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Private School: Especial Fede Vázquez (07 y ½)

en Gays

NOTA del AUTOR: en este nuevo experimento (sabéis que me gusta probar cosas nuevas, improvisar sobre la marcha), la historia transcurre entre los capítulos 7 y 8 de la saga “Especial Fede Vázquez”, pero se puede leer sin conocer los antecedentes.

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1)  “¿Qué clase de idiota crees que soy?”

El profesor Moreno le había dado a Federico dos notas de excusado para que pudiera saltarse la cena junto a Gabriel Artero. Pasaron todo ese rato los dos amigos en el dormitorio 2-12, jugando, follando, disfrutando y gozando de los últimos momentos que iban a compartir como compañeros de habitación... Luego de quedar exhaustos y satisfechos, se repartieron un bocadillo y lo estuvieron comiendo desnudos sobre la cama de Gabriel. Ninguno de los dos habló mucho mientras ingerían con hambre la escasa cena que les había quedado tras “utilizar” el otro bocadillo en sus juegos sexuales.

-Esta habitación no va a ser lo mismo sin ti –le dijo Gaby, mirando alrededor.

Federico soltó entonces un eructo que resonó por todo el silencioso dormitorio.

-Lo sé –dijo después, mirando a su amigo con una sonrisa-. Vas a echar de menos mi delicadeza y mi buena educación, ¿verdad?

Se inclinó hacia él y trató de besarle.

-¡Aparta, imbécil!, que apestas a chorizo –Gabriel le empujó con el brazo y se metió su último trozo de bocadillo en la boca.

-Por una vez que me pongo romántico contigo... –se mofó Vázquez con los ojos achispados-. ¿Sabes qué? Lo de follar aquí para darle un homenaje a este cuarto ha estado bien, pero creo que nos merecemos algo más.

-¿El qué? –balbuceó, masticando.

-Siempre he fantaseado con echarte un polvo mientras los otros duermen... Levantarme de la cama sin hacer ruido, meterme en la tuya, y follar en silencio mientras los otros tres capullos roncan como cerdos. ¿No te parece una idea morbosa?

-Es la típica... –Gabriel acabó de tragar- ...la típica idea estúpida que se te ocurre cuando estás cachondo. Además, Fede, tú eres un jodido exhibicionista... joder, pero yo tengo algo más de pudor para eso de follar con público.

-Ya... ¿Me estás diciendo que si una noche me hubiera metido en tu cama, me hubieras rechazado? ¡Jaja!, eso no te lo crees ni tú.

-De todas maneras, ya es demasiado tarde para saberlo porque mañana te mudas con tu fantástico niño-novio, ¿no?

Federico se lo quedó mirando un instante, frunciendo el ceño ligeramente:

-Pues sí, pero vamos… lo dices como si te jodiera.

-No me digas, ¿en serio? Pues tú lo dices como si te extrañase que me joda.

-Bueno, Gaby, ya hace días que lo sabes... –Vázquez se colocó con las rodillas sobre el colchón, se sacudió un poco las migas de encima mientras miraba a Gabriel-. Has tenido tiempo más que suficiente para pedirme que no lo hiciera.

-¿Qué? ¿Me estás tomando el pelo? –Gaby también se movió, para deslizarse hasta el borde de la cama; se quedó sentado ahí y también se sacudió las migajas.

-Hablo en serio.

-¡No me jodas, macho! ¿Crees que te voy a pedir que no te mudes a su habitación? ¿Qué clase de idiota crees que soy?

-Uno de los grandes, por lo que veo. ¿Por qué no me lo ibas a decir?, si tanto te jode que lo haga... que me vaya con Nacho.

-Porque te la hubiera sudado. ¿O no? ¿Acaso habrías cambiado de opinión si te hubiera pedido que te quedases aquí conmigo?, ¿que pasaras del rubito? –le miró en silencio, esperando una respuesta que no necesitaba escuchar para saberla-. Claro que no, Fede, habrías empezado con el cuento de siempre, de que lo nuestro funciona porque no hay presión de ningún tipo, que si te empiezan a agobiar pones distancia... Me lo conozco, amigo, me sé casi todos tus discursos de memoria, así que no necesitabas oírme decir que esta habitación no va a ser lo mismo sin ti para saber lo mucho que me jode que te vayas.

