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Aprendiendo a vivir la viudez

en Hetero: General

Aprendiendo a vivir la viudez

Resumen: Aquí les describo cómo llegué a mi viudez y cómo se me presentaron las ganas de seguir teniendo vida sexual, misma que satisfice con un muchachito muy jovencito que la providencia hizo favor de mandarme y con el cual aprendí algunas cosas de sexo, nunca practicadas antes por mí.

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Soy una mujer madura, tímida y retraída, dócil, sumisa, complaciente, de 42 años de edad;  1.60 m, 56 kg, morena, piernona, caderona, nalgona, llenita, senos medianos pero atractivos, chatita, cara redonda, ojos negros, agradable, risueña. Soy originaria de Guerrero, de Tixtla, un poblado cercano a Chilpancingo; estudié en la normal, para maestra de escuela, pero trabajo como secretaria auxiliar en una fábrica textil. Enviudé, hace ya casi cinco años y les narro lo que me pasó luego de comenzar mi viudez.

Yo siempre fui mujer de un solo hombre, mi marido, quien me conoció desde muy muchacha, desde que acababa yo de entrar a la normal. Él era conocido de mis padres, de mi papá, y desde que me conoció…, de inmediato me pretendió, pero se me hacía muy grande para mí, sin embargo, él insistió tanto que, al cabo de unos días nos hicimos novios y casi de inmediato nos casamos. Tuve un hijo y..., como él era operador de autobuses de pasaje, al poco tiempo de casados nos venimos a vivir al D.F., en donde unas semanas más tarde nació mi segunda bebé, una niña; ¡tuve muy seguidos a mis dos hijos!.

Vivimos en México todo ese tiempo, hasta que en el 2007 falleció mi marido, a la edad de 58 años, víctima de un infarto cardiaco. Yo tenía 37 años y mis hijos tenían en ese entonces: 21 mi hija y 22 mi hijo, aunque ya ninguno de ellos vivía con nosotros, los dos vivían ya con sus parejas.

Yo sentí que todo se me hundía y se me venía para abajo mi mundo, pero una vecina y amiga, Nayeli, también viuda, aunque de más edad que la mía, consiguió que me admitieran a trabajar en donde ella trabaja, y de esta manera salí adelante en el trabajo, sólo que, al poco tiempo de viuda comencé a sentirme yo muy “inquieta y ganosa”: ¡me negaba a reconocerlo pero, me hacía mucha falta tener relaciones sexuales!. ¡Nunca me había dado cuenta que el tener sexo con mi marido me tranquilizaba!.

Empecé a extrañar ese sexo y, Nayeli, yo creo, viéndome así de “necesitada”, me invitó una noche de sábado a salir a bailar con su “novio” y con un amigo del novio.

Yo no quería, me sentía algo desanimada, desganada, y además hasta un poco intimidada, pues en ese entonces estaba yo muy gordita, traía varios kilos de más, pero…, finalmente acepté la propuesta.

Nayeli me hizo que fuéramos a comprarme ropa para esa ocasión. Me escogió una falda negra, recta, ajustada, de licra elástica, con una entrada hacia el frente y me seleccionó un top, de encaje, también negro, muy sexy, que dejaba descubiertos mis hombros y espalda.

Me lo probé. Me sentí algo incómoda pues la falda me daba por arriba de mis rodillas, estando parada, y se me recorría arriba de medio muslo al sentarme, sin embargo, ante la insistencia de mi vecina, de que me quedaba muy bien, y que me veía “rete sexy”, yo me lo compré.

El día de la fiesta me arreglé con esmero: me puse esa faldita y mi top, colocándome por debajo una ropa interior roja, que a mi marido lo excitaba muchísimo, pero a mi vecina no le gustó mi brasier: me dijo que se veían muy mal los tirantes, y me quedé sin brasier, tan solo con el top: ¡sentía que mostraba ampliamente mis senos, especialmente mis pezones, que siempre los tengo..., “parados”, pero..., me vestí así, de esa manera. Llevaba también unos tacones negros, altos, quizás de unos 7 a 9 cm.

