar cómo los otros dos críos sobaban sin complejos la picha de su delegado, y al ver que el chaval de la ceja partida no tenía inconveniente alguno en ponerse boca arriba sino que más bien parecía como si estuviera pidiendo atenciones justo ahí, se decidió a dejarse de tonterías y le bajó un poco el calzoncillo. Sabía que Nacho no se iba a atrever a hacerlo y le apetecía comprobar la reacción que mostraba el rubiales ante la pollita dura de su compañero de clase. Primero le vio sorprenderse, pero enseguida su gesto mutó en risueña complicidad. Le instó a servirse sin palabras porque quería que fuese el primero en cogerla.

Santiago contuvo la respiración cuando notó que su picha quedaba al descubierto; sin saber muy bien lo que ocurría al otro lado de la venda, al menos agradeció que sus acariciadores no se molestasen por haberle visto tan duro. Como se había dado la vuelta estando así, tal vez habían pensado que era eso lo que quería, que le desnudasen del todo y le tocasen el pito. Dos manos tiraron de su calzoncillo otra vez y levantó un poco los pies para dejar que se lo quitasen del todo. Durante dos o tres segundos no ocurrió nada, así que tanteó a ciegas por su propio muslo y se agarró el palote con tres dedos; se lo empezó a frotar arriba y abajo… fue su manera de invitarles a que se atrevieran si es que querían tocársela…

Ignacio se agachó un poco hasta su rostro y le besó los labios deseando que no le rechazase; Miranda no le rechazó, al contrario los dejó entreabiertos después del primer contacto. Deslizó una mano por sus costillas y su estómago encogido hasta acabar acariciándole el pubis casi imberbe. Notó que su compañero se soltaba la picha como esperando a que otro ocupara el puesto, de modo que lo hizo, la escondió entera dentro de su mano mientras observaba los ojos de Fede clavándose en los suyos. Le dio un poco de vergüenza por lo que giró la cara y se encontró con la boca de Santi que tenía la lengua asomando con timidez. No lo dudó un instante.

Federico se sintió algo turbado al ver que Nacho volvía a besarle; no fueron exactamente celos pero tampoco le gustó en exceso que su niño metiera la lengua en la boca del otro chavalito. Esta vez el beso se prolongaba porque ya no era un simple gesto de cariño, estaban mezclando sus lenguas mientras el rubillo le sacudía la chorra torpemente... Sólo aguantó unos segundos ante aquella visión ya que enseguida sintió el impulso de acercarse. Al quitarle el slip a Miranda se había quedado entre sus piernas de modo que cuando se inclinó hacia adelante su propia polla embutida en el calzoncillo (menos relajada que minutos antes, pero aún a media asta) tomó contacto con la mano de Nacho, y cuando este la retiró, con el pico puntiagudo del fideo de la ceja partida. Se bamboleó sinuosamente hasta que su rostro llegó junto al de ambos. Cabeceó contra la mejilla de Nacho pidiendo que le hiciera un hueco y enseguida tuvo a su alcance los labios entreabiertos de Santi y su lengua que esperaba más atenciones.

Santiago no estaba seguro de cuál de sus tres compañeros de clase sin venda era el que le había tocado en la actividad, si Nico, Saúl o Nacho, pero desde luego no tenía dudas ya de quién era uno de sus fantásticos y atrevidos acariciadores, ése que estaba volcado sobre él, ése que le estaba morreando con ganas, ése que le frotaba todo el calzoncillo contra la picha... Él ya había tenido antes encima a amiguitos suyos en mitad de peleas y juegos; pero también había tenido montado sobre él a un hombre bajito y achaparrado, por lo que era capaz de diferenciar entre unos y otro. De modo que no le hubiera hecho falta acariciar aquella espalda ancha y musculosa para saber que era el alumno de último grado quien le estaba dando aquel gustazo tan increíble…

Puede que Santiago hubiera querido que aquel momento durase para siempre, pero el sonido chirriante de un reloj-cronómetro colocado a pocos metros de ellos les indicó que los cinco minutos habían concluido.

6.2       Cambio de parejas

Federico se incorporó el primero porque era el coordinador del juego, aunque odió tener que hacerlo; se levantó sin hacer ruido y enseguida vio las miradas de los otros tres acariciadores clavadas en él. Les pidió calma con las manos y caminó hasta el reloj para detener la alarma. Ninguno dijo nada, ni se movieron, esperando instrucciones. Saúl y Nicolás estaban sentados sobre Arturo con la pollita del delegado (que desde esa posición le pareció de buen tamaño) entre medias de los dos; también Verdejo había perdido los calzoncillos como Santiago. Supuso Federico que se habían atrevido a hacerlo después de ver cómo él se los quitaba al delgaducho de Miranda.

