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El Cuaderno (10) - Rebelde

en Dominación

Alejandra despertó al día siguiente, completamente desnuda en su cama y con uno de sus consoladores a su lado lleno de sangre. Por un momento pensó que estaba loca. Se levantó rápidamente, estaba lloviendo y eran las ocho de la mañana. Salió de su habitación para verificar que la puerta tenía seguro. No encontró nada extraño, todo estaba en orden.

Regresó a su habitación recordando lo vivido el día anterior: el jardinero había abusado de ella. ¿Pero por qué el consolador estaba lleno de sangre? ¿Habría sido un sueño? Quizá el jardinero lo hizo para hacerle creer eso. Alejandra no sabía qué pensar, estaba demasiado confundida. Ya había tenido sueños eróticos con un hombre parecido al jardinero pero lo del día anterior era demasiado real como para considerarlo un sueño.

Cómo comprobar que no fue un sueño, se preguntó. Buscó las toallas que usó cuando salió de ducharse y las encontró en el baño, tendidas, confundiéndose aún más. Sabía que el jardinero había abusado de ella pero no estaba del todo segura, le parecía una locura que todo aquello fuera un sueño pero no podía probar que aquel hombre abusó de ella. No había manera de hacerlo. Por mucho que pensó en preguntar a los vecinos si vieron al hombre del carro estacionado frente a su casa, desistió de esa idea. Tampoco iba a comentarle algo a Juan Carlos, mucho menos a sus compañeras de clase a las que trataba muy poco.

Pasaron seis días y Alejandra no comentó esto con nadie, ni amigos, ni familiares. Los sueños eróticos cesaron pero el deseo sexual que le atacaba todas las mañanas continuó. En ese transcurso de la semana vio como tres veces al jardinero, quien no se mostró interesado en buscarla y hablarle cuando ella pasó cerca de él.

A Juan Carlos si le vio todos los días en la cafetería o al citarse en los pasillos una vez salían de clases. No hubo besos, no hubo planes de citas, no hubo coqueteos. Alejandra llegó a pensar que Juan Carlos estaba interesado en otra chica, pues, las conversaciones pasaron a ser menos interesantes.

El jardinero veía cómo sus planes salían a la perfección gracias al mágico cuaderno. Juan Carlos no tenía la voluntad de seducir a Alejandra, de robarle al menos un beso, de continuar lo que hasta la semana pasada había estado haciendo, conquistarla. Alejandra había olvidado que el jardinero eyaculó dentro de ella, era la única manera de probar y estar segura de que él abusó de ella. El jardinero lo especificó en el cuaderno; ella olvidaría que él se corrió dentro de ella.

A pesar de toda la confusión que rodeaba a Alejandra, decidió continuar en esa casa, actuaría con más cautela, cerrando la puerta de su habitación cada vez que saliera y entrara y manteniendo siempre cerrada la puerta principal.

Llegó el día domingo y antes que la alarma la despertara lo hicieron esas ganas inmensas de tener sexo que se apoderaban de ella todas las mañanas. Sin poder evitarlo, buscó uno de sus consoladores y lo introdujo en su vagina ya húmeda. Llegó a su mente lo que todavía no sabía si fue un sueño o fue real, no podía evitar recordar aquel momento en que el jardinero la llevó al placer y la locura, produciéndole intensos orgasmos en tres ocasiones.

Se permitió fantasear con el hombre que odiaba, el hombre que le había dado el mejor sexo de su vida, aunque era el único hombre con el que había estado, el que le había robado su virginidad. Pero luego su mente era invadida por la idea de que no fue el jardinero sino el producto de su imaginación y esos sueños eróticos los que la llevaron a perder su virginidad por medio de su consolador, el mismo que esa mañana estaba llevándola al placer.

Pasó toda la mañana totalmente desnuda en casa, después de darse un baño preparó el desayuno, vio la tv y volvió a jugar con sus consoladores. Si a Juan Carlos se le hubiese ocurrido visitarla esa mañana, probablemente hubiesen tenido sexo, pensó sonriendo.

En la tarde vinieron a buscarla unas amigas de la universidad; Carolina, era la que conducía, Lucía, Gabriela y Jessica le acompañaban. Habían planeado ir a casa de una de ellas a estudiar toda la tarde, luego irían a pasear por la ciudad visitando los centros comerciales. Trajeron a Alejandra de vuelta a casa cuando ya eran un poquito más de las 22.00 horas.

Una vez que se despidió de ellas y vio alejarse la camioneta tocando la corneta, decidió entrar a casa, estaba totalmente sola la calle. Entró y dejó la puerta abierta, se dirigió a la cocina, abrió la nevera y se sirvió un poco de agua. Mientras se bebía el vaso de agua, escuchó que un carro se estacionaba al frente, podía verlo desde la cocina. Se fue acercando hasta llegar a la puerta y ver que quien se bajaba del carro era el jardinero.

