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Las andanzas del cabrero con el hortelano

en Gays

★★★

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-Sinceramente no sé si podréis creerlo, pero el caso es que en mi cama de matrimonio había encontrado a mi mujer con otro tío.

 

Ambos estaban totalmente  desnudos y follando a saco. Pero lo peor fue el ver allí a ese pedazo de sinvergüenza.

 

Sus caras al mirarme me lo dijeron todo. Estaban disfrutando como dos animales recién entrados en el celo.

 

Me oyeron maldecir pero siguieron a lo suyo.  Al darse la vuelta para verme ahí plantado  el cabrero no pudo evitar el poner esa mirada de satisfacción.

 

"¿Has visto como me la follo?". Parecía decirme con la mirada.

 

“¡Es la última vez que dejo que me hagan esto en tu presencia!”-Me suplicaban los ojos llenos de placer de ella

 

"¿Qué podía yo hacer en esos momentos?...¿Ir hacía donde ese hijo de puta estaba follándose a mi mujer,… y clavarle en la sien, el azadón que llevaba?... ¿O …esperar a que acabara y pedirle explicaciones a mi esposa?".

 

Ese joven de unos veintitantos años era un insolente. Un pedazo de cabrón que, al igual que su padre, se había terminado aprovechando de los numerosos apuros económicos por los que pasábamos.

 

Hace un par de años habíamos celebrado la comunión de mi nieta. Como no teníamos ni un céntimo para celebrar el convite, habíamos tenido que recurrir a su padre para que nos matara dos o tres cabritos para el convite.

 

El hijo de puta del cabrero sacrificó a los más viejos que tenía y encima quería cobrarnos cincuenta duros por ellos.

 

Cierto es que no se los pagué, no tenía dinero ni lo tendría por mucho que trabajara como un burro en esa pequeña huerta que cultivaba a diario. El rento que debía de pagarle al dueño cada año por cultivar esas tierras me daba lo suficiente como para haber sacado adelante a mis tres hijos pero  no como para poder permitirme más lujos.

 

Al final y después de una agria discusión en el campo había acordado con el cabrero lo que sería un precio justo por esas tres ovejas. No entendía por tanto porque su hijo había entrado en mi casa para cobrarse “un suplemento” en especie. 

 

-Buen día hace hoy hortelano para laborar en tus tierras. No son, … por lo  tanto buenas horas  de volver a la casa …al menos tan pronto… ¿acaso no tenías hoy que arrancar las patatas?

 

-No, si tienes que echarle de comer a las mulas primero. Pero si vuelvo a entrar en la casa ahora mismo no se qué pasaría… ¡Te juro cabrero que no se qué pasaría!

 

Mis ojos estaba llenos de ira pero el pastor parecía no querer notarlo.

 

-Puede ser que la tormenta de ayer no se repita.-Me dijo mientras se encendía un pitillo y miraba al cielo ignorando por completo lo que sucedía dentro.

 

El cabrero comenzó a ajustarse la gorra para evitar que los pronunciados rayos de sol que iluminaban los alrededores de la casa le dieran directamente en el rostro.

 

"Que hacía ese hombre allí con su hijo dentro de mi casa… ¿acaso habían venido los dos para humillarme de esa forma?"

 

-Si, … al final se va a quedar un buen día y todo.- Dijo antes de lanzar la apurada colilla al suelo para pisarla con el pie.

 

-Buen día lo será para ti cabrero, que no tienes el calentamiento de cabeza que tengo yo en esos momentos.

 

Al contestarle miré hacia la casa. Con mi mirada quería hacerle saber que sabía que su hijo estaba dentro desfogándose con mi esposa y que por lo menos requería una explicación.

 

-Venga, hortelano vamos dentro y me invitas a un chatico de vino, mientras acaban. Seguro que mi crio lo hace pronto, ha venido a follársela más caliente que el rabo de una sartén.

 

Bastante mosqueado llene esos dos jarros en una de las dos tinajas que usaba para elaborar vino y acercándole uno a él. Le pedí una nueva explicación.

 

-Creía que habíamos acordado un precio justo por esas tres cabras. No entiendo a que viene esto ahora.

 

El cabrero le dio un sorbo al jarro mientras me seguía mirando con esa intimidatoria mirada. Eran los mismos ojos de chulo que había tenido siempre. La misma mirada que había atemorizado a todos los mozos del pueblo desde que éramos unos críos.

 

Tendría por ahora unos cincuenta y tantos años y yo andaba más o menos por ahí también. No éramos exactamente de la misma quinta pero al vivir en un pueblo tan pequeño nos conocíamos bien.