Se puso en pie y caminó hasta el lugar en el que reposaba su calzoncillo. Se quedó junto a esa cama mientras se lo ponía. Federico le miraba en silencio, con el ceño todavía fruncido; le jodía escuchar aquello. Le jodía ser tan transparente... Se levantó y caminó despacio hasta alcanzar la cintura de Gabriel, la rodeó con sus brazos y apoyó la barbilla en su hombro. Le besó el cuello sólo un poco, junto a la oreja:

-Esta noche, Gaby... Cuando el profesor Vidal acabe la última ronda...

-...qué...

-Que iré hasta tu cama y te follaré en silencio.

Le siguió besando el cuello mientras le acariciaba el estómago:

-No me vas a rechazar, ¿a que no? Va a ser nuestra última noche juntos...

-Eres un cabrón –Gabriel negó lentamente con la cabeza.

-Pero aun así me harás un hueco, ¿verdad? Porque sabes lo mucho que te quiero, a mi manera, y lo importante que eres para mí. Y también sabes que ésta ha sido la primera y posiblemente la última vez que me oigas decir algo así.

Se quedaron los dos en silencio, mejilla contra mejilla, las manos de Federico internándose bajo el slip de Gabriel. Éste suspiró, una vez y luego otra.

-Por favor, Gaby, dime que puedo hacerlo... que puedo buscarte esta noche...

El nuevo suspiro de Gabriel fue mucho más profundo, tenía mucho orgullo y amor propio que tragar y todavía algunas migas del bocadillo le impedían hacerlo con facilidad:

-Esta noche y las que quieras... –acabó diciendo, con la voz de la sinrazón; luego bromeó, porque el dolor se esconde mejor bajo la alfombra del sarcasmo-. Pero tienes que lavarte bien los dientes si no quieres que te eche a patadas, porque ahora mismo apestas a chorizo...

Gabriel le retiró despacio las manos de su sexo y avanzó un par de pasos en busca del pantalón. Federico le observó en silencio, risueño y feliz, satisfecho pero también de algún modo consciente de lo grande que era su tara emocional. De lo jodido que debía estar por dentro para seguir rechazando una vez y otra todo el amor que Gabriel llevaba meses dándole.

-

2)  Confidencias de madrugada

Tras la cena se prepararon todos para dormir. Federico y Gabriel lo hicieron como siempre, sin que nada en su actitud delatase lo que tenían pensado hacer aquella madrugada. Las luces se apagaron pocos minutos antes de las once. Luego de que el profesor Vidal hiciera la primera ronda de celador y comprobase que en aquel dormitorio todo estaba en orden, los chicos de la 2-12 siguieron conversando entre susurros durante unos minutos. Fede y Gaby apenas participaron de la charla. Vázquez tenía un brazo estirado en la oscuridad, de cama a cama acariciaba la cabeza de su amigo despacio, enredando los dedos en su pelo; de algún modo parecía estar diciéndole: “No te duermas, colega, que para ti y para mí este día aún no se ha acabado”.

Las réplicas de unos y otros se fueron espaciando cada vez más, como era costumbre. Uno dio las buenas noches, los otros dos siguieron comentando banalidades hasta que finalmente se creó un silencio postergado en la habitación. Un silencio con apariencia de ser definitivo. Minutos más tarde fue cuando Gabriel cogió la mano de Fede y acompañó esas caricias que el otro le estaba haciendo. De algún modo parecía estar diciéndole: “No te preocupes que no me voy a quedar dormido”...

A uno y a otro se les hizo la espera casi eterna hasta que escucharon moverse el pomo de la puerta. Separaron sus manos y fingieron dormir cuando la linterna de Vidal hizo un barrido veloz por las cinco camas. Nada delató sus intenciones, la puerta se cerró, el silencio y la oscuridad se hicieron entonces aún más presentes. Uno de los tres profería pequeños ronquiditos, debía ser Edu Carreras, siempre era él quien entonaba aquella sinfonía nocturna, aunque por suerte, pensaba Fede, dormía en el otro extremo de la habitación y apenas se percibía como un sonido lejano. Los otros dos estaban en silencio, tal vez durmieran, tal vez no. Federico había tratado de calcular los minutos que habían pasado desde la última ronda de celador. Entonces fijó la vista en la rendija entre la puerta y el suelo: ya no se vislumbraba la línea de luz proveniente del pasillo. El internado estaba en calma. Dormía.

