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Mi madre se me ofrece de puta

en Amor filial

Mi madre se me ofrece de puta

                       

Resumen

Aquí describo como, luego de una fiesta de bodas, luego de que descubro a mamá cogiendo con un completo desconocido, tenemos sexo en el hotel donde nos hospedábamos y al otro día, luego de nuestro desayuno – comida, al regresar a nuestro cuarto, le damos salida a un sexo violento, impaciente, arrebatado, brutal.

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Introducción

En dos narraciones anteriores: “La primera vez con mamá, al ir a una boda”, (buscar con ese nombre el artículo anterior, publicado el pasado 05 de septiembre del 2012, en “Amor Filial”), se describió cómo, impensadamente, estando en un hotel con mamá, comienzo a verla como mujer y ella, por la falta de sexo, empieza a buscarlo en otro hombre,  que la andaba “enamorando”. Luego éste la abandona y yo copulo con ella, por primera vez en ese hotel, esa madrugada. La otra narración se denomina: “La segunda vez con mamá, al ir a una boda”, (artículo publicado el pasado 7 de febrero del 2013, en “Amor Filial”), en donde narro lo sucedido luego de despertarnos, que volvimos a dar rienda suelta a nuestros deseos de copulación,  hasta que quedamos, agotados, dormidos, hasta que… nos fuimos al restaurant, a restaurar nuestro apetito y nuestros deseos más obscuros de seguir copulando de nuevo.

A continuación les describo lo que pasó.

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Luego de vestirnos, nos subimos a comer al restaurant. ¡Comimos como leones!; ambos teníamos mucha hambre y luego de eso…, comenzó a darnos sueño, la comida y la desvelada:

            + ¿Nos vamos al cuarto?,

            = Sí…,

Nos fuimos a nuestra habitación; ya la habían arreglado.

Mi mamá vestía con ropa informal, una falda azul, de cuadros y una blusa blanca. Ella se metió al baño y yo me quedé solamente con calzoncillos y fui a sentarme en la cama, recargado en la cabecera.

Cuando mamá salió del baño comenzó a desnudarse en la habitación, justo enfrente de mí: se quitó la falda y la prenda cayó por sí sola hasta sus tobillos. ¡Me quedé asombrado!. ¡Llevaba una tanga blanca, de encaje, semi-transparente!. ¡No supe a qué hora se la había puesto!. ¡Quedé como idiota, mirándola, fascinado, perdido en su contemplación!. Tenía un culo grande y muy redondo, con nalgas muy abombadas y blandas, que se meneaban con sus movimientos.

Llevaba la tira de la tanga metida por la rajadita trasera, en la mitad de sus nalgas y apenas se le veía, dando la sensación de que andaba sin nada, con las nalgas al desnudo.

Se me comenzó a parar la verga por debajo de mis calzoncillos y mamá lo notó:

            + ¡Vaya que te hizo efecto inmediato!,

me dijo, sonriendo

            + ¿Quieres que lo hagamos de nuevo…?

            = Sí…,

le dije, ardiendo en deseos.

Pero antes de venir hacia mí, mamá se empinó para recoger su falda del suelo y al hacerlo se le abrió la raja trasera, del culo. Ahí se le pude ver de nuevo su tanga: era una tira muy fina, metida en el fondo de su rajadita, que ni siquiera llegaba a tapar del todo la roseta del ano, que sobresalía por ambos lados del hilo dental de la tanga. ¡Pude apreciar su roseta morena y hasta sus esfínteres, arrugados!. ¡Se veía re-sabrosa!.

En la entrepierna se le distinguían los pelos del chocho que sobresalían a los lados de la tanga. Eran unos pelos que se extendían casi hasta el ano. ¡Se veía tremendamente antojable, cogible, montable, emputable!.

Cuando volvió a incorporarse me miró, con una sonrisa de satisfacción y un aire de…, ¿deseo?.

+ ¿Te gustó mi trasero?.

Me preguntó, muy sonriente:

            = ¡Sí…!,

le contesté emocionado:

            = ¡No te conocía yo esa tanga!.

            + La compré para estrenarla con el “pendejo” ese, pero ¡mejor la estreno contigo!.

Me dijo, mientras se desabrochaba poco a poco su blusa, hasta quitársela por completo, nuevamente de espaldas a mí.

