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Futbol, la pasión…, con un amiguito de mi hijo

en Hetero: General

Futbol, la pasión…, con un chico de la edad de mi hijo

Resumen: tenía 35 años cuando un torneo de futbol me llevó, con mi hijo y un amiguito suyo, a ir a otra ciudad, donde viví la pasión…, por el amiguito de mi hijo, al cual lo hice descubrir su sexualidad y muchos secretos de la misma, en un curso intensivo que se prolongó casi por una semana, de placer y de ensueños.

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hola, soy una mujer madura, 43 años, morena clara, delgada, 1.63 m, 55 kg, bien conservada (hago mucho ejercicio), agradable, chatita, ojos negros, granes, bonitos. Soy muy fogosa y estoy mal atendida. Soy cariñosa, juguetona, alegre: me gusta cantar, bailar, reír, ¡y me gustan los jovencitos!.

Esta pasión por los chicos se me desarrolló hace ya algunos años, ocho, para ser exactos, cuando mi hijo mayor, que actualmente tiene 23 años, estaba en la secundaria, con apenas 15 años de edad; yo tenía 35.

Ya les comenté que siempre me ha gustado hacer ejercicio, y todo lo que es deporte. A mí me gustó mucho el vóley ball; a mi hijo mayor el futbol, aunque él nunca llegó muy lejos como deportista, nunca pasó de ser amateur, pero en la secundaria lo jugaba mucho; con su equipo participaron en un inter-estatal y llegaron a cuartos de final, quedaron en 3er lugar del estado.

En esa ocasión, con motivo del campeonato interestatal, tuve mi primera vez con un jovencito, un adolescente, recién salido casi de su niñez, y desde entonces les tomé mucho gusto y sabor a los “chavos”.

El equipo fue a jugar a la capital del estado, pues ahí fueron los juegos. Cada quien del equipo se pagó sus gastos. Nosotros afortunadamente no teníamos problema para ello, pero Javier, un chavo que jugaba de defensa, no tenía dinero, ni él ni su familia, y entonces nosotros lo invitamos a que se fuera con nosotros (mi hijo y yo), en nuestro auto, y lo alojamos en nuestro cuarto del hotel.

Estaba yo con mi hijo y Javier. Los dos eran de la edad (Javier es 4 meses más joven que Oscar (mi hijo), aunque era más alto que él. Javier mide 1.78 m, aunque era un muchacho muy delgadito en ese tiempo, que andaban en los 15 años, pues ellos competían en una categoría de hasta 15 años 11 meses 29 días.

El día que llegamos, mi hijo se fue a quedar con unos primos (de la familia de su papá), que viven en esa ciudad. Me quedé sola en el hotel con Javier. Estaba cayendo la noche. Él se metió a bañar (porque yo le dije) y, sin querer, como la puerta del baño no cerraba bien y la luz estaba prendida, pude verlo en la regadera. Tenía un pene largo, aunque delgado. Me dio risa el haberlo espiado, pero…, por acto reflejo llevé mi mano a mi sexo, lo sentí húmedo y…, ¡me calenté!.

Para poderlo ver, sin que él me viera, prendí la luz del buró y no la del centro; saqué mi ropa y cuando salió Javier del baño, le dije que yo me iba a meter, y me metí.

Ya con toda la mala intención del mundo, le dije que me bajara el cierre de mi vestido. Me lo bajó y seguro que me vio el elástico de la pantaleta, pues era grande, clásica, transparente, amarilla, con encajes negros.

Le pedí que me desabrochara el brasier, y no pudo, pero se estuvo a mi lado, tan sólo con un short y su camiseta. ¡Estaba yo muy caliente de estarlo provocando!.

Me metí al baño y la puerta, no cerraba bien. Él tenía prendida la luz del cuarto y pude verlo mirando hacia el baño, por lo que me desnudé muy despacio y me le mostré desnuda a sus ojos. Luego me metí a la regadera y procuraba mostrarle todo mi cuerpo.

Cuando salí, me puse una pantaleta rosa con vivos negros, transparente (como yo las usaba entonces), pero alta a la cintura, clásica. No me puse brasier y me puse un top, pues hacía calor. Me puse una falda negra y me salí para el cuarto.

El chico estaba nervioso; se sentía muy culpable. Mi ropa estaba sobre mi cama (había 2 camas matrimoniales) y yo me puse a ordenarla, sin darle importancia al chiquillo.

