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Private School: Especial Fede Vázquez (09/18)

en Gays

NOTA DEL AUTOR: ante la inexplicable y (creo) malintencionada desaparición de este relato a las 20 horas de ser publicado el viernes 24-F, se me plantearon dos opciones:

1-   dejar de publicar relatos en esta página (algo que olvidé al instante, pensando en el número de lecturas que acompaña al título de mis relatos; mantener a cerca de 4.000 lectores a mi lado con una saga de 18 capítulos es un acto de responsabilidad);

2-   aprendizaje y contrataque, esto es descubrir las causas por las que el relato había sido engullido por un agujero negro y no volver a repetir el error. Creo sinceramente que a algunos autores de ego frágil les molestó que mi relato tuviera un 9,83 de media en 13 valoraciones cuando no llevaba ni un día publicado.

Quiero demostrar que ni único interés aquí es ser leído, y que el Top100 de los relatos mejor valorados me importa entre poco y nada. Para mí un comentario cualquiera (bueno o malo) es mil veces mejor que una valoración Excelente. Por eso me gustaría pediros que NADIE valore mis relatos de ahora en adelante, y que en caso de hacerlo (opción legítima), que la valoración sea inversa, o sea Terrible=Excelente... Malo=Bueno, etc...

Muchas gracias, y espero no tener que sufrir ningún otro percance que el webmaster de Todorelatos no me sepa aclarar. Os dejo con el relato “robado” y si nadie me lo impide ni atisbo nuevos agujeros negros, en breve (muy breve) publicaré el siguiente.

9.1       La nueva misión

Los sábados en la escuela interna St.Mikael’s no diferían del resto de la semana: los jóvenes cumplían el mismo horario de clases y descansos.

Pasadas las diez y media, Federico Vázquez seguía sintiéndose muy excitado; ¿acaso dejaba de estarlo en algún momento del día? Cristo le había pedido explícitamente que no se corriera antes de que le mandara llamar, y la primera clase había sido soportable, pero en aquella segunda ya estaba volviendo a recibir en su mente aquella imagen que le mantenía en vilo desde el jueves: Nacho despatarrado y exhausto sobre la colchoneta. Le jodía pensar que hasta después del recreo tendría que seguir fingiendo interés por la materia que le tocaba en ese momento. Con una sonrisa, miró la tapa del libro que tenía delante, ya que por un instante incluso había olvidado en qué asignatura estaba.

Entonces alguien llamó a la puerta del aula de Matemáticas del profesor Vidal. Todos miraron hacia allí, y vieron una cabeza asomando por la ventana de cristal que ocupaba la mitad superior de la puerta: “¡Adelante!”, gritó don Saturnino, que odiaba las interrupciones durante la hora lectiva.

-¿Qué diablos ocurre, Galván? –bramó el hombre con su habitual carácter agriado.

-Lo siento mucho, profesor Vidal... pero es que don Cristóbal... don Cristóbal me ha mandado buscar a uno de sus alumnos...

Hablaba en voz tan baja aquel chico que Federico casi no le escuchó; pero al oír el nombre de su tutor supo que había llegado el momento de cumplir una nueva misión para Cristo. Se mantuvo a la expectativa mientras don Saturnino le cogía a Galván la nota de excusado de las manos y la miraba por encima de sus gafas de vasta montura.

-¿Qué habrá hecho esta vez, Vázquez? –murmuró negando con la cabeza.

-¿Perdone? –preguntó Federico, haciéndose el sorprendido.

-¡Que su tutor le reclama! –alzó la voz cuando alzó la vista-. Le manda a buscar en mitad de una clase, así que deduzco que no será para nada bueno. Recoja sus cosas, porque sólo quedan veinte minutos antes del recreo y no parece que vaya a volver a tiempo. Váyase con este compañero pero no olvide preguntar luego las tareas ya que se las pediré mañana a primera hora y más vale que las tenga, porque si no se pasará toda la tarde del domingo castigado, ¿lo ha entendido?

-Sí, don Saturnino –se lo dijo Federico cerca de su mesa, porque durante la parrafada del hombre le había dado tiempo a recogerlo todo y caminar hasta él-. Mañana a primera hora le enseñaré mis tareas.

