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Private School: Maricas en el Dormitorio (II)

en Gays

Agradecimientos y respuestas personalizadas al final del relato.

RESUMEN DE LO ANTERIOR: Sergio, Rober, Dani, Iván y ‘el negro’ Ezequiel comparten dormitorio y juegos poco infantiles en el internado. La noche anterior Sergio ganó la competición del Menos Marica y su premio fue comerle la polla a Ezequiel. Daniel estuvo a punto de hacerlo también pero les interrumpió el profesor Moreno en su función de celador y se quedaron a medias. Don Cristóbal (‘Cristo’ para los alumnos) notó a Sergio muy sofocado así que le dio permiso para ir al baño a refrescarse. El muchacho volvió a la habitación a altas horas de la madrugada y con el culo dolorido...

 

MARICAS EN EL DORMITORIO, parte II

6.   El análisis

Ese mediodía los cuatro amigos chapoteaban sin más en la piscina durante aquellos últimos diez minutos de juego libre que el profesor Cristóbal Moreno les daba siempre antes de finalizar sus clases.

 -La verdad es que Sergio no parecía enfermo… ¿Alguno de vosotros le escuchó volver al dormitorio? –les preguntó Iván sotillos; los tres negaron con la cabeza.

-Yo ni siquiera me enteré de que se había ido con Cristo –apuntó Daniel Pinzón.

-Muy pronto te dormiste vos, pendejo... –Ezequiel Mosquera le rodeó el pecho con los brazos y se montó en su espalda-. Y yo pensando que te flojiaban las piernas porque te morías de ganas de mamarme el pico, jaja. 

-Sergio le dijo que tenía mucho calor y que necesitaba refrescarse en el baño –le contó Iván ignorando las calenturas de Mosquera.

-Pero debió volver muy tarde –añadió Roberto Narváez-, porque a mí me costó casi una hora dormirme y él aún seguía fuera.

-No creo que esté enfermo, aunque Cristo le haya firmado una nota de excusado para todas las clases de la mañana.

-Eso lo hiso porque es un tipo legal ¿no entienden? Lo mínimo que podía darle era una nota de excusado después de partirle la cola con su vergota

-Qué bruto eres, negro –lejos de quitárselo de encima, Daniel sujetaba ahora a su amigo para ayudarle a cruzar las piernas alrededor de su cintura.

-Qué bruto ni qué mierdas… ¿Acaso ustedes no le vieron antes al nene la nalgada?, ¿los rojitos que tenía en el hueco de la cola? –hizo una pequeña º con índice y pulgar en la que metió a presión el meñique de la otra mano imitando una penetración frente a la barbilla de Daniel-. ¡Dale, bebés!, es la marquita del culiado, que no paresen putitos ustedes… El Cristo del demonio le súper abrió anoche el hoyito a nuestro Sergio ¡nomás!

-Pero qué dices –Roberto negaba con la cabeza.

-Bueno, Rober, ya sabes que Moreno es muy sobón... –dijo Iván con conocimiento de causa directo.

-Sí, pero una cosa es que te dé una cachetada en el trasero siempre que puede o que nos toque un poco creyendo que dormimos, y otra muy distinta es… pues eso… que nos folle.

-Segurito que no es por falta de ganas, jaja…

No tuvieron mucho tiempo más los cuatro amigos para seguir intentando desentrañar el misterio de la noche pasada, Moreno enseguida les mandó a todos a ducharse dando la clase por concluida.

7.   Excitación inoportuna

Iván y Roberto se habían entretenido de más en el vestuario y por eso entraron los últimos en el recinto de las duchas, cuando casi todos los compañeros ya habían concluido. Se colocaron debajo de grifos contiguos para proseguir la charla que traían al entrar; seguían hablando del tema estrella de esa mañana: Iván defendía la tesis del amigo desvirgado por el profesor y Roberto la contraria.

