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El Cuaderno (capitulos 3 y 4)

en Dominación

Capitulo 3 - Cumpleaños

 

—¡Aleeee!, ¡Aleee!, ¡Alejandraaa! —le alcanzó Juan Carlos que venía gritándole.

—¿Qué te pasa? Te vas a morir

—Eres tan odiosa. ¿Cómo estás? —le besó suavemente en la mejilla. Caminaban por el pasillo.

—Bien, pero ahora mucho mejor que el amor de mi vida me acaba de besar.

—¿Amor de tu vida? Jajaja, ojalá me dejaras ser el amor de tu vida.

 

Juan Carlos se estaba enamorando de Alejandra, habían compartido cinco cortos días y no dejaba de pensarle, esa sonrisa, esos verdes ojos, esa mirada tierna y coqueta le mataba. Esa chica recién llegada le estaba robando el corazón. Notaba que ella era receptiva con él pero tendría que intentar más si deseaba que ella le correspondiera.

 

—¿Cómo te va con el jardinero?

—No me hables de esa cosa, me lo consigo hasta en la sopa. Cómo desearía que no me hablara ni me mirara.

—Terminarás enamorándote de él

—Estás loco. ¿Puedes creer? Hace poco me lo conseguí de camino a la entrada y sabes ¿qué hizo?

—¿Qué?

—Me ofreció una flor, me cae mal, lo odio

—Tendré que ponerme las pilas, se me está adelantando

—Ay, estúpido!

—En serio, hablo en s…

—Y eso no es todo —le interrumpió ella, —el martes me lo conseguí en la cafetería, el miércoles nos tropezamos en el pasillo y casi me caigo, mi teléfono fue el que sufrió la caída, y el jueves, ¡adivina!

—¿Se hicieron novios?

—No, estúpido —le gritó, golpeándole el hombro. —No me quedó mucho dinero y tuve que irme a casa en carrito por puesto, a los 5 minutos el conductor se detuvo en una parada y cuando veo quién se va a montar: El estúpido ese.

—Jajajajajaja

—No te rías, es como si me persiguiera, odio su cara, su sonrisa estúpida, odio que me hable, no soporto su presencia.

 

Juan Carlos la escuchaba quejarse, sonrojarse y molestarse mientras ella contaba lo tanto que odiaba al jardinero, la miraba con atención, no tenía dudas, estaba enamorándose de ella, era demasiado bella, pensaba él.

 

—Chaito, chaíto, te veo luego —se despedía de él con un beso en su mejilla muy cerca de sus labios y corrió tras uno de sus profesores al que invadió con preguntas.

 

Juan Carlos le vio alejarse, no solo era bella, tenía un bonito cuerpo a pesar de que no era alta.

 

—Su cabello, qué hermoso cabello, esos ojos, esos ojos verdes me enloquecen —decía, mientras la observaba charlar con uno de los profesores.

 

Horas más tarde, pasado el mediodía, el jardinero caminaba rumbo a su casa como solía hacerlo algunas veces, pues, le gustaba irse a pie. Sebastián, de 40 años de edad, alto, 1,80cm, muy buen físico gracias al pequeño gimnasio que había construido para si mismo en su casa, trotaba casi siempre muy temprano todas las mañanas. El color del poco cabello que tenía era negro, su rostro no era de lo que podía presumir, él mismo se consideraba feo. Era soltero y vivía solo en una casa alquilada cerca de la universidad, por eso, algunas veces decidía irse a pie.

 

Caminaba entonces el jardinero por una zona poco concurrida, pero no había de que preocuparse, no era peligroso a esa hora del día. Iba silbando mientras se tomaba un jugo cuando vio que un carro de color azul con los vidrios ahumados se detuvo y se bajaron cinco jóvenes, todos veinteañeros.

 

Tiró el envase de jugo al suelo y se mostró defensivo cuando vio que estos chicos estaban encapuchados y cada uno tenía un bate en su mano. Intentó correr pero ya estaba rodeado. Era primera vez que se le presentaba esa situación.

 

—Así que te gustan las jovencitas, ¿no es así, viejo? —le preguntó el mayor de ellos.

 

Antes de que intentara responder le atacaron, esquivó a uno, esquivó a otro pero eran cinco hombres contra él. Segundos después, estaba en el suelo recibiendo batazos por las piernas, brazos, estómago, espalda.

 

—Esto es para que dejes de andar molestando, maricón —le decían mientras le golpeaban.

 

—Si nos avisan de nuevo que sigues molestando te va a ir peor. —le dijo uno que al mismo tiempo le pateaba por el estómago.

 

Los chicos rápidamente se alejaron, subieron al carro y se fueron. Nadie vio lo sucedido.