Salieron los dos jóvenes del aula, y empezaron a caminar por el pasillo. Galván iba en silencio y algo acobardado, a pesar de ser casi tan alto como él. Federico iba sonriendo con la mochila en la espalda, ¿hasta dónde llegaba su fama de cabrón asusta-alumnos? La cara de aquél en particular no le sonaba de nada, ni siquiera de haberle echado de algún sitio.

-Oye, Galván –le dijo Fede con toda confianza, pues así le había llamado el profesor-, estáis en Gimnasia ¿verdad?

El otro asintió con la cabeza sin mirarle. No volvieron a cruzar palabra hasta que llegaron al gimnasio y Federico se acercó a Moreno echando sólo un rápido vistazo a los alumnos que correteaban de un lado a otro del gimnasio tratando de jugar a fútbol. Dejó la mochila junto al banco de madera y se aproximó a su tutor. Moreno parecía estar de buen humor:

-Quiero que vayas a mi vestidor y te cambies de ropa. Te he dejado en la silla lo que quiero que te pongas.

-¿Es que ahora tengo traje de súper héroe para la “caza de maricas”?

-Más o menos...

Moreno avanzó unos pasos e hizo sonar el silbato. Una explosión de alegría invadió a la mitad de los chavales, que corrieron a abrazar a uno en particular, aquél que había metido el gol. Federico le vio sólo un instante antes de que le rodeasen sus compañeros. Era un alumno que ya había visto antes pero la euforia desatada le impidió recordar dónde y cuándo... Cristo se volvió hacia él:

-¿Qué haces ahí parado, Vázquez? Venga, ¡ve a cambiarte!

9.2       Muñeco hinchable

Federico soltó una leve carcajada en cuanto entró al frío cuartucho y vio aquellas dos prendas tan particulares: un pantaloncito verde extra corto y una estrecha camiseta blanca de tirantes; su traje de súper héroe. Se lo pensó unos segundos cuando estuvo ya en calzoncillos y su ropa quedó tirada en el suelo. Al final optó por la opción más lógica tratándose de Moreno; se agachó para quitarse el slip y se puso el pantaloncito deportivo a pelo. La camiseta no le venía tan híper ajustada como al profe porque a pesar de tener una espalda ancha y musculada, Vázquez no llegaba a las dimensiones de toro bravo que tanto le excitaban en su tutor.

-Hola –oyó decir de pronto a su espalda.

La voz le pilló desprevenido, contemplándose fascinado en el espejo estrecho de cuerpo entero que Moreno tenía allí dentro. Se giró como un resorte y entonces le vio sonreír junto a la puerta, el chaval que había marcado el gol, el mismo que recordaba de algún sitio.

-Vaya, pero si te has puesto su ropa... –aquella mirada de admiración prometía grandes cosas-. Me ha dicho don Cristóbal que viniera a saludarte.

-¿Ah, sí?, ¿y para qué?

-Para saber si te acordabas de mí –dicho lo cual el chico se dio la vuelta y cerró la puerta sin volver a girar más que la cabeza-. Creo que te empiezas a acordar.

Se llevó ambas manos al culo y entonces Federico recordó... ¡vaya que si recordó! Jamás había visto un trasero semejante antes de aquel día de principios de curso [capítulo 1.2] en que se cruzó con él en los lavabos. Aquel alumno sufría una desviación del coxis que le hacía parecer un muñeco hinchable de uso exclusivo para la penetración anal.

-Claro que me acuerdo, eres el chaval de los sesenta grados... –le dijo con una sonrisa.

-Jolines, qué buena memoria tienes.

-Para las cosas que me interesan, jaja... –se acercó a él y le tendió una mano-. También recuerdo que no tuvimos ocasión de presentarnos, ¿verdad? Me llamo Fede.

-Yo soy Carlos, alumno nuevo de este año –estrecharon sus manos y se miraron a los ojos; los del chaval eran verdes como un lago estancado-. Te he visto alguna vez por la escuela pero se supone que los novatos no debemos acercarnos a los mayores, es algo que he aprendido después de unas cuantas collejas... Aunque tú pareces diferente, Fede, te he visto acompañado de un chaval rubio, no parece que los más jóvenes te molestemos.

-No me molestáis –Vázquez dejó salir una sonrisa, pensando en que aquel chico parecía tener mucha labia; de hecho, lo que recordaba de él era que le había dado un par de buenos cortes en los dos minutos que compartieron aquel baño dos meses atrás.