-Por mí el negro puede decir lo que quiera pero yo no me creo que Cristo le hiciera a Sergio eso que dice.

-Venga, Rober, que ya sabemos cómo se las gasta Moreno… No sé a ti pero a mí me soba siempre que tiene ocasión, y a los adultos siempre les gusta… meterla… donde sea.

-¿Crees que Sergio le estaba provocando?, cuando le dijo que tenía calor y que quería refrescarse en el baño.

-No lo sé, pero anoche Sergio estaba muy salido –acotó Iván.

El agua les caía templada por la espalda entretenidos en su conversación.

-¿Y qué me dices de Dani? Tú le viste, ¿verdad? Se estaba agachando.

-Eso parecía –admitió Roberto.

-A mí que no me venga con cuentos de que se quedaba dormido… ¡unos cojones se estaba quedando frito!, lo que quería era comerle el rabo al negro, como que no se le vieron las intenciones al cabrón…

-Estoy seguro de que lo hubiera hecho si en ese momento no nos llegan a avisar de que venía Cristo –Roberto se quedó en silencio mientras cogía el bote de champú que su amigo le pasaba; parecía pensativo-. Oye, Iván, ¿tú lo hubieras hecho?

-¿El qué? –Sotillos comenzó a enjabonarse el cuerpo.

-Si no hubieras perdido en el juego, si hubierais quedado sólo el negro y tú en la competición, si te hubiese hecho a ti esa oferta… ¿qué le habrías dicho?

-Pues no sé, el mamón de Sergio me la puso súper dura en dos minutos. ¿Por qué?, ¿tú se la hubieras comido?

-Puede… A lo mejor sí.

-Ya –Iván observó cómo Roberto se enjabonaba entre las piernas-. Puede que yo también.

-Ezequiel tiene una polla chula, ¿no?

-Sí, es un rabo bastante grande… para tener la misma edad que nosotros, digo.

Los dos se quedaron en silencio mientras seguían enjabonándose encarados a la pared.

-No deberíamos empalmarnos aquí ¿verdad? –dijo Iván.

-No, no deberíamos.

-En cualquier momento vendrá Cristo a darnos un repaso y si nos pilla con la minga tiesa…

-Tienes razón. Será mejor que tratemos de relajarnos –Roberto estiró la mano y dirigió el mango del grifo hacia la zona azul para que el agua se enfriara; se colocó debajo entre gemiditos de frío.

-Joder, tío, no hay manera de que se me baje… –soltó Iván al poco.

-Eso es porque tenemos la cabeza llena de pensamientos cachondos... –Roberto le miró más abajo del ombligo-. Cabrón, ¡pero si la tienes cada vez más dura!

-¿Y qué hago, macho? Como entre Moreno…

-Confiemos en que tarde un rato.

Y como si el bendito profesor estuviera al acecho, fue decir aquello Roberto y a pesar del ruido del agua pudieron escuchar perfectamente el vozarrón de Cristo entrando en el vestuario como hacía siempre, arrasando con su discurso mil veces repetido.

-Hostia puta, Rober, ¡la hemos cagado!

-Yo no –se miró Narváez entre las piernas para constatar que su erección había decaído casi del todo-. Pero no te preocupes que voy a salir antes y así le entretengo para que te dé tiempo a relajarte.

Roberto sonrió mientras se quitaba los últimos restos de jabón, tranquilo al comprobar que había sido capaz de rebajar su excitación hasta el mínimo aceptable para presentarse ante el profesor y los compañeros que aún quedaban fuera.

8.   Vaciando el vestuario

Cristóbal Moreno entró en su vestuario diez minutos después que los muchachos como hacía siempre, de esa manera se aseguraba de encontrar a casi todos desnudos.