El muchachito estaba parado, al lado de la cama, mirando todo lo que yo hacía, embobado, sobre todo cuando saqué mis pantaletas:

            + ¿te gustan...?

Le pregunté, y él, sorprendido, se puso todo rojo y:

            = eeehhh…, eeesss queee…, los de mi mami son blancos..., de tela…

            + y a ti..., ¿qué color te gusta más...?.

En la cama  había 3 pantaletas, una negra, una azul cielo y una verde oliva, pero  yo  me  había puesto una rosa, y el muchachito de inmediato me dijo:

            = las rosas...

¡Seguro  que me  había mirado  al  vestirme!  y..., sin darme por ofendida ni por enterada,  dándome una vuelta sobre  de mi misma, me  puse  una mano   en la  cintura y,  como  siendo  la cosa más natural del mundo, me levanté mi falda y le pregunté:

          + ¿te gustan rosas..., como esta que traigo puestas?.

El muchachito, algo amoscado e intimidado, me dijo que sí.

Como,  además,  esas pantaletas  que  traía  yo  puestas  eran de nylon,  y  las de  su mamá eran de tela,  sin  bajarme  la falda, y tomándole su mano,  me la puse sobre de  mi pantaleta e hice que me recorriera el elástico de la prenda,  que se adentraba, por la parte de atrás, enmedio de mis dos glúteos. 

El contacto  con mi  piel  hizo  temblar al  chiquillo. ¡Me había palpado las nalgas y ahora continuaba con su mano  hacia la parte de adelante;  sobre los vellos de mi monte de Venus, ¡casi me tocaba mi  sexo!, que acababa de mojar mi pantaleta,  de la  emoción,  y  de lo caliente que  estaba; ¡yo también estaba sintiendo!.  Le detuve la mano  en ese  lugar y le dije:

        + ¡espero que te haya gustado...  y hayas satisfecho en parte toda tu curiosidad!. Luego de esto espero me tengas confianza y podamos convertirnos en  

            buenos amigos. Ahora quiero que me digas cuál de estos vestidos te gusta más, ¿quieres...?,

y sin esperar su respuesta, comencé a quitarme mi falda y luego mi top, quedando tan solo con mis pantaletas, pues no llevaba brasier. Al muchachito se le saltaban sus ojos, de la emoción... y no pudo contener un

       = ¡está usted muy linda..., señora...!.

 Tan solo con pantaletas, sin ponerme aún mi vestido, le sonreí y menié mis cabellos con coquetería:

       + ¡Eres un verdadero galán...!,

le dije, bromeando, y le puse mi mano en su short, tocándole su "camote" parado:

       + ¿Le has hecho alguna vez el amor a una mujer...?.

       = No..., nunca...,

me dijo, nervioso.

Luego, sintiendo la proximidad de mi rostro, estiró su mano, me acarició y me dijo:

     = ¡Es Ud. muy bonita..., señora!.

Sonreí..., complacida y quité sus manos de mi rostro, para llevármelas a mis pechos. Yo misma me coloqué sus manos sobre mis tetas. El  chico palideció y por unos  instantes se  quedó  mudo.  Luego pudo exclamar, turbado por la emoción:

       = ¡Está usted divina..., señora!.

       + ¿Te gusto...?.

        = ¡De siempre...!,

respondió el chico, y luego añadió:

            = ¡A todos los del equipo nos gusta…!. ¡Queremos que sea la madrina!,

me decía, mientras yo le desabrochaba su short y luego se lo bajaba y sacaba por debajo de sus pies.

Cuando me  levanté nuevamente,  el chico volvió a  colocarme sus manos sobre mis senos;  los manejaba con timidez y ternura, como para no hacerles daño, sintiendo su tibia tersura. Mis  pezones  estaban  enormes;  habían  crecido  muy lentamente,  pero de manera continua,  conforme me iba excitando:

            + ¡Mámalos!,

le dije, excitada. El chico no pudo contener su deseo de chuparlos,  mamarlos, succionarlos, de sentirlos en  su boca y..., comenzó a hacerlo, con mucha pasión.

Me puse a mirarlo mientras me succionaba  mis senos; le miraba sus piernas. Ahí estaba su miembro, erecto y muy colorado, inflando su trusa, a punto de estallar. No era ni grande ni chico, era un falo normal, sólo que un tanto delgado.

