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El Cuaderno (capitulos 7 y 8)

en Dominación

Capitulo 7 - El sueño

El jardinero despertó muy malhumorado, pues, el reloj no sonó a la hora prevista y ya eran poco más de las 10 de la mañana del día domingo. Se dio cuenta de que había configurado la alarma a la hora incorrecta.

Molesto consigo mismo, buscó en el bolso donde había guardado el cuaderno, se sentó en la cama y comenzó a escribir. Pensaba y escribía, no quería que nada le saliera mal en el transcurso del día.

Una hora después ya tenía su plan bien elaborado, llamó a un amigo al que pidió prestado su carro, aunque no sería un préstamo, tendría que pagarle algo de dinero por usarlo todo ese día. Más tarde bastaría con escribir unas pequeñas líneas en el cuaderno librándose de tener que pagarle. Pudo haberle manipulado antes de pedir el carro prestado pero prefirió hacerlo con la mayor naturalidad, usando el cuaderno lo más mínimo posible. Así trataría de actuar en cada objetivo que se trazara.

Cuando faltaban pocos minutos para las 13.00, se fue a casa de Alejandra, astutamente había conseguido la dirección durante la semana. Llevaba el cuaderno en el asiento de atrás.

Era una de esas urbanizaciones muy desiertas, todos sus habitantes en sus casas, las calles bastante solas, además, era domingo, la mayoría se lo tomaba para descansar, visitar familiares o salir al centro de la ciudad. Mientras veía el papel donde tenía anotada la dirección exacta de la casa de Alejandra, pasó frente a una cancha de baloncesto, había 4 chicos adolescentes disputándose el balón.

A la siguiente manzana se detuvo, podía ver la casa de Alejandra pero decidió estacionarse unos metros antes, frente a una casa que parecía abandonada, lo supuso por el estado en el que estaba, rodeada de escombros y monte muy crecido.

Se quedó observando, detallando el lugar. Pasaron 15 minutos y nadie había salido de sus casas, no se oía ni siquiera a un perro ladrar, demasiado tranquilo aquel lugar.

Sacó el cuaderno y escribió:

-Alejandra

-Hora: 13.05

-Saldrá de su casa durante un minuto, luego entrará dejando la puerta sin seguro. (Si está con otras personas hará que ellos le acompañen hacia fuera).

Necesitaba confirmar que Alejandra estaba en casa, de no ser así, lo escrito en el cuaderno se borraría, quedando sin efecto. En las instrucciones decía claramente que "solo surtirían efecto las manipulaciones que estuvieran al alcance de un ser humano". Si Alejandra no estaba en casa, era ilógico e imposible que lo que había escrito el jardinero sucediera. Lo escrito se borraría.

Miró el reloj, ya eran casi las 13.05. Puso sus manos en el volante y esperó pacientemente mirando hacia la rejilla de entrada de la casa de Alejandra. 15 segundos después, Alejandra salía de casa, llevaba un mini short verde ajustadito que le hacía marcar bien sus nalgas, una franela blanca, su cabello suelto y andaba descalza.

Ella vio el carro blanco estacionado a escasos metros de casa y se quedó mirando con cierta curiosidad. El jardinero sonreía al mismo tiempo que le daba un beso al cuaderno. Ella no podía verle debido a que el carro tenía vidrios ahumados. Pasó un minuto exacto y ella volvía de nuevo a casa dejando la puerta sin seguro.

El jardinero se quedó meditando y planeando su próximo paso, ya al menos sabía que Alejandra estaba sola en casa. Encendió el carro haciendo el mínimo ruido y avanzó poco a poco hasta estacionarse frente de la casa de Alejandra. Apagó el carro y se quedó allí un rato más, observando a su alrededor, no quería que nada le saliera mal, no quería ser visto por nadie. Esperó cinco minutos más y comenzó a escribir otros detalles.

Alejandra no llamaría a nadie ni invitaría a nadie a casa, así nada estropearía su plan y todo saldría perfecto, como él quería.

—Te voy a dar una buena cogida. A las presumidas como tú hay que hacerlas disfrutar como debe ser —decía, mientras miraba hacia la puerta de la casa de Alejandra.

Ya eran casi las 13.15, había llegado el momento de entrar a esa casa, ya había esperado demasiado.

Bajó del carro y se dirigió a la entrada de la casa, llevando consigo el cuaderno. Abrió las rejillas con cuidado pero rápidamente, caminó unos pasos y la puerta de entrada estaba como lo esperaba: semi abierta. Estaba casi seguro de que nadie le vio entrar.

