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Embarazada, caliente e infiel

en Hetero: Infidelidad

Embarazada, caliente e Infiel

Resumen: aquí les cuento algo que me sucedió al estar esperando a mi segunda hija. Andaba yo muy caliente, pero panzona, y mi esposo ya no me tomaba. Un hombre me hizo proposiciones y yo lo acepté. Fuimos a un motel y ahí di rienda suelta a mis necesidades sexuales.

+++

Yo soy una mujer de 21 años, morena clara, chiquita de tamaño: 1.53 m, 45 kg, delgada, senos medianos, pezones muy querendones, nalgoncita, casada, sin permiso (infiel a partir de ese día), muy ardiente, con necesidades y una fantasía muy marcada que nació de una aventura que me sucedió algún día, del año pasado y que narro a continuación.

Había ido a consulta, al médico, al seguro social. Había arreglado a mi hijita, de casi 3 años, y luego me fui con ella a la clínica del seguro social que me corresponde. Yo andaba embarazada, estaba esperando a mi segunda bebé (fue mujercita, ya nació); tenía 7 meses y andaba con una panzota. Andaba con un vestido azul marino, de maternidad. Llevaba zapato de piso, blanco, y abajo un conjunto de pantaleta - brasier blancos, con unas pantimedias negras.

Al salir de consulta se me acercó un hombre grandote que me había estado mirando desde mi llegada a la clínica. Era un hombre muy corpulento, quizás de 1.80 a 1.85 m, muy fuerte, muy moreno, de grandes espaldas y con una barriga también prominente. Vestía de café: pantalón y botas vaqueras, de unos 35 a 40 años.

Este hombre tenía una mirada muy penetrante, que de inmediato me dominó. Me invitó un café

      = ¡para conocernos, para conocerla...!.

      + es que..., yo soy casada..., vengo con mi hijita..., y estoy embarazada...,

le decía, tratando de zafarme de él, pero no se dejó, así que nos fuimos a un café a unos metros de ahí:

      = Te ves rete linda esperando un bebé...,

      + ¿Con esta panzota?,

le pregunté, pues no le gustaba a mi esposo. Tenía casi ya cuatro meses de nada de nada; la verdad es que andaba muy necesitada de sexo, pues siempre he sido yo muy caliente.

      = ¡Claro, con esa panzota..., te ves rete linda esperando un bebé...!,

me decía, al tiempo que me deslizaba su mano sobre de mi panzota.

Comencé a sentirme caliente y mis pezones se me pusieron rete parados (así como la verga de un hombre, cuando éste se empieza a calentar). Sentí que comenzaba a venirme y a mojarme en mi pantaleta. Mis instintos sexuales se me hicieron irrefrenables:

      = ¿Ya mero llega el bebé?,

me preguntaba ese hombre, sin dejar de acariciarme mi panza, cada vez más abajo:

      + ¡le faltan dos meses... Va a ser mujercita…, pero ya tira patadas...!,

le dije, algo nerviosa y bastante caliente. Sus manos me quemaban, ¡me encendían todo el cuerpo!. 

Se detuvo en mi ingle izquierda y comenzó a descender su mano por mi muslo, hasta mi rodilla; me empezó a meter su mano por debajo de mi vestido, acariciándome las piernas, por encima de mi pantimedia. ¡Me dio mucho miedo y pena, que nos fueran a ver, que nos estuvieran mirando!, y lo traté de parar:

      + “¡Aquí no...!”, no está bien...

El hombre, experimentado, de inmediato captó mis palabras, mi frase: “Aquí no…”, y seguramente pensó en donde sí, por lo que de inmediato pagó y nos salimos. Nos fuimos hasta su auto (él maneja un taxi) y me abrió la puerta de adelante, adonde me acomodé con mi niña.

Antes de arrancarnos, el hombre me pasó su mano derecha por detrás de mi cabeza, jalándome de mi nuca, y me plantó un cachondísimo beso en mi boca, al que yo respondí y…, lentamente, sin dejar de besarme la boca y comenzó a acariciarme mi chichi, con una mano, y con la otra, por debajo de mi vestido llegó hasta mi pantimedia; ¡estaba empapada de mis venidas!. 

Me acarició con toda calma, me recorría todo mi sexo sin pasar la barrera de la pantimedia: ¡me tenía sobre-excitada!, y en ese momento “me las pidió”:

    = que, ¿le terminamos los ojitos al bebé?.

Yo no respondí. La que calla otorga y él me condujo a un motel. Pagó y entramos al cuarto, con todo y mi hijita.

Nos bajamos los tres; yo llevaba a mi hija de la mano, pero apenas entramos al cuarto, inmediatamente después de que ese hombre cerrara la puerta, me besó con pasión en la boca y comenzó a apretarme los senos; me metió una mano entre las piernas, bajo el vestido y comenzó a acariciarme directamente mi sexo.

      + ¡Síiii...!,

lo animé, sin soltar de la mano a mi niña.

Aparté las piernas y entonces sentí una mano y sus dedos jugar con mi pantaleta, con mi sexo.

      + ¡Síiii..., asíiii...!,

le musitaba, tremendamente caliente, pero..., a pesar de mis calenturas, tuve que apartarme un momento de él.

Senté a mi hijita en el piso, saqué unas matatenas, que la entretienen bastante y le dije que jugara con ellas:

      + ¡Yo mientras voy a jugar con el señor un ratito...!.

