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Violada al salir de una boda

en No Consentido

Hola: soy una mujer de 27 años, casada, dos hijos, una niña de 9 años y un niño de 3. Soy guapa, morena clara, delgada, cabello negro, largo, a los hombros, siempre muy arreglada, piernas bonitas, trasero atractivo, senos medianos a chicos, pero muy firmes, con unos pezones que siempre delatan mi estado de ánimo, pues muy fácilmente se ponen erectos, en cuanto comienzo a excitarme. Soy maestra normalista, maestra de escuela primaria.

En una ocasión me invitaron a la boda de una compañera de escuela. La boda era en un rancho cercano a Joachim, un pueblo cercano a Tierra Blanca, en donde yo vivía en aquellos entonces.

Mi marido no quiso ir pues se iba de cacería – acababa de comenzar la temporada – y  porque además había una gran rivalidad con la gente de allá, sin embargo, yo tenía muchas ganas de ir: se casaba una compañera e iban a ir todas las compañeras de escuela. Esto fue motivo de discusión y de pleito con mi marido, pero, a pesar del pleito con mi marido,  me animé y me fui a la boda con ellas; me fui en mi cochecito, pues no estaba lejos, unos 40 km, y porque también me llevé a mis hijos.

En esos entonces, dado el clima en el que vivíamos, ese calor tropical y el verano, hacía que yo anduviera siempre bastante excitada, bastante "caliente". Siempre que salía  me gustaba vestirme muy provocativa. Siempre me "chuleaban" por todos lados, y a mí me gustaba, pues era yo muy coqueta, me vestía muy provocativamente, ¡me gustaba que me voltiaran a ver!.

El día de la boda me puse un vestido cortito y muy ligero, blanco, de poliéster con licra, que se me embarraba perfectamente a mi cuerpo, con unos grandes escotes, adelante y atrás, abotonable hacia el frente, y abajo no traía más que una pantaleta, una azul claro, muy sexy, semi-transparente, sin brasier, pues mis chichis eran muy firmes y no lo necesitaban.

En cuanto salimos a la calle, para irnos hacia la fiesta, me di cuenta que con ese vestido, cuando me paraba en contra del sol, me transparentaba todita, pero además, cuando estaba parada normalmente, se me adivinaba perfectamente la pantaleta. Mi esposo, que había salido a despedirnos, me dijo:

            - ¿no te  había dicho ya que no me gusta que te pongas ese mini-vestido...,

              que estaba muy escotado y que es tan cortito que se te ven los calzones?.

+ sí, pero se me antoja que me miren así, con este mini-vestido..., 

le dije, desafiándolo abiertamente:

- ¡ese es un vestido indecente...; pareces "mariposilla"!.

+ no le hace..., ¡me gusta y yo me lo quiero poner...!,

- y además..., ¡no te pusiste brasier!, ¡se te miran todas las chiches....

  ¡No me gusta que salgas así...!.

Sus palabras me apenaron un poco, sobre todo cuando algunos "pelados", que iban pasando por la banqueta, se me quedaron viendo muy fijamente, como desnudándome con su mirada. No se porqué, pero al mismo tiempo que me daba pena, me sentía muy excitada y envalentonada, y por eso le contesté:

            + ¡Lo siento..., a mí me gusta vestirme de esta manera!.

Algo caliente se empezaba a remover en mi vientre. Me excitaba terriblemente todo eso: que se me quedaran mirando y que me detallaran.

Los "pelados", que iban pasando por la banqueta me dijeron de cosas y  mi marido me lo echó en cara:

- ¡Ya lo vez..., te lo estaba diciendo...!.

Me enojé fuertemente con él, pero me sentí muy caliente; de manera consciente y voluntaria, acentué el meneado de mis caderas, como para provocar aún más aquellas miradas y la ira de mi marido. Subí a mis hijos al coche, y luego yo me subí, lentamente, mostrándoles a los pasantes todas mis piernas, e incluso quizás hasta mis pantaletas, pues dejé muy separadas mis piernas por un buen momento, y luego de ello me arranqué y me fui hacia Joachim. 

Al entrar en la terracería (pues no estaba pavimentado el camino), mientras manejaba, vi un caballo, un garañón, con el pene de fuera, erecto, persiguiendo una yegua y me puse a imaginar muchísimas cosas: en mis fantasmas veía siempre a muchos hombres persiguiéndome, lanzándose sobre de mí, arrancarme las ropas y violarme. ¡Disfrutaba mucho de este fantasma cuando hacía yo el amor con mi esposo!. Me imaginaba cómo esas manos ansiosas de poseerme me palpaban mis senos y mis nalgas, se hundían en mi sexo y cómo luego me derribaban por tierra y me violaban interminablemente.

A veces pensaba que, si yo cedía a mis impulsos, irremediablemente terminaría convirtiéndome en una "viciosa" empedernida, en una sexo – adicta. 

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Llegamos a la parroquia; eran ya casi las 12, medio día. Platiqué con mis compañeras, que sí habían ido con sus maridos. Luego de la boda, nos dirigimos a la casa donde iba a ser la comida. Nos instalamos en una mesa, y mientras servían la comida, comenzamos a la "tomada".

Éramos un grupo de maestras normalistas "liberadas". En ese entonces se hablaba mucho de la "liberación femenina" y todas nosotras traíamos esa "onda".

Como siempre, los hombres estaban en su plática y nosotras en la nuestra, en el "recorte", la afición de toda mujer. Bebíamos y "recortábamos", hasta que llegó la comida. Había brindis por la novia, por el novio, por los dos.