 

El jardinero quedó bastante golpeado pero no le golpearon en la cara. Poco a poco se fue poniendo de pie, le dolían los golpes, también estaba sangrando pero se recuperó, se levantó y continuó caminando, en unos minutos llegaría a su casa.

 

—¿Quién coño me hizo esto? ¡Maldición, maldición!

 

El jardinero sentado en el sofá de su casa continuaba preguntándose quién pudo haber enviado a esos chicos a golpearle y por qué razón.

 

—Voy a averiguarlo, y cada uno me las va a pagar. ¡Malditos, hijos de puta!

 

Se quejaba el jardinero, le habían dado una buena paliza, le hervía la sangre de la rabia que tenía. “¡Malditos, malditos, me las pagarán!”, no paraba de decir.

 

Pasaron dos días, era Domingo, 12 de Octubre y además de ser un día festivo era también el cumpleaños 18 de Alejandra. Había recibido llamadas y mensajes de sus familiares y amigos en toda la mañana. Su cumpleaños tendría que celebrarlo lejos de ellos, Valencia estaba a 3 horas (por carretera) de Barquisimeto, pero pasaría la tarde/noche con algunos nuevos amigos de la universidad. Juan Carlos lo había organizado todo, invitó a Felipe, Andreina, Miguel, Jesús y su novia Irene, José Luís y su novia Verónica y otros amigos.

 

La casa de Alejandra era una mini fiesta, ya estaba la torta, bebidas, pasapalos, buena música. Juan Carlos había ganado muchos puntos con Alejandra organizándole ese cumpleaños sorpresa.

 

Un poco alejados de los demás hablaban ella y Juan Carlos.

 

—Gracias, de verdad. Es un gesto muy lindo de tu parte.

—¿Te lo esperabas?

—No, pensé que la pasaría a solas chateando con mi familia y amigas.

—Entonces, te ha gustado la sorpresa

—Muchísimo, demasiado, eres lo máximo —le dijo con voz sensual mientras le daba un beso muy indiscreto delante de todos, en la mejilla.

 

Más tarde, por medio de uno de los amigos de Juan Carlos, Alejandra se enteraba de que golpearon al jardinero.

 

—¿¡QUEEE!?

—Si, pero solo lo golpeamos en los brazos, piernas —le contaba Pedrito.

—¡Ustedes están locooooos!

—Shhh, habla en voz baja, se supone que no debía contarte esto.

—¡Qué locos!, no debieron golpear a ese señor.

—Esperemos que ese viejo pendejo no te moleste más.

—¡Jajajajaja! Se han pasado de locos.

 

Mientras tanto, el jardinero en su casa se recuperaba de la golpiza, fue tan rápido, sería muy difícil saber quienes fueron, ni siquiera pudo ver la placa del carro, solo el color de este: azul.

 

Aunque le parecía poco probable, sospechó que podían ser los amigos de la recién llegada Alejandra, era la única chica con la que había hablado esa semana.

 

—Si, esto se trata de ella, debe tener entre 17 y 18 años. Malditos, lo averiguaré y me las pagarán, así pierda mi trabajo, esta humillación me la desquito. Ya verán, hijos de puta.

Capitulo 4 - El cuaderno

El jardinero regaba las plantas mientras silbaba entretenido. Había llegado bien temprano, apenas se asomaba el sol. La ciudad tenía un clima muy agradable, bastante fresco. Era un bonito comienzo de semana.

 

Aún se quejaba de la golpiza que le dieron la pasada semana, su mano derecha era la que más le incomodaba pero aún así decidió ir a trabajar, en pocos días ya se sentiría mejor.

 

El jardinero no solamente se encargaba de las áreas verdes de la universidad, algunas veces cumplía la función de portero en la entrada principal, resolver problemas con la electricidad, pintar, entre otros oficios. Todo un utility el señor Sebastián, además estaba al mando de otros obreros de la institución.

 

Mientras silbaba y regaba las plantas miraba cada cierto tiempo hacia la entrada, quería ver el momento en que la odiosa estudiante llegara. La vio entrar apuradísima, como si fuera a llegar tarde a la clase..

 

—Es por ti, niña rebelde —dijo, en voz baja y sin quitarle la vista. Por ti me han golpeado, no tengo dudas de eso y lo voy a averiguar.

 

Le perdió de vista y decidió descansar un poco. Se sentó en uno de los banquitos y masajeó su mano derecha, le dolía considerablemente. Maldijo mentalmente una vez más a los que le golpearon.

 

De repente, notó que había algo en la grama del jardín, parecía un cuaderno. De la curiosidad se levantó, lo recogió y volvió al banquillo. Unas letras grandes en la portada: SLAVE NOTE.

