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El Cuaderno (capitulos 1 y 2)

en Dominación

Pido disculpas a la comunidad. Tuve que reescribir la historia. Corregí pequeños errores y modifiqué algunas cosas que son claves. Sugiero a los que ya habían leído los primeros ocho capitulos, vuelvan a leerlos. No olviden dejar sus comentarios aquí o por email y enviarme sugerencias, criticas y opiniones. Las tomaré muy en cuenta.

Capitulo 1

Alejandra acababa de llegar a la ciudad de Valencia. Allí quedaba la Universidad más importante del país, donde estudiaría los próximos cinco años. Iba muy atenta mirando por la ventana del asiento de atrás del taxi que la llevaba a su nueva residencia. Cuando notó que había dejado atrás el lugar indicado, comenzó a gritarle desesperadamente al conductor que se detuviera. Se había pasado de largo.

El hombre de unos cincuenta y tantos años retrocedía para dejar a la chica al frente de la casa, al mismo tiempo que se disculpaba con ella. Le ayudó a bajar la maleta que era un poco pesada y la dejó en la acera, muy cerca de las rejillas de la entrada a la casa.

Ella le agradecía por el servicio y le cancelaba el dinero correspondiente mientras el taxista con una confianza excesiva le halagaba, cosa que hizo durante todo el recorrido. Incomodada por el trato de aquel hombre, se hacía la indiferente, tomando la maleta y abriendo las rejillas para entrar a casa.

El hombre dejó de insistir, era inútil creer que una jovencita de 17 años le prestaría atención. Subió a su carro y se fue tocando la corneta, como de costumbre.

—Viejos babosos. Tengo que aguantarme sus asquerosos piropos y babosadas —murmuraba Alejandra mientras rodaba su pequeña maleta por el pequeño camino a la puerta principal de su nueva residencia.

La casa (que pertenecía a su tío Felipe) no era muy grande pero si lo suficientemente cómoda para ella. Una pequeña sala de estar, a ambos lados una habitación y al frente la cocina. También contaba con un pequeño garaje. Se sentía bastante cómoda viviendo sola aunque en las noches tenía miedo, apenas tenía 17 años, cumpliría muy pronto la mayoría de edad. Faltaba una semana para el comienzo de clases. Su padre le enviaría dinero cada quince días para cubrir todos sus gastos.

Esa tarde, luego de darse una ducha en el baño de su habitación, se miraba al espejo, lucía un bonito cuerpo, nada que envidiarle a ninguna otra chica de su edad. Pequeña, de 1.57 de estatura, hermosas piernas bronceadas, cintura y cadera con bonitas curvas, pequeños pero hermosos y delicados senos bien formaditos, un cabello castaño ondulado, hermoso y largo. Un rostro hermoso, sonrisa inocente, tierna y cautivadora. Sus lindos ojos verdes y mirada firme eran motivo de elogios de todo tipo.

—¡Qué bella soy! —decía presumida al mirarse al espejo. Ya soy toda una mujer, todos esos universitarios morirán por mi, por querer morder mis labios, jalar de mi cabello, poseerme en cuerpo y alma, comer mis senos, follarme. No paraba de decirle al espejo lo bella e irresistible que era, sonriendo, segura de si misma, presumida de su bonita figura.

Se paseaba desnuda por su habitación mientras tarareaba las canciones de sus bandas preferidas. Le encantaba escuchar música, bailar, coquetear, provocar. Era rebelde y muchas veces odiosa, sobretodo con aquellos hombres a los que consideraba “feos”. Era una mujer para hombres guapos, adinerados, que lo dieran todo por estar con ella. Era una chica muy materialista.

Sentada en su cama semidesnuda tomó su laptop y se conectó a internet, pues recordó que tenía que chatear con su novio que vivía en Barquisimeto. Ella también era de esa ciudad, pero se había venido a Valencia a estudiar en la considerada mejor universidad del país.

Desde hacía varios meses, la relación con su novio Luís Alfredo no marchaba muy bien. Todo indicaba que lo mejor sería terminar por la distancia que los separaría. Ella le había comentado días atrás antes de mudarse pero él insistía en que el amor puede más que la distancia y que juntos podrían superarla.

Conversaron como por casi dos horas, se desconectó triste, pues, en el fondo le quería pero estaba consciente de que más temprano que tarde tendría que decirle adiós a esa relación, consciente de que él se enamoraría de otra y ella encontraría el amor en los brazos de otro hombre. Era una decisión difícil, pensó, pero creyó que era lo mejor para ambos.

Capitulo 2 - Primer día en la universidad

Sonó el despertador, Alejandra se levantaba inmediatamente y de un salto ya iba camino a la ducha desnudándose y tirando al suelo la franela para dormir y la pantaleta. Era tan enérgica, jovial, no lo pensó dos veces para levantarse de la cama y correr a ducharse.

Faltaban pocos días para cumplir dieciocho años. Ya deseaba estar en la universidad, conocer nuevas caras, nuevas amistades y sobre todo conocer chicos. El estar lejos de su familia le permitiría planear y experimentar tantas cosas sin sentirse vigilada, condicionada, cohibida y limitada. Era una chica independiente y quería disfrutar de esa ventaja al máximo. Bailaba y cantaba mientras enjabonaba su piel, estaba emocionadísima, era el primer día de clases, uno de tantos.