Comimos y luego, antes de que llegara el pastel, nos fuimos al baño, todas en bola. Una de ellas llevaba un "carrufo" de mariguana. Todas fumábamos cigarro, símbolo de "mujer liberada", y todas también le "pegábamos" a los "toques", sin ser verdaderamente adictas. En ese entonces, era muy fácil y barata de conseguirla. En todos los campos de por ahí se sembraba.

Nos encerramos en el baño y nos dimos un buen "hornazo". Salimos "cruzadas" de ahí y nos regresamos a la mesa cuando empezaba la cortada de pastel. Ninguna llegamos a la “bola”, ni mucho menos a la “paseada”, aventada de ramo y todo el relajo que se hace en esas ocasiones; estábamos todas de "viaje". Yo soñaba en el caballo con el pene de fuera y en ser violada por 40 ó 50 a la vez.

Comenzaron con la música y se inició el baile. Mis compañeras se levantaron y se fueron a bailar con sus respectivos maridos. Yo me quedé sentada en la mesa, sola, tomando.

En la "cantina" estaban parados unos tipos que no me quitaban la vista de encima: me miraban mis piernas de una manera morbosa, que me hacía sentirme incómoda y caliente, a la vez; se le quedaban viendo a mis piernas y senos, y sentía que materialmente me desnudaban y que me violaban, tan solo de verme de esa manera. Con el vestidito que llevaba era peor que andar desnuda, y yo lo sabía, porque a todos se les antojaba ver lo que no enseñaba, que era muy poco.

Coqueta como yo he sido, me dejaba "mirar", mientras me tomaba mi copa. Seguía yo de "viaje", soñando con ese caballo, cuando uno de ellos se envalentonó con mi coquetería y me vino a sacar a bailar:

< ¿bailas preciosa...?, 

me dijo el tipo ese, con mucha confianza.

Me levanté y  salí a bailar con ese individuo. Luego de haber dado unos pasos hacia la pista de baile, mi taconeo – llevaba unas zapatillas blancas, de tacón de aguja, muy altas – me hizo reaccionar, dándome cuenta que mi vestido se me corría hacia arriba de mis muslos al momento de caminar, y comencé a jalarme mi vestidito hacia abajo, tratando de cubrirme un poco mis muslos, pero no servía de nada, el vestidito se me resbalaba irremediablemente hacia arriba. Los tacones hacían que levantara mis nalgas y que se me vieran mucho muy sabrosas. Sentía que el aire se me filtraba por todas mis piernas, mis muslos, mis nalgas. Mi corazón latía desesperadamente y..., aceleré el paso hacia la pista de baile. La luz se encontraba casi apagada en el patio en donde estaban bailando.

Empezamos a bailar pegaditos; ¡yo andaba caliente!. Me dejé llevar por la música y al poco rato sentía sus manos en mi trasero, en mis nalgas, tentaleándome mi pantaleta. ¡Me hizo venirme de manera inmediata!, pero me dio mucho miedo y vergüenza que me estuviera "agarrando" en el patio de baile.

En cuanto se acabó esa tanda, le pedí que me llevara a sentar. Así lo hizo, y yo, muy caliente, me tomé otra cuba, casi de golpe.

Estaba yo en eso, cuando otro tipo se acercó a invitarme a bailar:

= ¿bailas querida...?, 

me dijo, muy familiarmente. 

Cuando voltié la mirada, me encontré con la cara "degenerada" de otro tipo, que también lo había visto en la barra, tomando:

+ ¡no, muchas gracias...!; 

le dije, de manera cortante.

= ¡Anímate, vamos a bailar...!,

me dijo, clavando nuevamente su mirada en mis piernas y senos;

+ ¡no, muchas gracias...!;

le repetí, con una sonrisa, que trataba de ser más cortés. Las piernas se me meneaban y sentía mi sexo batido de la venida que ya traía:

= ¡éstas piezas son mi especialidad, hermosura...!;

+ es que..., me siento un poco mariada...,

= ¡yo te detengo en mis brazos...!;

+ ¡no nos vayamos a caer los dos juntos...!,

le dije, sonriendo:

= ¡n'ombre, yo te detengo..., ya te lo dije...!.

Me solté a reír y lo acepté de buena gana.

Se plantó frente a mí, me dio su brazo y me llevó caminando, muy despacito, hacia el patio de baile. Me tomó por la cintura y me repegó todo su cuerpo.

Al contacto de nuestros vientres su pene se le paró y de inmediato se lo sentí, pero, como yo andaba caliente, yo misma me le pegué y comencé a frotarme en contra de él; me dio un par de besitos en la oreja y yo se los acepté.

Luego de un rato, el hombre se comenzó a envalentonar y me quiso bailar de "cartón de cerveza"; me jaló fuertemente, pegándome mucho más contra de él, cosa que me hizo efecto inmediato; ¡me acordé de en donde estaba, de quien era, de mi posición, de mi familia, de todo!, y quise frenarlo en un solo instante:

+ ¡no por favor...!, ¡todo mundo nos mira!.

Sin embargo, en la mirada del tipo había un gran aire de deseo y hasta de perversidad cuando de golpe me dijo:

= ¡quiero irme a echar un "palito" contigo...!. 

Reaccioné de inmediato a la defensiva:

+ ¡Estás loco...!, ¿qué te has creído..., por quien me has tomado...?.