Una vez dentro de casa, cerró la puerta con seguro, Alejandra había dejado las llaves pegadas. Se dio la vuelta, estaba el juego de muebles, una mesita en el centro. A la izquierda una puerta, supuso que era una habitación, a la derecha había otra. La cocina después de la sala de estar, al frente de él. Se preguntaba cual sería la habitación de Alejandra.

La puerta a la derecha tenía un afiche de Kurt Cobain, por lo que dedujo que debía ser esa la habitación de ella. La abrió con cuidado, ya podía oir la música de la TV que estaba encendida. Entró a la habitación a la misma vez que se giró para cerrar la puerta y exclamar:

—¡Virgen Santísima! ¡Diooooos miooooo!

Alejandra estaba dormida, boca abajo y completamente desnuda.

—¡Qué niña tan deliciosa!

El jardinero se había sobre excitado al encontrarse en aquella escena, Alejandra tendida en cama boca abajo, desnuda, con un pie que sobresalía de la cama y su otra pierna semi doblada; en una de sus manos tenía el control de la TV, su otra mano le cubría la cara.

Recordó que la última mujer con la que estuvo tenía más edad que él, una prostituta conocida que vivía en el mismo vecindario que él, de hecho, fue con una prostituta que perdió la virginidad. Algunas veces también se follaba a su vecina, cuando el esposo de esta se desaparecía de casa a gastarse el sueldo en bebidas alcohólicas. En su juventud jamás tuvo la suerte de conquistar a una chica de su edad por lo que tenía que acudir a prostitutas para calmar sus perversos deseos carnales.

Se acercó y suavemente fue acariciando las piernas de Alejandra. Qué suave, qué tierna piel. Sus manos se posaron en sus nalgas las que amasaba una y otra vez. No se lo creía todavía, su pene estaba a punto de romperle el pantalón.

Alargó su mano y le quitó el control de la TV, apagándola. La habitación quedó en total silencio, apenas el ruido del aire acondicionado.

—¡Dios mio! este bomboncito se ve muy delicioso.

Se tomó una pausa para quitarse el short, los zapatos deportivos y la franela. En 30 segundos ya estaba completamente desnudo, la ropa tirada en el piso y su pene totalmente erecto, palpitando.

Subió a la cama y poco a poco se fue colocando encima de ella, comenzó a besar su suave espalda adornada de  pequeñitas pecas. Le daba pequeños besos muy delicados, besaba sus hombros y se enloquecía por lo bien que olía aquella jovencita que continuaba rendida en un profundo sueño inducido.

El jardinero le dio la vuelta y acomodó sus piernas para que se alternaran con las de él, ahora la tenía de frente, a su disposición, viendo muy de cerca sus senos pequeños bien formaditos. Tomó sus piernas y las fue trayendo hacia él. Su pene estaba a centímetros de su vagina, se acostó sobre ella y le susurraba al oído aunque ella no podía oírle.

—Debes estar teniendo un sueño muy excitante. —le susurró al oído. Te va a gustar tanto ese sueño como a mi me va a encantar cogerte dormidita.

Se agarró su grueso pene y lo fue colocando en la entrada de su vagina. El roce lo enloqueció, ya deseaba penetrarla, no aguantaba un segundo más.

Capitulo 8 - Cuerpo vs Mente

Una vez su pene quedó adherido a su vagina, se inclinó hacia ella con mucho cuidado de no penetrarla bruscamente. Quedó recostado sobre ella que aún permanecía profundamente dormida. La tomó de su hermoso cabello castaño y giró su tierno rostro de manera de quedar cara a cara. Mirándola fijamente decidió empujar un poco su pene.  Un pequeño movimiento de cadera y el pene avanzó con algo de dificultad, volvió a intentarlo y sintió la misma resistencia.

—Es virgen, dedujo. Este bomboncito es virgen.

Se alejó un poco y con sus dedos comenzó a explorar su sexo, confirmando así su pureza, su virginidad. Qué hermoso regalo de los dioses, pensó emocionado. Pocos hombres en este mundo son afortunados de ser el primer hombre en la vida sexual de una mujer, de disfrutar sus primeros gemidos, sus primeros gestos de placer  mezclados con dolor. El jardinero se sintió tan afortunado de pertenecer a ese limitado club. Alejandra no le olvidaría jamás.

Se quedó pensativo. Estaba decidido a desvirgar  a Alejandra en aquel momento, a ser el primer hombre que la hiciera mujer. Lo que lo detenía era idear la manera más interesante de hacerlo.

Pasados unos minutos comenzó a escribir en el cuaderno, anotando nuevos detalles. Estaba terminando de escribir cuando escuchó que tocaban a la puerta. Tomó su ropa que había dejado en el suelo y salió apurado de la habitación y corrió inmediatamente a la otra habitación. Allí esperó encerrado mientras Alejandra despertaba confundida del sueño inducido. El jardinero estaba molesto. No se imaginó que Juan Carlos vendría a visitar a Alejandra. Aunque debió suponerlo, olvidó tenerlo en cuenta.