Me liberé  de  mis pantaletas  en  un  instante  y luego le  retiré su camisa  y calzón, acostándolo prontamente sobre la cama. Su pito parado, parecía una varita trozada.

Me  acomodé encima  de  él,  con  una pierna  a cada  lado  de su caja torácica y..., le puse una de mis chichis en su boca:

            + ¡Toma y mámala...!,

le dije.

El chico la tomó,  gustoso y comenzó a chuparla  mientras  que con sus manos apachurraba mis senos. En ese momento, cuando él estaba tan entretenido con mis chichis, yo le tomé su camote y comencé a frotarlo con energía contra mi clítoris:

       + ¡Esta es tu noche, Javier...!,

le comenté, mientras me daba mi primer buen sentón sobre de su "camote".

El  miembro del chico se me hundió  hasta el  fondo  de  mi panocha, haciéndonos  gemir a los dos. Para  él, todo  eso  era completamente nuevo: el gozo del amor sexual, que hasta la fecha desconocía. Para mí, esto era una  experiencia totalmente diferente:  el falo inocente del chico me hizo sentir una honda ansiedad; por eso, de rodillas sobre la cama, me empecé a dar sentones sobre  de  él, haciéndolo entrar y salir, mientras ese adolescente, ebrio de placer se pasaba de un pezón al otro, mamándomelos con alegría y pasión. Lo oí  gemir y

            = ¡Aaaaggghhh…!,

sentí cómo mis entrañas  recibían un verdadero  río de semen, en prolongadas y abundantes eyaculaciones:

       + ¡Javieeer...!,

que me lanzó toda su lechita dentro de mi sexo, caliente.

Lo dejé que se viniera, que disfrutara de aquella venida, y le susurré, emocionada:

       + ¡me estás inundando Javier...!. ¡Estás todo lleno de “leche”…, tan rica…!. ¡Esta es la primera vez que eyaculas adentro de una mujer...!, ¿no es así…?.

          ¿Te gustó?.

       = ¡Sí señora…, se siente muy rico…, nunca me lo había imaginado así… Me he masturbado muchas veces…, pero esto es mucho más hermoso que

           nada… Muchas gracias señora…, de verdad… muchas gracias por este regalo tan lindo… Nunca me lo pude imaginar…, aunque lo soñaba seguido…

           ¡no sabe cómo soñaba yo con usted…!.

Me decía, emocionado ese chico, disfrutando por primera vez con una mujer.

Voltié a mirarlo y le clavé mi mirada en su pene, que no había perdido todavía la erección, quizás solamente estaba más flácido pero…

            + ¿te gustó lo que hicimos…?,

            = ¡Mucho señora, palabra de honor…, lo sentí muy bonito…, muchísimas gracias!.

            + Tu pene me dice que tiene ganas de más…

            = Sí señora…, si no fuera mucha molestia…, de verdad…, ¡muchas gracias…!.

            + Muchas gracias y…, que…, ¿quieres hacerlo de nuevo?,

le pregunté, viendo que su pene no se “bajaba”.

            + ¡Recuéstate…!,

le dije. Él obedeció y yo me senté a horcajadas sobre de su vientre y caderas, pasándole una pierna a cada lado de su cuerpo; luego tomé con mi mano su pene y… ¡de inmediato recupero completamente el tamaño y dureza!.

            = ¡Muchas gracias señora…!,

me gritaba el muchacho, feliz, descubriendo cuan variado puede ser el sexuar.

Me lo comencé a introducir en mi rajadita, caliente, húmeda, dispuesta a recibir nuevamente ese pene.

Apenas lo coloqué en posición, pasando apenas su cabecita por los labios de mi vagina y mis caderas no pudieron resistir a la orden que les mandó mi cerebro y de inmediato se lanzaron hacia adelante, con fuerza, con decisión, con esmero y aplomo, comenzando a bombear a ese pene, con fuerza y velocidad, de adelante hacia atrás, desde arriba hasta abajo, de izquierda a derecha, con decisión y valor:

            = ¡Señora…, señora…, qué rico…, señora…!,

me gritaba ese chico, entrecerrando sus ojos, poniéndolos casi en blanco, mirándome a mis senos, que rebotaban elásticamente al compas de mis empujones, de mis embestidas.

El chico me los acariciaba, los trataba de sostener, pero dejaba caer sus brazos hacia los lados en cuanto le llegaba el placer; sus ojitos se quedaban en blanco y lanzaba pujidos, que me hacían llenarme de orgullo y placer:

            = ¡Señoraaaggghh…, señoraaaggghhh…, señoraaahhh…!.