Me quise zafar de sus brazos. Me puse muy seria:

+ ¡déjame, ya no quiero bailar...!.

= como  quieras, pero, no me has contestado, y estoy muy impaciente de

   acostarme contigo..., ¡estoy muy seguro de que eres  una "fiera" cogiendo...!.

Me puse muy enojada y caliente; sentí que se me mojaba de nuevo la pantaleta y que las piernas se me hacían como de trapo. ¡Acababa de obtener un orgasmo de tan solo pensar en la petición de ese hombre...!.

Me quedé toda seria por unos instantes y el hombre insistió:

= entonces que..., ¿aceptas mi invitación?,

haciéndome, con esta pregunta, volver a la realidad.

Me sonrojé, indignada, pero mi voz le salió tan solo como un murmullo:

+ ¡no, no..., déjenme en paz...!, soy una señora casada y decente…,

   ¿me entiende...?. Soy profesora, aquí me conoce todo mundo, estoy con mis

   compañeras, estoy con mis hijos, además..., todo mundo nos mira y luego...,

   comienzan los chismes...

Me eché una carrera hasta mi mesa, dejándolo parado a la mitad de la pista; tomé mi bolsa de mano y luego me fui para el baño, en donde me puse a fumar "uno de esos", para tranquilizarme.

Estaba sentada encima del escusado, masturbándome, con mi vestidito por encima de mi cintura, mi pantaleta abajo de mis rodillas y estaba "fumando",  cuando la puerta del baño se abrió intempestiva y el tipo ese se metió al baño, conmigo; se me paró mero enfrente de mí y me miró con un aire de degenerado, observándome fijamente mis muslos y sobretodo mi sexo. Yo estaba consciente del espectáculo que le estaba ofreciendo: mi vestidito apenas podía disimular a mis senos...; los pezones estaban tremendamente parados, se dibujaban perfectamente bajo el fino tejido de mi vestido. Yo tenía la garganta y el estómago cerrados.

Mientras me detallaba lujuriosamente, el hombre comenzó a frotarse con una mano su palo, por encima del pantalón, haciendo movimientos como si se masturbara.

Me levanté, presurosa; mi cara y mis senos eran iluminados por la luz del lugar. El tipo me acercó su mano, aprovechando  para acariciarme las chichis con toda la palma de su mano extendida. Me fui haciendo para atrás hasta que me topé con la pared. En ese momento el tipo me lanzó la pregunta:

= ¿quieres que te cojamos...?.

Me quedé desconcertada, y no contesté. El hombre me repitió nuevamente, de manera indecente:

= ¡mamacita...!, ¿no quieres que te la metamos…?.

El tipo, aprovechando  mi desconcierto, se me acercó y comenzó a tentalearme todo mi sexo. Al moverse hacia mí pude ver al otro tipo, con el primero que había bailado; ¡me sonrojé!, indignada, pero mi voz le salió tan solo como un murmuro:

+ ¡no, no..., déjenme en paz...!, soy una señora decente, estoy con mis hijos,

   ¿me entienden...?.

El hombre de adentro del baño se volteó hacia el de la puerta y le dice:

            = oíste..., quesque es una señora decente...

- con la finta de puta que tiene...

= yo  digo que viene a que nos la cojamos...,

decía, mientras me miraba las piernas de manera muy descarada. Yo ya me había puesto de nuevo mi pantaleta y me había bajado el vestido, hasta la mitad de mis muslos, que era lo máximo que bajaba.

Con una mirada satisfecha, luego de la inspección, el tipo estiró su mano para levantarme de golpe mi vestidito, llegándolo hasta arriba de mi cintura, descubriéndome mi pantaleta. ¡Quería gritar, huir, correr, pero no hice nada, estaba paralizada!, tan solo comencé a suplicarle, como letanía:

+ ¡no, no..., no hay que ser…, déjenme en paz...!, soy una señora decente,

    estoy con mis hijos, ¿me entienden...?.

Con una lentitud desesperante el tipo comenzó a recorrerme su mano a lo largo de mi rajadita, de mi sexo, por encima de mi pantaleta; la pasaba por la ingle y se la insinuaba por debajo de la pantaleta, hasta que por fin le introdujo un dedo y comenzó a tratar de meterlo en mi rajadita; yo continuaba petrificada. El hombre estaba orgulloso de su habilidad  y comenzó a introducirme su dedo, deslizándole de arriba hasta abajo. En eso llegaron unos niños, presurosos, que "querían hacer del baño" y.... aterricé de nuevo a mi realidad; me regresé corriendo de nuevo, ahora hacia la mesa, a recoger mis cosas y a mis hijos. El niño ya se estaba durmiendo. Mis amigas estaban bailando, por lo que nomás les hice una seña de adiós con mi mano y salí de ahí temblorosa pero llena de excitación.

Me salí hasta mi coche, un Renault R-5, y tomé el camino de regreso. Iban a dar las 5 de la tarde. Iba por la terracería, que era la mitad del camino; acababa de pasar un río sin puente, cuando un cochezote se me cerró. Se bajaron los dos tipos de la fiesta y con sendas pistolas nos apuntaron a mi hija y a mí, uno de cada lado, en cada puerta de mi Renolito. El tipo de mi lado, me hizo bajarme, luego de enseñarme su "charola" de “polecia judicial”, me acusó de vender y de conseguir droga, mariguana, y..., para colmo de males, yo me había quedado con el sobrante del "carrufo" que había llevado mi compañera.