Les indicó a los tres que se acercaran a él y el primero que lo hizo fue Ignacio, que se llevó una caricia en su pelo dorado. Los otros le siguieron y Federico aprovechó para mirar fugazmente al discreto profesor Moreno que ahora se había cubierto la entrepierna con una de las camisetas perdidas. No quiso que ellos se desconcentraran al ver a Cristo de modo que en cuanto les tuvo al lado empezó a hablar con un susurro casi inaudible:

-Arturo… Santi… ¿qué tal estáis?

-Jolines, muy bien… –dijo el delegado con la respiración algo agitada.

-Estoy genial –añadió el fideo Miranda-. ¿Nos podemos quitar la venda?

-Sí, podéis quitárosla –vio cómo lo hacían mientras seguía hablando con voz dulce y reconfortante-. No vamos a decirnos nada de momento, ¿de acuerdo, chicos? Vamos a cambiar de pareja y seguiremos con el juego para no romper el ambiente de intimidad que hemos creado... –los dos acariciados se habían puesto en pie-. No os preocupéis por los calzoncillos y dejadles la venda a los siguientes. Seréis vosotros dos, ¿vale? –señaló a Saúl y Nicolás, que asintieron con emoción contenida, tomaron cada cual una tela y se envolvieron los ojos con ella-. Los demás vamos a esperar a que estén tumbados y cuando haya puesto otra vez el reloj en marcha os indicaré cómo nos vamos a repartir… ¿Estáis listos?

Los cinco asintieron casi a la vez, incluidos los dos que ya se habían tumbado boca abajo en las colchonetas. Federico pulsó el botón y dejó el reloj sobre la mesa mientras miraba a los chicos que quedaban en pie: Arturo y Santiago con los mástiles arriba, Ignacio con los ojos puestos en Saúl. Estuvo dudando un instante hasta que se decidió; señaló al orejas-de-soplillo que era el mejor amigo de su protegido y miró a éste como preguntándole si quería irse con Saúl. El rubio asintió con energía porque parecía estarlo deseando, así que Federico le concedió el capricho y empujó suavemente a Arturo para indicarle que se fuera con él. Luego se encontró con los ojitos de Santiago Miranda que le miraba con devoción, la tristeza que le confería la ceja partida parecía haberse esfumado casi por completo. Sonrieron ambos mientras se dirigían hacia la colchoneta que ocupaba Nicolás con su melenita negra cortada a tazón.

Federico se había puesto deliberadamente de espaldas a Ignacio, Saúl y Arturo, pues no quería ver lo que su niño le hacía al soplillo; fuera lo que fuese no le iba a gustar porque le había visto demasiada emoción en los ojos antes de correr hacia él. ¿Quién le decía que aquellos dos críos no estaban liados? Al fin y al cabo no conocía al rubito tanto como para estar seguro de que no fuese así, y por mucho que le había seguido durante casi un mes antes de entablar contacto con él, no lo había podido hacer durante 24 horas al día, así que... Quiso no pensar en ello, centrarse en aquella nueva pareja que tenía ante él: su cómplice el fideo con la pequeña picha enhiesta, y su víctima el curita con el pelo negro estilo monje franciscano. Nicolás tenía el trasero bastante más relleno que Santi; de hecho, por lo que había podido ver con disimulo desde que les había hecho quitarse los pantalones, el chaval tenía “un señor culazo”, sin duda el mejor de los cinco incluyendo el de su adorado Nacho.

Santiago no dejaba de mirar a aquel chico mayor porque todavía podía sentir en su piel el contacto con aquella carne cálida y llena de musculatura que se le había montado encima durante un tiempo breve pero delicioso. Se preguntó si le haría lo mismo a Prado. Aún recordaba en su lengua el áspero contacto de aquellos labios que le raspaban un poco pero le habían provocado sensaciones muy gozosas... Le hubiera gustado que pudieran estar a solas para seguir haciendo “lo de antes”, pero como eso era imposible se dijo que debía disfrutar de aquellos casi cinco minutos en que iba a formar pareja con él. Lo que menos parecía importarle en ese momento era su amigo Nico, pero al mismo tiempo le pareció egoísta ignorar su presencia de modo que estiró las dos manos y una fue hacia el abundante pelo de su cabeza, y la otra hacia el final de su espalda. El mayor sonreía y también estiró las dos manos, una de ellas hacia él.