Pasaron a recogernos a casa de mi vecina; ¡eran dos chavos!, dos jovencitos, ¡muy jovencitos!. ¡Me dio muchísima pena!: ¡me sentí “asalta-cunas”!. ¡Me sentía..., muy incómoda por esa situación!.

Apenas se hicieron las presentaciones ella nos dijo que nos sentáramos; nos iba a invitar de tomar, pero no la dejé, me la llevé para el baño y le dije mis “preocupaciones”:

            + ¡Están muy chiquitos...!,

pero ella me lo tomó por la broma:

            & ¡Están mucho más grandes que tú...!.

Yo me sonreí por su chiste, pero regresé con mi pena y vergüenza:

            + ¡No seas boba..., lo digo de edad..., están bien “chavitos”!,

              ¡son de la edad de mis hijos..., no “marches...”!.

& Es tan sólo para pasar un buen rato con ellos..., ¡vale la pena  que te

   distraigas..., has estado muy tensa...!,

me dijo, sonriente, y se regresó hacia la sala, para invitarles un trago.

Yo llegué un poco después y..., no me quise sentar, pues el único sillón vacío estaba enfrente de ellos y..., ¡me iban a estar mirando…, las piernas!.

El chico que andaba saliendo con ella era José Antonio; el que a mí me tocaba se llamaba Santiago: un muchachito muy alto, delgado, espigado, moreno, con un bigotito que aun estaba peleando por aparecer.

El chico tenía unos ojos muy negros y penetrantes; andaba peinado a la “punk”, con los pelos todos llenos de gel, y no dejaba de verme, de mirarme a mi cuerpo, de recorrerme completamente mi cuerpo, de arriba hacia abajo, deteniéndose en mi cara, en mi boca, en mis pechos, en mi vientre, en mi sexo, en mis piernas... ¡Me sentía al mismo tiempo caliente e incómoda por esa manera de detallarme!.

Nos terminamos la copa y nos fuimos al antro; nos acomodaron en una mesita “chaparra”, muy bajita, sentados en unas sillitas, también muy bajas, en donde mis rodillas quedaban muy levantadas y..., ¡les estaba mostrando todas mis piernas!.

Pidieron de tomar. Me tomé una copa, la segunda de la noche y..., sin la costumbre de tomar, luego de un chico rato me hicieron sentir un tanto “mareada”. Nayeli y los dos chicos estaban haciendo bromas y se reían de buen grado, aunque yo no entendía lo que estaban queriendo decir, pues hablaban siempre con un doble sentido al que yo no estaba acostumbrada; era un tanto “inocente”, a pesar de mi edad. ¡Hacía más de 20 años que no “ligaba” con nadie!. ¡No sabía cómo hacerlo!.

Luego de un rato José Antonio y Nayeli se pararon para ir a bailar; Santiago me invitó a hacer lo mismo y nos fuimos a bailar todos, música moderna, que no la bailo nada bien pero..., entramos en calor poco a poco, y también poco a poco fui tomando confianza y soltura.

Luego de un rato nos regresamos a la mesa y estuvimos bebiendo, hasta que comenzaron a tocar música más tranquila y..., José Antonio y Nayeli se pararon nuevamente a bailar; Santiago me invitó también a ir a bailar, pero me dio un poco de miedo, porque ahora era de abrazarse, de pegarse los cuerpos:

            & ¡Aviéntate...!, no seas tonta..., ¡vive el momento...!,

me dijo Mayela, mi vecina, y nos paramos y nos fuimos los cuatro hacia la pista. Santiago me tendió la mano y yo se la di, aunque me la sentí muy sudosa y me dio algo de vergüenza con ese muchacho, que no dijo nada.