Vestía ligero, una camisa azul manga corta, un short beige y zapatos deportivos. Se le quedó mirando. El jardinero abría las rejillas y se dirigía hacia la puerta principal, donde ella estaba parada.

—¿Se puede saber qué hace usted en mi casa y a esta hora de la noche? ¿y quién le dio permiso para entrar? —le preguntó muy molesta al ver que el jardinero entraba con toda la confianza del mundo a su casa, sin saludar, sin pedir el permiso de hacerlo

—Hola, Alejandra

Alejandra dio dos pasos atrás y le tiró la puerta en la cara pero el jardinero reaccionó rápidamente y poniendo un pie delante evitó que la puerta se cerrara. Ella desde dentro empujaba pero él pudo más que ella y logró entrar, sin hacerle daño.

—¿Qué le pasa? ¿Está loco? Lárguese de mi casa, abusador

Alejandra recordó lo que para ella había sido un sueño y tuvo miedo, pues, se encontraba en una situación parecida y sabía muy bien que esta vez no estaba soñando

—No sabes cuánto me excita lo odiosa y rebelde que eres

—Estúpido, sádico —le dijo, mirándole con odio.

El jardinero cerraba la puerta con seguro, pues, Alejandra había dejado las llaves colgadas del lado interior de la puerta.

—¿Qué hace? Váyase! —dijo, con miedo retrocediendo, pues, el jardinero le miraba sádicamente y avanzaba hacia ella.

—Me gustas demasiado, niña

Alejandra retrocedía asustada al ver que el jardinero se aproximaba a ella. Le tiró el vaso de agua a la cara y corrió hasta la cocina a buscar algo con qué defenderse. Él fue tras ella y la alcanzó tomándola por la espalda, agarrándola de los brazos.

—Suélteme! —gritó Alejandra. Pero su grito no fue lo suficientemente fuerte para que alguien aparte del jardinero pudiera escucharle. Continuó gritando, pidiendo auxilio pero el tono de voz no era amenazante para el jardinero.

—Nadie te va a oír y yo no voy a hacerte daño, niña malcriada. Solo quiero que te vuelvas loquita cuando te haga mía —le susurraba al oído.

La liberó de sus fuertes brazos y la tomó por la mano derecha, la llevaba caminando a su habitación. Ella intentaba zafarse de él, resistiéndose a caminar, le pegaba manotazos en la mano, en la espalda pero era inútil. Se tiró al suelo para evitar ser llevada a la fuerza pero el jardinero la cargó quedando ella de espaldas a él que la tenía agarrada de la cintura y brazos, sacudiéndose, resistiéndose lo más que podía. Ella continuaba gritando y pidiendo auxilio pero sus gritos eran demasiado débiles. Le costó hacerla entrar a su habitación por la resistencia que ella ofrecía. Se recostó en la cama con ella sin poder moverse, pues, él estaba sobre ella.

—Me encanta que te resistas, me vuelves loco

—Suéltame, infeliz.

—Déjate llevar, niña. Vas a disfrutar, ya verás que si

A pesar de que intentaba zafarse de él, sabía que era inútil, él podía más, era un hombre fuerte, con grandes manos y musculosos brazos. Se resistió mucho para que él no la despojara de su franela blanca y de su pequeño brassier para luego intentar evitar que le quitara el jean y la panti, ambos al mismo tiempo. En pocos segundos ya estaba totalmente desnuda cubriéndose y sin dejar de insultarlo por lo que estaba a punto de suceder. Iba a violarla

El jardinero se levantó y ella aprovechó para ir hasta su ventana y pedir ayuda pero su débil voz no le ayudaría en ese momento.

El jardinero había escrito en el cuaderno que si ella intentaba gritar, su voz saldría tan débil que nadie a más de tres metros pudiera oírle. Ella continuó gritando, creyendo que algún vecino cercano oiría su voz. Eso no iba a suceder.

Ya el jardinero se había desnudado completamente y volvió a tomarla de las manos, cargándola y llevándola nuevamente a la cama donde la recostó, esta vez quedando frente a frente pero él de pie fuera de la cama. La tomó de las piernas y las separó dirigiéndose su pene ya erecto a la entrada de su vagina. Alejandra intentaba alejarse como podía para evitar la penetración entonces él la tomó por la cintura y la acercó hasta él, luego puso ambas manos en sus piernas a la altura de sus muslos y el pene quedó en toda la entrada de la vagina.

Alejandra gritó de dolor cuando el jardinero introdujo sin delicadeza su grueso pene en ella y comenzó a ir y a venir. Ella dificultaba la penetración resistiéndose, él entonces se inclinó hacia ella quedando cara a cara sin dejar de penetrarla y ella lo abofeteó con fuerza. Esto no evitó que el dejara de penetrarla a pesar de que la bofetada le dolió, entonces le propinó otra bofetada más fuerte y luego sintió un golpe en la boca. Logró romperle el labio inferior.

