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Johnny me quiere hacer una panza

en Sexo con maduras

Johnny me quiere hacer una panza

Resumen

Soy una mujer cuarentona, casada pero separada de mi marido desde hace unos años. Nunca tuve a ningún otro hombre, ni antes ni después de mi marido, él había sido el único hasta que mi hija, tratando de alegrarme la vida, me presentó a un muchachito, ¡a un negro!, quien me sedujo y me hizo descubrir las maravillas del sexo.

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Hola, quisiera presentarme; soy una mujer cuarentona, casada pero separada de mi marido desde hace unos años, aunque desde siempre nos llevamos mal, especialmente por sus celos, totalmente infundados.

Pasaron los años y las cosas se descompusieron; la situación económica se hizo difícil y, como mis hijas ya eran adolescentes, decidí tomar un empleo en una fábrica de plásticos, para ayudar económicamente en la casa.

Debido a que todo el día estaba en la planta, desatendí a mis hijas y la grande empezó a salir con muchachos, hasta que salió embarazada de uno de ellos, un muchacho que afortunadamente sí respondió y se casó con ella y ahora tienen una familia, con dos niñas.

La chica también comenzó a salir con muchachos, sólo que ella se hizo “novia” de un chico hondureño, ¡negro!, que iba tratando de llegar a los USA, pero se quedó aquí a trabajar y a vivir…, ¡a vivir con mi hija!.

Mi marido se enojó conmigo y con nosotras, especialmente porque este muchacho fuera negro y anduviera con mi hija. ¡Yo tenía la culpa de eso! (según mi marido) y…, se fue de la casa, por lo que tuve que hacerle de madre y padre a la vez.

En ese entonces yo tenía 34 años y en esa misma época mi hija la chica, de 17 años, se fue a vivir con “su chavo”, William, el muchacho hondureño.

En dos ocasiones fueron a visitarme a la casa, pues yo ya estaba viviendo sola y varias veces le había comentado que me sentía yo muy sola.

La segunda vez llevaron a otro chico, también hondureño, Johnny, hermano menor de William, un año menor que él, negro, igual que su hermano.

¡No se qué vi en ese muchacho!, ¡me atrajo sexualmente!, ¡de inmediato!, a pesar de ser jovencito, de apenas 21 años de edad, cuando yo ya tenía los 34 años, cumplidos. ¡Toda la noche sentí que me desnudaba con su mirada!, y creo que yo también lo miraba, pues al despedirse mi hija me preguntó de manera muy pícara:

            # ¿te gustó el Johnny…?,

le dije que no, pero ella agregó:

            # ¡Ay mami…, si no le quitabas la mirada de encima…!.

Esa noche me dormí pensando en ese muchacho.

A la semana siguiente mi hija se volvió a invitar a cenar en mi casa; yo no quería, pues iban a traer a Johnny, que no se le despegaba al hermano, pero mi hija insistió mucho, dijo que ella llevaba la cena, y finalmente acepté.

Ellos llegaron primero a la casa, pues yo salgo tarde de la planta y, en lo que llego a la casa, ellos ya estaban ahí.

Cuando llegué, mi hija me abrió la puerta; al entrar, ahí estaba el Johnny.  ¡Me impresionó de tan solo mirarlo, ahí sentado, detallándome toda!. Tiene una mirada muy penetrante, profunda, perversa, lasciva: ¡sentía que me desnudaba completamente!.

Esa noche yo vestía unos mallones rojos y una blusa blanca, de manga larga, abotonable por el frente. Llevaba tacones blancos y abajo un conjunto brasier-pantaleta también blanco.

Pasé y…, ¡me sentí desnudada por ese chico…!, así que, de inmediato me jalé a mi hija para mi recámara y le pregunté ¿qué pasaba…?.

            % “dice Johnny que le gustas un chingo…, que quiere ser mi padrastro, que quiere…,  darte p’adentro y hacerte una panza…”, jajaja…

Yo no estaba para bromas…, me sentía indignada, agredida y, comencé a decirle, algo airada:

            + Es que…, ¡se me quedo viendooo…, todita…!, ¡me desnudó con su mirada…!, ¡me recorrió de arriba hasta abajo y se me quedó viendo…, por ahí…!.

                ¿Se me transparentan las pantaletas?.

            % ¡Sí…, se te marcan debajo de los mallones!, ¡te ves muy…, provocativa…!,

me dijo mi hija, jalándome un poco el elástico de los mallones para mirarme las pantaletas, y se sorprendió:

            % ¡Ay mami…, trais unas pantaletas súper cachondas…, a ver…,

y me las bajó un poco más, hasta descubrir mi entrepierna:

            % ¡son totalmente transparentes…, se te alcanzan a ver tus pelitos…!.