Negué todo, pero me dijo que me tenía que "consignar", pues era yo sospechosa:

+ ¡Traigo a mis hijos en el coche...!,

les dije, tratando de que se "ablandaran" un poco, pero ellos insistieron en que “no me resistiera” y que me tenían que “consignar”, con todo y mis hijos, y en ese momento, desesperada por mis hijos y por las implicaciones que podría tener con mi marido y con mi trabajo y amigos, pronuncié las palabras mágicas:

+ ¡Está bien…, hagan conmigo lo que quieran, pero dejen a mis hijos en paz...!.

- ¡Está bien...!;  ¡yo me voy con ustedes!, en su coche; mi compañero nos sigue...

   ¡Cuidado con lo que haces!, que me llevo a la niña en las piernas...!,

y se metió a mi coche, echando su asiento p’atrás y sentándose a mi hijita en sus piernas.

Nos arrancamos y caminamos algunos minutos, hasta que tomaron por una desviación hacia una casa cercana. ¡Hasta allá  los seguí!.

¡Me ordenaron que me bajara!, y lo hice, cargando a mi hijo, dormido, y tomando a mi hijita por la mano.

Nos metieron en esa casa, cerrando la puerta detrás de nosotros.

- ¡Deja a tu niños en la recámara y regresas a "platicar" con nosotros...!. 

Llena de miedo, con las piernas temblando, recosté a mi niño en la cama, y quise regresarme a la sala, pero mi hija me dijo:

            * ¡mamá, tengo miedo... !. ¿Qué quieren estos señores?.

+ Quieren que "platique" un rato con  ellos;  no  tengas miedo,  estoy con ellos

   aquí, de este lado, no tardo; ¡estate tranquila,  recuéstate y duérmete un ratito,

   cariño...!, no pasa nada.

Le di un beso en la mejilla y, con las piernas todas temblantes, me regresé hasta la sala, luego de cerrarle la puerta de aquella recámara. Los hombres estaban escuchando la música, fumando y tomando. Me miraban con mucha lujuria; su mirada me atravesaba y..., ¡me dio mucho miedo!, sentí un estremecimiento; ¡mi fantasma de la violación se me volvió a presentar!.

Al voltear mi cara hacia uno de ellos, creí ver una mirada voluptuosa, que me recorría todo el cuerpo, de pies a cabeza; me puse roja y sin querer me enconché, tratando de esa manera de esconder un poco mis senos, sin embargo, sentía que mis pezones me traicionaban, pues se habían puesto erectos, rígidos, muy parados y..., seguramente ese hombre también ya lo había notado, pues no llevaba brasier y mi vestido no disimulaba gran cosa mis chichis, más bien las amplificaba.

Dejé también hasta de respirar, para ver si así se me disminuía el volumen de mis senos, que son apenas medianos, pero esos ojos ya estaban clavados en mis senos y mis pezones, erectos:

= sabes...,  aquí violan a las mujeres con mucha frecuencia, pero creo que son

   ellas mismas las que se lo buscan; se visten de una manera muy provocativa,

   con las falditas a medio muslo, enseñando los calzones a cada paso; ya no se

   diga las chichis, que se les miran a las primeras de cambio,

dijo, levantando mi vestidito, dejando al descubierto mi pantaleta azul, semi-transparente y..., soltando una leve sonrisa se retiró unos dos metros de mí, volviendo a mirarme con mucha lujuria y deseos voluptuosos.

Los ojos del polecía estaban ahora clavados en la parte baja de mi vientre; parecía que pudiera ver por debajo de mi ropa y que estuviera buscando algo perdido o que tuviera yo escondido por esos lugares; ¡estaba ya muy nerviosa!; unas lágrimas escurrieron sobre mis mejillas y cerré las piernas, tratando de protegerme, sólo para descubrir que estaba toda mojada de "por ahí"; ¡mi cuerpo se estremecía y las piernas parecían flaquearme!, tuve que detenerme de una silla para no caerme.

El hombre, de seguro que se dio cuenta y comenzó a sonreírse, luego se levantó de su sillón y vino directamente hacia a mí.

Por la forma en que me miraba, estaba segura que me iba a violar, pero no, se contentó con llamar al otro tipo y le ordenó que "me revisara".

Creí que se me iba a salir el corazón del susto; el "jefe" se sentó en un sillón y comenzó a observar qué era lo que pasaba.

Completamente subyugada por la actitud de los dos polecías, con lágrimas en los ojos, me quedé estática, sin saber qué hacer. El subalterno me tomó de un brazo y me condujo hasta el fondo de la pieza, de cara a un espejo de cuerpo entero que estaba pegado a una de las paredes y ahí me puso, de cara al espejo y con una mano a cada lado de aquel espejo, para después, dándome un puntapié, me obligó a separar bien mis piernas.

Con la mirada vidriosa, lo veía pegado a mi espalda, sentía su respiración, su aliento en mis hombros y su pene – aun debajo de sus ropas, su pantalón y calzón – sobre de mi trasero; ¡sentía que estaba muy excitado con lo que iba a pasar!.

Comenzó por ponerme sus manos bajo mis axilas y luego a detallarme de ahí para abajo, acariciándome en poco rato, de manera discreta, mis senos por encima de mi vestido. Esto hizo que mis pezones se me pusieran tremendamente erectos, ¡me estaban doliendo de lo rígidos que se habían puesto!, sin embargo, seguía completamente asustada, muerta de miedo y sollozando en silencio, por la impotencia de no poder defenderme, por temor a lo que le pudieran hacer a mis hijos.