Escuchó cuando Alejandra le invitó a pasar.

—¡Mi amor! No te esperaba por aquí, pasa. Disculpa que ande fea pero me acabo de despertar.

—¿Fea? ¿Dónde eres fea? ¿Qué parte de ti?

—Jajaja, tonto.

Alejandra vestía un top blanco y el mismo short verde ajustadito, se le marcaba su pequeño pero hermoso e irresistible trasero. Coqueteó con él cuando notó cómo él se la comía con la mirada. Era una provocadora, lo sabía y le encantaba esa sensación de saber que podía atrapar a los chicos con su encanto y su figura.

Juan Carlos tenía unas inmensas ganas de besarla pero el carro estacionado al frente había invadido sus pensamientos.

—¿De quién es ese carro? ¿Tienes visita?

—¡No! —respondió sorprendida al ver que el carro que había visto minutos antes ahora estaba estacionado justo frente a su casa; delante de este, el carro de Juan Carlos.

Conversaron como por 10 minutos. Juan Carlos tenía unas ganas inmensas de besarla, estaba seguro de que ella le correspondería. Lo supuso por las miradas y la manera de sonreír de ella mientras él hablaba, pero algo le impedía avanzar.

Era el jardinero haciendo de las suyas. Ya había escrito más detalles en el cuaderno, prohibiendo a Juan Carlos poder besar a Alejandra, tener sexo con ella, visitarla durante los próximos días.

Juan Carlos se levantó del sofá despidiéndose repentinamente de ella. Por alguna extraña razón que aún no terminaba de comprender decidió que tenía que irse Ella sin entender su reacción le preguntaba insistentemente por qué se iba tan rápido.

Ya de camino a casa, Juan Carlos iba muy  confundido, era un joven muy inteligente y no entendía lo que estaba sucediendo, la manera en que estaba actuando, el despedirse de Alejandra tan pronto, aquel carro que vio al frente de su casa. Qué estaba pasando, se preguntaba una y otra vez.

Alejandra cerró la puerta y se fue a su habitación. Tampoco comprendió lo extraño de aquella visita inesperada y fugaz.

Se desnudó tirando al suelo lo que llevaba puesto, tomó la toalla y se metió a la ducha.  Cantó, bailó y sobre todo pensó en Juan Carlos, era un chico guapo y además, estaba enamorado de ella. Pronto serían novios, estaba segura. Era cuestión de una visita sorpresa más o de una invitación a cenar durante la próxima semana.

Una vez que terminó de ducharse, se miró por unos segundos en el espejo del baño, colocó una toalla en su cabello, tomó otra para cubrir su cuerpo y se fue camino a la habitación.

Abrió la cortina que separaba la entrada del baño de su habitación y quedó paralizada del susto cuando vio que había un hombre acostado en su cama viendo la TV que había dejado encendida antes de ducharse.

No tardó ni un segundo en reconocer a aquel hombre.

—¿Qué hace usted aquí y en mi cama? —preguntó, asustada pero con voz firme y muy molesta.

El jardinero sonrió, al mismo tiempo que se acomodaba sentándose en la cama, quedando frente a ella, a escasos tres metros de distancia. La miró de arriba abajo, solo podía ver sus pies descalzos, sus piernas hasta las rodillas y sus brazos humedecidos con pequeñas gotas descendiendo por su bronceada piel.

—Vengo a hacerte mi mujer —le respondió con tranquilidad, sin hacer ningún gesto facial.

Alejandra se asustó mucho más de lo que ya estaba. Pensó lo peor. Ese viejo estúpido iba a abusar de ella.

—Salga de mi casa ahora mismo o gritaré.

Alejandra permanecía inmóvil y a pesar de lo asustada que estaba, no lo parecía, no quería que aquel hombre la notara nerviosa.

—No gritarás. Aún si lo deseas no lo harás.

—Lárguese de mi casa, no lo volveré a repetir y gritaré —le dijo ella, alzando su mano derecha, señalando con su dedo índice hacia la puerta de su habitación.

—Quítate la toalla y tírala al suelo. También la que llevas en tu cabello —le ordenó

En cuestión de centésimas de segundos, Alejandra experimentó por primera vez en su vida una lucha interior: su mente contra su cuerpo. ¿Cómo se atrevía aquel hombre a ordenarle que se desnudara frente a él?. ¿Qué le hacía creer a aquel hombre que ella se desnudaría?. Al mismo tiempo que pensaba todo esto, sus manos contradecían sus pensamientos. Su cuerpo le traicionaba, obedeciendo la orden del jardinero. Se estaba desnudando ante él en contra de su voluntad. Quiso recoger la toalla que ya había caído al suelo pero su cuerpo no respondió a su deseo.