Yo me sentí descubierta y me puse muy roja ante esa expresión de mi hija; no dije nada, pero ella sí continuó:

            % ¡creo que a ti también te gusta ese chavo…!. ¿Quieres que sea mi padrastro…?,

                 ¿quieres que te dé para adentro y que te haga una panza…?, jajaja…

Me puse seria, y mi hija, de manera tranquila, me preguntó:

            % Ya en serio mami…, ¿te gustaría “estar” con el Johnny…?. ¡De verdad…!,

     ¡te trae muchas ganas…!, ¡anda que se derrite por ti…!,

Estaba yo toda seria, escuchando las tonterías de mi hija, hasta que ella dio la culminación con:

            % ¡Dicen que “calza” grande…, y que es muy bueno en la cama…!.

Ahí sí me “doblé”, me salió lo “chilletas”, y sin aguantarme le dije a mi hija:

            + Es que…, tú sabes…, hace mucho que no tengo relaciones sexuales…, tu padre no me tocaba desde hace mucho, y ahora, ya separados…, pues…,

                nada…, ¡no levanto nada…, nadie me pela…, nadie se fija en mí…!, ¡ando con muchas ganas de sexo…!, pero…, ¡está muy jovencito ese chico…!.

Nos abrazamos y, cuando rompimos ese abrazo, mi hija me preguntó:

            % entonces que…, ¿quieres o no quieres…?, con el Johnny…

Nada más moví la cabeza, como señal de mi aceptación, y luego de secarme mi llanto, cepillarme el cabello y arreglarme la cara, salimos de regreso a la sala.

William estaba sentado en el sofá y Johnny en el “love seat”, un sillón para dos. Sentí un poco de temor al ver la “situación geográfica”, predispuesta para sentarme con Johnny:

            % ¡siéntate mami…!. ¿Te traigo una “cheve”?,

me preguntó mi hija, señalándome el asiento al lado del Johnny y…, no me quedó más remedio que sentarme al lado del chico ese, que tanto “miedo” me daba.

El chico se levantó un momento, invitándome a que yo me sentara. Era mucho más alto que yo: mide 1.84 m, de complexión delgada, ojos pequeños, nariz “chata”, labios carnosos.

Me tomó entre sus brazos, me pegó su cuerpo a mi cuerpo, ¡sentí su pecho contra mis senos y su pierna pegarse a las mías!. Me dio un beso en la mejilla. ¡Todo fue muy fugaz…!, y de inmediato busqué sentarme.

Luego de que yo me senté, él se sentó al lado mío:

            = ¡qué gusto encontrarla de nuevo, señora…!,

me dijo, pasándome su brazo derecho por encima de mis hombros, dándome un abrazo y pegándome su cuerpo a mi cuerpo.

Esto fue muy fugaz, pero sirvió para que yo sintiera que un orgasmo tremendo se me presentaba en ese momento. Me quedé quietecita, pero ese muchacho ya no me bajó su brazo de mis hombros.

William se fue a alcanzar a mi hija y Johnny, levantando su mano izquierda, me tomó de mi barbilla y acercó su cara a la de él, para plantarme un ligero beso en los labios, al que no contesté:

            = ¡No sabe cómo he soñado con Ud., señora linda…!,

y volvió a besarme en los labios, sin que yo contestara, pero tampoco lo rechacé.

            = ¡Me gustan mucho sus ojos…, sus labios, su cara, su boca…

me decía, recorriéndome suavemente mi cara con las yemas de su mano izquierda:

            = ¡Me gusta Ud. mucho, señora…!,

me dijo, acercándome sus labios y besando los míos una vez más, sin contestación de mi parte, pero sin rechazarlo tampoco:

            = ¿Le gusto señora…?.

Me preguntó,  pero, por toda respuesta, agaché mi cabeza y no contesté:

            = ¡Es Ud. una mujer muy sensual…!, ¡lo transpira…!.

               ¡Anda sin hombre…!, ¿verdad…?.

               ¡Me lo dijo su hija…!.

               ¡Me gustaría ser su hombre…, señora…!,

y volvió a besarme en la boca, pero esta vez sí le contesté; nos fundimos en un beso cachondo, muy largo, que parecía interminable: sus labios sobre mis labios, su lengua, explorando mi cavidad bucal, acariciando mi lengua, mis dientes, inyectándome su saliva, provocativa, hasta que…, sentí que su mano izquierda me palpaba mi seno derecho, por encima de mi blusa y…

            + ¡No Johnny…, no está bien…, por favor…, ahora no…, estamos en mi casa…,

                están mi hija y tu hermano…!,

le dije, rompiendo el beso, el abrazo y aquella caricia en mi pecho:

            + ¡espérate un rato…!,

le pedí, acariciándole su carita de ébano…

Pero el chico se encontraba encendido y…, tomándome mi mano derecha me la puso sobre de su pene, ¡tremendamente parado!, y…, ¡de inmediato la retiré!, no sin haber sentido el tamaño imponente de su virilidad.

            = ¡Te la quiero meter…, mami…!.