Nicolás no podía quitárselo de la cabeza, aun más al tener los ojos vendados y no poder distraer su mente con otras imágenes. La polla de Arturo le había parecido enorme, y ni en sus mejores sueños hubiera fantaseado con que algún día podría llegar a cogerla en su mano; todavía menos compartirla con el tonto de Saúl. Casi le entró la risa al pensar en ello: siempre se estaban peleando porque no se soportaban y de repente habían conectado Villas y él por una causa común... Seguro que Nacho Lapresta había hecho lo posible para convencer a Vázquez de que le dejase ir con él. Saúl era su perrito faldero y quizá por eso no le soportaba. Entonces ¿quiénes eran los que le estaban tocando? Se concentró para intentar descubrirlo por el tacto. Notaba tres manos, una que le acariciaba la cabeza con cariño, y otras dos que se le habían metido bajo el calzoncillo y le estaban sobando las nalgas. Imaginó que uno de ellos era Arturo, justo el que ahora estaba deslizando un dedo suave por toda la hendidura de su culo... ufff... nunca le habían tocado en esa zona, parecía un terreno muy sensible porque incluso le provocaba una especie de cosquilleo en las pelotas... ¡guau!, fuera quien fuera se lo estaba tocando muy bien.

Federico tenía al delgaducho agarrado de la nuca y le estaba plantando un morreo soberbio, sin importarle que aquello pudiese delatarle; le había encantado comerle la boca cuando estaba tumbado en la colchoneta pero ahora estaba siendo mucho más apasionado y frenético... Mientras tanto tenía el dedo corazón de la otra mano casi entrando en el ojete del fraile, y a pesar de que éste no se quejaba sino que más bien se agitaba como una anguila sin emitir siquiera un suspiro más alto que el otro, decidió salir de entre aquellas dos preciosas y macizas nalgas, buscar la mano de Miranda y llevarla hasta el mismo lugar que él exploraba.

Santiago metió su dedito en el culo de Nico empujado por la mano del mayor; lo notó caliente y rugoso. Vázquez siguió haciendo presión y si seguía así acabaría por meterle medio dedo en el ojete... Se sintió brutalmente excitado... la manaza enorme del chico agarrando su nuca como si fuera una simple pelota de tenis les impedía separar sus bocas que seguían devorándose el uno al otro, y además no cerraba los ojos ni un instante, le miraba con una fijeza que casi daba miedo... Entonces soltó la cabeza de su compañero y decidió tomar la iniciativa.

Nicolás estaba mordiendo el borde de la colchoneta... sin importarle lo sucia que estuviera... Nunca había sentido nada semejante, era como si se fuera a cagar pero al mismo tiempo sabía que no tenía ganas de hacerlo, sólo que su esfínter se contraía y expandía y eso le provocaba una dulce sensación de placer nunca antes conocido... Al momento de tumbarse había pensado que se giraría enseguida porque quería que cualesquiera que fuesen sus acariciadores, le tocasen mucho la picha; pero ya no tenía ningún interés en darse la vuelta porque aquello era mil veces mejor que un sobeteo torpe en el pito. Aquello no podía ser obra de Arturo, eran dos manos expertas jugando con su agujero, seguro que eran Nacho y el mayor... sí, les había visto juntos varias veces en los últimos días, se dijo que tal vez el cachitas y el chulo de Lapresta ya habían jugado antes a eso... ufff, qué gustazo le estaban dando... apenas se lo podía creer... Pero entonces las manos se salieron de su calzoncillo y se sintió tremendamente vacío por un instante. ¿Qué había pasado?

Federico se sorprendió por la impetuosidad con que el fideo se había alejado de su boca y de su mano. Parecía como poseído... Le vio arrastrarse hasta los pies del fraile y prácticamente arrancarle el calzoncillo antes de lanzarlo lejos. Miró Federico al pasivo chaval que seguía tumbado sin decir nada; estaba levantando la cabeza porque él también debió notar que el otro estaba alterado. Un manchurrón de saliva cubría la colchoneta debajo de su barbilla y eso le hizo sonreír. Cuando se giró otra vez hacia Miranda se quedó a cuadros.