¡No llevaba brasier!. Vi su espalda, lisa y algo regordeta; vi sus chichis, tan ricas, sabrosas, que le había estado mamando hacia apenas un rato, con sus areolas grandotas, oscuras y con pezones muy largos y tremendamente parados, muy duros. ¡No tenía pudor en desnudarse enfrente de mí, al fin y al cabo se trataba de su hijo y desde hacía menos de 24 horas, también era yo su amante, al que ella trataba nuevamente de seducir!.

Volví a fijarme en sus nalgas, en su trasero: de la tira blanca horizontal se desprendía una delgada tira vertical que se perdía en su rajada trasera, en medio de sus dos nalgas y eso me tenía con el pito tremendamente parado, tanto que, hasta me estaba doliendo de sentirlo tan tieso y tan gordo, como no recuerdo haberlo sentido jamás.

Me gustaban también sus pelitos, aquellos que se le escapaban por debajo de su tanga, al mirarla de frente y los otros que se traslucían por debajo de la misma tanga cachonda que se había colocado mi ma y formaban una sombra, en donde debía de estar su monte de Venus.

No pudo resistirme; me abrí los calzoncillos, me saqué mi pene y me lo comencé  a acariciar, despacito, sin dejar de mirar a mi mami, a su tanga, a sus chichis, sus pelos:

            = ¡Te ves…, rete buena…, rete cachonda…, rete linda…, antojable…!.

¡Qué caliente me había puesto mi madre!.

Mi madre se movió cadenciosamente, de manera sensual, muy rete puta quizás, y se fue acercando a la cama, a los pies.

Se subió a la cama y caminó de rodillas hacia mí, mirándome fijamente a mis ojos, desafiante, retadora, provocativa:

            + ¿Te gusto…?. ¿Te gusta mi tanga…?.

No me dejó contestarle; se me acercó de manera inmediata y me pegó sus senos a mi cara, a mi boca, a mis labios:

            + ¡mámamelos!,

me dijo, frotándomelos con mucha fuerza a mi cara:

            + ¡mámame mucho mis senos…, como me lo hiciste hace rato…, me pone rete

               caliente que me mamen las “chichis”…!,

y me puse a mamarle sus chichis, a mordisquearlas, a pasarles la lengua alrededor de sus pezones, por encima de sus areolas.

Sus pezones estaban erectos, tremendamente parados, tan duros como mi pene, los acariciaba en mis labios y a cada apretoncito que yo les daba, mi madre respondía con un gran gemido:

            + ¡Aaaahhh…, asíiii…, aaahhh…, asíiii…, aaahhh…!.

Me había agarrado mi verga, rodeada todavía por mis calzoncillos, erecta casi a la vertical

            + ¡Quiero tu verga…, dame tu verga… quiero que me la metas…, quiero tu verga!,

me decía, repitiéndolo, como si fuera una grabadora, apretándome el pene, que yo sentía rete duro, rete gordo, rete largo, ¡gigante!, como si me hubiera crecido de manera repentina, sin que yo me enterara de ello.

            + ¡Lo tienes muy rico m’ijito…, lo tienes muy duro…!. ¡Dámelo papacito, dámelo!.

Me dijo mi mami, y se sentó sobre de mí.

Yo estaba sentado, recargado en la cabecera, con las piernas extendidas sobre la cama. Mi mamá se me sentó sobre de mis muslos, con las piernas abiertas, en cuclillas, poniendo su sexo por encima de mi pene parado.

Nada más se hizo de lado su tanga y ella misma se acomodó bien mi tranca y de inmediato se dio un gran sentón:

            + ¡Aaaaggghhh…!,

exclamamos los dos, de gusto, de sorpresa, de la emoción.

No se lo introdujo hasta adentro, se lo introdujo una parte, pero de inmediato ella solita lo re-acomodó con unos expertos movimientos de su cadera, hasta que mis pelos chocaron contra su tanga y contra algunos de los pelos de su vagina, que se escapaban por debajo de aquella tanga:

            = ¡Mamáaaahhh…, mamacitaaahhh…, qué rico mamitaaahhh…!.

Alcancé yo a gritarle, justo en el momento en que sentía que me mojaban tremendamente mi pubis: ¡mi madre se estaba viniendo, a lo grande!.

            + ¡Me vengo m’ijito, me vengooo…!,

Pero se siguió moviendo, sin detenerse, con fuerza, dándose de sentones sobre mi pene, tremendamente parad y por demás, desafiante:

            + ¡Empújate fuerte…, hasta que se sienta el hueso…, que choquen…!.