¡Lo sentía delicioso, hasta adentro, removiéndome mis “rinconcitos” en cada empujón que le daba, resistiéndose a las succiones de mi vagina, a las aspiraciones que yo le daba, tratando de sacarle su leche, esperando que durara muchísimo, ¡y duró!. No se qué tanto duró, pero se me hizo un tiempo muy largo, muy hermoso, muy bonito, e inolvidable, ¡mi primera vez con un jovencito!, ¡de la edad de mi hijo!, ¡4 meses más joven que él!. ¡Qué delicia de pene…, que delicia de chico…, que delicia de aquellos momentos de tanto placer y felicidad…!.

No dejaba de cabalgarlo; sentía que estaba sudando, transpirando de todos lados, por mi cuerpo y mi sexo, por cada poro de mi piel transpiraba, pero no rebajaba mi velocidad, ni mi fuerza, me daba grandes sentones y grandes bombeadas a ese pene tan juvenil que se me resistía a eyacular: ¡qué gusto que me daba que no eyaculara!, pero…, ¡tenía ganas de que eyaculara y me llenara de semen, de leche, de crema, de mecos!..., y…, finalmente…, ¡mi deseo se cumplió!.

            = ¡Señora..., señora…, me vengo señora..., me vengo...!,

me gritó desesperado Javier.

            + ¡Sí…, sí…, sí…, dámelooosss…!,

Le grité, enfebrecida, en el clímax de mi pasión, en la cima de mi placer.

Me dejé caer sobre del pecho del chico y…, como aun seguía yo sintiendo los estertores de mis orgasmos, que me seguían llegando a montón, no pude reprimirme y le di una enorme mordida a ese chico, en su cuello, que el pobrecito me soportó.

            + ¡Jaaavieeerrr…!,

Le grité por su nombre, y le planté esa mordida, acompañada de algunas nuevas embestidas de mis caderas, hasta que expulsé todos mis jugos orgásmicos, que parecía inundación. Dejé toda la cama mojada, además de al pobre Javier, que recibió todos aquellos flujos, sin protestar, para nada.

Nos quedamos rendidos: yo sobre el cuerpo de aquel muchacho, que no sabía cómo actuar: ¿soportarme…? – ¿a pesar del mordisco? – ¿rechazarme…?, ¿abrazarme…?.

Me soportó; me soportó y me abrazó, y volvió nuevamente a darme las gracias por esos momentos que había estado conmigo, pero…, ¡la que le estaba dando las gracias (mentalmente) era yo!, por ese placer encontrado, por esa “virginidad” arrancada, por lo mucho que lo había disfrutado.

Nos quedamos recostados un rato y luego me levanté y me fui al baño; después pedí unos sándwiches y refrescos a la administración del hotel.

Javier seguía disculpándose y diciéndome lo mucho que estaban todos los del equipo “enamorados” de mí:

            = no sabe cómo he soñado con usted; todos los del equipo soñamos y fantaseamos mucho con usted, por eso le decimos “cuñado” a su hijo...

Me puse un baby doll negro, translúcido, que llevaba; el chico se puso un short y una camiseta. Cenamos en silencio, con la tele prendida.

Me levanté hacia el baño. Javier me seguía con la mirada, supongo que tratando de adivinar mi cuerpo que se transparentaba a través de mi baby doll, sin nada debajo de él, solamente mis zapatillas, negras, de tacón alto.

Cuando regresé Javier me clavó su mirada y me dijo:

            = ¡está muy bonita, señora…!. ¡Muchas gracias por lo que hizo por mí…!.

Me repitió emocionado el chiquillo.

Me dio mucha ternura y me acerqué a darle un beso, uno en la mejilla, pero él no pudo aguantarse las ganas y me atrajo hacia él, atrapándome de mi cuello, besándome apasionadamente en la boca. ¡Fue un beso muy largo y cachondo!, hasta que por fin me soltó:

            + ¡Javier…, qué besote…, me querías asfixiar…!, ¡me dejaste sin aliento…!, ¡qué bárbaro eres…, qué manera de besar…!.

