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Como desvirgué a una virgen de tierra blanca, ver.

en Hetero: Primera vez

¡COMO DESVIRGUÉ A UNA VIRGEN DE TIERRA BLANCA, VERACRUZ!.

Resumen:

Aquí les cuento cómo, de manera impensada, conocí a una mujer de 28 años, VIRGEN; cómo la seduje y la desvirgué, enseñándole el placer de coger.

 

Contaré esta historia, la cual es verdadera, y que me pasó hace un tiempo. La misma comienza de la siguiente manera: mi nombre no importa mucho, pero me llamo Antonio.

Resulta que llegué a trabajar a las refinerías de petróleo que se ubican en Poza Rica, Veracruz, y al estar ya ubicado y al paso del tiempo, conocí, a una morra de Chiapas, la cual me dijo que radicaba en Tierra Blanca, Ver., y que esperaba, que algún día fuera a verla a Tierra Blanca, pueblo que me agradó y lugar donde tengo mi casa en la actualidad.

La morra aquella responde al nombre de María Luisa, y algún día, al llegar a Tierra Blanca, la vi, con una amiga, morenita, la cual responde al nombre de Ana María, la cual tenía un cuerpo bonito y unas hermosas piernas, muy bien proporcionadas, ya que en ese tiempo la misma hacia deporte y la verdad, para ser honesto, llamaba la atención, aunque la verdad, de cara no es muy agraciada.

Al tratarla, me di, cuenta que Ana María era bastante tímida, muy poco expresiva, y con un carácter muy especial. Esta chica, trabajaba en la tienda donde vendían billetes de la Lotería Nacional y la ropa que utilizaba siempre era algo provocativa: le gustaba vestir de minifalda, blusa escotada y ropa interior, de bikinis (ya que por naturaleza, las mujeres de Tierra Blanca son algo coquetas), circunstancia que la hacía que llamara la atención, por tal motivo, los clientes más constantes al expendio de billetes no dejaban de mirarla de la cabeza a los pies, con morbo y curiosidad. Y entre ellos comentaban que lo que más les atraía era su apariencia: tímida e inocente (algo difícil de encontrar en una mujer de 28 años).

 

Así pasaba y trascurría su vida de Ana María, hasta que un día, llegué al expendio de billetes y me hice cliente asiduo de ese negocio. Al ir constantemente a ese negocio, surgió la situación de ir tratando a Ana María, la cual, al tiempo, me di cuenta que era amiga de María Luisa.

Yo soy de complexión regular, con aspecto formal, no muy bien parecido, pero sí soy agradable, detallista…, y en base a esas características le caí bien a Ana María, y a partir de esa fecha nos comenzamos a tratar. La empecé a buscar para entablar pláticas y a partir de esa fecha, me hacia el aparecido a lo hora en que ella salía de su trabajo, y las acompañaba, a Ana María y a María Luisa, para irlas a dejar a sus respetivas casas en mi carro. Claro, lógico, que a la que pasábamos a dejar primero era a su amiga María Luisa, y eso era con la finalidad de que me quedara a solas (circunstancia, que ya había planeado, con su amiga María Luisa, la cual aceptó) con Ana María y durante el trayecto, empecé a entablar conversaciones con ella, para conocer, de sus afinidades y gustos, así como, de su vida intima (la cual hasta ese momento era nula pues no tenia, nada de gracia, ni salía con ninguna persona).

Al transcurso del tiempo, la fui convenciendo, para que me aceptara como su novio, circunstancia que logré. Después logré que se sintiera en confianza conmigo, ya que las morras de Tierra Blanca, Veracruz, son bastantes desconfiadas (pero una vez en confianza je, je, je, je), hasta que después de varias semanas de andar, y ser novios de manita sudada, se me ocurrió proponerle, que fuéramos a un motel, y lógico, se espantó y me dijo que no aceptaría, que yo estaba loco, y no aceptó ir al motel.

 

Pero un día le dije que nos viéramos y que pasaría por ella a su trabajo. Ese día se salió de su trabajo a las 6 PM, y le pedí que me acompañara a mi auto para platicar en un lugar más tranquilo, lo cual aceptó y me acompañó.

Ya arriba del vehículo, pensó que me dirigiría a dejarla a su casa, je, je, je, je, pero se equivocó y me dirigí  hacia un Motel (los cuales abundan en Tierra Blanca), y ya dentro del motel, que me manifiesta que no quería tener relaciones sexuales, y yo le pregunté por qué. Ella entonces me dijo que me confesaría algo muy íntimo: y que me dice ¡que todavía era virgen!, ¡que nunca antes había tenido relaciones sexuales con ningún hombre!. Lógico que a mí, me pareció muy extraño que a su edad, de 28 años, aún fuera virgen.