Me dijo, mirándome fijamente a mi cara:

            + ¡Yo también quiero…, pero…, espérate un rato…!,

le respondí, en un estado de febrilidad muy intenso, y luego de ello, me puse de pie y me fui a la cocina a alcanzar a mi hija y a William.

Cenamos pizza y cerveza. Este muchacho, William, casi no hablaba, pero me tenía cautivada y…, yo ya estaba…, “entregada”.

Como estábamos juntos, en ese “love seat”, el chico me jalaba hacia él, de vez en vez,  y buscando mi boca me plantaba un “piquito”, sin importarle que estuvieran mi hija y su hermano; también me acariciaba las piernas, sin cesar, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, por encima de mis mallones y…, ¡me tenía muy caliente!.

Luego de casi una hora de estar sentados, me dijo mi hija que ya se iban, pero el Johnny ni se movió de su sitio.

Acompañé a mi hija a la puerta, mientras que Johnny y William se despedían.

En ese momento mi hija me preguntó brevemente:

            % ¿te quedas con él…?,

y como no le contestara, me volvió a preguntar, de manera directa:

            % ¿te lo vas a “tirar”…?,

y yo simplemente le contesté:

            + ¡Sí…!,

pero sintiéndome muy culpable, de inmediato lo completé con:

            + ¡Es que…, hace mucho tiempo que no tengo relaciones con nadie…!,

   ¡me está haciendo falta…, de veras…!,

Y mi hija, aparte del beso de despedida, me dio un fuerte apretón de manos, deseándome suerte.

Apenas salieron y cerré yo la puerta de casa cuando William me tomó entre sus brazos, y sin decir nada más, me jaló hacia su cuerpo, me abrazó y comenzó a besarme de manera apasionada y violenta, jalándome de mi cabeza contra su cabeza, con su mano derecha y con su mano izquierda colocándomela por encima de mi entrepierna, apretando mi monte de venus, con fuerza, como tomando posesión de mi sexo:

            = ¡Te traigo un chingo de ganas, mami…, quiero darte p’adentro…!,

me dijo, con una voz a la vez temblorosa, rasposa, pero muy decidida.

¡Sentí que la sangre me hervía!, y no pude decirle nada más que:

            + ¡Johnny…!.

Creo que ese chico percibió mi “calentura”, porque de inmediato se colocó por detrás de mí y me comenzó a acariciar mis senos, por debajo de mi blusa, y mi sexo, directamente, por debajo de mis mallones y de mis pantaletas, hasta tocarme mis “pelos” y mi rajadita, exclamando triunfante:

            = ¡estás completamente venida, mami…!.

               ¿Tú también tienes ganas…?.

            + ¡Si Johnny…, también tengo ganas…!,

le dije, girándome para mirarlo a la cara y saltarle a su cuello, para entregarle mis labios.

Nos enfrascamos nuevamente en un beso cachondo y cuando finalmente lo terminamos, me dijo;

          = vamos a tu recámara mami…,

y nos volvimos a besar en la boca:

            = ¡tengo muchas ganas de “estar” contigo y darte p’adentro…!, ¡llenarte de “mecos”…, hacerte una “panza”!.

¡Me estaba seduciendo esa declaración tan… cruda, que me estaba planteando ese chico!.

Me recargó contra la pared y volvió a besarme con pasión en mi boca, estimulándome nuevamente mi sexo, por debajo de los mallones y de mis pantaletas.

            = ¡Quiero llenarte de “mecos”, mamita…!,

me volvió a decir Johnny, todo excitado por esos “fajes que me estaba parando”.

Me desabrochó completamente mi blusa, me desabrochó mi brasier y se puso a mamarme mis senos; estaba yo…, ¡calientísima!.

            = ¡Estás muy sabrosa, mami…, quiero llenarte de “mecos”, mamita…!.

Mientras me chupaba mis senos, me bajó los mallones hasta la altura de mis rodillas y se puso en cuclillas, para comenzar a besarme mi sexo, por encima de mis pantaletas.

            + ¡Johnny…, muchacho…, qué haces…, muchacho…!.

Me jalaba contra su cara, embarrando su cara a mi sexo, como si quisiera meterse por ahí. ¡No me decía nada!, pero sus manos se posesionaron de mis nalgas y me las comenzó a apretar, también con mucha fuerza, jalándolas hacia arriba y luego, metiendo sus manos por debajo de mis pantaletas, palpándome directamente con sus manos mis carnes, sin despegar su cara de mi sexo, aun por encima de mis pantaletas, pero sin decir nada más; fui yo la que finalmente dijo algo:

            + Johnny…, ¿me vas a hacer el amor…?

            = ¡Tengo muchas ganas de meterte mi verga…, mamita…!,

me respondió, de manera tajante:

            = ¡vámonos para su recámara…!, ¡ahí va a coger con su hombre…, mamita…!.