 

—¿SLAVE NOTE? —se preguntó, intentando acordarse rápidamente del significado. Sé que “note” es nota o cuaderno pero no logro recordar el significado de “slave”. ¿A quién se le habrá caído este cuaderno?

 

Miró alrededor, no había casi nadie por allí por lo temprano que era. Solo venían dos jovencitos un poco apurados. Se levantó y esperó a que ellos pasaran.

 

—¡Hey, Muchachos!: ¿Este cuaderno será de alguno de ustedes?

—No, no es mio.

—No, Señor —respondió el otro chico.

 

Siguieron su camino y el jardinero volvía al banquillo y se dispuso a curiosear el misterioso cuaderno. Era como una libreta, un poco más grande que un cuaderno,  tendría como 60 páginas, calculó.

 

—Slave note, Slave note, ¿Qué coño significa? ¿Cuaderno de qué? —se quedó meditando, tratando de recordar la traducción al español de aquella palabra.

 

Lo hojeó, le parecía nuevo ya que no había nada escrito en sus blancas páginas. Lo cerró, volvió a abrirlo, sentía curiosidad. Revisó las últimas páginas.

 

—¡Oooh!, es que son árabes, comienzan escribiendo desde las página de atrás. Jajaja, ¿Instrucciones? Veamos de qué se trata todo esto.

 

La persona cuyo nombre sea escrito en este cuaderno puede ser manipulada física y mentalmente.

 

Soltó una carcajada, le causó mucha risa lo que acababa de leer. Continuó leyendo pero no podía controlar la risa, el cuaderno le había parecido una estupidez. Debía ser una mala broma de un loco sin oficio. Solo un ocioso escribiría semejante barbaridad, pensó.

 

Continuó leyendo y aunque le parecía absurdo, paró de reírse. Las instrucciones comenzaron a parecerle interesantes. Absurdas, imposibles pero interesantes.

 

—¡Esclavaaa!, Slave significa esclava o esclavo. ¿Nota de Esclava? Maldición, qué mal está mi inglés.

 

Continuó leyendo, el cuaderno explicaba los pasos para llevar a cabo una manipulación.

 

•    Nombre  (imaginar su rostro mientras escribe)

•    Detalles (Especificar fecha y  hora de cada tarea a llevar a cabo durante la manipulación.

 

El jardinero olvidaba por un momento el dolor en su mano, esto que acababa de leer le causó otra carcajada descontrolada.

 

—Eso sería tan interesante —dijo entre risas —manipular a esa niña odiosa.

 

Continuó leyendo, no creía nada de lo que leía, le parecía fantasioso, aún así continuó la lectura, el cuaderno le había robado toda la atención. Pensó en Alejandra, en la fantasiosa posibilidad de poder manipularla, de hacerla su esclava, pero ni siquiera sabía su nombre.

 

Eran varias páginas de instrucciones por lo que decidió seguir leyendo después. Cerró el cuaderno, lo dejó en el banquillo, a nadie se le ocurriría tomarlo sin permiso, pensó. Se levantó y continuó regando las plantas. No dejaba de pensar en las instrucciones que leyó y en cómo sería si ese estúpido cuaderno tuviera realmente esos poderes, poder manipular a esa chica sería algo emocionante. Imaginó tantas cosas.

 

Así pasó toda la mañana, fantaseando con aquella chica que había sido tan odiosa y antipática con él, imaginándola como su esclava, obedeciéndole en todo, subordinada a todos sus deseos perversos.

 

—Una esclava sexual. Una linda jovencita como mi esclava sexual. ¡Qué interesante!

 

Se hizo mediodía y recordó cómo encontró el cuaderno. No había nadie, apareció de la nada, en la grama. El jardinero comenzaba a tomarse un poco en serio aquella casualidad. Una parte de él sabía que era imposible pero su curiosidad le mataba. Pensó en verla. Era una estupidez pensar que el cuaderno tenía tales poderes pero no perdía nada con curiosear.

 

Se acercó al salón donde ella estaba y muy cerca de la puerta esperó a que terminara la clase. A los pocos minutos, Alejandra aparecía en la escena, se apartó un poco y miraba a todos lados, como si buscara a alguien. El jardinero no perdió tiempo y se dirigió hacia donde ella estaba. Ella le vio venir e intentó tomar un camino contrario a él.

 

—Necesito tu ayuda —le dijo, con su gruesa y autoritaria voz.

 

Alejandra recordó que sus amigos le golpearon y esta vez prefirió no ser tan odiosa con aquel hombre.

 

—¿Qué quiere ahora? —respondió con una mirada despreciable pero dispuesta a ayudarlo.

—Préstame tu lápiz, es urgente y no consigo quién me preste uno.

—Tome y quédeselo —dijo, entregándole el que llevaba en su mano, yéndose inmediatamente.