Federico se destapó y se levantó de la cama sin hacer ruido. Cuando dio dos pasos hasta la cama de Gabriel, notó que éste también se había destapado y que se movía sobre el colchón. Vázquez se sentó en el borde y la mano de su amigo pasó junto a su cintura con el slip sujeto entre los dedos. La prenda cayó al suelo y la mano empezó a moverse por la espalda de Fede mientras éste levantaba un poco el culo y se desprendía de su propio calzoncillo. Cuando se tumbó en el hueco que le había hecho Gaby, éste le tapó con sábana y colcha y quedaron los dos tumbados boca arriba:

-...estás loco... –le oyó susurrarle en la oreja.

-...lo sé... pero te encanta...

Un poco volcado sobre él, Gabriel empezó a besarle la mejilla y los labios mientras su mano se iba deslizando sin prisa por el estómago de Federico. Éste se mantuvo impasible, dejándose besar y acariciar con las manos en la nuca. El cálido aliento volvió a entrarle por el oído:

-...no sé por qué te permito esto...

-...porque estás tan loco como yo...

Después de una pausa silenciosa durante la que Gabriel manoseó la polla de Federico ya endurecida, le volvió a hablar en un susurro de asfixiante intimidad:

-...no quiero que lo hagas, Fede...

-...calla...

-...no quiero que te vayas con él...

-...Gaby, por favor...

-...tenía que decírtelo...

Federico separó las manos de su nuca y con una de ellas abrazó a Gabriel para echárselo encima y silenciarle con un morreo apasionado. Le recorrió la espalda y el culo mientras notaba el sexo endurecido de su amigo dándose contra su muslo:

-...es tarde... –le dijo.

-...lo sé... todos duermen...

-...no, Gaby, es tarde para eso... para nosotros... para echarme atrás...

-...pero ese crío... él sólo es un capricho...

Vázquez se lo quitó de encima, le apartó sin brusquedad y se movió hasta quedar de perfil sobre la cama. Recorrió el estómago de Gabriel, atrapó su verga con la mano y la empezó a sacudir despacio. Se besaban flojo, a ráfagas, labios en contacto, sin lengua, sólo un punteo sesgado de dos bocas que se buscaban y hablaban en la oscuridad:

-...no he venido para eso... –dejó caer Federico como reprimenda.

-...y a qué has venido, cabrón...

-...a estar contigo...

-...no... has venido a follar conmigo... a asegurarte de que sigues siendo el jefe...

-...¿y lo soy?...

Gabriel no respondió enseguida, tuvo que ahogar en la boca de Federico unos jadeos que le salían desde el fondo del pecho. Era tan feliz en aquellos brazos... ¿Cómo negar la evidencia, la sumisión en que Fede le sumía?

-...lo eres... pero sólo... hasta que dejes de serlo...

Federico no pudo evitar una risotada que Gabriel trató de retener poniéndole una mano en la boca. Con la otra le tomó de la nuca y esta vez se escondieron los dos en un morreo duro, largo y salvaje, una especie de batalla por el poder. Se chuparon las lenguas el uno al otro como si las acabasen de descubrir y supieran que sólo iban a estar allí por un tiempo limitado. Olvidaron que no estaban solos, los suspiros se acentuaron, trató Gaby de hacer rodar sus cuerpos pero Fede se lo impidió, le tomó de las muñecas y se las clavó contra la almohada... Le mordisqueó la barbilla y después le lamió una mejilla hasta llegar a su oreja:

-...estás muy jodido, colega... completamente jodido...

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3)  Pasión y susurros

Mientras seguían enganchados en aquella sigilosa pasión, Gabriel fue separando las piernas hasta abarcar con ellas el cuerpo de Federico, que estaba volcado sobre él y le seguía sujetando las manos por encima de la cabeza. Se besaron durante minutos interminables, la oscuridad les hizo agresivos, parecían estar peleando sobre aquella cama como dos leones hambrientos. Fede le embestía con fiereza y Gaby trataba de resistirse, pero era inútil porque le superaba el deseo de dejarse poseer:

-...hazlo... –le pidió como en una súplica; sus piernas le dijeron cómo, plantó los pies sobre el colchón esperando a que Federico se acoplase bien.

Éste lo hizo, colocándose en posición, dispuesto a entrarle. No lo pudo hacer por la falta de lubricación, pero le puso toda la intención del mundo, y con cada arremetida los dos fingían estar follando de verdad... silenciándose el uno al otro, inhalando los jadeos que se dispensaban, casi sudando bajo la sábana. Las embestidas eran cadenciosas, pretendidamente llegaban hasta lo más profundo de Gabriel, las conducía Federico arqueando la espalda y empujando con las caderas. El contacto de las pieles desnudas era cálido y excitante, a ambos les enervaba de pasión estar haciendo algo “prohibido” en esa habitación que ocupaban otros tres chavales dormidos:

-...quiero hacerlo ya, Gaby...