-Oye, el profe aún tardará un poco en mandar a los demás al vestuario... ¿quieres ver cómo meo?... por hacer tiempo, digo…

-¿Tiempo para qué?

-Pues para que venga Moreno, ¿para qué va a ser?

El chaval caminó con decisión hasta el meadero de pared que tenía Moreno para su uso personal. A su lado Federico le miraba casi eclipsado.

-¿Tenéis mucha confianza, don Cristóbal y tú? –le preguntó mirándole a los ojos.

-Más o menos como vosotros, supongo... al menos por lo que me ha contado. Mira, mira, que ya sale... –Carlos elevó la vista hacia él para asegurarse de que el mayor estaba mirando cómo le salía el chorro.

Federico lo hizo a pesar de que no tenía especial interés en contemplar el chorro de pis que soltaba aquel chico; lo hizo sólo porque Carlos parecía ciertamente obsesionado por eso de mear con público. Los ojos se le habían iluminado en cuanto él bajó la vista.

-¿Quieres que te aplauda, chaval? –se mofó Federico.

-No hace falta. Sólo mira... –respondió el otro con ingenuidad (o tal vez una buena dosis de pícara ironía).

-Y dime, ¿qué te ha contado Moreno?

-Lo que hacéis... bueno, lo que le haces. Quiere que me enseñes, supongo que por eso te ha hecho poner esa ropa.

-¿Que te enseñe qué?

-Sí, hombre, lo que le haces... Dice que aprendo rápido y que si me enseñas todo lo que sabes, podré ocupar tu puesto cuando ya no estés.

-No me jodas... Pero ¿acaso tienes idea de lo que hacemos Cristo y yo cuando estamos a solas? No jugamos al ajedrez, precisamente.

-Al ajedrez no tendrías nada que enseñarme, Fede, y perdona que te lo diga así de chulo, pero es que soy muy bueno... ¡Mira mi culo! –Carlos ya había acabado de mear y sin avisar no dudó en bajarse pantalones y slip hasta las rodillas; se ladeó un poco-. ¿Crees que nunca me la han metido?

Vázquez apenas escuchó la pregunta ante la visión de aquel impresionante trasero desnudo. No se notaba en él ningún tipo de desviación y sin embargo el final de la espalda se le alargaba hacia afuera de un modo increíble, sus nalgas enormes parecían completamente ajenas al resto de su cuerpo como si fueran una prótesis exagerada.

-A los chavales les encanta meterme sus pichas –y a él parecía gustarle el modo en que Federico miraba sus protuberancias gratamente impresionado-. En mi anterior colegio había muchos que lo hacían, para divertirse, porque mi culo es enorme y les da la impresión de que son como dos tetas gigantes. Como no la tenían muy grande apenas me llegaban a entrar, claro... porque se quedaban a medio camino entre mis nalgas, pero dos mayores de otros cursos que son hermanos también quisieron jugar conmigo. Ésos sí que me follaron de verdad –el joven se empezó a quitar la ropa por los pies-. Mis padres son amigos de los suyos y por eso me dejaron ir a la fiesta de cumpleaños del mayor. La fiesta acabó mucho antes de que me vinieran a buscar así que nos quedamos los tres en su garaje. Como era el cumpleaños del mayor, me dijo que quería “un regalo especial” y me la metió el primero. La verdad es que me hizo bastante daño pero no le dije que parase porque me molaba estar despatarrado en la mesa de billar mientras el otro se masturbaba en mis narices. El otro tenía una chorra pequeñaja así que apenas la noté dentro cuando imitó a su hermano, pero también fingí que me dolía un poco para que no se sintiera mal.

-Joder... –lo único que Federico acertó a decir; ya estaba empalmado.

-En verano lo volví a hacer con el mayor un par de veces que nos juntamos en la casita de la playa que tienen sus padres. Dice que quiere follarme siempre que nos veamos, jaja… La última vez incluso se trajo a un amigo. En cambio con el pequeño no he repetido, supongo que no debí molarle tanto como a su hermano –completamente desnudo, Carlos se había subido a la silla y se puso en cuclillas agarrado al respaldo-. ¿Ves? Esta es la mejor postura, porque el ojete queda más accesible. Venga, prueba... ¡métemela!

-¿Qué?, ¿ahora?