La obedecí y comencé a empujarle con fuerza, aventándole el “caderazo”, hasta que chocaran los pubis, “los huesos” y

            + ¡Aaaaggghhhh…, ya me viene de nuevo…, aaaggghhh…!,

Pero no por eso aminoró la velocidad ni la fuerza de sus embestidas y caderazos, de sus sentones sobre mi pene:

            + ¡No te vengas…, todavía no te vengas…, aguante…, déjame que la goce…,

               aguanta bastante…, quiero gozar otro rato, chiquito, Betito…!,

y continuo aventando su cadera de adelante hacia atrás, con muchísima fuerza y con rapidez, colgándose de mi cuello, jalándome del cabello, clavándome sus uñas en los hombros y espaldas:

            + ¡qué delicia Betito…, qué delicia de macho…, que delicia de verga, Betito…!,

               ¡aaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!, ¡Betitooo…!,

y se vino una vez más sobre de mi pubis, encima de aquella cama.

Se quedó sin aliento agarrada de mí, de mi cuello, abrazada:

            + ¡Betito…, agh…, vas a pensar que soy muy caliente…, agh…, eso es cierto…,

               pero…, es que hacía mucho tiempo que andaba yo sin coger…, agh…, tú lo

               sabes…, agh…, tu padre…, ya no me “pelaba” pa’ nada…, me hacía muchísima

              falta coger…!.

            = ¿nunca has cogido con otros…?.

            + ¡claro que sí mi Betito…, pero…, antes de casarme con tu papá…!,

               ¡era yo muy caliente…!; ¡siempre he sido caliente…!, me hace mucha falta la

               verga…, ¡me encanta que me la metan…!, y tú me la metes muy rico…, la tienes

               rete sabrosa…, ya me hiciste venir cuatro veces…, seguidas…!, ¡y todavía sigo

               caliente…, deseando que me la sigas metiendo…!.

= ¡Yo también ando rete caliente, mamá!.

+ ¿Quién iba a pensar que me iba a darle salida a mis ansias contigo?.

   ¡Me ha gustado muchísimo, hijo!,

y acomodando hacia abajo su boca, mi madre me estampó un besito en los labios y luego de ello, zafándose de mi pene, se reacomodó nuevamente en la cama, poniéndose de rodillas, en cuatro patas, en posición de “a perrito”, mirándose en el espejo:

            + ¡Métemela ahora así…, de a perrita…, me gusta mucho que me lo hagan así…,

               la siente completamente hasta adentro…, especialmente cuando tengo una

               verga grandota, así como la tienes ahorita…, muy gorda, sabrosa…!.

Me acomodé detrás de ella: volvía a admirarle sus nalgas, su culo, su rajadita, su tanga,  el hilo dental de la tanga, que se le perdía en su rajadita trasera: ¡era un nalgatorio fantástico!.

No pude contenerme, no se qué me dio y, sin avisarle de nada, le asenté una nalgada bien puesta que la hizo soltar un gritito:

            + ¡Aaaayyy…, Beto…, Betito…!. ¿Me vas a madrear corazón…?.

   ¿Vas a madrearme por puta, mi vida…?.

= Es que…

Me quedé sorprendido de la reacción de mi madre, nunca me lo esperé:

            + ¡Por eso es que quise contigo, chiquito, por macho, por caliente, por madreador!.

               ¡Quiero que me vuelvas tu puta…, que seas mi padrote, mi chulo, mi macho!,

               ¡que me entregues a otros…!. Tu padre no quiso…, ¡le faltaron huevos para

               hacerme su puta…, pero a mi hijo le sobran…!. ¡Madréame hijito, madréame…!,

               cógeme fuerte m’ijito…, madréame!.

Estábamos en un momento de no retorno…, y nos seguimos por ese camino. ¡Comencé a madrearla con fuerzas, con la mano abierta, golpeándola en sus nalgas, en su espalda, en la cabeza, diciéndole:

            = ¡puta, puta, puta…!,

y ella sólo me contestaba cosas como:

            + ¡chiquito…, m’ijito…, mi lindo, mi cielo, tesoro…!.

Estaba rete caliente y me lancé sobre de ella, caída sobre la cama, y empecé a meterle la verga, hasta adentro, bombeándola con muchísima fuerza, sin dejar de tirarle de manotazos, por donde cayeran:

            + ¡mi cielo…, que rico…, m’ijito…, mi lindo!.