Al llegar a la pista, sentí cómo me abrazaba y me jalaba hacia él; ¡hacía mucho que no bailaba de esa manera!. Me sentí un poco culpable de bailar “pegadita” a otro hombre, distinto de mi marido pero, al voltear la vista, a buscar a mi compañera, la vi “pegadita” a su “novio”, en pleno faje con su “chavo” y, ¡decidí vivir el momento!; bajé mi freno de mano y dejé que Santiago me pegara su cuerpo a mi cuerpo y su cara a mi cara; ¡podía sentir su calor, y su excitación!.

Santiago era un muchacho moreno, delgado, más alto que yo, y en cada vuelta, me introducía su muslo hasta el contacto con mi panocha, mi sexo, con su pierna enmedio de las mías; su muslo golpeaba insistentemente mi vulva. ¡Lo estaba haciendo a propósito!, para calentarme. El contacto de nuestros sexos, aunque fuera por  encima de aquellas ropas, ¡me había excitado tremendamente!.

Me mordí el labio inferior, ¡señal de que andaba..., excitada...!; el pene de ese Santiago..., ¡lo estaba sintiendo...!, ¡lo estaba sintiendo y deseando...!.

Viendo el ejemplo de mi vecina, y aprovechando que Santiago intentaba besarme, dejé que lo hiciera y le respondí, ¡con mucha pasión…!, pasión de 3 meses sin sexo.

¡Bailábamos pegaditos, sin dejar de besarnos!. Él me tomaba con sus dos manos por la cintura y yo le eché mis brazos al cuello; ¡estaba excitada...!, ¡veía hasta estrellitas...!, pero me  sentía muy a gusto...; ¡sentía las manos de ese muchacho introducirse por debajo de mi top, tocar mis carnes desnudas por mi espalda y aplastarme mis senos contra su pecho: ¡mi cuerpo estaba pegado a su cuerpo!, y yo no había opuesto ninguna resistencia...

Santiago bailaba muy bien y..., en cada vuelta me introducía su muslo hasta el contacto con mi entrepierna, excitándome, mientras sus manos se introducían por debajo del elástico de mi falda y por debajo del elástico de mi pantaleta: ¡empezaba a tocarme la parte de arriba de mis “nachas”(nalgas)!.

¡Nunca me opuse a esta manera de bailar...!, ¡lo seguía en todos sus movimientos...!.

El chico no decía nada, continuaba besándome ardientemente mientras me embarraba su cuerpo a mi cuerpo; ¡podía sentir su pene parado, muy erecto de la excitación...!.

Ya había sincronizado los movimientos de mi vientre, con los del vientre de ese muchacho y de repente..., la música cambió de ritmo, a uno mucho más alegre pero..., nosotros seguimos bailando al ritmo anterior..., ¡pegaditos!, ¡besándonos apasionadamente!, hasta que..., de pronto me di cuenta de la situación y de la manera como estábamos "raspando" a media pista. Su pierna seguía enmedio de las mías, y su muslo seguía estimulando insistentemente mi sexo. Sobre de mi cuerpo había una masa de carne que..., ¡a cada instante me parecía más voluminosa...!. ¡El pene de ese muchacho!, ¡lo sentía yo muy grandote…!, ¡estaba deseando tenerlo!.

Me mordí mi labio inferior, ¡señal de que andaba excitada...!; mis manos sudaron y mi vulva se llenó de una humedad muy intensa. ¡Un orgasmo tremendo me estaba llegando!. ¡Me colgué del cuello de ese muchacho y me puse a besarlo con ansias!, hasta que ese orgasmo , ¡tan fuerte!, pasó.

            + ¡Voy al baño!,

Le dije a Santiago, quién amablemente me acompañó.

Me metí a uno de los gabinetes, me levanté mi falda por arriba de la cintura, me bajé las pantaletas y..., me puse a hacerme pipí.

Me sequé con un trozo de papel del baño pero, ya no eran orines, era algo más espeso, caliente, lechoso; ¡era esa lechita que con la excitación empapa la "cosita" de la mujer...!. Mi pantaleta, roja, ¡estaba ya toda blanca de la entrepierna!.