-Claro que sí, Fede, no ves que el chaval te lo está pidiendo... –aquel vozarrón provino de la puerta, y por lo visto sólo sorprendió al mayor de los alumnos que estaban dentro-. Y cuando acabes con Carlos te follarás a éste. Saluda a Mauricio.

El alumno que apareció por la puerta era el mismo Galván que había sacado minutos antes a Federico de la clase de Matemáticas. El profesor puso las manos sobre sus hombros, pero el chaval había perdido por completo la expresión de temor de minutos antes. Incluso sonrió cuando Moreno le quitó la camiseta.

9.3       Peces apetecibles

-¿No te parece que Mauricio es todo un portento? –Moreno le pasó sus dos enormes manazas por el pecho; se inclinó sobre él mientras le acariciaba la tripa-. Venga, chaval, ve a saludar a Fede como tú sabes...

Le palmeó el trasero y volvió a erguirse, dejando vislumbrar Cristo lo excitado que estaba. El chaval también lo parecía, pues tenía los ojos iluminados mientras observaba la tienda de campaña que se le formaba a Federico en el pantaloncito verde. Vázquez se había quedado impasible ante lo que se le avecinaba, se sintió incapaz de reaccionar, de decir algo, de evitar que ocurriera o desear que pasase... Notó la mano que se metía bajo el pantaloncito, miró los ojos que buscaban su aprobación, sintió los dedos que atrapaban su virilidad... Galván se acabó arrodillando para meterse la punta de su polla en la boca; y lo hizo, se la empezó a chupar sin quitarle el pantalón, rebuscando en la pernera...

-Nunca dejo de sorprenderte, ¿verdad? –le preguntó el profesor a Federico después de acercarse a él y colocarse a su lado-. Esto es para que no te obsesiones con Lapresta, para que veas que el mar está lleno de peces apetecibles... –acarició la cabeza de Mauricio-. Y para que recuerdes que tú estás destinado a algo más grande que una pajilla aburrida nada más levantarte, ¿entiendes? Tu polla está hecha para ser adorada, para romper culos sin piedad –se la cogió con una mano y la empezó a masturbar contra la lengua del chico-. Fóllate al rubio si quieres, Fede, pero no te vuelvas loco por él... Y para que lo sepas y puedas dormir tranquilo esta noche, te diré que a pesar de lo que viste el día de las colchonetas, el culito de Nacho sigue intacto, esperando la verga perfecta.

Vázquez cerró los ojos y suspiró; seguro que después se sentiría muy aliviado por aquella información, pero en ese momento sólo podía pensar en su propio placer. Galván había tragado rabo antes de aquella mañana, eso estaba claro; Federico no quiso preguntarse cuándo, dónde, ni con quién... pero estaba seguro de que no era un primerizo. ¿De dónde cojones sacaba Cristo aquellos cachorros tan dóciles y experimentados? Saltaba a la vista que no los elegía al azar, porque en la escuela había casi seiscientos alumnos y era imposible pensar que todos ellos aceptaran aquel tipo de actividades más propias de adultos. Tal vez eran ellos quienes buscaban a Cristo. En base a la dupla ensayo-error, puede que el profesor lanzase un anzuelo muy sutil y pronto pescase a los peces adecuados.

El pez Mauricio le llevó a la gloria en cuestión de pocos minutos; se la mamaba con auténtico brío a pesar de que era incapaz de tragársela del todo. Mientras tanto Moreno le aplicaba a Carlos (que seguía sobre la silla aunque ahora con las piernas estiradas y el culo aún más en pompa) una buena dosis de pomada lubricante allá donde Federico estaba a punto de internarse. Miró el mayor aquellas nalgas enormes y no quiso esperar más. Le acarició el pelo a Mauricio y suavemente le hizo retirar la boca de su rabo; se bajó el pantalón y apartó a Cristo para hacerle a un lado. Carlos sonrió y se volvió a poner en cuclillas culeando hacia el glande que Federico se agarraba con la mano.

No fue fácil hallar el camino entre aquellas dos montañas de carne prieta, enseguida sintió cómo aprisionaban su esforzada estaca y la apretujaban sin compasión. Pero él no se iba a dejar amilanar ante aquel reto; si un capullo había conseguido penetrarle y hasta hacerle daño, él no iba a ser menos. Así que siguió adentrándose y tomando a Carlos de las caderas. El chaval estaba pletórico mientras la notaba acercarse a su ojete y meterse en él... en cuanto la tuviera bien adentro se pondría a dar pequeños saltitos porque sabía que eso volvía locos a los que le follaban...

