miprimita.com

Pensión completa (2)

en Gays

★★★

[Maniobras nocturnas]

La llegada de los huéspedes a nuestro hostal fluctuaba mucho en el tiempo. Algunos meses nos los pasábamos sin alojar a nadie y de pronto aparecían tres por la puerta a los que no podías decirles que no.

 

Por eso no me sorprendió mucho cuando mama decidió alojar al militar en mi cuarto pidiéndome que de forma provisional pasara a dormir con ella a su habitación.

 

Pensaba de forma absurda que ese hombre que iba  a dormir en mi cama no se daría cuenta de que debajo del colchón había escondido todo un arsenal porno, por eso cuando le preparé la habitación no me molesté en retirar todo el material tremendamente comprometido que guardaba allí.

 

Cuando a la mañana siguiente Mario, el militar, dejó mi habitación entré en ella rápidamente para adecentarla. En las otras dos habitaciones aun dormían Pepe y Antonio, los dos albañiles que llevaban casi un mes ocupándolas y pagando religiosamente su alquiler.

 

Al retirar las sábanas no encontré en ellas, rastros sospechosos.

 

“¡Esta noche parece que el soldado no ha estado de maniobras!”. Pensé mientras las tiraba al suelo para cambiarlas de igual forma.

 

Pero al arrancar la bajera y levantar la cabecera me encontré debajo de ella una de mis queridas revistas porno.

 

Al abrirla me encontré una nota en la que se leía:

 

-¡Supongo que esta revista será tuya, y te lo agradezco, … me he cascado gracias a ella un buen pajote a tu salud! …¡Te he dejado para que lo veas, una prueba en la papelera!

 

Corrí hacía el rincón donde descansaba la papelera y al meter la mano me encontré con unos calzoncillos todo pringados de color caqui.

 

En el lateral llevaba impreso en color negro el escudo del ejército de tierra, mientras que el otro lado estaba todo mojado y pegajoso.

 

¡No sé cómo explicarlo pero mi polla se puso dura como una piedra al pensar que esos restos del slip eran de lefa y acabé tirándome sobre el colchón para cascarme una de las pajas más felices que recuerdo!

 

Al acercame el slip a la nariz pude encontrar el olor a macho depositado en ellos con total claridad.

 

Algunos pelos de la polla del militar estaban pegados como lapas a esa prenda humedecida y viscosa y mi lengua no tardo en rozarlos para notar en ese tejido el genuino y aspero sabor del semen.

 

La mano que tenía libre meneaba con fervor mi polla hasta notar como esta se erizaba para empezar a soltar sobre mi pecho un lefazo tras otro.

 

La prenda sirvió para limpiar también mi propia corrida y fue introducida secretamente en la lavadora con el resto de las sábanas de la casa.

 

[…]

 

Varios días más tarde cuando el militar volvió a dormir en mi habitación encontró dentro de esa misma revista oculta bajo el colchón, los calzoncillos totalmente limpios y planchados.

 

Una nota los acompañaba en la que se leía:

 

-¡Hola Soldado!, …Te devuelvo la prenda limpia, ya que en este hostal, yo soy el encargado de hacer las camas y de lavar la ropa. Puedes dejarme también la ropa sucia si es que no tienes forma de limpiarla cuando decidas quedarte los pocos días que te den de permiso en la capital, lo haré gustoso y sin cobrarte nada.

 

Me dio también igual que estuviera toda manchada de semen, ya que estoy más que acostumbrado a retirarlo también de las sábanas y te agradezco que no hayas usado las toallas como hacen los otros tíos de la pensión para limpiarte con ellas las corridas ya que como bien sabrás luego las usamos los demás y aunque estén limpias me da algo de asco cuando me las paso por la cara.