Continué estática, sollozante, a la expectativa, y el hombre, ahora más atrevido, me tomó los dos senos en sus dos manos; sus dedos comprimían emocionados la carne elástica de mis senos. El hombre estaba pegado a mi espalda, ¡como un perro!, y me frotaba su vientre y su pene, de manera degenerada, contra de mi traserito.

Dejé nuevamente de respirar; mis lágrimas continuaban brotando y mis mejillas estaban muy coloradas; lo peor del caso es que, yo estaba, al igual que lo revelaban mis pezones, tremendamente excitada por la manera en que me estaba "agarrando" aquel polecía, pero, lo que aún era peor, era que, por el espejo, el "jefe" no dejaba de observar mis reacciones, ¡seguro que había visto los gestos complacientes y placenteros que debía estar emitiendo bajo las caricias del tipo que me estaba fajando!.

            - ¡ja, ja, ja...; no hay vieja que se te resista, pinche Morales...!. 

¡Me sentí morir de vergüenza!; sentí de nuevo mis piernas flaquear y me recargué contra del espejo. Mi cuerpo me había traicionado otra vez; una humedad tibia comenzó a correrme por entre los labios de mi vagina, mojando mi pantaleta y casi sentía que empezaba a mojarme los muslos.

El polecía, ahora, me empezó a agarrar directamente mis dos pezones y comenzó a pellizcármelos y a estirármelos y luego a hacerlos "bolita", como si fueran migajas de pan.

Quise detenerlo, y le dije:

            + ¡No…!,

pero, junto con un apretón muy fuerte de chichi, el hombre me dijo:

            = ¡estate quieta cabrona…, o lo hacemos a la mala, como tú quieras…, cabrona…!

¡Me dejé!. ¡Dejé de resistirme de manera inmediata!. ¡Me entregué por completo en ese momento!, además…, ¡estaba vibrando de placer…!, mismo que se extendía a lo largo de todo mi cuerpo.

Viéndome así, dispuesta y "abandonada" a su antojo, el muy condenado se comenzó a despachar como quiso; me desabrochó el vestido por la parte del frente y dejó mis dos chichitas al descubierto.

Comenzó a tocarme los senos, directamente. Sus manos me los apretaron con fuerza y yo..., ¡creí desfallecer de aquella emoción...!.

Mi orgasmo me llegó con la velocidad inaudita de una flecha, y me hizo emitir un gemido,

            + ¡Aaaaggghhh…!,

y para no seguir, casi aullando del gusto, pegué, ahora mi boca, al espejo, que me mostraba toda ante el otro polecía, que me estaba mirando, muy divertido y a la vez excitado.

Me dije a mí misma que el par de tipos aquellos habían tomado mi gemido de placer por uno de dolor, pero..., creo que hay una gran diferencia entre el uno y el otro... 

De inmediato me soltó los senos, pero no para dejarme libre, sino para descender hasta la altura de mis caderas, en donde me comenzó a acariciar y luego se siguió hacia la parte de abajo de mi vestido y de ahí me lo comenzó a levantar, acariciándome de paso todos mis muslos, hasta llegar a mis nalgas, que comenzó a palpar por encima de mi pantaleta y luego se insinuó con un dedo por debajo de la misma, metiéndomelo por mi rajada y luego forzando el pasaje hacia adentro.

Después de un instante se salió de ese lugar y mi vestido cayó como una cortina, cortando del espejo la imagen de mis piernas, sin embargo, de inmediato sus manos se colocaron por el frente de mi vestido; me pasó la mano por mi sexo y empezó a desabrocharme los botones de mi vestido, para a continuación, introducirme su mano en mis muslos, debajo de mi vestido.

Su mano fría me hizo estremecer, y su aliento caliente, pegado a mi espalda, igual que el resto de su cuerpo, me hicieron flaquear.

Me metió la mano bajo el elástico de la pantaleta, y me agarró los pelos de mi sexo y luego todo mi chocho.

Yo estaba demasiado abierta y demasiado venida como para que éste tipo tuviera complicaciones en meterme sus dedos en mi vagina. Sentí de golpe cómo se me metían entre los pliegues de mis labios y como se abrían camino hacia mi interior.

            + ¡Nooo…, ooohhh…, aaahhh…, aaaggghhh…!.

Me tenía  los dedos hasta adentro y..., me los meneaba y remeneaba para todos lados..., hasta que me hizo venirme indecentemente sobre sus dedos.

            + ¡Nooo…, ooohhh…, aaahhh…, aaaggghhh…!.

Volví a emitir un gemido y me tuve que morder los labios para tratar evitar un grito de placer que  me amenazaba con escapar, pero se me escapó.

            + ¡Nooo…, ooohhh…, aaahhh…, aaaggghhh…!.

Sentí que retiraba sus manos y su cuerpo de mí, pero fue solamente para bajarse los pantalones, así, parado detrás de mí. Su pito era enorme, y me lo estaba embarrando sobre toda mi pantaleta, por la parte de atrás: ¡me gustaba ese tratamiento!, pero tenía que negarme, pues era indecente y tomado a la fuerza, de manera obligada, chantajeada, amenazada, forzada, no consentida.

Sentí que me hacia un poquito de lado mi pantaleta y comenzó a buscarse un pasaje hacia mi panochita, caliente, batida, colocado todavía por detrás de mí:

            + ¡Nooo…, ooohhh…, aaahhh…, aaaggghhh…, nooohhh…!.

