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Me desvirgó un señor de cincuenta

en Hetero: Primera vez

Me desvirgó un señor de cincuenta

Resumen

En este relato les narro cómo sucedió mi primera experiencia sexual, vía vaginal, regresando de una boda, cuando ese hombre me regresaba a la casa, en su camioneta.

++++++++++

Fuimos a un casamiento; mi mamá andaba con un ingeniero, de esos que andaban construyendo la carretera, un poco mayor que ella, como de unos 40 años. Fue un sábado al medio día, luego vino la comida, la bebida y el baile. Nosotras habíamos ido con el ingeniero y con su jefe, Eulalio, otro ingeniero, mayor que él, quizás cincuentón (luego supe que tenía 52 años), como de la edad de mi abuelo, quizás. Yo todavía era muy jovencita pero me veía yo muy grande porque siempre fui alta; desde los 11 o 12 años tuve la altura que tengo, 1.65 m, y porqué además llevaba tacones e iba yo además muy bien maquillada: cara, ojos, labios, pestañas, etc. Me veía (según yo), al menos de 20 años.

Llegamos a la comida y ellos estuvieron platicando y bebiendo. Habíamos estado bebiendo, incluso yo (pues Eulalio me pasaba los tragos); me gustaban las "cubas", y me habían estado sirviendo.

Mamá no dejaba de besuquearse con su ingeniero y yo, aburrida y fastidiada de ellos, me fui a bailar con los de mi edad. Le pedí al hermano de una amiga que bailara un rock muy agitado conmigo. El vestido que llevaba era amplio (era plisado, línea A, azul marino, que me daba a la mitad de mis muslos, estando parada), con escotes adelante y atrás; tenía cierre en la parte posterior y en las vueltas que yo daba, mostraba mis piernas, lo mejor de mi anatomía.

Abajo de mi vestido llevaba una pantaleta de nylon; ¡era lo máximo para mí, pues casi todas las que yo usaba eran de tela. Yo me ponía las de mi mamá, las usadas, porque conservaban su olor a mujer, a sexo, a esperma de hombre. No me gustaba que los muchachos, cuando me “tocaban”, dijeran: "te huele a chis"!, como me lo había dicho un señor con el que había “salido” en alguna ocasión.

Estuve bailando un buen rato; me la pasaba muy divertida. La noche ya había caído y, en una de esas, se me acercaron los tres: mamá, el ingeniero y su jefe:

            & ¡ya me voy!; tenemos que ir a recoger un embarque. 

  ¿Te quieres quedar...?, te espero en la casa... 

            + pero..., ¿cómo me voy...?.

            = Yo me voy a quedar..., si quieres te llevo en la camioneta,

me dijo el "jefe" del ingeniero, Eulalio; ¡hasta ese momento me puse a mirarlo: era un hombre maduro, pero muy bien conservado, tirándole a grande, con sus cabellos grisáceos, de recia personalidad, delgado, alto, curtido en el campo,  con manos grandes y callosas.  Andaba de jeans ("vaqueros") azules, con una camisa de cuadros, roja, sombrero y botas; se veía muy interesante y..., en ese momento me sentí muy impactada por su personalidad, y por él.

Mamá  se  retiró  junto con  el  ingeniero;  ¡iba  colgada  de él, besuqueándolo todo!.  Él la llevaba abrazada de  la cintura y..., así se salieron de ahí.

Me quedé embobada viendo cómo se alejaba mamá; el "jefe" estaba a mi lado,  mirándome, cuando empezaron a tocar un danzón; el señor ese, bailó conmigo y yo..., me turbé un poco:

       = ¡bailas muy bien...!

       + ¿si...?

       = ¡claro...,  te estuve mirando toda la tarde; bailas muy bien...!.

       + ¿le gustó?

       = ¡claro, y no sólo el rock!, ésta música y tú..., ¡eres muy bonita!.

Esta frase me turbó totalmente,  sentí casi desfallecer. Me sentí importante y seductora,  atrevida. ¿Cómo podía yo, escuinclita como yo conquistarme a un  señor tan apuesto  e interesante como este señor..., con tanto mundo, conocimientos y títulos?.

Me siguió diciendo cosas, todas halagadoras. Terminó la  pieza y tocaron  otra,  lenta.  Me  atrajo  contra su cuerpo y yo me dejé llevar. Sentí cómo oprimía mis senitos contra su pecho... y me sentí cohibida, me dio pena, como de  costumbre. Creía que todo  mundo notaba  mis senos minúsculos.  El hombre no hizo ninguna alusión.  Me pegó su  mejilla a la  mía y..., ¡me sentí volar!.

