miprimita.com

Miss Pecados - Capitulo 2

en Grandes Series

Daniella no lograba aún comprender que su tío había sido capaz de espiar su teléfono. Qué pensaría o cómo reaccionaría su padre al ver los videos. Eran tan comprometedores que Daniella se cegó, no pensaba con claridad que fácilmente podía salir de aquella situación, estaba muy nerviosa. Era suficiente con que su tío hubiera visto aquel contenido, pero por nada del mundo sus padres debían verlos y su tío estaba dispuesto a entregárselos ese mismo día. Sabía que podía llamar antes a su padre y contarle la verdad, que su tío había robado su teléfono y accedido a sus datos personales, su padre lo entendería e incluso se molestaría con él. Pero tenía miedo.

—No puedes hacerme esto —se quejó. No tienes ningún derecho a meterte en mis cosas personales. Todavía me cuesta creerlo.

—Eres una jovencita cristiana, una chica ejemplar, líder de tu salón de clases, de tus compañeras de voleibol y también del grupo de alabanzas de la iglesia de tu padre. ¿te imaginas que esos videos se hicieran públicos?

Daniella se puso más nerviosa. Cada cosa que su tío agregaba la hacía sentir más atrapada.

—No tenías que ver mis videos, lo que hiciste está mal y lo sabes y no es tu problema lo que yo haga con mi teléfono —dijo con voz sensible, quebrada.

—Pero es que lo que hiciste está mal, Daniella y tu padre tiene que enterarse y tomar una decisión al respecto, tu madre también debe saber en qué anda su hija.

—Te ruego que no les digas nada, no tienen por qué enterarse —dijo Daniella sabiendo ya que su tío estaba decidido—. Me dará mucha pena con mis padres, no pueden ver lo que ya tú viste, por favor.

Manuel comenzaba a sentirse victorioso, su sobrina comenzaba a ceder. Estaba acostumbrado a chantajear a las personas y había logrado obtener muchos beneficios por esta vía, casi siempre salía vencedor. Sabía que era un riesgo y que si Daniella pensaba con claridad podía zafarse de aquel chantaje. Sabía que ella podía odiarle después de lo que hizo, que aquello podía causarle problemas con su hermano y esposa y demás miembros de la familia pero su plan parecía ir por buen camino.

—Lo siento, Daniella. Pero insisto en que tus padres deben enterarse de esto.

Hubo silencio. Daniella se sintió perdida, descubierta, avergonzada porque su tío había visto su intimidad, sus rosados pezones adornando sus redondos y firmes senos, su sexo poblado de rubios vellos, desnuda en la cama o en la ducha, en poses muy sugestivas. Había más pero paró de recordar.

Volteó a mirar a su tío y le tomó por el brazo derecho.

—No lo hagas, tío —rogó ella. ¿No te parece suficiente con que me hayas visto? Te pido que no me hagas esto, por favor. Mis padres no pueden ver esos videos.

Detuvo la camioneta sin apagarla, frente a un pequeño local de venta de comida. La miró.  Estaba triste, apenada, avergonzada, dolida y además se sentía humillada. La tomó del brazo izquierdo y comenzó suavemente a acariciarla.

—¿Qué se supone que haces? —dijo ella apartando su brazo.

—Tienes muy lindos brazos, Daniella,  y me encanta tu color de piel.

—Eres un grosero, tío. No sé qué te está pasando para que hayas hecho todo esto y no conforme con eso quieres que mis padres estén al tanto y ahora me tocas de esta manera.

El volvió a tomarla del brazo y sus miradas se entrelazaron.

—¿Quieres que tus padres no se enteren de los videos? —le preguntó

—Suéltame —respondió ella zafándose nuevamente de él.

Daniella entendió que su tío la deseaba como mujer, no fue difícil deducirlo. Desde hacía varios meses atrás se había estado comportando muy atento con ella, le había obsequiado cosas sin motivo ni razón alguna y varias veces lo había visto cerca del colegio o viendo los partidos desde afuera, pues, las canchas estaban cerca de la Avenida. Además, era un hombre soltero.

Manuel vio que era el momento perfecto para terminar de dibujar y exponer su plan maestro a su sobrina, aunque contenía riesgos. Pero de eso se trata la vida de quienes logran sus objetivos, creía él: De tomar riesgos.

—Me he creado una cuenta en una página de videos para adultos muy conocida —comentó él, sin mirarle. Como si se estuviera dirigiendo a un grupo de personas—.  Pienso que sería mejor idea si subo los videos allí para que todos puedan verlos. ¿No crees tú, Daniella?

A Daniella se le aguaron los ojos y estuvo a punto de llorar pero se contuvo.