 

Como veras estoy más que acostumbrado a quitar todas esas cochinadas de las camas, así que entenderás que no me ha sorprendido en absoluto encontrarme unos calzoncillos de la misma forma, y más cuando se trata de ti que sueles pasarte todas las noches en las que pernoctas en este hostal haciendo “maniobras nocturnas”

★★★

[La estaca ardiente]

Al día siguiente entré en la habitación esperando haber dado por zanjado el incidente, pero la nota que encontré dentro de una revista de relatos, que no era mía,  acompañada de nuevo por los calzoncillos de color  caqui, me desconcertó aun más.

 

-¡Gracias chavalote por lavarme la prenda! …¡quedo demasiado pringosa la última vez!. La verdad es que se me ocurrió la idea cuando estaba a punto de  meterla en el petate. Me he alegrado mucho de que te haya gustado el regalo, a tu edad yo también me mataba a pajas.

 

 

Te dejo estos calzoncillos, pero esta vez te los puedes quedar de regalo. Los he llevado puestos toda la semana en el cuartel donde cada noche al notar como el resto de los soldados de mi barracón dormían me he cascado una paja hasta dejártelos bien llenos de leche.

 

¡Han quedado algo acartonados pero supongo que sabrás apreciar el cariño con el que te los he preparado! …¡Esta mañana me he cascado una última paja con ellos puestos y toda la leche que he echado en ellos y que estará aun húmeda es para que me recuerdes con cariño!

 

¡No te enfades por tener que quitar mi semen reseco de las sábanas y te confieso que también alguna vez la he terminado echando en las toallas, mi estaca ardiente se pone dura al más leve estímulo y hacerme un buen pajote es la única forma que tengo para poder aliviarme!

 

PD: Te presto también esta revista que me ha acompañado las noches en las que tuve que hacer guardias en la garita. Encontrarás alguna página imposible de despegar pero es debido a las numerosas pajas que me he cascado leyéndola, me gustaría que leyeras  alguna de estas historias y ya me contaras algún día si es que nos volvemos a encontrar cuál te ha gustado más.

 

Al despegar la prenda de la revista parte de la misma se arrancó al estar totalmente pegada al pringoso calzoncillo. Por tanto uno de los relatos no pudo ser leído completamente por mi mente calenturienta.

 

Pero el que si leí y releí, no sé si inducido por el hecho de que hubiera llamado a su polla de esa forma fue uno llamado “La estaca ardiente” en la que un tío se follaba a sus dos primos gemelos una noche en la que se quedaba a dormir en su casa.

 

Ese fue mi primer contacto con el sexo homosexual y aunque solo fuera por escrito me calentó tanto que me tiré toda la semana cascándomela una y otra vez mientras leía y releía esa historia.

 

La última vez que vi al soldado por mi casa fue ese viernes  y al cruzarme con él por el pasillo me devolvió una sonrisa cómplice. Debía haber encontrado ya bajo su cama otra revista que contenía los calzoncillos limpios y planchados y una nueva nota dentro de ellos:

 

-Gracias por la revista, la añadiré a mi colección. He de confesarte que no he comprado nunca ninguna ya que me da corte acercarme al quiosco por si el hombre que lo atiende me pregunta por mi edad y eso. Sé que si se lo termina diciendo a mi madre me moriría de la vergüenza, así que solo tengo esta pequeña colección que un cliente se dejó olvidada bajo su cama hace tiempo.

 

En cuanto a los calzoncillos,… no entiendo porque me los has regalado ya que me los probé y me están grandísimos. Tampoco creo que fueran para limpiarme después de hacerme una paja ya que estaban tan pringosos y acartonados que no creo que fueran capaces de seguir almacenando más semen.

 

Con esto di por zanjado para siempre el incidente de los calzoncillos y me termine olvidando de aquel  militar y de su estaca ardiente.

 

★★★

[Mentiras arriesgadas]

-Mario me ha dicho que si puedes acompañarle esta tarde al cine y le he dicho que por supuesto que si lo ibas a hacer.

 

-¿Mario que Mario?-Le pregunté a mi madre extrañado.