Pero no pude ya contenerme, estaba rete caliente y tuve que darle salida a aquel torrente de esperma que me brotó.

            = ¡Me vengo mamita, me vengo preciosa, mi linda, mamitaaahhh…!.

Y nos quedamos tirados sobre de la cama, ella debajo de mí.

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No supe el tiempo que permanecimos así, el caso es que cuando me desperté, seguía yo todavía por encima de mi mamá, completamente bañados los dos en sudor. Mi pene ya estaba por fuera de la vagina de mi mamá y estaba un poco más erecto que estar en reposo, no se había podido desentumecer  todavía, ¡continuaba con ganas!.

Al sentirme moverme, mi mamá también se reincorporó:

            + ¡Betito…!. ¿Te gustó…?.

Me preguntó, muy melosa:

= Hummm…, ¡mucho!; ¡estuvo muy rico ese palo…!,

y nos dimos un rico beso en la boca, mientras que mi mamá aprovechó para agarrarme de nuevo mi verga:

            + ¡todavía la tienes un poco parada…!,

me dijo, empuñándola con su mano, haciéndome soltar un gemido:

            = ¡Aaaahhh…!.

Mamá me la meneó suavemente, ofreciéndome nuevamente sus labios, mientras yo le acariciaba de nuevo sus senos, mordisqueándoselos, sintiendo la suavidad de sus carnes y la dureza de sus pezones:

            + ¡Me enciendes de manera instantánea, m’ijito…!. ¡Tengo ganas de que me la

                metas de nuevo…!,

me dijo, mirándome fijamente a los ojos

            + ¡Tienes que complacer y domar a tu perrita puta!.

Esa última expresión que utilizó para describirse ella misma, me puso de nuevo de a mil: se me puso mi pene que ¡parecía una barra de hierro, por su dureza!, y mamá lo sintió:

            + ¿Te hace efecto cogerte a una puta…?.

Me metió la mano por dentro de los calzoncillos y se puso a jugar con mis bolas, muy duras también.

Me pasó de los huevos a la verga, agarrándomela por la base y tratando de chaqueteármela dentro de los calzoncillos hasta que:

            + ¡Deja que te la chupe…, te la quiero mamar…, quiero que te vacíes en mi boca,

                que me avientes tus mecos…, tragármelos todos!.

¡Vaya sorpresas que me daba la vida!. ¡Había visto eso en las películas de internet, en los videos, en las fotos, pero nunca me imaginé que me lo fueran a hacer algún día, y mucho menos mi madre, que me estaba queriendo chupar!.

Mi madre se acomodó frente a mí, con su cabeza entre mis piernas y se llevó mi glande hasta la comisura derecha de sus labios, con los huevos pegados a la mejilla. Y al cabo de un rato comencé a verter leche dentro de su boca, gruesos pegotes de leche condensada que le caían sobre la lengua y dentro de su cavidad bucal, inundándole hasta su garganta. ¡Le dejé la boca retacada de leche!. Le paseé el glande por sus dientes, por encías y por sus labios, dándole golpecitos en su nariz y su boca, en sus mejillas:

            + ¡Hijito…, hijito, m’ijito…, Betito…!,

me decía, mirándome como endiosada, sonriendo muy lindo al mirarme:

            + ¿te gusta tu nueva puta m’ijito…?. ¿Verdad que vas a volverme puta mi amor?,

               ¿que vas a meterme de puta…, que vas a ponerme a putear…?.

No quise contestarle a sus cosas; estaba yo muy contento y estaba aun sin malicia, no entendía lo que me estaba pidiendo mi madre, solamente entendía que yo estaba caliente y que acababa de darle salida a mi esperma y a mis “ansias de matador”: ¡me acababa de coger a mi madre y ese morbo no lo equiparaba con nada!.

     + M’ijito bonito…, que lindo que lo haces; hacía mucho que tiempo que no lo sentía tan sabroso…!. ¡Me hiciste volar…, me hiciste soñar…!.

        ¡Me ha gustado muchísimo!.

     = A mí también me ha gustado, mamá.

     + ¿Te parezco una puta…?, ¿crees que pueda hacerla de puta…?,

me preguntó mi mamá, de repente:

     = ¿Quieres tomarme de puta…?.

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