No se qué me dio, pero me quité la pantaleta y me la llevé hasta mi cara, hasta mi nariz y me puse a olfatearla, a sentir aquella “venidota” que me acababa de “echar”, a recorrerla con mis dedos y a ponerle mi lengua sobre de ella. ¡Estaba tremendamente caliente!.

No conforme con lo anterior, todavía se me ocurrió embarrarme un poco de ello en mi cara. Me sonreí maliciosa; me puse la pantaleta de nuevo, me arreglé y..., al salir me encontré con Mayela, quien se sonrió y me comentó:

& ¡Qué buen faje te estás aventando!. ¿Ya ligaste verdad?.

Con una sonrisa nerviosa le dije que sí.

            & ¿Te lo vas a tirar?,

me preguntó con una sonrisa muy maliciosa

            + Yo creo que sí…, ando muy…, necesitada, muy…, excitada y caliente!,

le contesté, sin poder ocultarlo, pero al mismo tiempo me sentí yo apenada, culpable y, se lo quise yo “suavizar”:

            + ¡hace mucho que no tengo sexo...!, ¡lo sabes...!, ¿me entiendes...?,

le pregunté, preocupada, culpable, pero ella me entendió y me justificó al preguntarme:

            & ¿Quieres que ya nos vayamos?.

Le dije que sí, solo que, antes de salirnos del baño, alcanzó a decirme al oído:

            & ¡Hueles a puritito sexo..., bien concentrado...!.

Me sonreí del “perfume” que me acababa de “echar”.

Se nos acercaron nuestras parejas, los dos jovencitos aquellos, y las dos, casi de mutuo acuerdo, nos lanzamos entre sus brazos.

Ellos nos respondieron a aquel abrazo, que se siguió con un beso en la boca, muy largo. Nayeli le dijo algo a su chavo y nos salimos del antro. Nos fuimos de regreso para la Unidad. Ella, con su pareja, iban en la parte de adelante del coche; atrás íbamos Santiago y yo, ¡fajando a lo grueso!, ¡no dejaba yo de besarlo!.

¡Me había metido sus manos por debajo de mi faldita. Me comenzó a palpar mis muslos, desnudos, y sin que yo lo detuviera, subió de inmediato hasta mi pantaleta, introduciéndose en ella: ¡me estaba dedeando mi sexo y acariciándome mis chichitas y mis pezones, bien tiesos de excitación!.

            = ¿te gusta?,

me preguntaba el muchacho, como para asegurarse de mi condescendencia, que la tenía de antemano.

            = ¿te gusta?,

volvía a preguntarme, y a darme su dedo, sus dedos, sus manos; ¡a manosearme todita!, con mi completa condescendencia.

Al llegar a la Unidad, donde vivíamos los 4, ella y José Antonio se fueron a casa de ella, de Nayeli. Santiago me abrazó y me llevó abrazada a la mía, aunque yo andaba con muchísimos temores y pena, no me fuera a ver algún conocido o vecino.

Abrí la puerta y volví la vista hacia él, quien me dio un beso en la boca y luego me recorrió mis piernas hasta mis muslos hasta por arriba de la mitad, hasta llegar a mis nalgas, pero, toda apenada, yo lo detuve:

            + ¡No Santi..., por favor...!; ¡alguien nos puede ver...!,

le dije..., y nos metimos a mi casa.  ¡Estábamos pensando en el coito: yo lo estaba deseando!. Mis senos se me notaban erectos. 

Era ya de madrugada, pasaba de las 2 de la mañana. Nos metimos y en un instante estábamos en el sofá de la sala, abrazándome con ese muchacho, con ese jovencito, que acababa yo de conocer hacía rato. 

¡No se qué era!, pero: ¡era algo salvaje!.  Me apretaba contra de él, me acariciaba todo el cuerpo de manera vulgar y descarada, como lo venía haciendo en el coche.  Sus  labios se restregaban contra de mi boca y su lengua me llenaba de saliva el cuello, orejas y nuca.