El hombre se me acercó nuevamente y..., aunque nos estaba mirando mi hija, ni a él ni a mí nos hizo que nos refrenáramos, al contrario, el hombre volvió a meterme la mano por debajo de mi vestido de maternidad y comenzó a acariciarme nuevamente mi sexo, mojado, dispuesto:

      = ¡Andas tremendamente caliente, putita...!,

me dijo, al descubrir lo mojada que tenía yo mis pantaletas y pantimedias.

      + ¡Sí..., ando rete caliente...!,

le dije, pasando mi mano por encima de su pantalón, a la altura de donde estaba su pene, tremendamente parado.

De inmediato le desabroché el cinturón, abrí su pantalón, metí mi mano en su calzón y comencé a acariciarle su verga. ¡Hacía casi tres meses que no tocaba yo una!: ¡me hacía mucha falta!.

Sabía que teníamos poco tiempo y no había que desaprovecharlo. El se sacó el pantalón, y yo comencé a quitarme las pantimedias. Mi hijita me estaba mirando, cómo me desnudaba: ¡se me hizo tremendamente cachondo...!, y me sobrecalenté.

Me desabroché mi vestido, por la parte de atrás, y me lo saqué por arriba de la cabeza, mostrándomele tan solo con mi brasier y mi pantaleta, blancos. Él se quitó la camisa y yo me quité mi brasier y mi pantaleta. ¡Estábamos desnudos los dos!.

Me recosté en la orilla de la cama, con las piernas colgando; las abrí y le pedí que me penetrara con cuidado:

      + ¡no me vayas a lastimar...!.

¡Ansiaba sentirme penetrada!, pero tenía algo de miedo por el embarazo.

Me levantó un poco las caderas y me penetró:

      + ¡Aaaaggghhh…!,

me sacó un delicioso pujido, al momento de penetrarme, pero mi hijita, nerviosa, me jaló de la mano y entonces, el hombre la subió hasta la cama y prosiguió con el acto sexual.

Me apretaba mis nalgas y las jalaba contra él. Sentía su pubis chocar contra el mío; su verga entraba y salía en mí deliciosamente. Me acariciaba mis senos y, al apretarme el pezón, comenzó a salirle lechita, que el hombre se puso a recoger con su boca y luego me puso a mi hijita a que me mamara la otra chichi: ¡los dos me estaban mamando!. ¡Esto me puso todavía más caliente!: el hombre, dándome verga, y mi hijita, mamándome mis pezones.

      + ¡Me vengo..., me vengo..., me vengooo...!.

¡Me vine dos veces seguidas!.

Luego de mis orgasmos, ese señor se detuvo y comenzó únicamente a remover su pene en mi interior.  Esto me producía un golpeteo delicioso. ¡Sentía cómo se inflaba y desinflaba su pene dentro de mí!. ¡Estaba gozando muchísimo!; ¡lo necesitaba imperiosamente!.

      + ¡Qué rico me lo hace..., se siente bonito..., sí..., así..., así...!.

      = ¡Ya estoy por venirme bonita..., voy a escharte mi leche..., tómala...,

         tómala..., tómala...!.

      + ¡sí..., así..., qué rico..., sí..., sí..., así..., así...!.

¡Acabó dentro de mí y yo sentí que su esperma hirviente me quemaba el interior de mi vientre!, y yo alcancé de nuevo el gozo y la paz de la post-concupiscencia.

      + ¡Aaaaggghhh...!.

Me relajé llena de placer, pero él me enderezó y me pidió que le mamara su pene:

      = ¡Tengo muchas ganas de que me lo mames sabroso, para volverte a coger...!.

Me sentí muy emocionada por eso; mi esposo siempre se conformaba con uno y..., comencé a mamarle su pene y fue esa vez que descubrí mi propio sabor a través del pene del hombre.

      = ¡Síguele bonita..., ya se me está parando de nuevo..., síguele..., me lo mamas muy

        rico..., se ve que te gusta la verga bonita..., que rico..., putita...!.

Volvió a tener su erección y ahora me colocó parada pero flexionada hacia la cama, levantando mis nalgas, dándole la espalda, apoyando mis manos y cara contra la cama mientras le ofrecía todo mi trasero. Esto era para no lastimar al bebé con su peso.

Exploró mi trasero,  jugó con él; me abrió bien mis nalgas, le puso saliva a mi ano. ¡No era la primera vez que me lo hacían por ahí!, mi esposo también acostumbra poseerme por ese lado, aunque no con mucha frecuencia, y luego de unos tres empujones me penetró mi culito, arrancándome un nuevo pujido:

      + ¡Aaaaggghhh...!.

Fueron unos cuantos va y viene únicamente. Mi esfínter comenzó a contraerse golosamente hasta hacerlo venirse adentro de mí. ¡Fue extraordinario...!, me gustó mucho eso.

Salimos de ahí y me llevó hasta la casa, en donde me empezaron los remordimientos. No estaba mi esposo pues él sale desde la mañana y regresa ya noche. Me sentía culpable, traidora, infiel, cogida delante de mi hijita. No se, miserable, pero contenta en el fondo.

Me desnudé y eché toda mi ropa a lavar. Me metí a la regadera y me bañé. El agua me hacía bien: ¡me excitaba!. Debí masturbarme para poderme calmar, pensando en la verga de aquel hombrezote que me acababa de hacer tan feliz.

Luego de comer,  me dormí toda la tarde soñando en la cogida que me había echado. Todavía pienso en ella y todavía me estremezco placenteramente; de ahí precisamente nace mi fantasía, el deseo de revivir esos momentos, ¡el placer de la infidelidad!.

Desde ese entonces, cada que me subo yo a un taxi, siento un algo en mi panochita y me he quedado con la fantasía de hacerlo en un taxi, con otro hombre, de preferencia grandote, como el hombre de aquella vez.

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