-Por favor, señores, ¿no podrían mostrar un poco más de recato y pudor? No he conocido una clase tan predispuesta a la desnudez como ésta. ¡Haga el favor de taparse, Mosquera!, y compórtese con decoro por el bien de sus compañeros. No necesitamos ver cómo su hombría se bambolea de un lado a otro… Y usted, Larralde, ¿no podría llevarse la toalla hasta el recinto de las duchas, en vez de empaparlo todo cuando vuelve? ¿Tanto les cuesta ser un poco más veloces y discretos cuando salen de la piscina? No les pido cuello alto, pero tampoco me gusta ver mi vestuario convertido en un centro de nudismo adolescente…

En el tiempo que pronunciaba esas palabras le había dado tiempo a fijarse en todos y cada uno de ellos como si les viera por primera vez: sus caritas relajadas tras el deporte y la ducha templada, el aire risueño y sonrojado que acostumbraban a mostrar en su presencia dentro de aquel vestuario, sus penes preciosos entrando en calzoncillos blancos de algodón, sus culitos respingones secándose con la fricción de las toallas… y por supuesto los ausentes.

-¿Se puede saber quiénes quedan todavía haciendo el zángano en la ducha? –lo sabía y aun así lo preguntaba.

-Sólo Narváez y Sotillos, don Cristóbal.

“Claro que sí, dos maricas de la 48…”, pensó Moreno para sus adentros.

-¿Y qué les pasa?, si puede saberse. ¿Acaso se están sacando brillo?

No fue un comentario con doble intención (tan sólo una ironía referida al hecho de limpiarse con esmero y dedicación) pero sus palabras levantaron una oleada de chascarrillos susurrados y risitas contenidas, muy propio del grupo de adolescentes con las hormonas desatadas que eran para quienes la expresión “sacarse brillo” tenía connotaciones sexuales como casi todo lo que escuchaban.

-No me sean críos, por favor… Y los que ya estén vestiditos y presentables vayan saliendo hacia el salón, ¡sin correr!

En ese momento vio aparecer a Roberto Narváez con su espalda ancha, su barriguita de buen comedor, el culazo bien relleno y la verga algo crecida; no mucho, pero sí algo. La conocía Moreno como si la contemplara cada noche, a veces más encogida y también a veces más inflada… un pene pequeño con muchos pliegues en el pellejito que le sobresalía por la punta.

-¡Otro más! –exclamó el profesor con fingido hastío-. Desnudo y chorreando el suelo… Anda, ¡tápese, Narváez!, que para mi desgracia ya les tengo demasiado vistos.

Le tiró una toalla que el muchacho cazó al vuelo mientras sonreía levemente. Cristóbal llevaba únicamente el pantaloncito de deporte verde que empleaba para dar sus clases, desde principios de marzo siempre a pecho descubierto.

-¡Hasta luego, don Cristóbal! –le dijo Yago al profesor.

-Con Dios, Bakero… –farfulló el hombre mirando otra vez a Narváez-. ¿Puedo saber que está haciendo el joven Sotillos ahí dentro?

-Es que Iván acaba de entrar, don Cristóbal –respondió Roberto-. Si me deja, voy a acercarle una toalla para que no lo empape todo cuando salga.

-Vaya, Narváez ¡y dígale que se dé prisa! –vio cómo el joven se envolvía en la toalla y recogía otra del montón, retomando enseguida el camino de las duchas-. Se les va a pasar la hora de la comida, señores, y luego no quiero quejas.

Sus palabras tal vez no llegaron a oídos de Narváez pero sí a los de los únicos dos muchachos que quedaban dentro del vestuario. Ezequiel Mosquera y Daniel Pinzón seguían silenciosos y expectantes cuando Moreno se los quedó mirando.

-¡Siempre los mismos!, los amiguitos de la 48... –sonrió como si aquello se tratase de una broma privada-. Creo que Narváez y Sotillos se las podrán arreglar solitos. Vayan a buscar a su otro compañero de cuarto para asegurarse de que no llegue tarde al comedor.

-Como usted diga, don Cristóbal... –asintió Daniel levantándose.

