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Miss Pecados - Capitulo 3

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La tenía tomada de la cintura e invadía de besos su cuello y suaves mordiscos en su oreja izquierda. Ella intentaba resistirse, quería zafarse de él pero no se atrevía a rechazarlo. Sintió sus manos afianzarse en su cintura y con la punta de su pene totalmente erecto rozó su virginal sexo; sentía como si ese pedazo de carne le quemaba los labios vaginales.

—No, tío, por favor! —se quejó en voz baja, abriendo los ojos y dándose cuenta de que estaba soñando.

Lo primero que vio al despertar de aquel extraño sueño fue el reloj despertador que marcaba las 6:27, tres minutos antes de que la alarma se activara. Acababa de tener una pequeña pesadilla.

Mientras se duchaba recordó lo vivido apenas dos días atrás y deseó que todo aquello también hubiese sido parte de la pequeña pesadilla que logró despertarla. Su tío después de pedirle que se desnudara y luego de haberla besado y manoseado por unos segundos le había ordenado vestirse. Fue humillante; por un momento creyó que ya no la deseaba. De regreso a casa, guardó silencio durante todo el trayecto mientras oía las indicaciones de su tío. Lo primero que debía hacer era inscribirse en el gimnasio, algo que hizo al día siguiente. A su padre le pareció una buena idea, más cuando le dijo que su tío cubriría los gastos.

Era miércoles y con la primera de sus amigas que se topó al llegar al colegio fue Andreina. Ya todo había vuelto a la normalidad después del triunfo obtenido el pasado lunes. Varios chicos le saludaron al verla pasar, uno de ellos, un poco agraciado, le dijo en voz alta lo perdidamente enamorado que se sentía por ella. A continuación la risa de los que presenciaron la inédita y graciosa escena.

—Los tienes locos a todos! —le dijo su amiga, besándole ambas mejillas y tomándole del brazo, dirigiéndose ambas al salón de clases.

—Ay, no, ya vas a empezar otra vez —replicó ella, quizá un poco fastidiada de toda la atención que generaba su imagen.

—La fama, amiga, aprovéchala que no dura para siempre —dijo sonriéndole y volviéndole a besar, esta vez muy cerca de sus labios.

Aquel beso hizo incrementar las sospechas de Daniella de que su amiga y compañera de equipo era lesbiana, aunque no era algo que le molestase o afectase; no tenía nada en contra de las personas de orientación homosexual, a pesar de haber sido educada en una familia conservadora y cristiana. Tenía su propio criterio al respecto, el que obviamente no hacía público para evitar discusiones o disgustos con su familia y amistades religiosas.

Manuel veía cómodamente la televisión recostado en el sofá de la sala de estar, interrumpido frecuentemente por llamadas y mensajes de textos. Disfrutaba de su comodidad económica, se daba el gran gusto de no trabajar gracias a sus tierras y establecimientos comerciales. Era dueño de dos cibercafé, de una barbería muy popular en la ciudad, también de una cerrajería, una tienda de ventas de computadoras, una tienda de instrumentos musicales entre otros. Su poco trabajo diario consistía en constatarse de que todo fluyera correctamente, para eso tenía a cargo de sus negocios a personas muy trabajadoras y responsables; si alguno fallaba o notaba que no eran lo suficientemente eficientes los reemplazaba. Era un hombre que analizaba cuidadosamente tener que dar segundas oportunidades a quienes cometían errores.

Era bastante exigente y tal vez en eso consistía su éxito. Era cuidadoso en administrar bien su dinero y gracias a ello podía permitirse casi todos los lujos. Bebía poco, no fumaba y era muy celoso con su tiempo de dormir, muy pocas veces se había trasnochado en sus 38 años de edad lo que le ayudaba a mejorar su buena apariencia física. Perfectamente podía aparentar tener menos de 30 años. En ocasiones desempeñaba su profesión aunque eran contadas las ocasiones, no le hacía falta. Mientras leía el periódico y bebía su acostumbrado café negro de todas las mañanas, estaba ganando dinero, mientras atendía llamadas y respondía mensajes de textos sus cuentas bancarias se inflaban.

