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Miss Pecados - Capitulo 7

en Grandes Series

Madre e hija juntas, caminando despacio por uno de los pasillos centrales del centro comercial C.C La Trinidad, uno de los más grandes y concurridos de la ciudad, observando con detenimiento los diferentes locales. Hacía ya varios meses que no salían juntas de compras.

—Conchale, Daniella, date cuenta como te miran los chicos; te dije que no te vistieras con tan poca ropa. Parece que siempre se te olvida que eres cristiana.

 

Daniella vestía una franela de marca, ajustada y un jean corto bastante minúsculo que dejaba mucho a la imaginación. Su madre en casa le insistió reiteradas veces que así no podía salir con ella pero Daniella le convenció de que no era para tanto. Llevaba puesto sus nuevos converse, los que su tío le regalo.

—Ay, mamá, tú eres demasiado aburrida. Déjame vestir como yo quiera, vale —Se quejó Daniella frunciendo el ceño.

Desde hacía ya poco más de un año que ser la hija del Pastor le estaba pareciendo bastante incómodo. Se sentía atrapada, con muchas responsabilidades y haciendo cosas de las que no se sentía tan a gusto. Gustaba vestir a la moda, maquillarse, usar prendas de lujo, cadenas, zarcillos, brazaletes y sus padres siempre se encargaban de recordarle que no debía ser tan mundana, debía dar el ejemplo y privarse de ciertas cosas que no le aprovecharían para nada. Debía estar a la altura de una chica cristiana, usar vestidos por debajo de las rodillas, no usar tanto maquillaje ni zarcillos y no olvidar llevar siempre consigo la biblia. A pesar de que desde que fue designada como la cantante líder de las alabanzas en la iglesia le había encantado la idea, se dio cuenta de que la responsabilidad era aún mayor, que debía comportarse, cuidar su imagen; debido a esto, su personalidad se había visto afectada, se estaba tornando bipolar.

En el colegio se sentía muy a gusto con las amigas que tenía, libre de la mirada juiciosa de los miembros de la congregación de su padre, ahí podía ser coqueta, hablar con libertad con los chicos, muchos de ellos sus admiradores, hasta podía darse el lujo de decir alguna que otra palabra obscena. En la iglesia era todo lo contrario, aunque tenía grandes amigas allí, no le parecía tan emocionante el ambiente. Llegar muy temprano para quedar con el técnico de sonido que graduaba el micrófono para su voz, esperar, orar, esperar, cantar, oir la larga predicación de su padre que en la mayoría de ocasiones se alargaba por más de una hora y de su madre que siempre le regañaba cuando se distraía con el teléfono, luego cantar nuevamente y terminar agotada y con mucha hambre ya pasada la una de la tarde cuando se trataba del servicio dominical o pasadas las 9.30 de la noche en los servicios de semana que solían ser los martes y jueves. Daniella lo tenía claro: No le agradaba esa vida, no se sentía una cristiana adventista.

—Pero Dani, mira como andas, estás casi desnuda. Debes comportarte, mi amor. Si te ve tu padre así se va a molestar.

—Basta, mamá, por favor. Estoy bien. Eres tan pero tan exagerada.

Qué gran mentira. Su padre muy pocas veces se molestaba con ella, era muy permisivo. Solía regañarle y aconsejarle sobre la conducta que debía fijarse pero la mayoría de las veces terminaba por no molestarla demasiado, permitiéndole vestir como ella gustase.

Ya le estaba pareciendo molesta la conversación con su madre que desde que salieron de casa no dejaba de mencionar el diminuto short que vestía e intentó desviar el tema.

—Mírate tú. Eres bella, simpática, con un lindo cuerpo y te vistes tan feo.

—Respeta a tu madre, Daniella.

Daniella soltó una carcajada.

—Pero es que si he dicho toda la verdad, mamá. Deberías ir al gimnasio aunque te agradezco que no al mismo que yo voy, por favor. —acentuó el tema, intentando que su madre se olvidara de lo sugerente que iba vestida—. Estás buena, mamá. Tienes que ponerme más sexy para mi papá.

—Basta —dijo molesta su madre.

—¿Te das cuenta que eres tan aburrida?

—Basta, Daniella. No te pases

Era muy cierto. Su madre -que ya estaba cerca de los 40 años- tenía un buen cuerpo, era de la misma altura que ella, el mismo color de cabello y de piel y a pesar de sus treinta y tantos años, no le faltaban miradas y piropos en la calle, a pesar de que siempre iba vestida muy recatada.

Sonó su teléfono móvil. Tenía un mensaje de texto.