El haberme dicho esa circunstancia, me hizo excitar mucho, y mi mirada cambió, de entusiasmo a una de asombro y desespero (¿por cogerme a una virgen?).

Me le acerqué a ella y le susurré al oído, con mi respiración acelerada:

= ¿te estás burlando de mí…?, ¿a tu edad…?, ¿y en Veracruz…, en Tierra

    Blanca…?, ¡imposible!... ¿Cómo una chica como tú, ya madura, casi treintona,

    no sepa todavía lo que es coger, y lo que es verdaderamente sentir la verga

    adentro de tu panocha?.

"VERDADERAMENTE SENTIR": ¡esa frase la estremeció!, por el tono seductor en que se lo dije, por lo que significaba o por la cercanía de mi cuerpo al suyo.

De repente noté cómo la temperatura de su cuerpo se elevaba, como si hubieran encendido una enorme antorcha frente a ella; ha de haber sentido algo de vergüenza por mi reacción y por la sorpresa que me causó el saber que ella aún era virgen, y en ese momento bajó su mirada, y entonces lo que vio fue mi verga, muy erecta, que comenzaba a dibujarse y a notarse en mi pantalón.

Ya dentro, de la habitación del motel, le dije:

= ¡siéntate en la cama!,

orden que inmediatamente cumplió y una vez hecho lo anterior, empecé a besarla y a acariciarla, poco a poco, y luego aproveché su descontrol, para quitarle toda su ropa y tenerla completamente desnuda.

En ese momento vi que ella se empezó a excitar rete duro, y entonces me percaté de la atracción que había despertado en ella, pero también sabía ya de su extrema timidez y de que no diría nada de cómo la obligue a entrar al motel, y de cómo le metería yo la verga, casi a fuerza.

A pesar de que ella tiene unos hermanos que son muy leones, no se atrevió a contarles, como le metí mi verga, ¡a la fuerza y violentamente!.

 

En ese momento giró su rostro hacia mí, y que le doy unos arrimones, y pudo sentir mi miembro duro, caliente y latiendo, cada vez con más fuerza. Me miró fijamente a los ojos y yo le acerqué mi rostro hacia el suyo y jadeantemente le dije:

= ¡déjame enseñarte!. ¡Te va a gustar la verga que te voy a meter!.

Y Ana María solo alcanzó a asentir con la cabeza, y en un instante mis labios y mi lengua abrieron los suyos.

Ha de haber sentido una llamarada que le recorrió todo su cuerpo, tanto que la obligó a separar su rostro del mío para decirme:

+ ¡Antonio…, entiéndeme, por favor…, no quiero hacerlo…!, ¡no quiero tener

   relaciones sexuales todavía…!, ¡no quiero que me cojas…!, ¡no quiero que me la

   metas…, me da mucho miedo…, me vaya a doler…, no lo quiero…!.

Luego pude observar que ella temblaba de temor ante el dolor que pudiera sentir en el momento que me la estuviera cogiendo y metiéndole la verga con mucha fuerza.

Ella observó cuando yo comencé a estudiar su cuerpo con mis manos y mi mirada, y yo, al ver que tenía un cuerpo nuevo, desnudo, que nadie había tocado, que nadie había penetrado, y el cual, de aquí en adelante, me iba a pertenecer. ¡Sentí que en ese momento desperté el deseo de que le llegara a meter mi verga!.

            = ¡Tócame Ana María…, agárrame el fierro…, siente y disfruta lo que te voy a

               meter…!.

Le pedí que me tocara mi verga, la cual ya estaba bien erecta, indicación que cumplió ella al momento.

Le coloqué sus manos en mi verga y le hice que la empezara, acariciar y le hice sentir, por primera vez lo que era tener una verga en sus manos.

+ ¡Está muy grandota…, y muy dura…, me da mucho miedo…, me vaya a

    doler…, no la quiero…!.

Sorprendida por el tamaño y la dureza de mi verga, le tuve que enseñar cómo debía acariciar una verga y la forma en que debería de tratarla, y ya, excitado, le dije, que a mí también me iba a doler, que me iba a doler al romperla, palabras que eran puro choro cuando se la intentaba meter, para que estuviera tranquila.