Me levantó mi faldita, me pasó las manos por debajo y me acarició mis intimidades, de adelante y de atrás, y me volvió a preguntar:

            = ¿te gusta?,

            + ¡me gusta...!,

Le dije, musitándolo entre suspiros:

            + ¡Mámame..., mámame mis chichitas...!,

le pedí, y el chico me complació. Me levantó mi top que llevaba y se puso a mamarme, bien rico, alternando el derecho e izquierdo, succionándolos muy sabroso, hasta que comencé a buscarle su pene, y me puse a frotarlo por encima de su pantalón, cosa que le dio mucho gusto al muchacho, quién de inmediato me preguntó:

            = ¿Ya lo quieres..., lo quieres...?.

Y yo se lo confirmé:

            = ¡Sí Santi..., ya dámelo..., por favor...!.

Al instante procedió a bajarme las pantaletas y de manera inmediata, sin terminar de sacarse los pantalones, tan sólo se sacó su pene parado y con un buen empujón, me lo dejó ir hasta el fondo de mi sexo, aunque de inmediato me hizo gritar:

+ ¡Aaaaggghhh…, despacitooo, Santiago, me duele!,

   ¡hace mucho que no me la meten...!, métemela despacito...,

le pedí a ese chico, quien, haciéndome caso, se esperó unos instantes, y luego, me lo metió de nuevo hasta el fondo, otra vez y como no protestara de nuevo, el muchacho se desató y comenzó a metérmelo muchísimas veces más: ¡se puso a bombearme con furia y con rapidez!:

            + ¡aaagh, agh, agh, agh...!.

Me comenzó a empujar y yo a pujarle y a menearme todita. ¡Me hacía mucha falta el sexuar!. ¡Me puse como loquita de sentirme empalada!:

            + ¡Házmelo Santiaguito, házmelo lindo…, házmelo mucho!.

Me agarraba mis senos; me había levantado mi top; me los apretaba y aplastaba de manera grotesca. ¡Estaba excitadísima!. Me levantaba del sofá con cada uno de sus empujones y me estrellaba contra de su respaldo.

Abriendo mis piernas, con mi faldita enredada en mi cintura, se las atenacé alrededor de su cintura mientras Santiago me estaba bombeando: ¡la sentía rete rico, hasta adentro!. Mis brazos estaban en su cuello y Santiago me bombeaba con fuerza, hasta que se vino abundantemente, tanto que creí que se estaba orinando en mi sexo.

            = ¡Me vengo, me vengo, me vengooo...!,

gritaba el muchacho, que me llenaba de leche mi sexo, me lo inundaba completamente.

Nos quedamos recostados así como estábamos: él por encima de mí. Me buscó la cara, la boca y yo se la ofrecí, complacida. ¡Nos dimos un tremendo beso en la boca!:

            + ¡Santiago..., chiquito..., que rico me lo haces...!,

le dije, y el chico se sintió emocionado, halagado, muy satisfecho, y con aires de matador luego de que le otorgan la oreja, me preguntó:

            = ¿Te gustó...?

+ Sí Santiago..., lo disfruté mucho..., me encantó..., ¡tanto así como tú!,

le dije, melosa y zalamera, contenta, satisfecha, colmada!.

Después de esto, terminamos de desvestirnos; me recostó sobre del sofá, me separó ampliamente mis piernas y ¡comenzó a besarme mi sexo!, ¡todo batido!.  ¡Nunca me habían besado mi sexo!. ¡Me puse muy tensa y nerviosa!, pero no dije nada: ¡era algo por completamente nuevo para mí!.

Sentí algo de repulsión  pues estaba su esperma y mi venida pero,  cuando luego de besarme retiró su boca y me plantó un beso en la mía, sentí enloquecer de calentura.

            + ¡Que rico, cariño…!. ¡Házmelo nuevamente…, otra vez…!. ¿Quieres…?.

= Está bien, pero, ¿me echas una mamada también…?,

me pidió ese muchacho, en ese momento.

No contesté,  ni tuve tiempo para hacerlo;  me jaló hacia la alfombra, en el piso, y tomándome del cuello, me empujó para abajo,  dirigiendo mi cabeza a su pito.  ¡Nunca había mamado yo un pene!. Era impresionante ese trozo de carne, ¡aún en reposo!.