 

-¿Qué Mario va a ser?... ¡El soldado!... ¿no te acuerdas que hace un año se hospedó aquí con nosotros mientras hacía la mili? …El caso es que me ha dicho que quiere que vayas con él al cine y no he podido decirle que no. …¡Así que esta tarde te vas con él y …no se te ocurra dejarme en mal lugar!

 

Aquel mediodía del domingo mientras mama preparaba una paella en la cocina, mi cabeza empezó a darle vueltas al porque ese tío había vuelto para hospedarse en nuestro hostal.

 

Yo acababa de regresar a la casa después de bajar de la azotea donde había recogido la colada del día.  Llevaba todas las sabanas y toallas que había que planchar y guardar en el armario del pasillo.

 

-¿Y qué hago con esto?-Le pregunté a mi madre al ver la cara que le puse al no saber de qué iba todo aquello.

 

“¿Una cita con Mario? …¿El soldado? …¿mi soldado? …¿el hombre que de la noche a la mañana se había convertido en la víctima de mis primeras fantasías pajilleras?” Pensé mientras dejaba el cesto lleno de ropa en la galería.

 

-¿Quedan sábanas y toallas para cambiar las habitaciones mañana?

 

-¡De sobra!. Hay por lo menos para dos días.-Le contesté yo, con total seguridad.

 

¡Entonces no se hable más, esta tarde te vas con él al cine y  no me protestes más!

 

-¡Durante la comida miraba a Mario de reojo descubriendo en su miradas una sonrisa cómplice!

 

Mi madre hablaba con los dos sin darse cuenta de que en esa mesa en la que comíamos los tres sobraba ella.

 

-¿Te gusta el arroz Mario?

 

-Está muy bueno, señora. ¡Esta paella esta cien veces mejor que los guisos que nos ponían en el cuartel!

 

¡En ese momento me di cuenta de lo bien que sabía mentir el embustero, pero decidí no malograr la sonrisa que mi madre había puesto por primera vez en mucho tiempo!

 

-¿Qué te vas a poner?

 

Me preguntó ella mientras intentaba roer con los dientes ese arroz seco y algo duro que le había quedado.

 

-¡No sé lo que tenga por ahí! …¿Vamos al cine, no? Le volví a preguntar al ex-soldado intentando encontrar en su mirada algún gesto que me indicara que no pisaríamos la sala de proyecciones y lo que pretendía realmente era llevarme lejos de ese lugar para hacerme lo mismo que ese salido de la revista de relatos le hacía a sus dos primos gemelos cada vez que se le ponía dura la herramienta.

 

-¡Puedes ponerte lo que te regalé la última vez que me hospede aquí!-Me soltó de improviso haciendo que me atragantara con el trago de agua, con el que intentaba pasar el incomible arroz de mama.

 

-¿Qué te regaló? -Quiso saber mi madre al ver que me ponía algo rojo, y sin saber que decir.

 

-¡Nada, una tontería! …¡Le dije que se podría quedar una de mis camisetas de color caqui de la mili! …¡Estaba sin estrenar porque no era de mi talla, así que en vez de devolverla al cuartel, decidí dársela a su hijo por si le quedaba bien!

 

Mi madre sabía mejor que yo que cuando una prenda desaparecía del cuartel, y no podía ser cambiada por otra de una talla mayor era porque precisamente no la había cogido del guardarropa sino que se la habría mangado a algún pringadillo que la habría dejado a la vista.

 

-¡Me la pondré! …¡Pero no creo que me quede bien!

 

-Le dije mientras le miraba intrigado.

 

Todos mis sueños, y todo el hormigueo que en ese momento llevaba en la boca del estomago se esfumó en unos segundos cuando bajamos a la calle sin cruzar palabra alguna y llegamos al parque donde nos encontramos con el verdadero motivo de mi presencia junto a Mario aquella tarde.

 

Le había dicho a mi madre que lo acompañara al cine después de enterarse como le había fallado la carabina. Mi misión era por tanto la de cumplir con el papel que hacía la hermana pequeña de la chica que nos esperaba sentada en un banco junto a su madre.