 

Mis palabras la han de haber animado y calmado; de esa forma, ya no era la única que iba a sentir esa extraña sensación de dolor...

Inmediatamente le sostuve su mano y la guié hasta hacer que entrara en contacto con mi verga, la cual ya estaba tremendamente parada: grande, caliente, y mis venas se hacían cada vez más notables y latían con más fuerza... Le dije:

= ¡siente mi verga!.

La sintió y en seguida le dije:

= ¡esta verga está así por ti!.

Guié su mano sobre mi verga y le dije que me realizara movimientos de abajo hacia arriba y de arriba para abajo de mi verga, movimientos que hizo por un largo rato y al ver que los hacía muy bien, le pedí que continuara, y mientras lo hacía le empecé a introducir mis dedos dentro de los labios de su vagina, en donde le realicé movimientos circulares, con los cuales rocé, su clítoris una y otra vez, al grado de lograr toda su excitación. ¡Logré que se contorsionara aún más al contacto de mi mano que baja y se adentra hasta sus labios húmedos y calientes de su vagina!.

En seguida le lamí sus senos, pasé mi lengua sobre sus pezones endurecidos de excitación y comencé a succionarlos, cada vez con mayor fuerza, incluso se los mordía, y lejos de dolerle, observé que se súper excitaba mucho más aún; ¡fue una sensación inexplicable!, ¡todo su cuerpo estaba siendo estimulado por el mío!. ¡Se le escapaban unos gemidos:

+ ¡...ahhhh…!,

y en ese momento le dije:

= ¡esto apenas comienza...!.

Me paré frente a su panocha y empecé a lengüetearle su clítoris; cada movimiento de mi lengua era continuo y más fuerte y le mamaba su panocha con más intensidad, más adentro.

De repente la veo y ya estaba aturdida del placer que yo le proporcionaba, tanto que se me ocurrió introducirle un dedo por su ano, luego otro, y al último tenía tres adentro de su recto y ella no los sentía, o más bien, creo, no le molestaba lo que yo le estaba haciendo, al contrario, veía cómo lo disfrutaba y, solo acertaba a decir:

+ ¡Antoniooo…, mmm..., sííí..., ahhhh…, gggmmmbbb…!,

y luego continuaba a gemir.

Yo la tenia sujetada y le manoseaba sus senos y sus pezones, los cuales estaban duros como piedras y mi lengua penetrando su panocha, una y otra vez, más rápido, más intenso. ¡La excitación era demasiada...!:

+ ¡sííí..., Antonio…, qué rico…, mmm..., ohhh...!,

fueron sus últimas palabras antes de que la hiciera alcanzar un orgasmo tremendo, y al verla que estaba completamente mojada y al ver que le había agradado esa forma, me incorporé en seguida y le dije:

+ ¡qué rico que te haya gustado...!, ahora dame ese gusto a mí,

y la puse en la posición del 69, y la hice que lo realizara.

Le pedí que imaginara que mi verga fuera un biberón, y le pedí que me empezara a mamar mi verga (a lo que dijo, de momento, que eso no lo haría, que le producía asco, y que comprendiera sus principios pero…, hice que me lo hiciera).

De repente le provocó gracia, pero la misma desapareció cuando lentamente le comencé nuevamente a lamer suavemente su clítoris para excitarla y ciertamente lo logré, pues enseguida empezó a lamerme la punta de mi verga, como yo había comenzado con su clítoris, poco a poco con mi pene hinchado en su mano lo introducía más y más en su boca, le pedí que lo presionara levemente con sus labios y que lo succionara cada vez más.

Al ver que lo hacía muy bien, le pedí que continuara, ya que le iba yo a enseñar a mamar una verga, y haciéndolo constantemente iba a tener una muy buena experiencia, y la verdad, hoy en la actualidad se que es buena mamadora y que es única en esa lid.

= ¡sí…, así es nena…, así...!,

escuchaba mi voz entre sus piernas, mientras yo hacia lo mío (mamarle su panocha), pero suavemente para que no la agotara y no se desconcentrara.

Mi verga se calentaba cada vez más y mis venas latían con más fuerza; por momentos llegué a ver cómo se aferraba a mi cuerpo y le pedía que me chupara mi verga con más fuerza:

= ¡Así mi chiquita…, así es nena…, chúpala así...!.

A esas alturas ella lo hacía con mucho placer: le gustaba, disfrutaba la sensación de mi verga dura, caliente y cada vez más fibrosa sobre su lengua y presionándola con su paladar:

+ ¡mmm..., mmm...!,

lo chupaba más, más, más rápido y con más fuerza:

= ¡sííí…, esoo…, así es…, uff…!,

y de esa mamada solo me hacia gemir.