«Marica, te ves demasiado rica. Provoca violarte»

Era Tomás, uno de sus compañeros de clase y que siempre le decía cosas morbosas en el colegio a pesar de que tenía novia. En una ocasión en la que habían quedado a solas se sinceró con ella, diciéndole que le gustaba mucho. Daniella le había rechazado y días después se hizo novio de una de sus compañeras de sección. Pero eso no cambió la amistad, siempre que podían conversaban de cualquier cosa, Tomás era muy agradable, era guapo y jugaba muy bien al fútbol. La confianza con Daniella era tal que le permitía este trato y esa manera de hablarle.

Daniella se echó a reír al leer el mensaje. Seguramente Tomás andaba por ahí cerca. Estuvo mirando a todas partes a ver si le veía pero había tanta gente como para ponerse a buscarlo.

«Uffffff, ese shortcito, deberías ir el lunes así al colegio»

A Daniella le dio un ataque de risa.

—¿De qué te ríes tanto? Preguntó su madre con mucha curiosidad.

—No es tu problema, mamá —respondió Daniella aún muerta de la risa.

Daniella dejó sola a su madre, le dijo que estaría dando vueltas por ahí y que regresaría en 15 minutos.

Mientras se alejaba de ella y alimentaba su autoestima ante el ataque de miradas que la invadían y la desnudaban, intentó conseguir a Tomás, el muy atrevido tenía que estar por ahí cerca.

«Daniella, hoy me la voy a hacer por ti, Dios, no puedes estar tan rica»

Cada mensaje era tan morboso y a la vez tan gracioso para ella aunque sabía que no había nada exagerado. Le encantaban esos mensajes, aunque si hubiesen venido de otra persona muy seguramente se hubiera molestado.

Mirando hacia todos lados, buscando con insistencia a Tomás se quedó paralizada cuando al frente de ella vio venir a su tío Manuel que al verla a menos de dos metros de distancia la miró de arriba abajo.

Sintió como si le hubiesen quitado toda la ropa en un abrir y cerrar de ojos. Se sintió invadida y sintió un cosquilleo en el vientre.

—Nos vemos más tarde, flaca —le dijo su tío que no se detuvo a saludarla y continuó su camino.

Lo había olvidado. En la tarde tenía que verse con él.

«Verga, ese señor te comió con la mirada, te desnudó completica, te hizo el amor»

Daniella le repicó a Tomás que después de cinco repiques se dignó en contestarle la llamada.

—¿Dónde estás, tonto?

—Búscame —respondió Tomás

—Ya me cansé, dime dónde estás y hablamos

—Contigo no provoca hablar, así como andas lo que provoca es vio…

—Jajaja, cállate, gafo. Si te oye Valentina te asesina

—Valentina no se va a enterar de nada a menos que tú le digas.

—Ya, vale, dime dónde estás

Daniella colgó y continuó intentando conseguir a Tomás que pasados unos minutos la sorprendió por detrás tapándole los ojos con las manos.

—Uy, si, qué difícil adivinar quién es. Tomás, por dios, ya no tienes 9 años.

Se dieron un beso en la mejilla.

—Cómo estás, chamo. Tú estás loco. —le dijo Daniella, mirándole a los ojos. Los previos mensajes no le habían intimidado en lo absoluto.

—Cómo crees que voy a estar, Daniella. ¿Quieres que te lo diga? —respondió él sonriente y detallándola de arriba abajo sin disimulo.

—Un día de estos te va a pillar tu novia mirándome como me miras y me vas a meter en problemas —le dijo muy cerca de la cara, cacheteándolo suavemente.

—¿Eso es lo que tú quieres, verdad? Que yo termine con Valen y así tú y yo nos empatamos, ¿cierto?

—Jajaja —tú si me haces reir, chamo.

Tomás estaba claro que Daniella no estaba interesada en él, por muy guapo que fuera o por ser popular en el colegio, pues era muy buen futbolista, ni porque a ella le agradase conversar con él de vez en cuando. Sabía muy bien que Daniella no estaba interesada en él pero varias de las chicas que habían sido sus novias, al principio tampoco gustaban de él y terminaron siendo sus novias así que no perdía las esperanzas de que algún día Daniella también cayera en su labia y en su sonrisa cautivadora.

Conversaron durante 15 minutos hasta que Daniella vio venir de cerca a su madre y se despidió de él con otro beso en la mejilla, esta vez muy cerca de los labios. Era un atrevido.

Estuvo un rato más con su madre en el centro comercial, compraron algunas cosas para la casa, comieron helados y tomaron un taxi que las llevó a casa. Tomás siguió enviándole mensajes pero ella no respondía ninguno.