—¿Qué? —preguntó sorprendida por lo que acababa de escuchar

—Si. Pienso que voy a mostrarle los videos a tus padres y le diré que los vi en una página de videos para adultos y que fue allí donde los descargué.

Daniella no pudo contenerse más y comenzó a llorar. Cómo podía su tío pensar hacer tal cosa, avergonzarla no solo ante sus padres sino ante todo el mundo. Todos podrían tener acceso a esos videos, sus amigos y compañeros del colegio, de la comunidad, de la iglesia, sus demás familiares, todos. El hombre que siempre le daba lindos y caros regalos ahora la chantajeaba. Hacía menos de una hora que estaba feliz, contenta de haber tenido un exitoso día para festejar la victoria de su equipo, eso había cambiado por completo. Su tío estaba a punto de destruir su imagen si no accedía a sus  caprichos.

—No puedes, tío, no puedes hacerme esto. Soy tu sobrina. ¿Qué es lo que te pasa? —comentó con voz llorosa.

—No llores, tal vez no lo haga pero tienes que prometerme una cosa —respondió él con tranquilidad, sin sentirse incomodado por los lamentos y lagrimas de su sobrina.

—No tengo que prometerte nada, le diré a mi padre que has tomado mi teléfono y copiado mis datos personales.

Daniella parecía comenzar a pensar con claridad y se estaba defendiendo correctamente ante el chantaje.

—Está bien, hazlo. Pero mañana, cualquiera que ingrese a ese página para adultos podrá ver tus videos, incluyendo tus compañeros de colegio.

Era difícil para Daniella digerir el chantaje de su tío, no podía creérselo, su propio tío estaba decidido a exponerla ante el público sin importarle absolutamente nada.  Daniella continuó llorando y él guardo silencio durante unos minutos.

—¿Qué debo hacer para que desistas de tu idea? —preguntó ella, cabizbaja, rendida.

Manuel no encontraba qué responder, parecía que había logrado lo que quería: tener a su sobrina a su merced pero tenía que estar cien por ciento seguro de ello.

—Quiero que seas mía

Nuevamente hubo silencio, esta vez durante unos largos tres minutos. Daniella se quedó pensativa, con la mirada fija en su teléfono. Comenzaba a sentir odio hacia su tío por lo que le estaba proponiendo. Si se negaba, tenía que atenerse a las consecuencias. Todos se enterarían de sus videos, a menos que su tío no estuviera hablando en serio. La única manera de saberlo era negarse y esperar si su tio realmente actuaría. Tenía tanto miedo a que esos videos se hicieran públicos que no se atrevía a llamar a su padre y contarle lo que había pasado y lo que su tío pensaba hacer. Esa era la salida pero el miedo se había apoderado de ella por completo.

—¿Cuándo? —preguntó ella.

—Cuándo qué? —preguntó él.

—¿Cuándo vamos a…

—No es así, Daniella —comentó él—. No es el solo hecho de hacerte mía y ya.

—¿Y no es eso lo que quieres, cogerme? —preguntó siendo directa, cansada de tantos rodeos y de indirectas humillantes.

Él sonrió.

—Esta tarde le dirás a tu papá que quieres inscribirte en el gimnasio. Que no se preocupe por el pago, yo me haré cargo.

—Yo no quiero ir al gimnasio, ni que tú me lo pagues —respondió molesta.

—No estás entendiendo, Daniella. De eso se trata el que seas mía. Hacer lo que yo te diga a partir de ahora o publicaré los videos una vez que te haya llevado a tu casa.

Daniella se quedó callada. Estaba muy molesta. Cómo podía su tío hablarle de esa manera, tratarla como si fuera una cosa, algo qué manejar a su antojo.

—Espero que entiendas que no podemos estar discutiendo a cada rato lo que si estás dispuesta a hacer y lo que no. Serás mía y no puedes negarte, así es como funciona.

Daniella continuó callada.

—Si estás de acuerdo a obedecerme en todo a partir de ahora continúa callada, si vuelves a negarte no voy a caer en ese juego contigo y haré sin dudas lo que prometí.

Daniella se mantuvo en silencio y una lágrima le corrió por su mejilla desembocando en sus labios. Notó que iban de regreso a casa de su tío, ya estaban cerca.

—No has almorzado y yo tampoco, así que comeremos y luego te llevaré a tu casa.

Daniella había perdido las ganas de comer pero no quiso confrontar nuevamente a su tío con una respuesta negativa. Cuando entraron nuevamente a la hermosa casa, había una mujer morena, de unos 45 años poniendo la mesa y sirviendo el almuerzo, era la sirvienta de Manuel. Se sentaron a comer y Manuel le ordenó a la mujer que se fuera, que ya no la necesitaba por el resto del día.