Estuvimos bailando toda la tanda;  el  tiempo se pasó muy rápido; era hora de irme a casa. Demasiado triste se lo dije al hombre y:

            = ¡No te preocupes por eso...,  yo quedé de llevarte..., no creo que tu madre se enoje...!.

            + ¡Ah bueno...!, entonces..., nos podemos quedar otro rato?.

            = ¡Claro que sí..., el tiempo que quieras!.

            + ¿de veras..., no me regañará mi mamá?.

            = Para nada,  te lo juro; yo respondo por ti. Yo mismo diré que fue mía la culpa...

            + entonces..., voy a ir al baño..., ¿me acompaña...?,

            = le dije, coqueta y provocativa.

¡Estaba feliz!,  bailando con ese hombre, rodeada por sus brazos, mimada por él.

Caminamos hasta el segundo patio (así eran las casas antiguas, de principios del siglo pasado) en  donde se  encontraban los baños y...dado  que  se  encontraba apartado de miradas,  el señor Eulalio, que me acompañaba, me  abrazó  por detrás y se me colocó muy  eróticamente en mi   espalda;  me besó el cuello y yo ¡sentí cosas indescriptibles!. Sus manos recorrieron mi cuerpo hasta posarse en mis caderas, de donde me atraía hacia él.  Las recorrió y llegó  hasta mis ingles, luego siguió por ellas y me recorrió todo el  elástico de la  pantaleta sobre el vestido; me lo comenzó a levantar. Me metió la mano debajo y me llegó hasta mis muslos. Yo detenía mi respiración. ¡Nunca  nadie me  había tocado  así,  de  manera  tan precisa, tan sabia, tan rápida y directamente!.

Me subió su mano hasta mi entrepierna y me tocó mi pantaleta de nylon; me empezó a acariciar mi panocha. ¡Sentía que fundía!, sentía que me estaba "viniendo" y..., me dio mucho miedo; me zafé de sus brazos y me metí al baño.

Cuando salí, el hombre quiso besarme en la boca, pero me sentía demasiado confusa y..., a pesar de lo entusiasmada que estaba, debí forzarlo a regresar a la vista de los demás, pues "que tal si comenzaban a sospechar", ya que la música había cesado y estaban dando de cenar.

Luego de la cena seguimos bailando hasta que la gente, casi en su totalidad,  comenzó a retirarse. Le pedí que si me llevaba a la casa y..., ¡nos fuimos!.

Me abrió la portezuela de la camioneta, me senté y se arrancó. Iba él al volante y yo,  en el otro lado, junto a  la ventanilla, pero él, de autoridad, me dijo:

    = ¡acércate para acá!.

Yo obedecí y sentí cómo me pasaba su mano sobre mis hombros y me atraía hacia él.  ¡Me sentía soñada!.  Él conducía lentamente, como no queriendo llegar.

Aprovechando un claro en el camino, se salió del camino, se detuvo detrás de unos árboles, volvió su cabeza hacia a mí y me besó apasionadamente en la boca. ¡Sentí que fundía!.

Me volvió a besar y  con la mano izquierda me  tocó  un seno, ¡mi punto de vergüenza y de pena!:

    + ¡no por favor, no!,

y le retiré su mano izquierda.

No dijo nada.  Quitó su mano izquierda de mi senito y  me la puso sobre mis  piernas,  a medio muslo.  Me daba ligeros apretones de pierna y..., me traía muy excitada:

            = ¡Estuve oliendo mi dedo..., tiene un perfume precioso..., el tuyo...,  de  mujercita...!. 

              ¡Me  encantó  tu perfume, muchacha, eres una chamaca muy linda!,

y...,  me volvió a besar,  con pasión y destreza,  de alguien que sabe lo que hace y cómo lo hace. Era un hombre de 52 años; ¡yo podría ser su nieta!.

Me abrazó con su brazo derecho, me besó sensual y provocativamente y..., sentí su mano izquierda penetrar como bólido entre mi falda y mis piernas.  Llegó hasta mi pantaleta y, sin entretenerse  en  ella  se apoderó de mi  sexo y  lo empezó a acariciar.  Me dio  un sabio masaje en el clítoris hasta  que me hizo venirme en su mano, y desfallecer.

            + ¡Aaaaggghhh…, Eulaliooohhh…!.

Sentí  su dedo tratar  de penetrarme y...,  no se  de donde saqué fuerzas para gritarle:

    + ¡No!,

al tiempo que cerraba mis piernas para impedirle la entrada.

    = ¿Nunca lo has hecho?