El jardinero se detuvo y la agarró con fuerza de ambas manos y esta vez si no había manera de zafarse ni de resistirse, quedó totalmente indefensa, con sus manos atrapadas en las manos del jardinero y su vagina siendo castigada una y otra vez.

El jardinero se mantuvo en silencio, mirándola fijamente mientras entraba y salía de ella, pasando su lengua por el labio que sangraba un poco. Ella le miraba con odio y con la impotencia de poder liberarse. El jardinero aceleró las embestidas y comenzó un vaivén bastante salvaje.

Cada tantos segundos solo la escuchaba quejarse de él, pedirle que la soltara pero se iba dando cuenta de que sus penetraciones estaban logrando que ella comenzara a ser victima de sensaciones placenteras.

El jardinero parecía una maquina, no se detenía en aquella salvaje penetración y ella cerró sus ojos, no quería sentir placer, no con él. El aprovechó que ella se había rendido un poco y se inclinó un poco más sobre ella quedando totalmente encima y comenzó a susurrarle al oído sin parar de ir y venir dentro de ella

—Te das cuenta, que te gusta, que te encanta que te cojan bien rico

Alejandra no le respondió e intentaba no gemir para no demostrarle a él ningún gesto placentero pero era difícil. El jardinero continuó y ella ya no podía esconder el placer del que era victima

—Suéltame ya, por favor

—¿En serio quieres que te suelte?

El jardinero saboreó sus pequeños senos y chupó sus rosados pezones que estaban muy duritos confirmando así el placer que debía estar sintiendo aquella niña odiosa.

El jardinero la levantó y quedando él de pie a un lado de la cama y ella en sus brazos la continuó penetrando.

Su brazo derecho rodeaba y sujetaba su espalda y con la derecha la tomaba de la cintura para facilitar la penetración

Ella le miraba y él podía notar el estado de placer en sus ojos y sus gestos. Lo estaba disfrutando pero continuaba pidiéndole que la soltara

El jardinero acelero y aquel ritmo frenético logró que Alejandra dejara de luchar consigo misma y comenzó a jadear y gemir. El jardinero continuó con los movimientos, disfrutando de la cara de placer de ella.

Alejandra dio corto pero fuerte grito y el jardinero sintió como su cuerpo se movió bruscamente, lo que le indicó que ella había llegado al climax.

La bajó de sus brazos y de inmediato la puso en posición de perra, en la punta de la cama quedando el fuera, de pie. Y sin tardar volvió a penetrarla. Viendo que ella estaba un poco vulnerable debido al estado de placer, la tomó por ambas manos y quedó a su merced. Comenzó de nuevo el vaivén y la posición en que la tenía era morbosa. En cuatro, como una perra y con sus manos hacia atrás, atrapadas en las de él.

Ella hubiese podido fácilmente liberarse si movía las piernas dejándose caer pero no lo hizo. Estaba disfrutando y a pesar de que sabía que aquel viejo sádico la estaba violando.

Se dejó hacer, se dejó llevar, aquel hombre no la había maltratado aún cuando ella si lo hizo, abofeteándolo dos veces y rompiéndole el labio de un golpe. Aquel hombre la estaba llevando al cielo en cada penetración y qué bien se sentía.

El jardinero guardaba silencio, solo se oían los gemidos de ella y la fricción de los sexos. El jardinero estaba enloquecido por la posición en que se la estaba cogiendo.

Sin abandonar la posición la liberó de sus manos y la tomó de sus senos levantándola un poco hacia él. Continuó cogiéndosela con frenesí pero ahora disfrutaba de sus gestos faciales muy cerca de él y le susurraba al oído lo rico que era cogérsela.

Fue entonces en esa posición que aceleró las penetraciones y notando que ya estaba por correrse, la apresó en sus fuertes brazos siendo imposible para ella poder zafarse y sucedió.

Comenzó a jadear mientras su semen la invadía y la llenaba, ella le pidió que se alejara porque la iba a dejar embarazada pero él ignoró una vez más sus quejas y debido al orgasmo por el que estaba pasando se recostó a la cama quedando encima de ella y allí en esa posición esperó recuperarse. Ella volvía con los insultos y le pedía que por favor se retirara de ella.

Minutos después, el jardinero se vestía mientras ella le observaba cubriéndose con sus sabanas, recriminándole lo sucedido y amenazándolo con denunciarlo.

El jardinero se fue sin decir una sola palabra, ella le vio alejarse desde la ventana.

Alejandra pasaría la noche muy pensativa por todo lo sucedido hasta que se quedó dormida casi a la una de la madrugada.