Me ordenó, separándose de mi lado, lléndose a mi recámara y sentándose sobre de mi cama, desde donde me miraba de manera muy penetrante.

            = ¡sáquese toda esa ropa.., pero déjese sus calzones…!, ¡que yo se los quiero quitar…!.

Comencé por quitarme mi blusa. En el espejo de mi recámara se me miraban mis pechos, semi-cubiertos solamente por mi brasier, blanco, desabrochado, transparente, que lancé hacia la cama. Luego levanté mi pie derecho, para quitarme los tacones blancos que llevaba, pero el chico me lo impidió:

            = ¡No…, déjate tus tacones también…!.

Con dificultad me quité los mallones y aparecí solamente con mi pantaleta, blanca, transparente y mis tacones, todos blancos:

            = ¡Gírate!.

Me ordenó, y me giré:

            = ¡quédate así y flexionante p’adelante!.

Lo hice. El chico se levantó y se acercó a mí, a mirarme con detalle por mi trasero y luego de unos momentos, dándome una nalgada me dijo:

            = ¡tienes un culo muy rico…, señora…!,

y se volvió a sentar en la cama, desde donde me ordenó:

            = Te pusiste esos calzones cachondos para que yo te cogiera…, ¿verdad…?.

            + ¡Sí Johnny…, quería que te fijaras en mí…!

            = ¡báilame un rato…, muévete rico, provócame…, caliéntame…!.

Me dijo ese chico, poniendo una música que llevaba en su celular.

Comencé a moverme, bailando para él, moviendo mis caderas, hacia los lados y de atrás hacia adelante, tratando de hacerlo de la manera más erótica que pudiera.

Mis senos se bamboleaban al ritmo de esa música, y el Johnny se encontraba feliz, admirándome:

            = ¡Me encanta tu calzón…, se te ve muy cachondo…, me gustan mucho tus pelos…, se te ve muy sensuales…!, ¡acércate…!,

y me acerqué hacia la cama, en donde estaba sentado.

            = ¡estás muy sabrosa, mami…!,

me dijo, tocándome mis dos senos, y acariciándome con sus dedos uno de mis pezones:

            = ¡lo tienes muy paradito…!.

               ¿Quieres que te lo meta…?

Me preguntaba ese chico, mientras me estimulaba el pezón.

            = ¿Te tengo caliente mamita…?,

me preguntaba, pasándome su mano sobre mi sexo, por encima de mi pantaleta:

            + ¡Sí papi…, estoy muy caliente…!, ¿me sientes…?,

y comenzó a apretarme mi sexo, con su mano, con fuerza, a meterme su dedo:

            = ¡Estás muy mojada mamita…!, ¿ya quieres que te lo meta…?.

            + ¡Sí papi…, estoy muy caliente…, ya quiero que me lo metas…!,

le repetí…, con una voz temblorosa, de la emoción y el deseo…

            = ¿ya has probado una verga negra…?

            + no…

            = es lo mejor que existe, mamita… ¿Quieres que te eche mis mecos…?

            + sí papi…

            = ¿Qué te los eche allá dentro…?

            + sí papi…

            = ¿Para hacerte una panza…?

            + sí papi…

Le decía sí a todo cuanto me preguntaba y quisiera; lo único que quería en ese instante era sentir su pene, dentro de mí.

Johnny se agachó y avanzó su boca hacia mi rajadita;  me metió un dedo entre mis labios vaginales y me lo deslizó de adentro hacia afuera y de arriba hacia abajo, para luego inclinarse un poco más y empezarme a mamar mi chochito, jugueteándome mi clítoris con su lengua.

            + ¡Aaaaggghhh…!.

Sentí una onda que me recorría todo el cuerpo, desde ese lugar hasta mi cabeza, hasta la punta de mis cabellos, pasándome a todo lo largo de mi columna vertebral. No pude aguantarme y solté un gemido muy fuerte, que fue un gran grito de placer,

            + ¡Aaaahhh…, aaasí papi…, así…, me tienes caliente…!,

de un placer que había yo contenido por mucho tiempo, ¡por años!, y en este momento le estaba dando salida; un placer que me estaba absorbiendo en ese momento y que quería que durara por siempre.

            + ¡Síguele Johnny…, síguele…, por favor…!.

Sentí que mi esfínter se "comía" ese dedo que se le insinuaba, y me estaba haciendo vibrar.  Sentí como se abría mi vagina ante la intromisión de ese dedo. Sentí una cosa tibia que se  movía en el fondo de mi vientre y...,  un placer delicioso me llenaba mi sexo. ¡Me estaba viniendo…, tremenda venida que me estaba saliendo….!.

El Johnny me estaba chupando mis labios vaginales y mi clítoris, con su lengua, muy ágil y hábil, apoyándola, a todo lo largo y a todo lo ancho, insistente. Estaba saboreando, paladeando con toda dedicación mi chochito, húmedo, caliente y deseoso de que lo penetraran. Su lengua comenzaba desde abajo e iba subiendo a todo lo largo de mi rajadita, hasta llegar a mi clítoris, ávido y duro.