Santiago quería demostrarle a aquel chaval mayor que sabía jugar a aquello, que había tenido a un cabrón con su misma sangre como maestro... No pretendía penetrar a Nico pero le separó las piernas y se volcó sobre él simulando que lo embestía... Su padre solía aplastarle la cabeza contra el colchón cuando lo hacía, tal vez para que no tuviese que oler el pestazo a alcohol que echaba su aliento, pero también le daba mordiscos en la nuca y le decía guarradas en la oreja así que era imposible no percibir aquel aroma nauseabundo que el bastardo desprendía por la boca mientras le follaba... aunque él no era su maldito padre así que simplemente jugó a embestir a Nico mientras le besaba los hombros y lanzaba miraditas a Vázquez...

Nicolás escondió la cabeza en la colchoneta, muerto de la vergüenza; se había corrido sin tocarse siquiera, y mientras alguno de sus compañeros, no sabía quién, le seguía cabalgando por detrás, pudo notar cómo su polla se restregaba contra la humedad que ella misma había expulsado.

6.3       Última ronda

Federico detuvo la alarma con las pulsaciones aceleradas. No estaba seguro de lo que iba a pasar a continuación porque no sólo en la colchoneta de Nicolás Prado habían sucedido cosas imprevistas; el soplillo Saúl Villas tenía cuando se levantó la picha muy tiesa y un pequeño charco de semen en el estómago:

-¿Estáis bien? –les preguntó mientras se quitaban las vendas de los ojos; a su lado estaban Ignacio (el único junto a él que aún conservaba el slip puesto), Arturo (con su pollita de buen tamaño algo alicaída ¿sería suyo el semen que regaba la tripa del orejón?) y Santiago Miranda (sudoroso y todavía un poco jadeante).

-Yo estoy de puta madre –dijo Nicolás con una sonrisa de oreja a oreja; todos se habían percatado del manchurrón que había dejado sobre su colchoneta.

-Yo también estoy genial –sonreía Saúl de igual modo pasándose una mano por la barriga sin mostrar cara de aprensión.

-Pues si todo está bien, nos queda la última ronda –Federico cogió una de las vendas y la otra se la pasó a Ignacio; su niño tenía la frente perlada de sudor-. Como Nacho y yo no podemos saber quiénes van a ser nuestros acariciadores, tendréis que decidirlo entre vosotros, rápido y en completo silencio. Nos tumbaremos a esperar y en cuanto lo tengáis decidido que uno de los cuatro apriete el botoncito del reloj para empezar –miró a Arturo-. Y oye, aquí no puedes ejercer tus derechos como delegado, ¿vale?, tiene que ser una decisión consensuada por todos.

Asintieron los cuatro chavales con la cabeza y Federico le sonrió a Ignacio mientras señalaba la colchoneta manchada de esperma: “Me quedo con ésa…”, le susurró caminando hacia ella; se cubrió los ojos con la venda antes de dejarse caer de rodillas. Se ajustó bien la tela porque quería vivir aquella experiencia al máximo, después se echó hacia adelante y sonrió para sí mismo cuando notó la fresca humedad en el estómago. Dejó los brazos estirados a lo largo de su cuerpo y se preguntó cómo de largos podían hacerse cinco minutos en una situación como aquella. Se recolocó un poco para que la polla le quedase hacia un lado pues la tenía tan empinada que casi le dolía; incluso estuvo tentado de quitarse el calzoncillo pero le pareció que no sería justo privarse de la morbosa sensación de dejárselo arrancar por las manitas de alguno de aquellos cuatro críos salidos.

Federico escuchó el pitido del reloj, lo que significaba que los cuatro micos se habían repartido ya a sus víctimas. En ese momento le embargó una excitada ansiedad... ¿hasta dónde se atreverían a llegar los dos que ya notaba colocándose a su lado? Puso toda la atención en las sensaciones de su cuerpo para imaginar dónde iría la primera mano; enseguida la notó en su culo (el que fuese empezaba fuerte), una manita que se lo acariciaba por encima del calzoncillo como al lomo de un cachorro, caricia suave que lo recorría de lado a lado. Otras dos se colocaron en la parte trasera de sus rodillas y fueron bajando hasta los tobillos. La mano que faltaba arrancó en su hombro, ascendió por su cuello y luego su mejilla hasta que se le metieron dos dedos en la boca; eran pequeños y delgados, los chupó, sabían amargo, reconoció claramente el saborcillo que tenían aquellos dedos: sin duda, habían estado en reciente contacto con algún trasero.