Mosquera y Pinzón tardaron apenas un minuto en salir de allí y entonces Cristóbal supo que tenía vía libre. El hecho de que Narváez se demorase más de la cuenta en volver de las duchas le estaba provocando cosquillas en los huevos. Se los rascó por encima del pantaloncito y caminó con paso firme hasta doblar el murete que separaba el habitáculo de duchas del cambiador.

No se puede decir que le sorprendiera demasiado la escena que encontró allí dentro pero sí pudo sentir cómo el cosquilleo en las pelotas se iba atenuando conforme le llegaba a ellas un reguero de sangre caliente traído por el morbo. Les observó durante un par de minutos, quizá tres, hasta que parecieron haber concluido:

-¿Es que nunca se cansan de hacer eso? –les dijo entonces en un susurro excitado.

9.   “Tú lo habrías hecho por mí”

Ni cinco minutos antes de que don Cristóbal entrase en el recinto lleno de vapor concentrado, Roberto se encaminó hacia allí con una toalla en la mano y la otra envuelta en su cintura. Iván seguía estando en una de las duchas del fondo colocado bajo el chorro de agua de espaldas a él. Tenía un brazo apoyado en la pared y una mano perdida en la parte frontal de su cuerpo, el balanceo de su codo libre no dejaba lugar a dudas sobre la naturaleza de su acción; se estaba masturbando.

Ante eso Roberto tenia dos opciones: o le dejaba intimidad y la toalla volviendo atrás para asegurarse de que el profesor no se asomaba a fisgonear, o se acercaba para tratar de ayudarle en lo que pudiese. Dejó ambas toallas colgadas de uno de los grifos y cruzó el recinto sin prisa. Iván no se dio cuenta de su presencia hasta no percibir una mano colándose furtiva por debajo de su axila sin vello, la del brazo que apoyaba en la pared.

-Joder, ¡qué susto, cabrón! –le dijo cuando vio que era él-. ¿Qué haces aquí?

-He venido a echarte una mano… –se la echó a la polla que Iván dejó ir-. Si anoche te lo pudo hacer Sergio no creo que te importe dejarme hacértelo hoy a mí.

-Estás loco, Rober... –en todo caso una locura deliciosa, debió pensar el rubito-. Va a entrar Cristo  y nos la vamos a cargar...

Apoyó la nuca en su hombro, su cuerpo en el de Roberto, más robusto, y le sintió completamente desnudo en su espalda con el rabo amenazando contra su coxis, creciendo por la fricción. El pene erecto de Iván quedaba casi oculto del todo cuando Narváez cerraba la palma de su manaza, lo que impedía una masturbación veloz así que decidió cogérsela con tres dedos para poder meneársela mejor.

-Tú cierra los ojos y déjame hacer a mí… –dijo Roberto en un susurro calmado.

Le pasó la otra mano por la cintura para poder acariciarle también las pelotas y clavarle un dedaco en la zona prostática; Iván se agitó entre sus brazos con las piernas flaqueando. Se olvidó de todo lo que les rodeaba durante unos segundos y entonces sólo quedaron ellos dos en el mundo: la pollita dura en su mano; su propia verga engordando contra aquel trasero blanquito; la calidez del agua que humedecía la excitación de ambos… luego los besos en el cuello, las manos del rubio acariciando sus piernas y los espasmos de aquel cuerpo imberbe.

-Hostia puta, Rober… me estás pajeando... –otra retórica para el olvido.

-Tú lo habrías hecho por mí.

-Síii… y se te está poniendo… mazo de dura…

Hurgó Iván en el reducido espacio comprendido entre los dos cuerpos y allí encontró lo que buscaba, la lanza que se le estaba clavando al final de la espalda.

-¿Sabes qué…? También te la habría comido a ti… si hubiéramos quedado últimos en el juego…

-Tienes que correrte ya, Iván... –le dijo Roberto en el oído, empezando a pensar que se demoraban demasiado.