A lo largo de su vida había tenido innumerables amantes, chicas jovencitas, estudiantes, otras de su edad y hasta tuvo un amorío con una mujer casada mayor que él y que se complicó debido a que la chica se enamoró. Astutamente supo manejar la situación y mantener la relación en absoluta discreción, ella finalmente entendió que aquello no funcionaría, no podían seguir siendo amantes y que lo mejor para ambos era dejar de verse; ella continuó con su vida y permaneció con su pareja, de la que tenía un hijo.

Hacía dos días que había puesto en marcha un plan muy arriesgado: Someter psicológica y sexualmente a su hermosa sobrina. Un plan tan arriesgado como interesante y excitante. Sabía muy bien desde el momento en que se decidió a ejecutarlo que había más posibilidades de perder que de ganar pero por fortuna -la que siempre estaba allí sonriéndole- hasta entonces las cosas estaban saliendo muy bien.

La deseaba desde hacía dos años, cuando la pubertad ya hacía de las suyas. Sabía que estaba mal, su sobrina estaba prohibida para él por obvias razones pero aquel deseo iba en aumento a medida que ella se iba transformando en una hermosa adolescente. Comenzó a ganarse su aprecio y cariño haciéndole costosos regalos en fechas especiales para no levantar ninguna sospecha. En su último cumpleaños le regaló una laptop de las mejores y más costosas; había sido uno de los mejores obsequios hasta entonces.

A su padre y madre también les ayudaba económicamente; cuando veía que estos estaban en apuros no tardaba en ofrecerles su ayuda incondicional. Eran su familia, sentía la obligación de ayudarlos, además de que contaba con la facilidad de hacerlo, aunque su principal interés era el de mantener su imagen impecable ante la sociedad: el hermano ejemplar, exitoso, bondadoso, amigo, confiable.

Un fin de semana, pocos días después del cumpleaños 16 de Daniella lo pasaron en una playa cercana a dos horas de la ciudad y a la que solían visitar dos veces al año. Fue casi toda la familia, Daniella, sus padres, su tío Manuel, además de sus otros tíos con sus esposas e hijos. Oportunidad que Manuel aprovechó para presumir nuevamente de su status económico. Se encargó de cubrir la mitad de los gastos de viaje y estadía por los tres días.

Fue allí donde el deseo por su sobrina se volvió más que una obsesión. Verla en un discreto traje de baño de una pieza, ya que sus padres le habían prohibido usar el que tenía previsto, pues, les parecía demasiado provocativo. A pesar de eso, la hermosa figura de Daniella sobresalía por casi todas las demás chicas que allí disfrutaban del sol y el mar. En uno o dos años, estaría más linda, más bella y presumiría de un cuerpo envidiable -pensaba él- sin poder evitar una terrible erección que gracias a que estaba sentado en la arena podía disimular.

Podía tener a la mujer que deseara, a cualquier hora del día, podía tener incluso una mujer todos los días de la semana si así quisiese pero ninguna mujer le atraía tanto y le quitaba el sueño como lo hacía Daniella. Ese deseo de obtener lo inalcanzable, lo que estaba totalmente prohibido para él lo martirizaba todos los días que recordaba su sonrisa, su dulce mirada, su tierna voz, su hermoso y largo cabello rubio, su caminar, su energía al golpear el balón y enviarlo al campo del equipo rival con tal efectividad que lograba conseguir el punto ganador. Estaba enloqueciendo por ella y ninguna mujer podía aplacar aquel desenfrenado deseo.

Desde aquel entonces todo había progresado para bien de él, pues, ahora parecía tenerla a su merced, aunque tenía presente que había serios riesgos. Ella había obedecido su orden de inscribirse en el gimnasio, tenía un cuerpo hermoso pero el conformismo en él era lo que menos corría por sus venas; su sobrina se encontraba en plena adolescencia; con un poco de ejercicio físico podía llegar a ser más hermosa de lo que ya era.