Federico estaba casi seguro de que era él; no hacía ni cinco minutos que había visto en primera fila cómo el ceja-partida le metía los dedos en el culo al fraile, lo mismo que había hecho antes él. Por eso se convenció de que estaba lamiendo las falanges de Santi, porque si moviera su propia mano y chupara su dedo corazón, sin duda encontraría el mismo sabor en él. “Qué guarrete, el cabrón…”, se dijo con entusiasmo porque el chavalito le había gustado; sentía debilidad por los muchachos de aspecto frágil y desangelado... Un fetichista de los pies, eso le pareció el otro que llevaba incontables segundos centrado en ellos como en un acto de adoración. Se los había pasado por la mejilla, los acariciaba, le chupaba las plantas... No es que fuera algo que le excitase demasiado, pero sólo de pensar en cómo se estaría poniendo de cachondo el puto Cristo (fetichista y cerdo hasta límites insospechados) viendo aquello, sintió un remolino de calor en su estómago.

Federico no era muy amigo de dejarse trastear el culo pero decidió hacer una excepción y no decir nada cuando notó los dedos ensalivados del fideo (“tiene que ser él”) jugando con su esfínter. El otro chaval sin identidad le acababa de quitar el calzoncillo y le había separado un poco las piernas mientras Santi (“seguro que sí”) se le medio sentaba en la espalda para seguir hurgando entre sus nalgas. Apretó los ojos y le volvió a ver montado sobre Nicolás Prado fingiendo que se lo follaba... ¿Cómo podía hacer algo así con tanta naturalidad, como si no fuera la primera vez? “Ufff... qué hijo de puta el Miranda”... le había metido al menos tres ó cuatro centímetros de dedo antes de volver a sacarlo... Notó el salivazo, abundante y resbaladizo... luego el dedo se alejó... y llegó la lengua... ¡¡jodeeer!!... uno de aquellos cabrones le estaba lamiendo el ojete... “¡Putos críos!”, pensó, “vaya panda de maricas salidos”... ¿Quién cojones era aquél que le gustaba chupar pies y culos por igual?

Federico aceptó aquel pequeño incumplimiento de las normas del juego; teniendo en cuenta que estaba gozando de la hostia, tampoco es que se pudiera quejar... Los dos acariciadores se habían apartado de su cuerpo y de algún modo le habían instado a darse la vuelta, aunque en principio esa decisión debía corresponderle a él en libertad de elección. Pero claro, sólo de imaginar lo que los dos chavalitos tenían intención de hacer con él, cualquier atisbo de rebelión se quedó en nada. Tumbado boca arriba volvió a notar el peso de un culo estrecho y huesudo, esta vez sobre el estómago. Habían elevado sus piernas desde las rodillas y éstas estaban ahora atrapadas bajo las axilas de quien creía que era Santi. El culo levantado de la colchoneta... y de nuevo aquella lengua que lo degustaba... Decidió que él también iba a incumplir sus propias normas, ya que en teoría no podía tocar a sus acariciadores; pero lo hizo: agarró al delgaducho de las caderas (tocarlas y convencerse de que era Santi Miranda fue todo uno), y tiró de él en dirección a su barbilla.

Santiago seguía sujetándole las piernas bajo sus axilas pero tenía la espalda muy arqueada porque el chico había tirado de sus caderas hacia atrás y le había empezado a chupar el culo... Estaba convencido de que le había descubierto, y también de que notaría con su lengua que tenía el ojete completamente desgarrado.

6.4       Finalizando la actividad

Federico se quitó la venda después de que oyó decir a Arturo que ya podían hacerlo. A pesar de que no era muy intensa, la luz le molestó a la vista por lo que se frotó un poco los ojos y enseguida miró hacia la otra colchoneta. Ignacio estaba tirado aún boca abajo con las piernas ligeramente separadas y la venda arrugada en la mano. Tan desnudo como él y con el rostro tomado por la excitación. Hizo lo posible por incorporarse con dignidad a pesar de que se notaba agotado. Se giró hacia los cuatro chavales tratando de buscar en ellos alguna mirada culpable. Los cuatro cabroncetes tenían la misma sonrisa leve y llena de picardía, imposible confirmar quiénes habían estado haciendo qué con quién. Callaban mientras le miraban.

-¿Estás bien? –le preguntó Vázquez a Ignacio mientras le tendía una mano para ayudarle a levantar.

-Estoy genial, pero hecho polvo –dijo el rubito con las mejillas acaloradas.

-Bueno, chicos, creo que la actividad se ha acabado, así que ya os podéis poner los calzoncillos –cogieron cada uno el primero que pillaron-. Recordad que no podremos hablar sobre lo ocurrido con nadie, ni siquiera entre nosotros, ¿entendido?

