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Ayuda a domicilio III

en Dominación

AYUDA A DOMICILIO III

Pe llevaba ya tres meses viviendo en mi piso como inquilina y nuestra relación como compañeros de piso era buena, ella se encargaba de las tareas que tenía asignadas por su empresa a la cual yo tenía contratada y en las demás tareas que surgían yo le ayudaba. Se había apuntado a un gimnasio del barrio al cual acudía diariamente para mantenerse físicamente, le tenía un miedo enorme a engordar y perder su figura.

Un día al levantarme me encontré algo más torpe de lo normal e incluso me costaba mantener el equilibrio, mis fuerzas también estaban bajo mínimos. En esa situación tome la decisión de ir al hospital a junto el médico especialista que me llevaba habitualmente y que evaluara la situación en la que me encontraba. Su diagnostico fue muy claro, necesitaba ingresarme para someterme a una batería de pruebas y tomar una decisión acerca del tratamiento que debía de prescribirme. Mi decisión no tenia duda y así se lo comunique preguntándole cuando debía de ingresar.

La respuesta fue que cuanto antes mejor, como era jueves y sabia que esa semana no me iban a realizar ninguna prueba preparo mi ingreso para ese domingo por la tarde, de esa manera comenzarían el lunes con las pruebas que ya dejaría programadas antes de mi ingreso.

Sabiendo esto regrese a mi domicilio donde se encontraba Pe realizando sus tareas, la llame al salón y le comente que me iba a ausentar durante unos días y que no debía de preocuparse. Quedaría como dueña de la casa y podía hacer el uso de ella que quisiera, su única restricción era la de siempre en mi cuarto solo podía entrar a ventilarlo y hacer la limpieza habitual, era la única zona de la casa a la cual tenía el acceso restringido. Era mi mundo y tenía en el cosas que ni le interesaban ni le debían de importar, era mi refugio y eran mis cosas.

El domingo a la tarde vino un taxi a recogerme y me marche despidiéndome de ella y recordándole que ahora era ella la dueña y que no debía de preocuparse por mí.

El recorrido al hospital fue rápido y en menos de una hora ya me encontraba en mi habitación, de momento estaba solo. A la mañana siguiente comenzaron con las pruebas programadas por mi medico: electros, analíticas, placas, resonancia… así transcurrió mi mañana. Cuando me llevaron de nuevo a mi habitación mire mi teléfono y en el aparecía una alerta en la cual me avisaba de que alguien había entrado en mi dormitorio en casa y activara el equipo de grabación. Era un equipo que tenia instalado en mi dormitorio desde que había tenido una compañera a la cual le encantaba grabar nuestras juergas de sexo salvaje para después verlas en la televisión y masturbarse hasta desmayarse, una autentica viciosa.

Cuando ella dejo de ser mi compañera no desmonte el equipo por si volvía con ella o conocía otra pareja con gustos similares aunque ahora era un sistema de vigilancia perfecto del cual nada sabia mi inquilina y compañera de piso. Al ver las imágenes pude comprobar que era ella limpiando y ventilando la habitación.

La semana transcurrió igual, yo seguía ingresado recibiendo tratamiento y en mi casa más o menos a la misma hora Pe ventilaba mi dormitorio. El viernes a la nueve de la noche salta un aviso de alerta en el teléfono, lo desbloqueo sin mucha prisa y cuál sería mi sorpresa al ver las imágenes. Pe desnuda y a cuatro patas entrando en la habitación seguida por un tío con una fusta en la mano dándole en las nalgas bien fuerte ya que se podían escuchar los impactos a través del audio mientras le decía: “así se trata a las perras calientapollas de gimnasio que menean el culito en mallas ajustadas buscando calentar a sus compañeros, y aun por encima van sin bragas para marcar culo y coño” “ya verás cómo te  gusta ser mi perra. Disfrutaras comiendo mi polla al igual que cuando te reviente el coño y el culo a pollazos, duro y sin compasión.” Terminaras suplicando que no pare y me darás las gracias. Terminaras siendo igual que mis otras chicas, una perra en celo permanente  deseando ser atendida por tu amo, te dará lo mismo que te cause dolor o placer simplemente suplicaras para que te haga caso.

Te gusta tu futuro, serás una sumisa  a la cual se le dirá que debe de hacer, cómo y cuándo. Tu única preocupación será que yo sea feliz.