            = ¡Perdón señora..., pero es que…, yo la quiero mucho..., es usted muy bonita y, no se me vaya a ofender pero, con todo respeto que me merece,

                quisiera pedirle un favor especial…, muy especial, pues nunca me lo han hecho y lo he visto mucho en películas porno y en fotos… ¡Que me le de...,

                que me le de…, que me le de una chupadita a mi pene…!. ¡Espero que no se moleste…, si no se puede no le hace…, no pasa nada, lo olvida…, yo jamás se lo

                dije…!.

            + Bueno..., pero vámonos a la cama…, que ya se está haciendo tarde para dormirnos, y mañanas tienes partido de campeonato.

Me quité el baby doll y apareció mi cuerpo de mujer madura ante los ojos enormes del chico, que no dejaba de mirarme cada rincón de mi cuerpo, queriéndoselo grabar eternamente en su mente y memoria.

            + ¡Desnúdate tu también…!,

Le dije, mientras me acercaba a la cama, en donde ya se encontraba el chiquillo.

Se sacó su camiseta y después también se quitó su short, saltando embravecido su pene, muy erecto, hacia arriba, hacia el cielo, de manera muy retadora y dispuesta:

            + ¡Javiercitooo…, qué pene más rico que tienes…!,

y me puse de inmediato a mamarle su verga, comenzando por chuparle la cabeza del pene, su glande, recorriéndolo con mi lengua, haciéndole “maripositas” alrededor de su meato, del orificio del frente y siguiéndolo por abajo a lo largo de su “frenillo”, recorriéndole su “cabeza” alrededor de su glande moreno, casi morado y muy inflamado por su pasión.

Seguí todo el tronco de aquella verga, hasta su base, hasta llegar a sus “huevos”, muy grandes, muy inflamados, completamente retacados de esperma. Les hice mariposita con mi lengua y luego volví mi recorrido hacia arriba, hacia el glande. Lo introduje lentamente en mi boca y me lo introduje muy lentamente, poco a poquito, cada vez más adentro, hasta llegar ¡hasta el fondo!: ¡trataba de pasarlo completamente!, ¡que me acariciara mi campanilla!:

            = ¡Señora…, qué rico…, señora…!

Estaba transportando a Javier hasta la cima de su placer:

           = ¡Señora..., me la mama  muy rico..., señora...!.

Su verga se le puso muy tiesa de nuevo, muy tiesa  y ¡enorme!; ¡le había crecido de manera asombrosa!. No pude resistirlo y sacándola de mi boca le grité como imploración y con ruego:

            + ¡Ya métemela..., por favor…!,

le pedí. Javier se me subió, me levantó mis piernas, me las separó y comenzó a penetrarme, despacio.

            = ¡Señora…, está muy bonita…, de veras…, muy linda…!,

y me la empezó a clavar, lentamente, segura. ¡Me gustó muchísimo aquella forma de abrirse paso dentro de mi cuevita de amor!. 

            + ¡Jaaavier aghsta adentro Javier…, métela más adentro, que choque tu pubis contra del mío…, levántame mis piernas hacia tus hombros, échatelas a tus

                hombros…, así…, agh…, asíiii…!.

En cuanto Javier tomó la posición correcta: él acomodado en la mitad de mis piernas y su pene a la entrada de mi vagina, el chico se afianzó de mis caderas y arremetió con  vigor; su dura virilidad quedó incrustada completamente dentro de mi vagina, haciéndome proferir  dulces lamentos eróticos,  a quejarme con placer, a emitir grititos y gemidos sofocados por la pasión.

          + ¡Ay..., Ja...vier..., aaayyy..., ough..., qué rico, Javier…, qué sabroso…!.

El muchacho continuó con aquel ritmo endemoniado e hizo que ya no aguantara yo  más y me viniera en un tremendo orgasmo, bufando como una loca. Como Javier me continuara bombeando, me hizo venirme en otro trepidante orgasmo:

         + ¡Aaayyy..., Ja...vier..., aaayyy..., Jaaavieeer....!.

Apretaba los músculos de mi sexo y mis  muslos, presionando  el falo de Javier y haciéndolo gozar extraordinariamente,  al punto de que él tampoco pudo contener su emisión y se vació en mi vagina,  con fortísimas contracciones de  su verga,  escupiendo abundantemente su esperma caliente, sacándome un orgasmo muy grande, que nos hizo caer agotados, uno al lado del otro, quedándonos dormidos hasta el otro día, en que el “morning call” del hotel nos sirvió de despertador…, y..., así comenzamos nuestra luna de miel de ese viaje, que nos duró casi una semana de amor.

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