Cerré los ojos y abrí la boca. ¡El hombre me la metió de inmediato!.  ¡Estábamos temblando del placer y de la emoción!.

            + ¡Nooo…, ooohhh…, aaahhh…, aaaggghhh…, nooohhh…!.

El contacto húmedo y caliente de mi vagina con su pene, nos amplificaron las sensaciones, por lo que me empujó su pito aún más para adentro, hasta llegarme hasta mi matriz.

+ ¡Nooo…, ooohhh…, aaahhh…, aaaggghhh…, nooohhh…, nooo, por favooor…!.

Creí adivinar en su cara una gran sonrisa de satisfacción, disfrutando con ese acto sexual.

Al primer movimiento de su cabeza, le adiviné sus intenciones de venirse y no se porqué, intensifiqué mi labor; comencé a  mover muy rápidamente mis caderas, como si fuera una licuadora.

            = ¡cabrona, tan rica…, cabrona…, qué rico…, cabrona…!.

El polecía cerró los ojos, colmado totalmente por el placer. Yo sentía que estaba próximo a desbordar y, en ese momento me plantó un beso muy lindo en mi cuello y sentí cómo me empujó su verga hasta el fondo de mi vagina y al mismo tiempo me agarró con sus dos manos por mis caderas  y no me dejó despegarme para nada de esa posición.

            = ¡cabrona, me vengo…, cabrona…, me vengo…, cabrona…!.

Comenzó a venirse en mi chocho; sentía cómo sus chorros penetraban a lo largo de mi útero, hasta quedarse adentro de mi matriz, inseminándome por completo.

            = ¡me vengo…, me vengo…, cabrona…, qué ricooo…!.

Luego de unos enormes minutos, que me parecieron eternos, el hombre entonces ya me soltó, lanzando un suspiro y sonriéndose  satisfecho le dijo a su compañero:

            = ésta cabrona se ve que es muy puta..., está toda batida de todos lados...

Yo estaba moralmente desconcertada conmigo misma: ¿cómo era posible que no hubiera yo protestado por esa "inspección" y esa “violación”?. Y no solo eso, ¡era yo misma!, sin que me forzaran, quien había abierto las piernas para que esos dedos y ese pito no tuvieran ningún problema en entrar y salir.

Estaba todavía pegada contra el espejo, tratando de recuperar la respiración, pero sin conseguirlo; mi corazón palpitaba desesperadamente, mis piernas me parecían de trapo y sentía que en cualquier momento podía derrumbarme, cuando alcancé a escuchar,  a lo lejos:

            = ¡Toda pa' ti, mi gran jefe..., te la dejé muy trabajadita, muy llena de mocos...,

               a punto de turrón, como a ti te gustan, gran jefe…!.

- ¡Gracias Moralitos..., eres tremendo!.

  ¡A ver tú..., acércate para acá ...!.

Como no hiciera yo movimiento alguno, me volvió a insistir:

            - ¿Qué no oyes, que vengas p'acá...?.

Voltié a verlo y me dijo que me acercara hasta su escritorio. Lo obedecí y:

            - ¡vente por este lado!,

me dijo señalándome por donde me debía acercar a su sillón, en donde estaba sentado atrás de su escritorio.

Llegué y permanecí de pié al lado suyo; levantando los ojos ese hombre me jaló de la mano y me separó los lados de mi vestido, que se había quedado abierto luego de estar con el otro polecía:

            - ¡quítate tu vestido!.

me dijo, y lo obedecí.

Me terminé de quitar mi vestido, pasándolo solamente por encima de mis hombros y dejándolo caer en el suelo. Luego de eso, el hombre me introdujo una mano acariciándome desde mis rodillas y deslizándola lentamente desde abajo hasta arriba de mi muslo, hasta toparse con mi pantaleta.

Me estremecí ante ese nuevo tocamiento,

            + ¡aaahhh…!,

cosa que no escapó a aquel hombre terrible, quien se sonrió socarronamente al meterme la mano en mi pantaleta, a tocarme mi pelambrera:

            - ¡de verdad que estás toda venida, cabrona...!.

 

Traté de no emitir signo alguno y me dejaba hacer viendo nomás hacia el frente, aun con lágrimas en mis ojos, aunque él no volteaba a verme para nada, estaba absorto en los trabajos que realizaba su mano, bajándome  las pantaletas para tratarme de descubrir en toda mi desnudez mi sexo:

            - ¡de verdad que estás toda venida, cabrona...!.

De un jalón me bajó las pantaletas hasta la mitad de mis muslos; yo estaba ardiendo de la calentura y separé mis piernas de manera inconsciente. El jefe me metió de golpe su dedo dentro de mi cosita, que estaba toda batida y llena del semen de su compañero:

            - ¡Ábrete más...!,

me gritó ensimismado..., y lo obedecí.

Me agarró con las dos manos y me separó los labios vaginales, para luego pellizcarme con fuerza mi clítoris:

            - ¿te gusta...?.

No le contesté y me volvió a apretar mi botón:

- ¿te gusta?.

Me volví a quedar callada, pero lo negué con un meneo de cabeza; el jefe parecía ignorarme totalmente.

Me bajó las pantaletas hasta mis rodillas y luego me pasó las manos por detrás, hasta agarrarme mis dos nalgas con sus dos manos, separándomelas brutalmente y jalándome, al mismo tiempo, a pegarle mi sexo peludo a su boca.

            + ¡Aaaaggghhh…!.

¡No pude aguantarme y solté de nuevo un gemido!:

- ¿ya te veniste de nuevo, cabrona...?.