 

Mientras los dos daban un paseo yo tuve que sufrir el interrogatorio de la madre en la que pretendía saber hasta el más mínimo detalle de quién era yo y a qué dedicaba el tiempo libre.

 

“¡Me mato a pajas mientras espío a los hombres que duermen en mi pensión señora!...En esos momentos los ojos de la mujer se habrían salido de sus órbitas y yo habría seguido contándole.

 

“También se la he llegado a chupar a alguno y solo unos pocos han llegado a follarme. Pero ha sido tal el gustazo que he me ha dado el sentir mi culo lleno de polla que no he parado de desear que me lo vuelvan a rellenar de nuevo. ¿no tendrá usted a su marido por aquí cerca, … o quizás a algún familiar que me de lo que ando buscando?”

 

Podría haber dejado a esa señora entrometida sin palabras pero en lugar de eso me limité a contestar a su  interrogatorio mientras recordaba lo mucho que había cambiado mi vida.

 

Solo habían pasado unos meses desde que una tarde de Domingo como esa, un viajante que vendía sartenes me había roto el culo por primera vez.

 

★★★

[La carabina]

Cuando supo que no era familiar del soldado y que solo era el chico de la pensión en la que pensaba alojarse abrió su bolso con una sonrisa maliciosa y sacando una moneda de cinco duros me dijo.

 

-¡Quiero que vigiles a esos dos y te daré el doble de dinero si me cuentas si este tipo intenta hacer con mi hija algo escandaloso!

 

-¡No me fio mucho de ese tío! …¡yo creo que ha corrido ya mucho mundo!-Terminó murmurando mientras guardaba el monedero

 

-¡Tranquila señora la mantendré al tanto de todo lo que hagan esos dos!-Le dije mientras guardaba la moneda en el bolsillo y me levantaba para seguirles hasta el cine como un tonto.

 

¡Mis esperanzas de estar con el militar se habían hecho añicos pero era capaz de poner a Dios por testigo si hacía falta de que esos dos no iban a follar esa tarde ni ninguna otra, por lo menos mientras yo estuviera a su lado para impedirlo!

 

Pero claro una cosa es ser Scarlata O´Hara y otra muy distinta el ser el crío al que todos toman por tonto en la pensión.

 

¡Nada más entrar en el cine supe que algo andaba mal por las risitas que se traían esos dos!

 

La novia de Mario se había sentado al otro lado de este mientras yo había declinado la oferta del militar de ponerme algo más cerca de la pantalla para ver mejor.  Terminé sentándome en el lado opuesto al que ocupaba su novia.

-¿Y si nos ve?- La oí preguntarle entre risitas

 

 -¡Tranquila ya te he dicho que es de confianza!-Le decía el soldado mientras la seguía comiendo los morros.

 

“Besarse no es follar”. Pensaba yo mientras miraba de reojo a esos dos con la vista supuestamente perdida en la pantalla.

 

“Tocarle las tetas tampoco es follar".Volví a pensar unos minutos después

 

El soldado colocó la cazadora sobre sus piernas y hasta pude oír el sonido inequívoco de una cremallera del pantalón bajándose hasta llegar al tope.

 

Alzó, sin parar de reírse, un poco el culo y se bajó los pantalones hasta las pantorrillas dejando que toda esa zona de su cuerpo, ahora desnuda, quedara oculta por la cazadora vaquera.

 

Si el revisor nos apuntaba con la linterna encontraría a un joven besando calientemente a su novia mientras la carabina miraba ensimismada la pantalla.

 

-¡Que dura la tienes!-La oí reprocharle al macho que le estaba sobando con fuerza las tetas.

 

-¡Y tú qué buena que estás!... ¡no sabes lo cachondo que me pones cada vez que estamos juntos!-Le replicó mi salido acompañante.

 

A medida que avanzaba el metraje de la película me fui dando más y más instrucciones en las que intentaba calmarme.