Era un pene largo, grueso y cabezón, muy moreno y con cabeza morada, ¡de 18 cm!. El de mi marido era bastante más chico y delgado:

= ¡chúpamelo...!,

me ordenó.

No supe ni que decir. Me dio pena decirle que yo nunca había chupado un pene, así que, me le acerqué, lo tomé con la mano; ¡no me cabía!, y eso que estaba aún todo flácido!. Estaba lleno de secreciones, de las suyas y de las mías; estaba resbaloso.

Empecé a jugarlo en mis manos, hasta que  sentí que me empujaba la cabeza y entonces, procedí a besarlo, a meterlo en mi boca, a darle de chupetones. Su cabezota morada era enorme y me costó trabajo introducirla en mi boca.

En cuanto comencé a pasarle mi lengua, el "instrumento" tomó vida nuevamente, y comenzó a palpitar y a aumentar de tamaño y de volumen. ¡Era impresionante!.  ¡Me aloqué y comencé a bombearlo y a recorrerlo desde la punta hasta la base!, tardándome en sus testículos prietos, peludos, ¡enormes!. ¡Estaba yo impresionada!, y sólo pude decirle:

            + ¡Santiagooo…!,

mirándolo fugazmente a sus ojos.

El chico me empujó a bombearlo y luego me jaló de las caderas para acomodarme sobre su cuerpo, pasándole una pierna de cada lado de su pecho, dejándole mi sexo en su boca, para que me lo chupara. ¡Me había gustado que me chupara!, ¡lo sentía muy bonito!: ¡nos estábamos chupando los dos!, ¡él a mí y yo a él!, ¡estaba descubriendo el 69!, ¡lo sentía delicioso!, ¡chupar y que te chuparan!.

Su pene estaba enorme, muy erecto y yo lo tenía aprisionado con mis dos manos y se lo mamaba incansablemente, hasta que él me detuvo y se separó de mi lado. Me acostó boca arriba, me separó muy ampliamente las piernas, se las echó hacia sus hombros y me lo volvió a meter rete duro: ¡hasta adentro de un solo golpe!, que me hizo gemir y gritar a todo pulmón:

            + ¡Aaaaggghhh...!, Saaantiaaagooo…, ¡agh…, agh…, agh…!.

Entraba y salía su “camote”, con muchísima fuerza, con pasión y con furia; nuestros pubis chocaban entre sí y yo gemía y me quejaba como una loca.

            + ¡Agh…, agh…, agh…!.

Me lo estaba metiendo ¡hasta adentro!: me lastimaba mi panochita, ¡sentía que me desgarraba!, empujaba y empujaba, haciéndome gritar de placer:

            + ¡Aaaayyyyjjjiiihhh..., ayyy, ayyy, ayyy!,

Estaba descubriendo unas sensaciones muy placenteras y desconocidas para mí hasta esa ocasión y que me hicieron que le gritara:

            + ¡Duro mi lindo, más duro chiquito, más duro tesoro, más duro m’ijito…!,

y luego de eso, me hizo alcanzar un orgasmo múltiple, que hizo sonreír al muchacho:

= ¡ya te veniste de nueva cuenta...!, ¡te está gustando!, ¿verdad...?.

Por toda respuesta, terminó por sacarme otro nuevo orgasmo múltiple y le bañé todo su pene con mi venida.

            + ¡Aaaaggghhh...!, ¡agh…, agh…, agh…!.

Le pujaba, en medio de las contracciones de mi vagina, apretándole su “camote” hasta que el chico ya no aguantó y comenzó a venirse dentro de mí.

Sus chorros eran abundantes y muy ardientes. Parecía que no terminaría nunca de venirse, pero terminó de hacerlo y luego se desplomó al lado mío, colmado de satisfacción como también yo lo estaba.

= ¡estás rete rica, mamita…; lo haces rete sabroso...!.

¡Estaba aprendiendo a vivir mi viudez!.

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