Yo jadeante..., y ella me lengüeteaba la cabeza de mi verga y la chupaba con más fuerza una y otra vez..., hacia afuera y hacia dentro..., ya tenía un ritmo que me traía loco: ¡adentro, afuera...., con fuerza y lengüita en la cabecita..., con fuerza hacia dentro...!.

= ¡Ohhh..., espera…, espera..., siii..., espera…!.

Al escucharme gritar, decidió alejarse, pues sabía que ya me vendría y que le tiraría el primer chorro de semen, el cual mojó sus senos.

 

Me giré hacia ella, quedando nuestros cuerpos juntos, paralelamente y mirándonos fijamente a los ojos, le dije:

= aunque seas virgen de tu vagina…, ¡eres la mejor chupadora de verga…!.

Con todo lo que la puse hacer, la vi sedienta; tanta excitación le secó el paladar y la dejé que tomara un refresco para refrescarse; le serví la bebida y yo también la tomé.

En seguida le derramé el refresco entre sus pechos y empecé lamerlos; la incliné hacia atrás para acostarme sobre ella..., y en eso sintió mi pene, ahora flácido, el cual comenzó a erguirse; mis labios la ahogaban, ya que fui introduciendo mi lengua hasta lo más profundo. Su respiración y su pulso se aceleraban.

Comencé a sentir palpitar los labios de su vagina, que se abrían hambrientos de mi verga dura, caliente y viril, que nuevamente se despierta y roza una y otra vez la entrada de su panocha:

= ¡mmm…, ufff..., siii…, qué sensación...!. ¡Es hora que vuelvas a sentir mi verga!,

le susurré, excitado, y subiendo de tono le dije:

= ¡te va a encantar la verga; ahí te va…!.

Sin embargo, ella volvió a resistirse, regresando nuevamente a sus prejuicios:

+ ¡No Antonio…, no…, por favor…, no quiero hacerlo…!, ¡no quiero tener

   relaciones sexuales…!, ¡no quiero que me cojas…!, ¡no quiero que me la

   metas…, me da mucho miedo…, me vaya a doler…, no lo quiero…!.

Pero desnuda, como ya la tenía, no iba a dejar que se fuera del motel sin que le metiera toda mi verga y le estrenara su chocho, al contrario, sus palabras me excitaron aún más, y acto seguido me le abalancé sobre de ella, con pasión y lujuria..., y que la jalo a la fuerza, para colocarla en medio de la cama, y que la coloco boca arriba.

            + ¡No Antonio…, no hay que ser…, no quiero…, entiende…, no quiero…!,

pero yo me coloqué perfectamente encima de ella: le hice a un lado sus piernas y en eso, que le meto toda mi verga, en su panocha.

            + ¡Aaaahhh, Aaaantoniooo…, nooo…, no quierooo…, nooo…!.

Al sentir mi verga dentro de su panochita, virgen y cerradita, ella chillaba como gata, y por un buen rato trató de sacarse mi verga, pero por más que lo intentaba, yo no la dejé y al contrario se la metí con más fuerza y de manera violenta.

            + ¡Nooo…, agh…, snif…, buuu…, agh…, nooo…!,

y al ver, que no se pudo zafar de mi verga, aceptó con resignación la metida de verga que yo le daría y aceptaría todo lo que le hiciera ese día en la cama (además, sinceramente, no hizo nada por salirse del cuarto de ese motel, y se quedó en la habitación del motel hasta que yo quise).

Mi verga comenzó a latir dentro de ella, y ella sintió su calor, la sintió cada vez más dura, más grande alojada en su intimidad, ¡bien adentro!. Comenzó a temblar de excitación y de temor a mi verga.

En el momento en que se la dejé ir hasta adentro,

            + ¡Aaaaggghhh…, Aaaantoniooo…!,

ella ha de haber sentido que todo su cuerpo ardía y sus senos comenzaban a despertar de una manera distinta a las noches de masturbación que había experimentado antes de sentir mi verga adentro de ella.

            + ¡Aaaahhh, Aaaantoniooo…, nooo…, lo hagas…, no quierooo…, nooo…!.

Sus pezones comenzaron a levantarse y a endurecerse, cuando, de repente la vi que lloraba, pedía y suplicaba que la dejara,

            + ¡Déjame Antonio…, sácala…, no quiero…, buuuhhh, no lo quiero…, buuuhhh…!