Pudo haber disfrutado de ella ese día en que la tuvo desnuda frente a él si así hubiese querido, lo dudó por muy poco, deseaba más que nada hacerla su mujer pero consideró que no era el momento. No quería ofrecerle a ella una imagen de hombre sádico desesperado por tener sexo. Todo a su tiempo. Debía dejar muy claro que era él quien proponía y disponía.

Daniella se despidió de sus amigas en la entrada del colegio mientras esperaba a su padre, no tendría más clases por el resto del día y tenía mucha hambre.

En el trayecto a casa su padre le preguntó cómo estaban yendo las cosas en el colegio. Ella le contó de todo un poco, era un tipo de conversación rutinaria; muy buenas calificaciones, no se había metido en problemas, al contrario, todos estaban encantados con ella, gozaba de más popularidad que antes y dentro de unos días jugaría la final del torneo de voleibol. Su padre le pregunto si todo estaba bien a parte del colegio.

Quiso contarle toda la verdad sobre su tío pero fue imposible, estaba convencida de que si esos videos se hacían públicos su vida se desmoronaría, además se sentiría tan apenada con sus padres y demás familiares una vez que todos se enteraran. Claro, que su tío tampoco saldría bien de esa situación pero ella creía que a él le importaba poco el exponerse y lo creía capaz de publicar dichos videos. Su padre quedó convencido de que su hija gozaba de plena felicidad y tranquilidad, que no había nada de que preocuparse. Llegaron a casa, los esperaba el almuerzo ya preparado por su madre.

Llegó al gimnasio a las 3.15pm, vestía unos blancos monos ajustados que le cubrían hasta los tobillos, unos zapatos deportivos para la ocasión, medias tobilleras, un top que dejaba al descubierto sus brazos, hombros y también su estómago. No era la primera vez que vestía con tan ligera ropa, en el colegio lo hacía cuando tenía Educación Física, lo que le había generado críticas por compañeras que también eran cristianas de las más conservadoras y que asistían a la mima iglesia. Su padre -que era bastante conservador- evitaba confrontar a su hija aunque no aprobaba que vistiera con tan poca ropa a tan corta edad.

Era su primer día y de inmediato fue asistida por uno de los entrenadores que aunque bastante profesional no pudo evitar cortejarla, cosa que ella notó al instante. Pasados 30 minutos Daniella ya experimentaba sus primeras rutinas, un poco cansada y sudada pero se mantenía firme y con deseos de ir a por más. Durante esa primera media hora notó la mirada de varios chicos, le miraban sin disimulo. Ya estaba acostumbrada a ello, en el colegio, en la comunidad, en la calle, en el metro, en el bus, donde sea que iba allí estaban las miradas lascivas hacia ella.

Pensando en eso y mientras terminaba una rutina de abdominales recordó que dentro de media hora su tío pasaría a recogerla. En la mañana se lo había recordado por medio de un mensaje de texto de un número de teléfono desconocido. Meditando en el mensaje de su tío se despreocupó por las miradas de los chicos hacía su trasero mientras se acomodaba en una de las maquinas para una rutina de sentadillas hack.

Por más que no quería pensar en su tío ni en lo que tenía pensado hacer con ella, era inevitable, no podía borrar de su cabeza la escena en la que se quitó la ropa frente a él, todavía no podía creer que lo hizo. Recordó las caricias en sus brazos y los besos en su cuello. Ningún hombre le había tocado de esa manera hasta entonces, había tenido dos novios en el colegio pero todo se había limitado a pequeños besos en la mejilla y uno que otro beso corto en los labios, ninguno de ellos había sido tan atrevido como para tocarle los senos o cintura. Por esto Daniella no paraba de recordar aquella experiencia totalmente nueva para ella. Sabía que en cuestión de horas llegaría ese momento que extrañamente su tío había interrumpido dos días atrás y aún no entendía el por qué.