-¿No te duele? –le preguntó Mauricio junto a ellos.

-Qué va... pero con la polla que tiene Fede... seguro que me va a destrozar...

-Eso si consigo metértela entera, chaval... que no veas lo que cuesta...

Como era su costumbre, el profesor Moreno se había hecho a un lado y simplemente observaba mientras acometía rudas caricias entre sus piernas. Pronto pudo ver cómo Carlos empezaba a cabalgar a Fede, primero despacio, culeando ligeramente; luego de un modo más enérgico jadeando y emitiendo ahogados chillidos de dolor y placer... Aún de rodillas, Mauricio se había colado por debajo de las piernas de Carlos para poder chupársela a su compañero mientras Fede se lo follaba. Eso debió encantarle porque el culón soltó una de las manos con las que se agarraba al respaldo y la utilizó para coger a Mauricio del pelo y mantenerle con la boca contra sus pelotas:

-Joder tío... qué follada más buena...

-¿Te gusta, colega? –Federico lo gozaba viéndole danzar sobre su verga-. ¿Te gusta más que la de tu amigo?

-Mil veces más, macho... tu rabo folla de verdad...

Federico se inclinó hacia adelante y buscó la cabeza de Galván; le tiró del pelo y lo apartó de la picha de Carlos:

-Agáchate un poco... –le dijo a Mauricio-, para que me pueda correr en tu cara...

-Vale, ¡guay! –se deslizó el otro y acabó con la nariz bajo las canicas de Carlos.

Federico sintió cómo el chaval le chupaba las pelotas y aquello le desbordó; se cogió el rabo por la base justo cuando el semen empezaba a fluir dentro del culo de Carlos, depositando algo en él, y el resto se desparramó sobre la lengua de Mauricio que no dejaba de lamerle el prepucio. Se descargó por completo con los ojos cerrados, inundado de sensaciones acojonantes, sintiendo aquella lengua que lo limpiaba y dejaba seco sin descanso... Federico acabó de rodillas en el suelo abrazando la espalda desnuda de Galván, besándole con pasión para buscar algo del semen que había depositado en su boca.

Luego de unos segundos miró hacia arriba, Carlos seguía en cuclillas sobre la silla y un par de goterones se le deslizaban por entre aquellas duras nalgas. No dudó en dirigirse a ellas mientras Mauricio le besaba el pecho... Mientras tanto el profesor Moreno se había acercado con el pantaloncito verde charqueado de lefa hasta plantarlo muy cerca de Federico:

-¿Por qué no limpias esto también? –le preguntó.

-Que lo limpie alguno de tus adorables peces... sabes perfectamente que no como pollas, Cristo...

En ese momento los dos chavales le miraron como si hubiera dicho una palabrota de las grandes, de ésas que provocaban castigos severos en el internado. Luego miraron al profesor Moreno esperando su reacción. Éste se bajó el pantaloncito y se apretó la punta del capullo hasta conseguir que una gota rezagada y blanquecina le saltara a los dedos; estiró la mano y los metió en la boca de Federico:

-Sabía que algún día se te iba a escapar lo de Cristo, pedazo de mamón... –le dijo el hombre sacando el dedo de su boca, antes de tomar la barbilla de Mauricio y llevarla hasta sus pelotas.

Carlos suspiró de alivio al comprobar que no iba a haber enfado de Moreno con Federico por haberle llamado así. Se bajó de la silla y aprovechó que el alumno de último grado estaba de rodillas para darle también un abrazo:

-Gracias por follarme tan bien –le dijo.

-Gracias a vosotros dos por dejar que os folle.

-¿Nosotros dos? –preguntó el chaval notando la mano que bajaba por su espalda-. Pero si a Mauri no te lo has follado.

-Lo sé, y no creo que tenga fuerzas para hacerlo ahora mismo. Pero me refería a vosotros dos: tú y tu maravilloso culito...

Espero que os haya resultado “Terrible”... ¡¡ PRÓXIMAMENTE más !!

 

 

RELATO dedicado con mucho cariño al “nene” que no quería serlo. Te buscaré pronto en tu sofá... Un colacao y un besito de buenas noches!!