Al llegar a casa se duchó, almorzó con sus padres, oyendo a su madre acusándola por su forma de vestir y a su padre no dándole tanta importancia.

Se fue a su habitación, se recostó en la cama y descansó durante media hora para luego volver a ducharse e irse al gimnasio.

Mientras se duchaba estuvo un buen rato mirándose en el gran espejo vertical en el que podía verse de cuerpo completo. Tomás tenía toda la razón: Tenía un cuerpo para la envidia de muchas. Las horas invertidas en el gimnasio también habían ayudado mucho a tonificar sus piernas, abdomen, brazos, a pesar de que apenas llevaba un mes.

Le vino a la mente la imagen de su tío frente a ella en el centro comercial, desnudándola una vez más, esta vez con la mirada. Dentro de poco tendría que ir a verlo y era de suponer que una vez más él intentaría tener sexo con ella.

La idea de escapar de aquella situación nuevamente llegó a sus pensamientos pero desistió de inmediato. Se sentía confundida. Le desagradaba la manera en que su tío la estaba llevando a entregarse a él y al mismo tiempo le agradaba lo que hasta ahora había experimentado. Recordaba las escenas vividas en su cama, en la ducha y de inmediato la invadía una sensación excitante. Durante las últimas semanas había tenido varios sueños húmedos en los que su tío era el protagonista y en los que terminaban desnudos, sudados y agotados en una escena de sexo salvaje en los que siempre terminaba perdiendo su virginidad.

Cuando se despedía de su madre en la puerta de casa y el señor del taxi le esperaba para llevarla al gimnasio le llegó un mensaje de texto:

«No vayas hoy al gym. Ve a mi casa y espérame, el portón está abierto. Avísame al llegar_»

Estaba convencida de que esa misma tarde sería el momento. Su tío no esperaría más para convertirla en su mujer.

En el trayecto a casa de su tío, un montón de preguntas invadieron su mente.

Por qué no terminaba con esa extraña manera de ser la esclava de su tío y aceptaba las consecuencias que aunque la perjudicarían también lo perjudicarían a él, incluso más. Solo tenía que quedarse en casa o ir al gimnasio como acostumbraba, desobedecer a su tío y esperar a ver si era capaz de destruir su imagen. Solo tenía que hacerlo y esperar lo que vendría después. ¿Acaso sentía algo por su tío? ¿Acaso -y por extraño que pareciera- le gustaba el juego en el que había entrado con él? ¿Sentía Daniella la necesidad de perder su virginidad aunque fuese con su tío y en circunstancias tan extrañas? ¿Le gustaba la forma en la que su tío la deseaba? ¿Qué le contaría luego a sus amigas cuando le preguntaran por su virginidad perdida? ¿Qué cuento de amor y romanticismo, de noche perfecta y mágica tendría que inventarse y contarles?

Daniella no sabía ni qué pensar, ni a qué aferrarse o resistirse. Iba camino a casa de su tío, sabiendo muy bien lo que podía suceder allí y aún sorprendida de que todavía no había sucedido.

El taxi la dejó en todo el frente de la inmensa casa de su tío, vecina de otras inmensas y hermosas casas en una urbanización habitada exclusivamente por personas adineradas: Urbanización Las Palmas.

El portón estaba semi abierto como le había dicho su tío. Caminó hasta la puerta principal, pasando por la piscina y el jardín. Se sentó en el sofá de la sala, frente a la extraña estatua y le envió un mensaje avisándole que ya había llegado.

Se quedó mirando la estatua durante unos segundos. Le seguía dando mucha curiosidad esa mujer desnuda con sus ojos vendados.

—¿Te gusta?

La pregunta repentina la asustó. Era su tío. Venía de la cocina y andaba descalzo y con una pequeña toalla de baño que le cubría un poco más arriba de las rodillas. Ella le miró pero de inmediato apartó la mirada.

—La obtuve hace unos años; hoy me darían mucho dinero por ella aunque no estoy pensando venderla.

Daniella solo le escuchaba mientras notaba que se acercaba a ella. No le miraba. Se acordó de su madre; su tío si estaba casi desnudo.

Se aproximó lo suficiente a ella y le tomó de la mano izquierda con el fin de hacer que se levantara, lo que ella hizo dejándose llevar. Ella seguía con la vista puesta en cualquier cosa menos en su tío que la sorprendió jalándola hacia él y cargándola en sus brazos.

Daniella suspiró al sentirse presa en sus brazos y se le aceleró un poco el latir de su corazón.