 

Empecé por un inocente “Besarse no es follar”, pero me vi a punto de tener que gritarles.

 

-¡Oye parejita que pajearos el uno al otro eso sí que es casi follar!

 

Por suerte el hombre que teníamos delante sí que se canso de tanta risa y cuchicheo y dándose la vuelta les reclamó.

 

-¿Os importa dejar de meteros mano y dejáis que veamos tranquilos la película. ¡Hay que joderse con la carabina!. ¿Es que no te das cuenta de que van a terminar el uno encima del otro como no los pares un poquito?

 

Los reproches del hombre iban por igual para la parejita por las risitas y a mí por mi pasividad.

 

La luz de la linterna del revisor terminó dando por concluido el jugueteo sexual y logró que el caballero que teníamos delante volviera a esa película que no había podido escuchar desde el minuto uno.

 

Luego seguimos, le dijo Mario a su chica mientras le daba un besito cómplice en la mejilla y se levantaba para dejar que yo ocupara el asiento intermedio entre ambos.

 

Mientras se cambiaba de asiento y se subía el pantalón pude ver su culo desnudo y cubierto de pelos al ser iluminado por la luz de la pantalla. La polla no se la pude ver porque llevaba la cazadora vaquera cubriéndole las vergüenzas mientras la luz de la linterna del revisor seguía apuntándolo de forma acusadora.

 

El resto de la película fue seguido por un silencio incómodo en el que de vez en cuando los dos soltaban alguna risita y se cruzaban las miradas conmigo totalmente en medio e impasible a la vergüenza que acababa de pasar

 

★★★

[El regreso al hostal]

-Tengo que darte las gracias por no haberle contado nada a su madre de lo del cine.- Me dijo Mario cuando empezamos a caminar después de acompañarlas a las dos hasta su casa.

 

Todavía nos quedaba un buen paseo hasta el hostal y supe que quisiera o no tendría que terminar hablando con ese tío 

 

-¿y quién te ha dicho que no le he contado nada?-Le reproché mientras jugueteaba en mi bolsillo con la moneda de cinco duros. Podría haber conseguido una más y haber terminado dando al traste con esa relación de noviazgo a distancia, pero sin embargo no lo hice. A pesar de todo ese tío me caía bien.

 

Nos sentamos los dos en una churrería y después de pedir dos tazas de chocolate caliente y una docena de churros, comenzamos a hablar del buen clima y no se cuántas tonterías mas. Yo estaba impaciente por catar esos apetitosos churros pero debía esperar un poco a que el chocolate se enfriara 

 

-Sabes una cosa, nunca me llegaste a contar cual de los relatos de esa revista te gusto más.- Me pregunto mientras cogía uno de esos churros del pringoso papel y le sacudía el azúcar un poco antes de mojarlo en el espeso chocolate.

 

-La estaca ardiente. Le contesté yo sin quitarle el ojo de encima mientras agarraba la porra y la metía también en el espeso chocolate.

 

-Sí. Esa es una muy buena historia. Alguna vez en el cuartel me casqué más de una paja con ella.

 

Al verlo recolocarse discretamente el paquete bajo la mesa mientras miraba de reojo hacia el resto de los clientes de la churrería, decidí arriesgar un poco mas y preguntarle.

 

-¿cómo la tienes de grande?

 

El ex-militar me miró con una sonrisa y rebusco en el paquete de churros un poco hasta encontrar uno de su agrado. Me lo alcanzó mientras me decía.

 

-Mas o menos como este... Aunque un poco más gorda.

 

El chocolate estaba totalmente frio pero nuestras mentes calenturientas estaban al rojo vivo. Mis manos llevaron el chorreante churro hasta la boca y empecé a relamerlo como si fuera una polla.

 

-Me encantaría probar. ¿alguna vez te la han chupado?

 

-No nunca, ...¿no has visto lo larga que la tengo?

