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1ª sumision

en Dominación

Llevábamos más de seis meses con el tema de la sumisión y lo malo del tema era que Laia cada vez que habíamos intentado hacerlo de la manera que antes era habitual no disfrutaba y lo demostraba su cuerpo. Una de las costumbres que había cogido era el de la revisión diaria antes de cenar, resultaba extraño pero así lo pedía con cara de pena y la verdad no era algo demasiado complicado para mí. Cuando me sentaba en la mesa ella se acercaba a mí, solía llevar o una falda minúscula o pantalones descosidos por el centro, separaba las piernas para que le introdujera un dedo dentro de su sexo, lo olíamos y daba mi veredicto, limpio o sucio. A continuación realizaba la misma operación en su ano. Si resultaba limpio comíamos en caso contrario nos dirigíamos al baño donde le ponía un enema para lavarla y que quedara limpia, era su manera de mostrar sumisión.

La semana pasada el viernes nos dirigimos a nuestro refugio en el campo, lejos de las molestias de la ciudad donde nadie nos podía molestar, solamente si invitábamos a alguien, en cuyo caso no molestaría. Cuando recogí a Laia en casa la note algo rara, al montar el coche este fue invadido por un fuerte olor a hembra en celo, cuando la mire a la cara pude ver dibujada en su rostro una sonrisa la cual no sabía si era picarona o malvada.  Arranque el coche y tome la dirección hacia nuestro destino, Laia se reía sola cada vez que notaba que la observaba, lo cual me hizo sospechar que escondía alguna intención perversa. Al llegar a nuestra casa me pregunto si le notaba algo raro, le dije que físicamente no pero desde que montara en el coche había notado un olor extraño pero a la vez agradable. Se situó delante de mí y se subió su minifalda para que pudiera observar su sexo totalmente empapado y rojo, parecía un tomate maduro.  Su sexo chorreaba sus jugos, algunos de los cuales ya estaban resecos, de ahí era la procedencia del olor. Su ano tampoco era precisamente la imagen de la limpieza, la muy guarra ni siquiera utilizo papel  tras ir al baño, sus pelos estaban impregnados de heces, esta vez había llevado al extremo sus juegos. Enfadarme no me iba a servir de nada por lo cual decidí seguir su juego solo que esta vez iba a ser más duro. Como ya había adoptado el papel de sumisa le ordene que fuera al jardín trasero y que esperara por mí. Entre a casa dejar la comida que había comprado y me cambie de ropa, dada la situación que tenia paneada me vestí únicamente con un buzo de obra y sandalias de playa. Cuando Laia me vio vestido de aquella manera se puso a llorar suplicándome que fuera bondadoso que solo había sido una broma a lo que le conteste que eso me parecía pero que yo también quería jugar.  Al llegar a su lado pude ver como temblaba, le pregunte si se encontraba mal o enferma, lo único que me dijo es que era miedo, que no sabía lo que le iba a suceder, que llevara el juego demasiado lejos. Intente tranquilizarla diciéndole que su castigo no sería demasiado doloroso sino mas bien humillante que era lo que se merecía entre otras cosas por guarra en el sentido explicito de la palabra. La lleve al medio del jardín y le ordene que se desnudara, que se diera la vuelta se agachara y levantara su culito hacia mí. Fui a buscar la goma de regar y una pastilla de jabón, lo deje en el suelo y me retira de allí. Cuando me dirigía a casa vi como Laia comenzaba a mojarse y restregarse la pastilla de jabón, me di la vuelta y le pregunte si quería algo para secarse después. Me respondió que le hiciera ese favor o se moriría helada. Fui a buscarle una toalla minúscula y un albornoz que dejara una amiga suya que al menos era tres tallas más pequeño. Le  deje  todo encima de una mesa en el porche y me fui para el salón a disfrutar de cómo se lavaba, comenzó por enchufar la manguera en su ano para practicarse una lavativa y no la retiro hasta que solo salía agua limpia, muy fría pero limpia, siguió con su coñito en el cual hizo lo mismo para por ultimo lavar sus piernas y sus preciosos pies. Cuando dejo la manguera se dirigió a buscar la ropa que yo le había llevado, al ponerse el albornoz el escote que le quedaba dejaba a la vista la mayor parte de sus senos, únicamente le cubría los pezones, aun así se lo dejo puesto y comenzó a secarse el pelo, su coñito también quedaba totalmente a la vista, pero debido a la temperatura del agua estaba tan encogido que apenas sobresalía. Después de secarse se dirigió a casa y llego junto a mi me llamo cabron entre otras lindezas y me pregunto que como era capaz de tratarla así, que aquello era un castigo demasiado duro, le respondí que aun no había comenzado a castigarla, que yo no le había mandado lavarse fuera que había sido cosa suya. En ese momento quiso  pegarme pero la pare a tiempo y le conté que su castigo iba a comenzar allí mismo y en ese mismo momento. La cogí de los brazos y la gire dejando su hermoso culo a mi disposición, sin decir nada le clave la polla en su culo de un solo golpe, soltó un grito que resonó en toda la casa lo cual no me detuvo por lo contrario me excito mas con lo cual cada vez le daba más fuerte. Después de terminar con su culito seguí con su coño, ella no hacía más que gritar y al mismo tiempo jadear, termine también allí y la ordena que me la chupara hasta correrme y que no se le ocurriera dejar caer ni una sola gota. Cuando al fin me corrí nos fuimos a la cama a recuperarnos, en la tranquilidad del dormitorio me pregunto si lo tenía planeado, a lo cual le respondí que no pero al provocarme de aquella manera habían salido mis peores instinto, lo más perverso de mi.  No se lo creía pero me pidió si podríamos repetirlo que había disfrutado como nunca. Lo único que pude responderle fue que además de viciosa, guarra depravada  y pervertida.  Una autentica viciosa.