Volví a gemir y a gritar de placer, sin poder contenerme

            + ¡Aaaaggghhh…!.

Mi pecho subía y bajaba rápidamente, al ritmo de mi respiración; mis caderas se hacían p'adelante, saliendo al encuentro de aquella boca que me sabía estimular. ¡Estaba entregada al placer que me daba esa lengua!, siendo presa del deseo, multiplicado al por mayor; ¡me sentía fundir de  placer!, y..., volví a empujarle mi sexo contra su cara, para que me lo siguiera mamando.

            + ¡Sí…, sí…, sí…, síguele…, sin parar…!.

En ese momento, Johnny me tomó todo mi sexo, entero, en su boca, lo besó, lo mamó, succionó. Su lengua me perforó con mucha profundidad dentro de mi vagina ardiente e inundada; volvió a sacar su lengua y separó todavía más los pliegues de mi vagina, abriéndome deliciosamente. Me mordisqueaba toda mi vulva con una serie de gruñidos obscenos.

            = ¡Grrr…, gggrrr…, gggrrr…!.

Creí que me desvanecía y, estando casi entre sueños, me olvidé completamente de  todo, de nuestra diferencia de edades, del color de nuestra piel, de mis hijas, de mi esposo, de mi trabajo, de mi reputación.  ¡Me olvidé de todo en ese momento!, pues se me metía por mi vientre una sensación...,  ¡deliciosa!, que me estaba conduciendo a una serie de orgasmos múltiples, uno tras otro y tras otro… Estaba girando mis caderas de manera automática; mis mejillas, mis senos, mi sexo..., ¡todo estaba que ardía!.

Una serie de flujos, que más que flujos parecían chorros, se escurrían a lo largo de mi vagina, mi sexo, totalmente mojado de mis secreciones.

            + ¡Aaaaggghhh…, aaahhh…!.

En ese momento, Johnny se enderezó y me tomó mi sexo con una de sus manos,   apretándolo  fuertemente:

            = ¡estás muy sabrosa, mamita - señora…!

Sentí que  me  dilataba completamente,  de un lado hasta el otro.  No pude  contenerme  y grité: 

            + ¡Johnny…, qué rico…, Johnny…!.

Un temblor incesante se apoderó de mi cuerpo y comencé a venirme de manera increíble, sobre la mano del Johnny…

Después de ello, perdí totalmente mis fuerzas y me dejé caer sobre de la cama, con las piernas abiertas. El líquido de mis venidas se me escurría por todos mis muslos y estaba manchando la sábana...

Suspiré, medio desvanecida por esos orgasmos, tan fuerte y tan continuos: ¡este muchacho condenado me había llevado hasta el cielo!: ¡me había besado y chupado mi sexo, me había absorbido y extraído mi intimidad…, mucho mejor que mi esposo…!.

El Johnny sonrió satisfecho, y con mucho orgullo me dijo:

            = a esto le llamo saber disfrutar..., ¡pinche  mamita caliente...!,

   ¡se ve que te gusta que te den para dentro...!.

Sonreí, sin decir nada más, pues aún estaba medio desvanecida; traté de levantarme y:

            = ¡quédate ahí mamacita…!,  que quiero darte p’adentro… ¡Mira nomás como estoy!,

me dijo, bajándose su pantalón y calzón, enseñándome su pene, ¡tremendamente parado!.

            = ¡esto te lo voy a tener que meter...!, mamacita…  ¡Mira mi pito...!, ¿te gusta...?, ¿lo quieres…?, ¿quieres que te lo meta…?

Se había abierto su bragueta y me  mostraba  su  pene, en completa erección,  agarrándoselo con una mano y poniéndomelo en dirección hacia a mí, que no podía quitarle los ojos  de  encima. Lo miraba y lo veía grande, pero sobre todo en plena erección, y me acordé de mi hija, que me había comentado:

            “¡Dicen que “calza” grande…, y que es muy bueno en la cama…!.

Y al acordarme de aquella frase tan…, prometedora, sentí que le llegaba un nuevo orgasmo a mi sexo.

Hasta el día de hoy, el único pene que había yo  tenido,  era  aquel  de  mi esposo,  pero..., de manera increíble,  de tan solo  mirar ese pene, se me produjo una descarga en mi bajo vientre:  ¡me sentí que fundía todita de "por ahí"!; sentía un "hormigueo" en todas mis piernas y sexo.

El pene de mi esposo era delgado, no largo y..., hasta ese momento yo había creído que todos eran iguales, pero no: este pito era grueso, negro, muy ancho y con la cabeza muy amoratada; rugoso y con unas venas muy hinchadas en los costados; lustroso.  ¡Tragué saliva tan solo al mirarlo!.  ¡Sentía un deseo inmenso que me recorría todo mi vientre y  mi sexo!.