Asintieron lo cinco mientras cubrían sus sexos todavía enhiestos y vibrantes. Federico no dudó en mirarles con cierto descaro; se sentía realmente excitado, tanto que no hubiera dudado un instante en desvirgarlos uno a uno... a todos menos a Miranda, claro, porque cuando le vio agacharse para entrar en el slip y observó los rasguños de su ano, confirmó dos cosas: que había sido él quien le había clavado un dedito en el culo, y que desde luego le habían metido ya algo muy grande por aquel trasero huesudo.

-Antes de irse, señores, recojan sus notas de excusado de encima de la mesa. Viene cada una con sus nombres –oyeron decir a una voz de apariencia fantasmagórica que les habló desde unos pocos metros más allá.

El profesor Moreno seguía sentado en aquel banco de madera desde el que había contemplado y disfrutado el espectáculo. Los chavales le miraron como siempre, ni una sola mueca de extrañeza o animadversión. El hombre les mandó al vestuario cuando ya tenían los pantalones puestos y los cinco desfilaron en silencio hasta abandonar el gimnasio. Sólo entonces se puso Cristo en pie y pudo ver Federico que su pantaloncito verde abultado mostraba un manchurrón de humedad de tamaño considerable.

-Veo que te lo has pasado muy bien –le dijo el alumno a su tutor.

-Lo que has hecho hoy ha sido glorioso, Fede... Me quito el sombrero ante ti –simuló una reverencia muy teatral, que quedó especialmente cómica con el pantalón corrido llamando tanto la atención.

-La verdad es que ha sido una pasada, ni yo mismo me lo acabo de creer –se agachó a recoger su pantalón-. ¿Crees que serán capaces de no hablar sobre ello?

-Qué va... Son críos, puede que aguanten media hora, pero en cuanto vuelvan con el resto de la clase y se monten otra vez los grupitos de siempre, empezarán a largar cosa linda. Les has abierto los ojos a un mundo de excitación que desconocían y te aseguro que no los volverán a cerrar. Puede que sean discretos cuando estén delante de los demás, desde luego que les dirán lo que hemos pactado, que han estado ayudando a ordenar un poco el gimnasio, pero ¿entre ellos?, entre ellos no hablarán de otra cosa en mucho tiempo... Además, estoy seguro de que si entrásemos en el vestuario dentro de dos minutos, les pillaríamos pajeándose en la ducha todos juntos, tan felices...

-Pues ¡hagámoslo! –se entusiasmó con la idea Federico-. Yo todavía estoy a cien.

-Sí, pero yo no –le dedicó una sonrisa burlona-. Y tampoco quiero entretenerles más.

-Qué cabrón eres... Claro, como tú te has corrido ya...

-Sí, y ha sido uno de los mejores pajotes que me he cascado en mucho tiempo... Además, Fede, ¿tú no querías despedirte esta tarde de tu amigo Gabriel antes de mudarte de habitación? Me dijiste que te firmase dos notas de excusado, ¿no?

-Joder, pero es que quedan tantas horas…

-No seas ansioso, semental, que Artero bien merece que reserves fuerzas para él.

Federico acabó de ponerse la camiseta y caminó hasta la mesa en la que el profesor Moreno había dejado los tres papeles. Uno era para justificar la ausencia en aquellas dos horas de clase, y los otros dos tenían su nombre y el de Gabi fechados para aquella misma tarde. Se giró hacia el hombre que ya se encaminaba hacia el cuartucho del fondo.

-Oye, Cristo, dime una cosa –esperó a que su tutor se diera la vuelta-. Cuando he ayudado a Nacho a levantarse, el muy jodido parecía estar en éxtasis... ¿Quiénes eran y qué coño le han hecho esos enanos a mi niño?

-Mis labios están sellados, chaval, que soy un hombre de palabra –sonrió-. Además, créeme si te digo que prefieres no saberlo.

Federico resopló, le vio meterse en su cambiador privado y caminó en dirección contraria mientras se guardaba los papeles un poco arrugados por la rabia en el bolsillo del chándal.

¡¡ El próximo LUNES más !!

 

ACLARACIONES a tenor de los comentarios del último capítulo: no soy Federico Vázquez (jaja), por supuesto que la historia es totalmente ficticia, y nunca he mencionado la edad de los protagonistas, eso lo dejo a la imaginación del lector (por cierto, los menores también practican el sexo, es una realidad). Muchas gracias!!