—¿Qué sucede? —se preguntó confundida y asustada mientras cubría sus senos y su sexo con sus manos.

Se quedó mirando al jardinero con mucho miedo. Este se le había quedado mirando al tiempo que dibujaba una sonrisa malévola en su rostro.

—Ya te lo dije, bomboncito. Vengo a hacerte mi mujer.

Alejandra quiso gritar, quiso correr pero su cuerpo se rehusaba a obedecer sus pensamientos. Estaba aterrada, confusa, nerviosa, incrédula.

Esto no está pasando, se repetía constantemente en su cabeza. Esto tiene que ser una pesadilla.

—Acércate —le ordenó.

Nuevamente en cuestión de centésimas de segundos, su mente confrontaba con su cuerpo. No deseaba caminar hasta él pero lo estaba haciendo. Quería huir pero no hacía otra cosa que obedecer aquella orden. Quería gritar pero le era imposible.

Cuando el jardinero la tuvo a muy pocos centímetros frente a él la tomó de ambas manos y pudo verla completamente desnuda. Ella suspiró aterrorizada y una vez más deseó poder gritar, pedir ayuda. Entonces recordó lo que le dijo el jardinero: “Aún si lo deseas, no lo harás”

El jardinero la observó nuevamente de arriba abajo.

—¡Qué bomboncito tan delicioso me voy a comer!

Qué está sucediendo, continuaba preguntándose así misma. No puedo gritar, correr, huir, pedir ayuda. ¿Por qué obedezco a este hombre? Va a abusar de mi y no hago nada para evitarlo.

Sin levantarse de la cama, el jardinero le ordenó que se arrodillara, mientras tanto él se desnudaba completamente ante ella que miraba hacia el suelo totalmente incrédula, casi rendida a lo que estaba por sucederle. El jardinero tiró toda su ropa al suelo, volviéndose a sentar en la cama, quedando nuevamente frente a ella que ahora estaba arrodillada.

Verla en esa posición hizo que su pene tuviera una buena erección.

—Dime una cosa. ¿Se la has chupado a alguien?

Se sintió ofendida por aquella pregunta y sobretodo por quien se la estaba haciendo. Deseó responderle de muy mala manera pero no pudo.

—No —respondió, sin mirarle

—O sea, ¿seré el primero?

—No quiero —respondió astutamente para no decir que si.

—Pero lo harás y te encantará

Hubo un pequeño silencio, Alejandra no quería seguirle el juego morboso de preguntas y respuestas.

—Acércate un poco más, apoya tus manos en mis piernas y chúpame el pene

Por enésima vez pensó en gritar, correr y escapar de aquella situación en la que estaba pero lo único que hizo fue echarse un poco hacia delante, apoyar sus manos en las velludas piernas de aquel hombre al que odiaba con todas sus fuerzas y sin experiencia alguna, sus labios atraparon el glande de aquel grueso pene totalmente erecto. Comenzó a chuparlo poco a poco y sin experiencia, metiéndoselo a la boca hasta donde podía para luego sacarlo y volverlo a chupar.

Esto enloqueció al jardinero que jadeaba y disfrutaba mirando a su hermosa victima comerse su sexo. Le ordenó hacerlo mejor a lo que ella respondió sin ninguna resistencia.

Alejandra continuaba en su lucha interna, por primera vez le estaba haciendo sexo oral a un hombre, en contra de su voluntad. Pensó en que si aquello era una pesadilla tenía que acabarse lo más pronto posible.

—¡Oh si!, lo estás haciendo muy bien para ser tu primera vez.

Era cierto, Alejandra no paraba de chuparse aquel grueso pene y lo hacía muy bien, esta vez con la ayuda de su mano derecha, pues, Sebastián se lo sugirió. No quería escuchar de él lo bien que se lo estaba mamando, no quería escucharlo jadear y saber que sus chupetones lo estaban llevando al éxtasis pero entendió que no era dueña de su cuerpo en aquel momento y pensó que debía estar hipnotizada, a pesar de que la posibilidad de que personas pudieran estar bajo hipnosis siempre le había parecido una idea absurda.

Unas indicaciones más del jardinero y Alejandra le estaba dando el mejor sexo oral de su vida. El jardinero jadeaba enloquecido mientras ella lo estimulaba como toda una profesional. Cuando sintió que casi estaba a punto de estallar, le ordenó que parara.

—Qué rico mamas, bomboncito. Eres la mejor.

—¡Viejo estúpido! —respondió ella sin mirarle.