Me puse muy rígida cuando lo vi que dirigía su pito contra mi sexo mojado, y contra mi rajadita, completamente impregnada de mis secreciones.

Empujó su virilidad contra de mi clítoris: ¡tremendamente erecto!, y comenzó a frotarlo en contra de él. ¡Me hizo estremecerme de la emoción!; mi corazón empezó a latir fuertemente y unas sensaciones muy placenteras comenzaron a apoderarse de mí.

            + ¡Mételo Johnny, mételo…!,

le alcancé a musitar.

Un poco más hacia abajo de ese lugar, mis labios se abrieron como si nomás lo hubieran estado esperando, abriéndose paso por mi rajadita caliente, entre mis mucosas rosas y  todas venidas por mi calentura.

            + ¡Dámelo Johnny, dámelo…!.

Comencé a soltar  de  frases y gemidos,  a  girar  mis  caderas,  de una impaciencia que me  hacía  avergonzarme  por  la  excitación que traía. 

            + ¡Estoy muy caliente, Johnny…, ya mételo…!.

El muchacho comenzó a deslizar su camote entre mis pelos y yo..., ¡le gritaba de  excitación!:

            + ¡Sí Johnny, sí…, mételo…, mételo…, mételo por favor…!.

Su cabezota, dura y caliente, se paseaba entre los labios de mi vagina, hasta que por fin tomó su lugar y comenzó a hundirse muy lentamente, empujado por la fuerza y el peso del  Johnny,  que se acostaba sobre de  mí.

            + ¡Así Johnny, así…, aaahhh…!.

Abrí mis piernas un poco más y lancé mis  caderas  contra  "ese"  atacante, que  me  penetraba  y  que se deslizaba  hasta el  fondo. 

Sentí  como  sus  "huevos"  venían a estrellarse  contra  de mi trasero  y  sus  vellos  se entrelazaban a mis vellos:

            + ¡Así Johnny, así…, qué delicia…, mételo y destrózame…, por favor…!.

Había una sumisión  que se apoderaba  de mí: ¡estaba rendida ante ese muchacho!, suplicándole que me penetrara y que me “destrozara”, de puro placer.

Mi sexo, mojado y caliente, ávido  de  placer, vibraba alrededor de esa "barra de carne dura", que me daba felicidad.

Lo recibí con una venida ¡tremenda! y un calorcito muy placentero, que me recorrió mi vientre abierto, como una fruta madura, y que se me subió hasta los senos y mis mejillas.

            + ¡Johnny…, Johnny…, qué rico…, Johnny…!.

Se puso a bombearme, entrando y saliendo. Sus golpes continuos y con tanta velocidad y repetición ¡me tenían encantada!. ¡Gemía y meneaba la cabeza de un lado hacia otro!; ¡me estaba entregando con una verdadera pasión y delicia!, a ese chico moreno y a ese pene que me perforaba tan rico.

Cada empujón lo sentía hasta el fondo de mi vientre y me causaba un placer indecible, que me llegaba hasta el corazón. ¡Gemía, gritaba, pujaba!.

            + ¡Aaaaggghhh…, gggmmmbbb…, pppfffhhh…, Johnnyyy…!.

El chico estaba acostado sobre de mí; nuestros sexos estaban pegados y se meneaban al mismo tiempo pa' todos lados. ¡Me estaba viniendo sin tener pa' cuando acabar!.

Dejaba que me  bombeara a su antojo,  yo lo  disfrutaba de manera amplificada;  ¡sentía mi corazón latir con potencia!.  ¡Yo no era más que  una hembra  en la cópula!,  la cual estaba sintiendo  como, a partir de  la punta de ese pene tan grande y tan joven salía mi placer y crecía, agigantándose dentro de mí, provocándome un nuevo orgasmo,  ¡tan pero tan intenso!, que sentía que me ahogaba,  pero que afortunadamente tuvo salida por mi vagina, por donde lo expulsé por completo  enmedio de espasmos y convulsiones del más  puro placer.

Johnny no pudo quedar insensible a mis contracciones ni a mis chorros de placer que le estaba descargando sobre su pene, así que, empezó a descargarme su semen en lo más profundo de mis entrañas:

            = ¡Te voy a hacer una panza, mamita…, te voy a hacer una panza…!,

gritaba, en su frenesí.

Yo sentía que me inundaba con chorros y chorros, a más no poder. Su calor era inmensamente gratificante. Se mezclaban dentro de mí su esperma y mis venidas.

            = ¡Te voy a hacer una panza, mamita…!,

me volvió a repetir, satisfecho, con una sonrisa en su cara, y luego, se quedó unos momentos dentro  de mí, después de venirse; ¡ambos estábamos sin aliento!, jalando aire con la boca abierta y con los ojos en blanco.