Yo solo le contesté, jadeante:

= ¡Hoy será cuando te meta la verga, y nunca lo olvidarás: te va a doler, pero te va

    a gustar!, ¡ya verás…!.

            + ¡No Antonio…, me duele…, buuuhhh…, no lo quiero…, me duele, no quiero…,

               buuuhhh…!.

Comencé introduciéndole la cabeza de mi pene, hinchado de placer, haciéndola que gritara:

+ ¡Aaaayyy..., buuuhhh…!,

pero su vagina continuaba dilatándose, aún más, provocándole un cierto dolor, y en ese momento me pedía que me detuviera,

            + ¡No Antonio…, aaayyy…, ya no …, buuuhhh…, por favor…, no lo quiero…,

               me duele, buuuhhh…!,

pero yo la ignoraba por completo y cada vez se la metía más y más fuerte e incluso violentamente, ya que se la metía hasta lo más intimo de su panocha, y mientras ella se quería zafar de mi verga, circunstancia que por nada del mundo le iba a permitir, ya que me imaginaba, que el dolor que le infringía era placentero para ella.

            + ¡Me duele, Antonio…, me duele…, sácala…, por favor…, me duele, buuuhhh…!,

Me comencé a mover lentamente dentro de ella; la penetraba despacio, un poquito y luego se la volvía yo a sacar, despacito.

Ante cada penetración, ella gemía como una gata, un poco por el dolor; ¡era virgen!, delgada y con 28 años; ¡su estreches era increíble!, tan increíble como la excitación que me hizo sentir a mí en ese momento:

= ¿te duele?,

le pregunté, y me contestó que sí, y le dije:

= ¡pero te va a gustar…!,

y en seguida volví y le metí de nuevo mi verga, verga que estaba dura como piedra y sentí cómo su panocha se abría cada vez más para recibir mi verga, que le estaba metiendo:

= ¡síii..., ahhh...!,

es como si aún la sintiera..., aquí mismo..., penetrándola lentamente, firmemente...,

= ¡síii...!.

Finalmente mi paciencia se agotó o mi excitación me venció, y le dije que en toda su vida, nunca olvidaría la primera vez, que le metí mi verga:

+ ¡aahhh..., ahhhh...., ahhhh..., espera…, aahh…, me duele…, me duele…!,

me decía:

+ ¡sácame la verga…!,

pero ella sentía mi verga entrar cada vez más profundo en ella, más duro y más violentamente.

El dolor fue intenso durante las primeras penetradas, pero el mismo dolor, fue cediendo y sustituido por un extraño placer, entre dolor y el placer (algo como cuando está en el clímax de una masturbación):

+ ¡mmm..., aayyy…, siiii…!,

gritaba ella; yo la besaba, jadeaba, gemía. Le decía:

= ¡te va a gustar…, qué ricoo..., mmm…!; ¿te gusta…?.

Continuaba en ese vaivén.

            + ¡No…, Antonio…, me duele, ya sácala…, por favor…!.

Me suplicaba que le sacara mi verga, y le dije que no, que le iba a gustar más tener la verga adentro; le pudo molestar, pero la excitación era demasiada y luego de un buen rato, con mi verga dentro de ella, ya era casi a gritos que pedía que le diera más verga:

+ ¡Antonio…, vamos..., siií..., ahh...!.

La penetré poco a poco, adentro un poco y luego volví a sacar.

Al ver que su dolor estaba cediendo, le metí mi verga más profundo, más duro, más rápido:

+ ¡aahhh…, ahhh…!,

y la hacía exclamar ayes de placer.

Le pedí que sintiera la verga:

= ¡ahora…, siéntela…!,

le gritaba, lujurioso:

= ¡es tuya esta verga…, siéntela…, mmm…, sííí..., hhjjmm...!.

Logré que la sintiera, al grado que la hice exclamar de placer:

+ ¡aahh…, hhjmm…!.

La excitación que logré provocarle la había liberado de sus inhibiciones y gritaba lo que yo le hacía sentir en su interior, en su intimidad, en lo más profundo de sus entrañas:

+ ¡ahhh…, sííí…, asíii…!.

Hice una pequeña pausa para que voltearla boca abajo, para, levantarla un poco y sujetándola de la cintura comencé a penetrarla verdaderamente duro; mi verga era como una dura barra de acero que se deslizaba una y otra vez entre los jugos de su vagina, caliente y hambrienta, por la excitación del momento: ¡esa sí dolió!, pero su himen ya había sido roto en las primeras penetradas que le di.