    + ¡No...!,

le dije con mucha pena, como si eso fuera un pecado, ser "señorita". ¡Sabía que me deseaba, que quería estar conmigo!. Yo también estaba muy caliente y..., ¡me deje seducir!: ¡lo estaba deseando!,  ¡deseaba sentirme mujer!,  saber porqué era que gritaba de  júbilo mi madre cuando  se lo hacían;  tenía ganas de sentir todo eso que sentía mi mamá:

    = ¡me gustas mucho...!,

dijo mientras comenzaba a bajar mi pantaleta. ¡Estaba tan excitada que..., yo misma me levanté un poco del asiento para permitirle que me la bajara!.

Debajo de mi trasero, sentía lo frío de la vestidura de la camioneta. El hombre me tomó de las rodillas y me las levantó muy arriba. Perdí el equilibrio y me deslicé sobre del asiento.

Estirándome ahora las piernas, hacia la vertical, el hombre me las separó muy ampliamente, dejando a la vista mi rajadita abierta, ¡completamente abierta!, decorada de un fino vellito que apenas me comenzaba a brotar, desde mi pubis hasta el nacimiento de mis nalguitas:

            = ¿Nunca te lo han metido...?.

            + ¡No...!,

contesté de manera muy tímida:

            = ¡Estás enterita...!; ¡eres un quintito de a devis...!.

El grito de júbilo y la emoción de ese hombre...,  me sacaron de onda pero..., en ese momento, el hombre me clavó su cabeza en mis piernas, y ya no pude yo ni pensar,  ¡comencé a sentir!: sentía el aliento caliente del tipo sobre mis vellitos y temblé  de emoción y de miedo,  cuando me di cuenta que ese hombre se había "metido" en mis piernas para "fisgonearme" con todo detalle mi chocho.

Cuando sentí que la punta de la lengua del hombre comenzaba a introducirse dentro de mi vagina, intente cerrar las piernas, en un último acto de pudor pero..., el  hombre enmedio de mi intimidad me lo impidió realizar.  En ese entonces...,   solté un gemido de  gusto...,  ¡comenzaba el placer!;  me movía para todos lados, sobre el asiento de la  camioneta. Mi vientre se levantaba cuando la lengua del hombre me perforaba mi vientre; mis senos, bajo mi vestido, ¡estaban tan erectos que hasta me dolían!. El hombre me "tocaba",  de manera precisa,  mis muslos,  mis nalgas, mi sexo y hasta mi ano escondido. ¡Seguía con la mente los  movimientos de aquella lengua sobre mi cuerpo, sobre mi intimidad más oculta!.

            + ¡Sí..., sí..., sí....!,

terminé finalmente cediendo al deseo y a la pasión más bestial. Mis instintos finalmente me habían traicionado y daba paso a la aceptación de la cópula inmune.

De entre mis nalgas, muy ensalivadas, la lengua continuaba a lo largo de toda mi vulva, hundiéndose  dentro  de  mi  vagina  y  tardándose  mucho  en  mi clítoris.  Gemía a grandes gritos  y soltaba  pujidos, pidiéndole más. 

            + ¡Sí..., más…, más..., sí..., así…!.

Nunca en mi corta vida me había imaginado el placer de esa forma. De manera maquinal empujaba mi vientre y mi sexo al encuentro con esa boca y aquella lengua que me transportaban a todo el placer de la carne y del sexo. ¡Estaba siendo mamada con grandes lengüetazos!, de arriba hacia abajo, sintiéndome desvanecer en mi paroxismo. Mi panocha se encontraba inundada de las  "venidas" que me habían producido los lengüetazos y esa lengua no dejaba de explorarme todos mis  "rinconcitos", sin olvidar a mi clítoris,  muy erecto y sensible. 

Luego de ello, la lengua regresaba hacia abajo,  introduciéndose en  el interior de mi vagina,  ¡hasta adentro!. ¡"Brincaba" de la emoción!. ¡Quería morirme de gusto y placer!: el hombre acababa de regresar sobre mi "espadita", sobre mi clítoris, y me lo estaba "chupando" completamente, con mis labios vaginales a su alrededor. 

¡Me  vine al instante!, como si fuera una llave de agua, como si me estuviera haciendo pipí; mis chorros saltaron sobre la boca del hombre, que me continuaba a mamar!. Mi vientre continuaba a  moverse,  rotando,  girando,  mientras mi vulva "chorreaba" de gusto.  La lengua del hombre me continuaba a mamar y me "atacaba" de nuevo mi clítoris.