Notó al chaval sufriendo leves espasmos a la altura de las caderas y supo que no tardaría en concluir. Le siguió besando el cuello mientras movía la mano libre hacia su propia polla apretujada y la empujaba hacia abajo para meterla entre las nalgas de Iván. Le quedó extendida por toda la zona inferior de los huevos haciendo presión hacia arriba.

-Hijo… de puta... –susurró el rubito, al límite de la excitación.

Se acoplaron entonces como dos profesionales: Roberto masturbaba a Iván con la mano y al mismo tiempo embestía con las caderas para auto-practicarse una especie de paja entre las nalguitas prietas de su amigo; y éste a su vez luchaba contra los efectos agitadores del orgasmo contrayendo el culo como si fuera una mano carnosa con la que friccionar la verga dura de aquel gigantón… Iván acabó el primero escupiendo dos o tres gotitas transparentes que enseguida se diluyeron con el agua de la ducha; después se llevó una mano hasta los huevos para entrar en contacto con el glande de su compañero. Roberto se le corrió en los dedos; algo más maduro sexualmente que él, le pringó con una sustancia casi-de-hombre que parecía bastante más espesa que la suya. Levantó la mano para que ambos la mirasen mientras Roberto le abrazaba con fuerza por el pecho:

-Muchas gracias, cabrón... –le susurró antes de mordisquearle el lóbulo de la oreja.

-Lo mismo digo, cabrón... –Iván estiró la mano y el agua se encargó de diluir también aquel semen blanquecino de sus dedos.

Pensaron que ya estaba conseguido, que podrían salir al vestuario con el resto de compañeros en cuanto la inflamación se les bajase. Pero cuando se dieron la vuelta tras apagar el grifo, dispuestos a coger las toallas y salir de allí cuanto antes, una sombra poderosa y amedrentadora surgió entre los vapores con el rostro iluminado por la excitación:

-¿Es que nunca se cansan de hacer eso? –les dijo Moreno con una gran sonrisa.

Una de las cosas que más cachondo le ponía de los muchachos era que pusieran aquellas caras de temor cuando les atrapaba haciendo algo indebido. Se bajó pronto el pantaloncito verde que contenía una erección que los dos chavales contemplaron con miedo.

-Esto no se acaba hasta que el profesor lo diga…

MARICAS EN EL DORMITORIO, y parte III:

Publicación 23-25/enero/2012

 

AGRADECIMIENTOS Y COMENTARIOS. Muchas gracias a TODOS por las valoraciones y los comentarios sobre la primera parte. (A dreamerx): que te “agrade” mi redacción y la encuentres “ordenada y personalizada” es el mejor halago que podría recibir. (A estudiante): me alegra saber que te parece “un relato diferente”; la verdad es que llevo mucho tiempo leyendo relatos de esta página y como lector casi nunca encuentro el elemento mágico que consigue calentarme la entrepierna y mantenerme al mismo tiempo el cerebro conectado hasta el final. El culmen del morbo, vamos…

(A 3dimension): gracias por haberte hecho “fan” de un modo tan precoz, jeje. Decirte que el problema de enviar “capítulos más cortos” es que al ser una historia coral con múltiples protagonistas, si redujera el tamaño de cada relato que envío apenas podría contar nada; por eso los divido en capítulos y pongo 3 ó 4 en cada parte. Y cuando dices que no deje “de contar NADA”… Bueno, sé a lo que te refieres y aunque también me gusta ser explícito, si cada encuentro sexual de los chicos estuviera narrado con todo lujo de detalles, al final hasta yo me aburriría. Hay cosas que creo que merecen ser detalladas y otras es más sugerente que las cuenten los protagonistas con sus propias palabras en mitad de una conversación cachonda. O que las imagine quien las lea en vez de darlo todo mamado y penetrado… ¿No?