¡Ese dolor fue por lo salvaje de mis penetraciones..., no por la ruptura de su himen!.

La tomaba de la cintura y la jalaba hacia mí mientras su pelvis hacia un movimiento violento hacia delante:

+ ¡ahhh..., Dios..., ahhh…!,

gritó, y le respondí:

= ¡síii…, lo verás…, tómalo…, aahhh…, más fuerte…, más rápido…!.

Sintió mis huevos chocando salvajemente contra los labios de su vagina y sintió que le quería meter mis huevos también.

¡Esa experiencia que le hice vivir a ella fue indescriptible!; ¡hice que se encorvara!. Estaba a punto de llegar al clímax, y yo también, pues nuestras respiraciones, gemidos y movimientos eran desgarradoramente violentos; es como si aún la escuchara:

+ ¡ahhh…, hhhjmmm..., sííí..., ya voooy..., sííí..., tomalooo..., sííí..., ahhh...!,

mientras ella me pedía, al mismo tiempo, en contradicción:

+ ¡mmm..., sííí..., más..., no..., no..., ya no…, ahhhh…, sííí…, uufff…, hhjjmmm...,

   rápido..., fuerte…, más fuerte…, aahh…, suave…, ufff..., nooo..., hjjmm…, más

   rápido..., rápido…!.

 

¡Fue una locura!, pero una locura deliciosa, ¡con un clímax espectacular...!. Fue prácticamente una metida de verga, y en seguida una tras otra, y así la tuve por varias horas.

Se arqueo de su espalda hacia atrás, en contorsión por los espasmos provocados, buscando mi cara, pero yo en esos momentos me esmeraba por darle y meterle toda mi verga lo más duro posible, terminando en un largo gemido:

+ ¡ahahhah..., mmm…!.

¡La deje exhausta y extasiada!, pues apenas segundos antes había aprendido lo que es verdaderamente sentir la verga adentro de ella.

Después de lo que le hice vivir, le dije:

= ¡ya te voy a dejar, a tu casa, así que vístete. Ya te metí la verga y ya no eres

    virgen!.

Y durante el trayecto a su casa, no me decía nada, ya que iba molesta por la forma en que le había metido la verga, a fuerza, pero al llegar a su casa, le dije:

= de aquí en adelante pasare por ti y te llevaré a mi casa y ahí te cogeré.

Luego pasaba por ella y me la llevaba a mi casa y la sentaba en el sofá y ahí la empezaba a tocar para que se excitara, y le quitaba su ropa y le metía mi verga.

En algunas ocasiones la metía a mi cama y estando en la cama, le empecé a decir que me montara. Le enseñé cómo tenía que moverse para que sintiera toda la verga adentro de ella.

Al principio era muy mansa y pasiva; luego que la enseñé a montar, a moverse, a darse gusto, a provocar el placer, a menear sus caderas, a entrecerrar su vagina, a apretarla, a desarrollar su “perrito”.

He de decir que ahora es una buena amazona, muy puta, caliente, insaciable. Hoy en día monta y se mueve muy rico al tener la verga adentro de ella, y al tiempo hice que se bañara conmigo, y la cargaba, para en esa posición le entrara toda mi verga, y la movía para arriba y para abajo, y me apoyaba en sus nalgas, nalgas que están ricas y a la fecha me agradan. ¡Así la levantaba y bajaba!, para que se le fuera hasta dentro toda mi verga; y tan es así que durante cinco años fue mi pareja, hasta sus 33 años, y si en el primer día, le hice vivir todo esto, ¡imagínense que no hizo durante los cinco años que fue mi pareja!, y durante todos los días que me la llevaba a mi casa, a coger y a ponerla en diferentes posiciones.

Después que terminamos, anduvo con muchos otros cabrones, algunos de ellos conocidos míos, a los cuales les hizo creer que no tenía la experiencia adecuada, que era casi señorita, pero a su pareja actual, que la conozco bastante, se la dejé bien adiestrada y con muy buena experiencia, gracias a lo cual se la pasan felices.

Hoy en día, me acuerdo de ella cuando la veo pasar por el parque o anda con sus amigas, y en mi interior me repito:

= “¡a esa morra yo me la cogí primero, y es una buena zorra para la cama!”.

Hoy busco a alguien nueva de Tierra Blanca, para hacerle vivir lo que a su paisana, ya que son buenas y demasiado calientes. ¿Te interesa?.

"Mi correo es yogui.1960@hotmail.com. Un beso.

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