Pasaron las dos horas de rutina de ejercicios, un poco agotada y cansada se despidió de su entrenador y de algunos chicos que se le habían presentado y conversado, era fácil de suponer que con el pasar de los días ya le sobrarían los admiradores en el gimnasio.

Se subió a la camioneta sin saludarlo, eran poco más de las 5.30pm

—Supongo que ese es tu entrenador —le dijo él, y puso el auto en marcha—. Se te quedó mirando hasta subirte a la camioneta. Pero lo entiendo perfectamente. Tienes un cuerpo hermoso, que mejorará con el pasar de los días, además eres bellísima.

Daniella no comentó y se mantuvo callada, mirando hacia la ventana durante todo el trayecto a casa. Una vez en casa de su tío le diría que estaba cansada y agotada, que no tenía ganas de nada, si tenía que armar una escena dramática con lagrimas incluidas, lo haría, aunque a su tío probablemente no le importarían sus lagrimas, su estado físico y disponibilidad.  Ciertamente, no estaba tan agotada como cuando terminaba cada partido de voleibol, eso si era agotamiento físico; Daniella solo buscaba dilatar ese momento de intimidad con él.

Él le ordenó que llamara a su padre y le dijera que iría con su tío al cine y que regresarían a las 9.30pm. Su padre no se opuso aunque le preguntó si fue al gimnasio, a qué hora salió y dónde se bañó y cambió, respuestas que Daniella tuvo que inventarse al instante, nada complicado.

Subieron las escaleras hasta el primer piso donde había tres habitaciones. Entraron a la primera. Todo estaba sorprendentemente en orden. Supuso Daniella que la mujer que vió colocando la mesa hacía dos días atrás era la responsable de mantener todo tan ordenado y limpio, pues, según tenía ella entendido, la mayoría de los hombres son poco ordenados con sus habitaciones.

Todo el piso estaba alfombrado pero lo que le llamó enormemente la atención a parte del rico aroma que impregnaba toda la habitación, fue la cama. Grande, matrimonial, sabanas blancas y muy limpias, había cuadros hermosos en las paredes, entre otras cosas, un mueble que parecía bastante cómodo al lado derecho, alejado a unos 80 centímetros de la cama. Miró hacia el fondo y la habitación tenía su baño particular.

—Ahí está el baño. Estás agotada y cansada, refréscate un poco, tómate tu tiempo, esperaré aquí —dijo, sentándose en el mueble—, mientras veo la tele.

—No traje ropa para cambiarme —respondió en tono seco.

—Te esperaré aquí sentado, Daniella. Ve y date una ducha —le dijo sin mirarla, encendiendo la TV.

Ella entendió que su tío no caería en su juego de peros y excusas. Se arrepintió de haberse tomado aquellas fotos y grabado en aquellos videos, ahora estaba presa, debía obedecer. Caminó con su bolso hasta el baño, abrió la puerta…

—No, Daniella. Desvístete aquí, que yo te vea

Daniella cerró los ojos por un momento, respiró profundo, tenía que ser muy paciente, tenía que obedecer, no tenía alternativas. Se dio la vuelta, puso el bolso en la cama y empezó a quitarse poco a poco la ropa.

Él no miraba la tele, la veía a ella, cabizbaja, vencida, rendida, sumisa, parecía más hermosa sería que sonriendo.

Daniella volvió a quedar totalmente desnuda ante él que no pudo evitar tener una enorme erección al ver que esta vez Daniella traía su vagina totalmente depilada. Fue la segunda orden que le dio, llevar su vagina siempre depilada.

Recordó al instructor del gimnasio que se quedó perplejo mirándola mientras subía a la camioneta. Seguramente habría imaginado a su sobrina desnuda, pero era él quien estaba disfrutando de esa imagen personalmente.