No me pude aguantar y le dije:

            + ¡estoy muy caliente...!;

            - ¡ahorita de voy a meter un enfriador muy efectivo, que  tengo por aquí muy

              parado y listo para atenderte...!.

Con un movimiento de piernas me terminé de sacarme las pantaletas y el hombre me volvió a mirar con detenimiento mi sexo y a recorrerme mi vientre con  una mano. ¡Ya tenía yo las chichis con mis pezones parados a más no poder!.

El jefe me volvió a meter los dedos en mi chochito. Con agilidad me abrió los labios vaginales y luego se fue de nuevo sobre mi clítoris. Estaba casi desnuda delante de ese hombre, ¡dejándome dedear a su antojo...!.

Se levantó de su sillón y se me acercó, muy seguro de sí mismo y además muy dueño de la situación. Me acercó sus dedos, batidos de mis secreciones y del semen de su compañero, a mi carita y mi boca, tratando que los chupara, pero yo giré mi carita y me le negué. El hombre terminó untándomelos en mis mejillas y mi carita. Luego me tomó de la mano y me jaló hasta a un lado de su escritorio.

Él estaba sentado sobre de su sillón y yo de pié, parada a su lado; me comenzó a acariciar mis nalgas con sus dos manos. Luego me soltó y se desabrochó el cinturón, se bajó el cierre del pantalón y luego los pantalones, hasta dejar descubierto su pito en erección:

            - ¡mírame bien mi vergota...!,  ¿te gusta...?. ¡Es mucho más grandota que la de tu

              marido!, ¿verdad?. ¿Te gusta...?. El banquetazo que te vas a dar con esto...;

              ¡acércate, colócate bien..., abre muy  bien tus piernas...!.

Me jaló de nuevo hacia él; me tomó de mis caderas y me hizo girar en redondo, quedando de espaldas a él. Me metió sus piernas entre las mías y me acercó hacia adonde él se estaba pelando su pito, bajándose su prepucio y apretándoselo hasta dejarle casi amoratada su cabezota y quiso que me sentara encima de su garrote, que me empalara totalmente en él.

Tenía un chorizo tremendamente descomunal, muy largo y muy grueso

            - ¿ya te lo habían metido de ésta manera, putita...?.¿Ya te habían cogido

              sentada, putona...?.

No le contesté; permanecí silenciosa:

            - ¿te gusta..., te gusta mi pitote...?,

y agarrándome de la cintura me colocó sobre de su instrumento.

Al momento en que la punta tocó la entrada de mi vulva, sentí mucho temor..., me dio miedo que me la metiera... Quise zafarme de su abrazo, pero él, aprovechando mi posición y su fuerza, comenzó a penetrarme, a adentrarse poco a poco muy dentro de mí.

Sentía cómo su pitote iba lentamente separando mis paredes vaginales, hasta llegarme hasta el tope. Una vez, hasta adentro, me comenzó a marcar el ritmo de mis movimientos sobre de su pene, hasta que, en una de esas, no supe cómo, pero me acomodó su chorizo hasta el fondo y sentí como si me hubieran roto de nuevo; emití un gemido de dolor muy agudo:

            + ¡Aaaayyy…!.

            - ¡está  choncha...!, ¿verdad...?.

¡De verdad que estaba enorme!.

            + ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.

Estaba jadeando de dolor, pero también de placer. Sentía como una estaca encajada hasta el fondo de mis entrañas.

El hombre también estaba jadeoso y me apretaba fuertemente hacia abajo, para aplacarme muy contra de él; disfrutaba con el dolor que su pito me estaba causando, y él trataba de alargar el momento el mayor tiempo posible..., hasta que me hizo girarme completamente, sin sacarme su verga del interior, de mi vientre, de mi intimidad.

Nos estuvimos así por un tiempo: él mamándome mis chichitas, mis pezones erectos, tremendamente parados, plantado vigorosamente dentro de mí, sus ojos en mis ojos, hasta que mi vagina comenzó a soltar un chorrazo de jugos sexuales, inundándole todas las piernas y los huevos al polecía, con lo cual se excitó mucho más y me la volvió a encajar hasta el fondo de mi útero, arrancándome un nuevo gemido, que a sus oídos le ha de haber parecido una música; yo tenía la impresión que me estaban partiendo todita...

            - ¡te me haces muy puta..., toda abierta de patas...!. ¡Me encantan las viejas que

              se abren sabroso para que se las metan muy hasta el fondo...!. Cuando se abren

              así de rico como tú lo haces es porque les gusta la "ñonga"..., es porque son muy

              putas..., ¡así, como tú...!,

y volviéndome a agarrar de mis caderas, empezó a darme una bola de embestidas brutales, enviando su pubis contra del mío.

Estas embestidas hicieron desencadenar en mí una serie de espasmos de placer que se mezclaban al rechinido acompasado del sillón en el que estábamos sentados

            - ¿Era esto lo que querías..., eh...?. Bastaba con habérmelo  dicho...,

              de esto puedes tener a diario…,

decía lo anterior sin dejar de embestirme.

Mis senos revoloteaban de un lado para otro, al igual que mis cabellos hasta que, de repente se detuvo y comenzó entonces a acariciarme mis senos y mis pezones, con sus dos manos, sin retirarme su pene de mi sexo. Luego me pegó su pecho a mi espalda y me comenzó a besar por el cuello.