Sentí en mi vientre una nueva descarga, que me sacudió de los pies hasta mi cabeza,  inundando de nuevo la boca del  hombre con otra "venida",  ¡grandota!.  Me había olvidado de todo,  ya nada importaba; ¡estaba dispuesta a la copulación!, ¡la estaba implorando con ansias!.

La lengua del hombre proseguía clavada en mi sexo, todo "venido", que se abría al menor empuje de aquella lengua y se volvía a cerrar al instante, al paso de aquel intruso "benefactor", lanzándome una serie de ondas placenteras muy fuertes.

Jalando el aire con fuerza y desesperación, me dejé caer, desmadejada, sobre el asiento de la camioneta. El  hombre me sostenía todavía de las piernas, muy levantadas y separadas.

En un estado de semi-inconsciencia, alcance a oír, a lo lejos, el sonido de un cierre, que se bajaba; luego fue el desabrochado de una bragueta, la separación de los paños del pantalón y la bajada del  mismo.  ¡No  me  movía de  mi  sitio!;  ¡me  encontraba  en el éxtasis, y esperaba por más!:

            + ¡Debe de estarla sacando...!,

pensaba  en  silencio, cuando empecé a sentir la  presión de una barra de carne sobre mi clítoris,  ¡que me hizo vibrar de emoción.

¡El placer comenzaba de nuevo!.  Jalé una bocanada de aire. Sentí aquella "verga"  descender suavemente a lo largo de  mi rajadita, ¡hasta "allá”!, en donde me encontraba "caliente", y luego "pasearse" por encima de mis labios, primeramente los labios mayores y luego atrasito, los labios menores. Se introdujo por adentro de estos y de inmediato se topó contra de una membrana que se le interponía en su camino:  ¡mi himen!. Ya no respiraba: ¡contenía la respiración!; el hombre se encontraba indeciso:

            + ¡Carajo, te voy a "chingar"..., ya ni pedo..., me tienes demasiado caliente!.

      

Emití una leve protesta, casi por mera formalidad y:

    = no te me resistas cariño, es algo que te tiene que suceder, tarde o temprano;

       ¡me gustas…, eres muy bonita…!,

decía con una voz que me envolvía,  suave,  cálida, al tiempo que se me montaba  entre mis piernas,  con la más  firme intención de volverme suya. 

Sentí su sexo insinuarse entre mis labios, de una manera insistente.  Tardó mucho tiempo y no conseguía penetrarme, hasta  que me  abrió los labios  de  mi  vagina  con sus  dedos y entonces,  se abrió paso con fuerza; ¡sentí un dolor agudo desgarrarme el himen y una sensación muy novedosa y extraña conforme ese pene se me introducía en mi vagina, con firmeza y hasta  llegar hasta el fondo!. ¡Fue un impacto tremendo!,  fue una sensación que…, sacudió mi cuerpo. 

En un reflejo instintivo, me había puesto muy "tiesa" y aguantaba la respiración, sin embargo, el hombre supo dejar que mi sexo se acostumbrara al suyo

    = ¿ya no te duele, preciosa?.

De manera muy súbita, ¡me afloje!: mi carne se relajó por completo. ¡Era una aceptación  instantánea a  mi "desfloración"!; ¡todo mi cuerpo la estaba esperando!,  es más, le estaba dando la bienvenida  a esa "verga  profanadora";  es  más,  ¡mi  vagina ya estaba entreabierta!.

    = ¿estás mejor, corazón...?.

Sus palabras eran amables, cariñosas; su mirada se veía llena de satisfacción, de orgullo de estar  en mi cuerpo, de estarme iniciando al camino de la sexualidad.

Le indiqué, con un movimiento de cabeza, que lo fuerte del dolor ya había pasado y, pasiva, sentí cómo ese glande se introducía muy lentamente en mis entrañas. 

Solté un grito pequeño, clavando mi cara en el resquicio entre la cabeza y el hombro del hombre. ¡Me  estaba doliendo!,  sin embargo,  al mismo tiempo comenzaba a sentir ese nuevo placer,  tan nuevo, soñado y preciado  por mí y para mi,  desde mi más tierna infancia.

Me relajé un poco y quise abandonarme  a la emoción profunda, al delirio de esa penetración tan ansiada... El hombre lo sintió y, entonces me dijo:

    = ¡muy bien chiquitita, por eso te quiero, por linda y por valiente...!.

Estas frases me gustaron y sentí  que mi sangre corría  de manera acelerada  por mis venas;  mi  temperamento ardiente estaba aún insatisfecho y..., comencé a girar mis caderas:

            = lo peor ya pasó preciosa;  deja que yo sea el que me mueva y no te pongas tiesa,

              al contrario, ponte flojita para que no te lastime.