Preparó el desayuno rápidamente, tomó el teléfono y le envió un mensaje a su papá. Supuso que ya debía estar en su trabajo, también le escribió a Génesis, su mejor amiga, a la que ya no vería por mucho tiempo, escribió también a su mamá y a su hermano. Los extrañaba tanto como ellos a ella.

Iba en el asiento de atrás del taxi rumbo a la universidad, escuchando música en su teléfono, así no tenía que platicar con el conductor que cada 3 segundos le miraba.

Llegó justo a las 8.00 de la mañana, bajó del taxi y frente a ella estaba la entrada de la Universidad. Al fin, su primer día de clases, caminó hacia la entrada, había muchos estudiantes en los alrededores, demasiado alboroto. Iba vestida de blue jean, una blusa blanca sin mangas llena de corazoncitos rosados, zapatos deportivos rosados. Su largo y hermoso cabello ondulado dominado por la brisa la hacía ver doblemente hermosa. Fue caminando por el largo pasillo central con su cabeza en alto, pasos firmes y mirando sin vacilar a quienes le miraban. No era para nada tímida.

—¡Hola!, ¿eres nueva? —le habló un joven que apareció a su lado al que calculó unos veinte y tantos años.

—¡Hola!, si. Comienzo hoy. —le miró sin apartar la mirada y sin detenerse.

—Bueno, me presento: Soy Juan Carlos. —le extendió su mano derecha.

—Alejandra —respondió, estrechándole su mano con cortesía y mostrándole su particular sonrisa coqueta y encantadora.

—Me parece que no eres de aquí, tu acento es diferente

—Así es, soy de Barquisimeto.

Juan Carlos estudiaba el tercer semestre de Ingeniería Civil, era de buen parecer, alto, 1.80, delgado, cabello corto, castaño, ojos castaños y muy astuto, pues, convenció a Alejandra de acompañarle a tomar algo en la cafetería.

Felipe (amigo de Juan Carlos) les vio y se acercó a ellos, minutos después se unía Andreina, otra amiga de Juan Carlos, él no dudo en presentarles a Alejandra. No había pasado una hora y Alejandra ya tenía nuevas amistades, todos cursantes del tercer semestre de Ingeniería Civil.

Juan Carlos le dio un tour a Alejandra por la Universidad, su primera clase comenzaba a las 9.00 así que aún quedaba tiempo para conocer un poco el lugar donde estudiaría.

Faltando 5 minutos para las 9.00 se despedía de él para ir a clase, compartieron números de teléfono, se habían caído muy bien y Alejandra notó inmediatamente que él gustaba de ella.

En clase estuvo pensando en su nuevo y admirador amigo, era guapo, gustaba de ella y le pareció muy agradable. Salió de clase a las 11.00, ya no se veía a tantos estudiantes por los pasillos y como no tenía más clase decidió quedarse un rato, paseó por toda la universidad con el fin de familiarizarse rápidamente. Ya llevaba un buen rato caminando cuando decidió descansar, se sentó en uno de los bancos ubicados en el pasillo principal, el que daba a la entrada. Abrió su bolso y tomó un chiclet que le había regalado Juan Carlos. Le encantaban los chiclets.

—¿Me das uno? —le habló el jardinero que estaba a dos metros detrás de ella, regando las plantas.

Ella giró su cabeza sin cambiar de posición, vio al jardinero y le sonrió por educación, sacó su teléfono del bolso para entretenerse un poco.

—Viejo estúpido —pronunció en voz baja.

Qué hacía hablándole. Tendría como 40 años o más, calculó.

—Debería ubicarse —volvió a quejarse en voz baja.

—¿Qué dices? —preguntó el jardinero

Alejandra actuó como si no le escuchara y el jardinero se acercó a ella, tan cerca que ella podía verle de reojo.

—¿Todas las chicas lindas son así de antipáticas?

Alejandra llevó sus manos a la cara como señal de estar perdiendo la paciencia, le estaba molestando que aquel hombre le dirigiera la palabra. Siguió entretenida con su teléfono.

—Bellas, antipáticas, odiosas

—¡Ay, Cállese! —le replicó con voz molesta, sin mirarle.

—Jejeje, pues, mira como lo confirma.

—Le pido que no me hable por favor, ni le conozco —respondió ella alzando la voz.

Estaba molesta. Aquel hombre no debió atreverse a sacarle conversación. Alejandra era de las chicas que juzgaba a primera impresión y más si era un hombre adulto al que consideró feo desde el primer momento que le vio.

—Mi cielo, pero si solo te he pedido un chicle, no es para que te alteres.

Alejandra le ignoró deseando que se callara y la dejara en paz.

—¿Qué piensas estudiar?

Se levantó molesta recogiendo su bolso y se retiró dejando al jardinero hablando solo.

—Me debes el chicle, lindura.

Iba camino a la entrada, le molestaban tanto los hombres adultos que intentaban sacarle conversación, halagarla, creer que podrían tener el mínimo chance de captar su atención.

El jardinero se quedó mirándole hasta que su figura se perdió entre los demás estudiantes ya muy cerca de la entrada principal.

—¡Qué linda muñeca!, creo que me he vuelto a enamorar. Es el tipo de mujer que cautivan toda mi atención. Hermosas, odiosas, rebeldes, me excitan estas niñas malcriadas. Si pudiera secuestrarla, le haría tantas cosas. Qué odiosa y presumida.