Luego de ello, él se zafó de mi sexo y yo solté un suspiro de desilusión:

            = ¡esto es  lo  que te  quería  hacer desde que te conocí...!. ¡Quería yo darte p’adentro y hacerte una panza…, mamita…”

               ¡Quiero dejarte panzona, mamita…!,

me dijo esta última frase tomándome con su mano de mi barbilla y mirándome con mucha firmeza a mis ojos:

             = ¡Quiero dejarte panzona, mamita…!,

me repitió y después le añadió:

             = ¡me encanta cómo te vienes...!, mamita...

No estaba acostumbrada a esas palabras tan crudas con las que me hablaba ese chico; mi esposo generalmente disfrutaba de mí de manera silenciosa. Esas palabras tan crudas ¡me atraían!.

Me recargué contra la cabecera de la cama, con mis piernas sueltas y respirando de una manera más relajada: ¡había gozado muchísimo con ese muchacho!; ¡nunca creí que eso fuera posible!, pero..., ¡estaba segura de ello!.

            = ¡Quiero “echarte otro palo”!,

me dijo seriamente ese chico:

            + ¿cómo…?

le pregunté, sin creer lo que estaba escuchando.

Me comenzó a acariciar mis senos, mi vientre, mi sexo y…, en ese momento ¡volví a sentir la explosión del deseo carnal!: mis pezones se  enderezaban y sentía que mi sexo comenzaba nuevamente a fluir.

            =  ¡estás caliente de nuevo...!, ¿verdad...?.

No respondí, más bien me quedé toda estática, esperando la continuación de "esa velada". Sentía que el deseo se me volvía a presentar:

            = ¡Te la quiero meter nuevamente…, mamita…!. ¡Te quiero hacer una panza…!,

volvió a repetirme, profético, sin embargo,  yo solo le veía su "instrumento" y..., comencé a separarle mis piernas, con mucha docilidad.

Sentía que mis fosas nasales se me empezaban a dilatar, ¡señal inequívoca de mi estado superlativo de excitación...!. Mi respiración se volvía entrecortada y me estremecía, con los labios a medio cerrar...

Luego de ello,  sentí como me colocó su boca sobre  de mis senos, con su lengua acariciándome los pezones; ¡me los mordisqueaba muy hábilmente y me seguía calentando todavía mucho más...!.

            = ¡Estás muy sabrosa, mamita…!.

Bajó su mano hasta alcanzarme mi sexo y me lo comenzó a acariciar y a darle unos golpecitos en el monte de venus. 

Me retorcí por completo y me arqueé hacia adelante; mi vulva me picoteaba, ¡pero de puro placer!, ¡me estaba viniendo a cantaros llenos!.  Mis mejillas,  mis senos, mi sexo: ¡toda entera estaba caliente!.

Su boca seguía prendida de mis senos y me mordisqueaba mis pezones enmedio de sus labios, entre sus dientes. Unas ondas de placer se difundían por todo mi cuerpo... ¡Me estaba acariciando por todos lados!.  Me giraba y  volvía a girar para todos lados...,  exploraba mi sexo con mucha acuciosidad, con dedos y lengua, ¡por todas sus comisuras...!.

Me  había separado mis labios vaginales  con  mucho cuidado y con sus dos manos todos mis pelitos, para dejar sola a mi rajadita y a mi botoncito de arriba, ¡mi clítoris!, que mordisqueaba deliciosamente entre sus labios.

No pude aguantar ese tratamiento y me vine..., inundando de nuevo mis piernas,  mi vientre y todas  mis nalgas,  además de la cama.

En mi recámara reinaba un aroma muy fuerte a sexo..., ¡que me hacía enloquecer...!; ¡era de mí y de aquel chico, entremezclados...!.

Ahora comenzó a pasearme su pene, muy parado, sobre de mi cara, mis ojos, mis orejas, mis labios. Ahí comenzó a empujar con algo de fuerza y me hizo que abriera mi boca, para adentrarse en su interior.

También me lo paseó por mis senos, sobre mis pezones erectos y de ahí fue siguiendo por todo mi cuerpo,  hasta llegar a mi estómago y más tarde sobre mi vientre y mi sexo; ¡especialmente me estuvo paseando su pene sobre toda mi rajadita y mi clítoris...!.

Tenía ganas de muchas cosas muy asquerosas, muy depravadas y llenas de bestialidad. No pensaba más que en la fornicación y nada más que en ese pene parado.

Comencé a gimotear y a pedirle que me la metiera.

            = ¡Ya Johnny, ya, por favor…,métemela nuevamente…, métemela…, por favor…!.

Me colocó de a "perrito", con la cabeza contra una almohada y mis nalgas al aire:

            =  ¡vas a ver..., te voy a encular...!.

Mi corazón se detuvo un instante y luego se puso a  marchar muy a "la carrera". Mi esposo ya me lo había hecho, ya habíamos tenido sexo anal, varias veces, pero cuando era yo jovencita, y después…, en más de 15 años…, nunca más, sin embargo, no me moví, me quedé como él me había colocado, esperando la penetración vía rectal.