Le soltó las manos y salió de encima de él, quedando de rodillas sobre el colchón. Gabriel se movió hasta quedar de costado y dejó espacio suficiente para que Federico se tumbara a su espalda y le acariciara la cintura. Gaby se había llevado una mano a la boca y se estaba chupando los dedos. Bajó con ellos hasta su culo y lo ensalivó un poco. Fede fue haciendo lo mismo echando saliva sobre su mano y acariciándose con ella entre las piernas. Notó que la mano de su amigo le tomaba la punta del capullo y se lo conducía directo al ojete:

-...¿crees que bastará?... –le susurró en el oído.

-...si... bastará...

Luego giró un poco la cara para volver a recibir un nuevo beso:

-...entra... –le pidió Gabriel- ...entra ahora...

No tardó Vázquez en seguir las indicaciones y cumplir con su parte. Le separó las nalgas tirando con una mano hacia arriba al tiempo que Gaby se apretaba el glande contra sí mismo y trataba de acertar justo en el centro de la diana. Le crujieron los dientes cuando Federico empezó a hacer fuerza, la suficiente para adentrarse entre sus dos nalgas deslizándose por ellas con dificultad. Le penetró con calma, sintiendo también él un tirón de molestia al notar que su miembro se descapullaba... Tuvo que recular un poco, separarle todavía más los cachetes hasta hacer que prácticamente quedase Gaby tumbado boca abajo, y entonces fue algo más sencillo entrar en él.

-...¿contento?... –preguntó Artero tras emitir un quejido apagado.

-...podría estarlo más... si cerrases el pico...

Los dos sonrieron, notaron que el otro lo hacía por el aliento cálido que se regalaron en la oscuridad, por lo suspiros que compartieron con cada nueva embestida. Los muelles chirriaban pero no se escuchaba nada más allá de los suaves ronquidos de Eduardo Carreras al otro lado de la habitación... No fue un polvo cómodo ni excesivamente liberador, fue más bien una acción casi mecánica cuya frialdad atenuaron ambos con besos y caricias, con susurros de afecto y complicidad, con nuevas pullas, insultos consentidos y el sudor que los humanizaba sobre aquella cama compartida.

Los minutos fueron pasando, Federico se quedó dentro de Gabriel mientras le masturbaba y mordisqueaba su cuello. El otro parecía a punto de correrse, lo indicaban sus espasmos, el modo en que retenía el impulso de gritar... Cuando lo hizo (correrse, no gritar) su culo se agitó de un modo tan exacerbado que el propio Federico sintió que estaba a punto de venirse, de eyacular sin remedio. Dejó en él la semilla final de aquella fiesta de despedida, le llenó con el agradecimiento por dos años y medio de feliz y respetuosa convivencia, se descargó mientras susurraba palabras prohibidas que solamente Gabriel pudo escuchar en esa ocasión, testigo único y fascinado; siempre suyo.

Quedaron extenuados sin soltarse del acople que los mantenía unidos en caliente simbiosis. Federico amarrado a la cintura de su amigo, apoyando la frente en su nuca, escondiendo allí sus deseos de llorar, sintiéndose rendido por la evidencia de sus sentimientos:

-...lo has vuelto a decir... –musitó Gaby, como si pensara que las palabras de Fede habían sido inventadas por su mente.

-...me estaba corriendo... –se excusó.

-...aun así...

Quiso girarse Gabriel para intuirle la cara en la noche oscura, pero Federico no se lo permitió porque tenía mucho que esconder, y ni siquiera la ausencia de luz bastaría para que su amigo no supiera leer sus pensamientos. Así pues, se mantuvo firme en su abrazo, lo atrapó con él y se lo dijo, sin prisa:

-...quiero dormir contigo esta noche...

-...pero...

-...sin peros, Gaby... solos tú y yo... abrazados...

Y no se dijeron nada más. Tal vez se durmieron rápido, o quizá sólo fingieron que lo hacían, como si una improbable tercera ronda del celador les fuera a pillar desprevenidos. El tiempo se detuvo en aquel contacto de sus cuerpos, que nunca antes habían estado tan cerca. La noche les dio el respiro que buscaban y finalmente se dejaron llevar por Morfeo, que durante aquella madrugada les ofreció el sueño más reconfortante del mundo.

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[La mañana siguiente se puede leer en el capítulo 8]

¡¡Próximamente más!!