Poco a poco me iba volviendo a calentar...; estaba muy a gusto en esa posición, y me recargué sobre de él, quien siguió besándome las orejas y el cuello.

            - ¡te voy a hacer gozar como una bestia...! ¡Hasta los dedos te vas a chupar

              después de esto...!.

Sin mucho esfuerzo me levantó y me colocó encima de su escritorio, en donde me sentó y luego, sin nunca zafarse de mí, comenzó a meterme y sacarme su pito.

            + ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.

En unos minutos sentí nuevamente que se me venía otro orgasmo. Había sincronizado mi respiración con el ritmo de las penetraciones y sin poderme retener, comencé a jadear y a gemir con mucha fuerza.

            + ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.

Una sonrisa de triunfo se le marcó en la cara del hombre, ¡mi gozo era el suyo...!.

Luego de una corta pausa, el hombre me volteó sobre del mismo escritorio; se colocó entre mis piernas colgantes y muy abiertas, y reinició el mete y saca.

            + ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.

Su pitote seguía entrando y saliendo dentro de mi chochito, que estaba totalmente venido.

Durante un tiempo, casi interminable, se dedicó a darme embestidas; mi cuerpo vibraba y se movía de un lado para otro sobre el escritorio, aplastando mis senos contra de él.

El hombre aumentó la velocidad y yo abría mis piernas cuanto podía, hasta que de repente sentí el calor de su venida invadirme por todo mi vientre y una onda de placer muy cálido envolvió mi cuerpo. ¡Nunca antes había tenido un orgasmo tan grande ni tan devastador!.

Me quedé tendida, estática, rendida, exhausta, sobre ese escritorio. Las manos del hombre estaban apoyadas en mi estómago; él respiraba profundamente, como tratando de recuperar el aire perdido por el esfuerzo.

Cuando se salió de mí, su salida emitió un sonido muy especial, hizo un ruidito como de botella de vino al ser descorchada, y me sacó su verga, toda amoratada.

Mi chocho se puso a escurrir todas las venidas. Yo seguía inmóvil, demolida por el placer, completamente desnuda.

Cuando me levanté, me limpié con mi pantaleta; ¡estaba extrañamente tranquila ante esa situación!, lo estaba viendo de frente y le miraba su pito, que seguía todavía muy parado a pesar de acabar de venirse en mi chocho. Sentía mi entrepierna adolorida y toda mojada. Me limpié con mi pantaleta y luego, el guarura me invitó un trago y otro "cigarro". ¡Me sentía muy "cruzada", débil, flácida, con algo de sueño, pero demasiado caliente.

Nos pasamos a un sofá, encuerados los dos. En el camino, al pasar por el espejo, observé muy fijamente a mi sexo peludo. Mi cuerpo era el de una mujer madura: con un poco de vientre, con unas nalgas redondas y voluminosas y con unos muslos potentes. Mis senos eran de medianos a chicos, pero los conservaba muy firmes, a pesar de mis embarazos.

Nos pusimos a "fumar" y a tomar. Bebíamos directamente de la botella. Algo del líquido resbalaba a lo largo de mi boca, mi mentón, mi cuello, mis senos, mi vientre. Ya no trataba de taparme y..., cada uno de esos dos hombres me tocaba, besaba y manoseaba por todos lados. Con cada uno de ellos me "echaba un cruzado". El "jefe" me tocaba mis chichis y yo le agarraba su pito, tremendamente parado. Luego de ello, me recostó en el sillón, sobre de mi vientre, boca abajo, con las piernas muy separadas y comenzó a "dedearme" mi culito muy firmemente.

            + ¡No…, no…, por ahí no…, por favor…, es pecado…!.

Cerré los ojos y esbocé un gesto de disgusto y rechazo a cada dedo que me hundía, esbozaba otro gesto de nuevo, y apretaba los dientes.

            + ¡No…, no…, por ahí no…, por favor…, es pecado…!.

Finalmente, el tipo se colocó por atrás de mí y me introdujo su pene hasta el fondo de mi culito,

            + ¡No…, no…, por ahí nooo…, por favooor…, es pecadooohhh…, aaaggghhh…!,

hasta dejar pegados sus pelos contra mis nalgas.

            + ¡párele…, no le siga…, por favooor, es pecado…, por ahí no…, por favooor…!.

Le gritaba que no le siguiera, que por ahí era pecado pero..., yo misma me estaba apretando mis senos y mis pezones, de lo caliente que andaba.

El tipo estaba "aperrado", con dos manos, de mis caderas; mis suspiros se volvían cada vez más profundos y resonantes.

            + ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.

Brincaba sobresaltaba luego de cada una de aquellas embestidas que me daba, al sentir cómo esa verga se deslizaba adentro de mi ano, en mi recto y mis intestinos.

            + ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.

Soltaba una serie de pujidos y de gemidos muy placenteros al sentir entrar y salir esa verga en mi cuerpo.

            + ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.

Luego de un rato, el tipo se retiró y me dio de nuevo la vuelta, poniéndome boca arriba, levantando mis piernas muy alto, flexionándoselas contra de mi cuerpo, mis rodillas contra de mi pecho y mis chichis, y en esa posición de inmediato me penetró.

            + ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.

Me puse a temblar de los pies a cabeza, cuando el tipo este comenzó a "venirse" de nuevo en mi sexo, llenando otra vez con su semen.

            + ¡Aaaahhh…!.

¡Me estaba viniendo de manera muy deliciosa!.

Luego de eso, me vino un soponcio y me desvanecí por completo. Ya no supe de mí.

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