Daniella almorzó callada, la comida estaba deliciosa, no podía desperdiciarla a pesar de lo incómoda y molesta que estaba. Su tío le sonreía de vez en cuando. Le parecía simpático a pesar de todo lo que había hecho y de lo que planeaba hacer. Cómo podía un hombre con la simpatía de su tío tener una mente tan corrompida. Eso podía entenderse en los hombres poco agraciados y desafortunados en la vida, con problemas mentales o con pocos recursos económicos, con problemas físicos y una mala autoestima pero su tío no calzaba en aquella extraña personalidad. Lo tenía todo, a excepción de una esposa.

Su tío seguía mirándole y sonriéndole. En qué momento le pediría que se desnudara para hacerla su mujer. Sería delicado con ella o brusco o tosco. Se daría cuenta él mismo que era virgen o tendría ella que decírselo una vez que estuviera desnuda frente a él. Lo harían en el sofá o en la alfombra, en el asiento de la camioneta o bajo la ducha, o en su cama.

—Creo que te ha gustado el almuerzo, no has dejado ni los huesitos —le dijo él, interrumpiendo sus pensamientos.

Aún molesta con él quiso seguir callada pero se decidió por contestar.

—Si, estuvo delicioso, gracias.

—Siempre que quieras comer delicioso, solo tienes que pedírmelo.

—Gracias —respondió ella—. ¿Dónde puedo lavarme?

Él le indicó el lavabo y se sentó en el sofá a esperarla. Cuando vio que volvía de regreso a la sala de estar le dijo:

—Quiero verte desnuda.

Acababan de comer y ya su tío estaba pensando en sexo. Sin duda alguna que los hombres solo piensan en sexo, sexo y más sexo.

—Solo quiero verte desnuda, Daniella. Nada más que eso— agregó, poniéndose cómodo en el sofá, alargando ambas manos sobre el mismo.

Daniella se quedó allí parada, a escasos dos metros de él, sin saber cómo responder o qué hacer. La petición de su tío la había tomado por sorpresa.  Iba vestida muy sencilla, con una franela blanca, un bluejean que le quedaba bien ajustado y sus converse cortos, color negro.

Quiso renunciar al chantaje, salir de aquella casa, tomar un taxi que la llevara de vuelta a casa pero sabía que no lo haría. No tenía el valor para hacerlo, el miedo la tenía vencida, ese miedo la tenía allí parada frente a su tío a punto de desnudarse.

Mirando hacia la estatua de la mujer desnuda se quitó la franela, ahora solo le protegía su brasier, también de color blanco. Su tío disfrutaba el momento, la seriedad de su sobrina y el nervio en sus manos al quitarse cada prenda. Daniella continuó, ahora desabotonándose los botones de su bluejean y luego bajándoselos lentamente hasta quitárselos por completo. De inmediato y sin ayuda de las manos se quito los zapatos, no cargaba medias. Ahora estaba en dos piezas delante de su tío que no perdía detalle.

—Hermosa, sexy —comentó. Continúa, Daniella.

Daniella se quitó lentamente el brasier, se tomó bastante tiempo en hacerlo. Su tío disfrutaba pacientemente cada movimiento. Qué hermosos senos, ahora los veía personalmente, redondos y firmes, rosados, delicados y vírgenes. Daniella iba colocando cada pieza en el mueble que estaba junto a ella. A continuación, suave y pausadamente se quitó su pantaleta, lentamente hasta quedar completamente desnuda. Luego, quizá por instinto se tapó con una mano su sexo y con la otra sus senos.

—No te cubras, eres hermosa

Daniella aparto sus manos y dejó al descubierto sus  senos y sexo. Era inútil cubrirse, su tío ya la había visto desnuda y en poses más sugestivas. Miró a su tío que tenía sus ojos puestos en todo su cuerpo, deseándola.

—Eres realmente deliciosa, Daniella —dijo mirándola con deseo.

Se levantó y se acercó a ella que permaneció inmóvil, aún incrédula por la situación en la que se encontraba. Caminó pausadamente y se colocó detrás de ella y comenzó a acariciarle ambos brazos al mismo tiempo bajando hasta llegar a sus manos. Daniella cerró sus ojos y no pudo evitar sentirse invadida. Aquella agradable sensación de otras manos acariciando sus desnudos brazos.  A continuación las manos de él se juntaron con las de ella y él le besó suavemente el cuello haciéndola estremecerse. Su cuerpo la traicionaba y reaccionaba sin querer a aquellos besos. Intentó como pudo evitar que su tío se diera cuenta del efecto que producía en ella sus delicados besos.