Mientras le decía esto Pe se encontraba de rodillas comiéndole la polla a la vez que le masajeaba los huevos. Debía de disfrutarlo ya que en su rostro se veían rasgos de felicidad. Al final iba a resultar que tenia viviendo en mi casa a una sumisa con gusto por el sexo duro y yo sin saberlo. A esta situación había que ponerle remedio y sacarle provecho.

Para mi suerte los resultados de las pruebas fueron los esperados y mi médico me comunico que únicamente debería de estar ingresado un día más para recibir tratamiento y que el miércoles podría volver a casa.  Durante el resto de la estancia en el hospital me dedique a pensar en cómo volver en mi favor lo que ocurría en mi casa, por un lado que Pe fuera mi sumisa era algo que deseaba desde que estaba en mi casa pero no había sido capaz de intentarlo por miedo a que se fuera, por otra parte pensaba como podría castigar al cabron que había sometido a “mi chica “y si podría hacerme también con sus sumisas. Si trazaba un buen plan y salía bien terminaría con varias sumisas y posiblemente con un esclavo.

 ¿Qué más se podía pedir?

El miércoles a media mañana el médico me dio el alta y me dijo que tan pronto me entregaran el informe podía abandonar el hospital. A la una de la tarde me encontraba en un taxi rumbo a mi casa. Nada más llegar entre y me dirigí a mi dormitorio dejar la maleta y colocar las cosas en su sitio. Cuando me encontraba dejando las cosas en el  baño escuche la voz de Pe pidiendo permiso para entrar. Salí del baño y espere a que entrara, me pregunto qué tal lo pasara esos días y como me encontraba. Ella desconocía a donde había ido o cualquier cosa sobre mi enfermedad, le diera a entender que iba de vacaciones. No quería compasión por su parte al menos en ese momento, a partir de ahora y según como se desarrollase la situación podría ser que en el futuro fuese mi enfermera particular y se ocupase de mi salud y bienestar en más de una situación.

Yo por mi parte le pregunte como le había ido a ella en esos días, sola y ama del piso. Tardo un  poco en responder y me dijo que no le pasara nada que mereciera ser contado.  

Si lo ocurrido era normal, que sería fuera de lo común para ella. Lo que tenía pensado para ella le iba a parecer un premio y no un castigo como creía yo.

La invite a ir al salón y allí seguiríamos charlando más tranquilos. Nos sentamos en el sofá y cogí el mando del televisor, mientras me contaba como pasara el tiempo seleccione el canal en el cual tenía sintonizado el ordenador y comencé la reproducción del video de ella con el tipejo en mi dormitorio. La reacción no se hizo esperar y comenzó a balbucear palabras sin sentido.

No sabía que decir ni cómo explicarlo lo cual yo disfrutaba, con el paso de los minutos se iba derrumbando y su vigor se desvanecía, la habían sorprendido y no sabía justificarlo, si la dejaba un tiempo terminaría llorando y quedaría derrotada. Para colocarla en una situación aun más comprometida le dije que me iba a duchar y que cuando saliera quería una decisión suya, necesitaba saber si se quedaba en esta casa o decidía someterse a ese musculitos de gimnasio. Le advertí que fuese cual fuese su decisión esta tendría consecuencias desde ese mismo instante, no dándole tiempo a decir nada me fui al baño de mi dormitorio.

Aun no terminara de ducharme cuando escuche la voz de Pe en el umbral del baño pidiendo permiso para entrar y hablar conmigo. Le di permiso y me dispuse a  escuchar lo que tuviera que decir. Tras un breve silencio comenzó pidiendo disculpas por haber usado mi dormitorio aunque la hubieran obligado a ello, continuo explicándome como había llegado a esa situación.

 La verdad es que no me importaba lo mas mínimo, solo sabía que me iba a aprovechar de ello sin el mas mínimo remordimiento.

Cuando acabo su relato me suplico que la dejara seguir viviendo en mi casa y que soportaria las consecuencias de su falta de respeto sin poner ningún inconveniente. Le conteste que eso habría que verlo ya que lo que tenía pensado no sería demasiado agradable.

La situación en la que me encontraba había superado lo que tenía planeado y necesitaba tiempo para preparar un nuevo plan que se adaptase a la nueva situación y a lo que descubriera acerca de Pe.