 

-No porque de momento solo me has enseñado un churro. Me gustaría probar con la original.-Al decirlo me engulli casi media porra le solte un bocado. Lo mir´e revolverse en su silla, mientras intentaba tragarme la masa de harina frita  y una sonrisa estúpida

 

-Córtate un poquito que tienes a dos o tres personas mirando. Me dijo mientras miraba de reojo a las demás personas

 

-Si quieres vamos al hostal y lo intentamos allí.

 

-¿Dónde esta tu madre?

 

-No, … conozco un sitio donde ella no  puede entrar.

 

★★★

[El hueco de la escalera]

Al abrir el portal del edificio me apresure a meterme debajo del hueco que había bajo la escalera.

 

Mario me seguía dudando un poco. No sabía hacía donde podía conducir ese reducido agujero por el que apenas cabía el cuerpo de una persona

 

Pensaba que dentro encontraría un lugar lleno de telarañas pero se sorprendió aun más al encontrar un reducido espacio en el que había hasta un colchón tirado en su parte más alta.

 

-¿Cómo ha llegado eso ahí?. Me preguntó algo incrédulo.

 

Le expliqué que había sacado toda la espuma y lo había rellenado de nuevo después de lograr meterlo por el agujero.

 

-¿Es del hostal?

 

-Si los cambiamos hace unas semanas. Mama se empeñó pero no yo quería tirarlo, … me daba pena- Le dije yo mientras me arrodillaba delante de su abultadísimo pantalón vaquero y empezaba a sobarle el paquete.

 

-Tienes aquí debajo un picadero. ¡No puedo creerlo!

 

No le contesté. Mi boca se había llenado de polla. Una polla que estaba riquísima.

 

-Tenía razón tu novia …¡La tienes durísima!

 

-Siiiii, … y tú me la estas poniendo masssss todavíaaaaaa. Diooossss que bien la mamasssss…

 

Me la saqué durante un segundo y una gota nacarada de líquido apareció en la hendidura del glande.

 

-¿Te gusta mi rabooo?-Me susurró al notar como mi boca se engullía de un tirón todo el pollón para beber directamente de ese grifo que no paraba de gotear.

 

-Me encantan las pollas y desde hace un tiempo no paro hasta que logro que los clientes del hostal terminen descargando en mi boca

 

Me engulli todo su rabaco hasta los huevos mientras lo miraba directamente a los ojos. El me sostuvo la mirada mientras me agarraba la cabeza para empezar a follármela con muchas más ganas.

 

-Estrenamos ese viejo colchón?-Me preguntó mientras me sacaba la chorreante polla a punto de estallar.

 

-¡Tu ya lo has probado!. Era el que estaba en mi habitación. Le dije mientras me bajaba los pantalones y me ponía culo en pompa esperando impaciente la llegada de su polla.

 

-Sí pero hasta ahora solo había dormido en él.-Me dijo mientras empezaba a empujar con su dura estaca, haciendo que mi hambriento ojete se la tragara de un bocado.

 

Sus huevos empezaron a golpear rítmicamente mi culete mientras todo su cuerpo me embestía con ganas. Solo parábamos cuando alguien en las escaleras empezaba a bajarlas o subirlas.

 

Los sonidos de los pasos sobre los escalones nos daban a los dos unos segundos de respiro en la interminable follada que el ex-militar me estaba dando sobre ese viejo colchón.

 

“Solo esperaba que Federico, el portero de nuestro edificio, no entrara para interrumpirnos ni se enfadara por haber terminado revelándole a otra persona la ubicación de nuestro escondite secreto”

 

-¡Dios que abierto lo tienessssss! …Creo que voy a correrrrmmeeeeeeee

 

Mientras mis manos se agarraban con fuerza  al trillado colchón de lana, notando cada una de las calientes descargas en mi mas que reventado culete, mi mente volaba pensando en lo mucho que me gustaba ser follado en ese rincón, y en lo bien que me lo iba a pasar en ese hostal cuando mi madre decidiera retirarse a vivir a la casa en el pueblo que se acababa de comprar, con todo el dinero que habíamos ahorrado.