Así lo hice, sin embargo, la barra de carne penetró profundamente en mi  vientre,  por adentro  de  mi 

vagina,  ¡hasta  el fondo!.

            + ¡Aaaahhh…, aaayyy…, ay…, buuuhhh…, ouaaahhh…, aaahhh…, agh…, agh…!.

¡Comencé a llorar  y a  ponerme  muy  tensa  de  nuevo!.  En cada entrada y salida que daba, me arrancaba un quejido

    = es que a pesar de que estás muy venida, todavía estás muy apretadita.

Traté de aguantar esos dolores, hasta que ya no pude más:

            + ¡Aaaaggghhh….!,

un espasmo muy fuerte me hizo gritar, clavándole mis uñas en su espalda, mientras su pene, que hasta un momento antes entraba y salía, ahora se quedó estático dentro de mí:

    = ¡relájate cariño..., no te pongas tan tiesa...!.

¡Todo mi cuerpo le agradecía nuevamente esta pausa!. Luego de otro momento de  reposo, volvió a comenzar a bombearme. En ese instante abrí mis ojos y contemplé el rostro del hombre: ¡me dio una satisfacción enorme el ver el gozo que él experimentaba conmigo!.

Luego de este momento sentí que el hombre se agitaba de nuevo, se meneaba muy rápidamente y luego se retiró unos instantes, y luego me volvió a penetrar nuevamente, todo entero, completamente. Los testículos me daban "golpecitos"  sobre mis nalgas.

El orgasmo comenzó a crecer y a crecer, al compás de esa "verga", que se movía por "adentro" de mi vagina, recién desflorada, hasta que llegó. ¡Me vine muy fuertemente!. A cada embestida del hombre, me sacaba de nuevo otro orgasmo, ¡en repetición!.

            + ¡Aaaaggghhh…., agh…, agh…, agh…!.

¡Comenzaba a gritar, sin medirme, sin poder controlarme, sin que fuera mi voluntad!, ¡cogida, penetrada, partida por la mitad!. Esa "verga" no dejaba de moverse por adentro de mi vagina, de mi vientre,  de mi intimidad!. 

El hombre, ahora con una mayor confianza de la desflorada, se había "desatado", y no dejaba de perforarme con fuerza y con muchísima velocidad en sus embestidas.

Un algo mojado y caliente se agrandaba por dentro de mi vientre: ¡era un nuevo orgasmo!, ¡muy grande y violento!, ¡el más grande de aquella ocasión!, que me recorrió toda entera.

            + ¡Aaaaggghhh…., agh…, aaayyy…, agh…, aaayyy…, agh…!.

Volví a soltar una serie de gritos incontrolables: gemidos, pujidos y muchos ayes, muy placenteros, que se mezclaron a los pujidos y ruidos de ese hombre, que me bombeaba tan bien. Las contracciones de mi vagina alrededor de esa "verga" la hizo agrandarse y endurecerse de nuevo. El hombre continuó a penetrarme, bombeando con todas las fuerzas que le quedaban y luego, con un sentimiento de júbilo y gozo, comencé a sentir esos chorros de esperma caliente y espeso que me inundaban mi chocho, muy al fondo de mi vagina, rociándome mi matriz infantil, al tiempo que él se aflojaba todo, completamente. ¡Gritamos y nos venimos al mismo tiempo!.

Luego de eso, en cuanto se le bajó la erección, el hombre se retiró de mi lado: ¡había terminado, la desfloración y el acto se habían consumado!.

Me había quedado desfallecida sobre del asiento de  la camioneta, con mis  piernas  muy  separadas,  con  todo  mi  pudor olvidado, exponiendo a la vista del hombre mi sexo y mi vulva inflamados de la  pasión,  palpitantes,  mojados: de esperma y de mis "venidas" aún infantiles, que me escurrían a todo lo largo de mis muslos, a todo  lo largo de mis nalguitas y por encima  del  asiento  de la camioneta.

El hombre se subió los pantalones,  se sacó su pañuelo  y con eso procedió a limpiarse su sexo.  Yo por mi parte procedía a ponerme mis pantaletas,  sin embargo el hombre me  detuvo y  con el mismo pañuelo me limpió mi sexo y luego me dijo:

    = llegando a casa orina y luego lávate bien con agua...

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¡De  esa  manera  perdí  mi  virginidad!.  ¡Esta  fue  mi primera experiencia!.   ¡Esta  fue  la  primera  vez  que  me  penetraron vaginalmente, destruyendo mi himen!.

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