Me tomó de mis nalgas y me las empezó a apretar con muchísima fuerza, como indicando ¡quién era el dueño!.

            + ¡Aaaayyy…, Johnny…, me duele…, aaahhh…!.

Solté un grito de dolor que terminé por ahogar contra de aquella almohada y luego gemí un poco más suavemente, pero seguí con mis caderas hacia arriba, a la merced de su pene.

Me separó las nalgas con sus dos manos y con un dedo lleno de saliva me empezó a acariciar el esfínter de mi ano, midiéndole su elasticidad y su temperatura. Luego, me lo metió todo entero, hasta adentro, y de inmediato lo retiró.

            = ¡Estás apretadita, mamita…!. ¿ya te lo han metido por ahí…?.

            + ¡No Johnny…, nunca…, házmelo con cuidado…!,

le dije, mintiendo, pero creí ver una sonrisa de triunfo en sus labios, al ir a ser él quien me iniciara por ese sendero.

Mi ano, esforzado de ésta manera, se abrió de inmediato, como una boquita, pero me provocó un gran dolor, por el tamaño del pene de Johnny:

            + ¡Johnny…, despacio…, házmelo despacito…, con suavidad…, por favor…!.

Tenía la  impresión de  que todo  mi culo se  abría por completo; tenía taquicardia y me vine otra vez.

            + ¡Aaaahhh…, Johnny…, despacio…!.

Y luego...,  su pito,  me lo empezó a frotar "por ahí", lo insinúa entre mi vulva, toda totalmente batida, arrancándome una serie de gemidos y de jadeos.  Luego me la empujó con fuerza contra de mi "rondela" y me sacó otro pujido y luego un grito ahogado de nuevo por esa almohada.

            + ¡Aaaahhh…, Johnny…, despacio…, despacito…, despacio…!,

pero empujé mis caderas más hacia atrás, ¡hacia el miembro que me iba a empalar...!.

Con la mejilla contra las sábanas,  cerré los ojos y los  volví a abrir... ¡muy grandemente!: su pene me estaba entrando muy lentamente dentro de mi ano, que cede y lo absorbe;  luego de la cabeza siguió lo demás..., ¡todo su pene...!, ¡hasta sus testículos…!, que sentí cómo se estrellaban contra mi rajadita, ¡completamente batida de la calentura que ya yo traía!.

Se detuvo por un momento y luego volvió a comenzar con movimiento de va y viene en mi culo, por medio de movimientos largos y llenos de dinamismo, que me levantaban de todas mis caderas a cada golpe. 

¡Era muy depravado y hasta repugnante el dejarse coger así...!, ¡como perra!, pero esa “herramienta” me perforaba de manera tan deliciosa…, que me hacía estremecer... 

Respiraba  entrecortadamente  y  a mucha velocidad;  gemía y me mordía toda mi mano.  Disfrutaba con mucho placer  este pene que me  perforaba los  intestinos... ¡También el Johnny le pujaba y soltaba gruñidos bestiales!.

            = ¡Grrr…, gggrrr…, gggrrr…!.

Me dejaba encular,  perforar por esos golpes de su pene parado, que se hacían cada vez más furiosos  y desordenados. 

Sin darme cuenta le levantaba más y más  mis  caderas,  para  ofrecerle un mejor ángulo de penetración enmedio de mis nalgas  y disfrutar mejor de esa penetración.

Mi complacencia ante sus ataques lo tenía enloquecido; comenzó a acelerar y volvió a gritar una serie de majaderías.

            = ¡Mamita putita…, cabrona…, putona…, tan rica…, sabrosa…, putota…!.

Me empujaba con mucha fuerza, estrellándome mi cabeza en contra de aquella almohada, hasta venirse dentro de mí, aventándome sus chorros de esperma caliente  en  mi  recto y mis intestinos. 

            = ¡Me vengo, mamita …, me vengo…, putona…, tan rica…, putota…!.

Yo también me puse  a gritar de placer,

            + ¡Johnny…, aaahhh…, aaahhh…!,

y luego de unos instantes, nos dejamos caer, exhaustos, sobre la cama.

           

Me tumbo a su lado y me aparta el pelo de mi cara, para preguntarme con mucha dulzura:

            = ¿Estás satisfecha, mamita…?

            + Sí…, muy satisfecha…,

le respondo, satisfecha, colmada, ¡feliz!, y me tumbo de lado:

            + ¡me dejaste agotada…, ya solo quiero dormir!,

le digo, sonriendo, extasiada.

Me tumbé a su lado y apoyé mi cabeza en la almohada; él se colocó detrás de mí, me puso su mano en mi cintura, me acaricio fugazmente mis senos, me dio un último beso, rápido, al cual le respondo, y luego de ello, nos acomodamos, y en sólo un instante, nos quedamos dormidos.

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