 

Sabía perfectamente manejar una situación  y en ese momento estaba controlando mis impulsos asesinos. Sabía de “mis gustos” ya que hace mucho tiempo  me sorprendió jugando a las pajas con el hijo del boticario. Desde ese día, y siempre bajo amenazas, me había hecho la vida casi imposible. De ese primer encuentro habían pasado ya más de cuarenta años y todavía seguía con lo mismo.

 

-Entiéndelo hortelano. Con esa fea costumbre que tienes al ir por ahí comiendo pollas y poniendo el culo. Es normal que tu mujer vaya insatisfecha pérdida… por eso hemos venido hoy a verla.

 

Al decirlo se recoló la polla bajo el pantalón. Era como si quisiera remarcarme que él también se la había follado y su hijo solo era el segundo plato del que gozaba mi esposa.

 

En la pequeña bodega de la casa los dos habíamos ocupado unos puestos casi enfrentados. Sentados en esas sillas de madera mirándonos, bebíamos vino sin romper el silencio, esperando que alguno de los dos volviera a hablar.

 

-Tienes una buena esposa que trabaja como una burra para complacerte - Volvió a decir mientras me alargaba el jarro vacío. Era evidente que con ese gesto me estaba pidiendo que lo rellenara.

 

-Sí lo es.- Le contesté mientras me levantaba para introducir el jarro del cabrero en la tinaja.

 

-Es una lástima sea tan puta. Si no bien que nos la hubiéramos llevado a nuestra casa para que se ocupe de hacernos la comida, limpie de vez en cuando y se encargue de sacarle lustre a nuestros rabos.

 

Podría haberle lanzado el jarro de vino a la cara o haber intentado inútilmente el soltarle un puñetazo, pero sabía que en ambos caso terminaría errando el tiro y no estaba dispuesto a terminar con el ojo morado, … otra vez.

 

-Sí, es una lástima…que no me dejes en paz nunca.- Le dije finalmente

 

Yo había ganado,… me había llevado a la mujer que el cabrero quería para sí, pero desde entonces no había dejado de perseguirme y atormentarme. Me humillaba públicamente y en privado también y no cesaba en inventar cosas que hacían que mi vergüenza fuera en aumento, pero esta vez se había superado.

 

-Cabrero, …que tú te la tires cuando te venga en gana es una cosa pero que encima me mandes a tu hijo para que también lo haga creo que… con eso ya te estás pasando.

 

Empezó a reírse sonoramente ignorando que desde el otro lado de la casa podrían oírnos. Ese cabrero estaba disfrutando con la humillación y esperaba con ese gesto que todo el mundo lo supiera.

 

No le bastaba con llegar a la iglesia y obligar a que me levantara dejando mi asiento libre para que él se sentara junto a la que a ojos de todo el mundo era mi mujer.

 

También quería que su hijo comenzara a humillarme. Era como si quisiera que esa condena durara para siempre.

 

-Ya me conoces, hortelano. Le estoy enseñando el oficio y eso incluye también todas  las tierras en las que pasto y los montes por los que ando.

 

Al levantarse de su silla me arranco mi jarro a medio terminar de entre las manos y se colocó dejando que su paquete quedara a la altura de mi cara.

 

Al intentar levantarme su fuerte manaza me apretó el hombro con fuerza, mientras me decía.

 

-¿Dónde te crees que vas? Ahora que tu mujer está a punto de terminar  y aprovechando que has venido, creo que es justo que disfrutes tú también con nuestra visita.

 

El terror en mis ojos no hacía más que excitarlo más. Sabía que estábamos en mi propia casa con dos de mis hijos a punto de llegar del campo y  ese hijo de puta pretendía que  como mínimo le hiciera una mamada.

 

-¿Dónde aquí?-Le pregunté con los ojos llenos de ira.

 

-Estamos en tu casa, supongo que es lo correcto que elijas donde debe de ser.

 

Me levanté de la silla y agarré la que hasta hace unos segundos había estado usando el pastor para sentarse. Me dirigí hasta la puerta para atrancarla.

 

“Quería evitar que nadie pudiera entrar en la bodega y encontrarme de esa forma tan bochornosa”.

 

Al girarme lo encontré sonriendo de forma maliciosa, mientras se sobaba el bulto creciente bajo el mono azul que llevaba.

 

Ignorando por completo el desaprensivo gesto de su cara me volví a sentar delante de ese rudo hombre.

 

-Cuanto antes empiece antes terminaré- dije con resignación. No era la primera vez que me humillaba de esa forma, ni tampoco sería la última… Espero

 

Comencé a bajar lentamente la cremallera dejando todo el pecho al descubierto. Del cuello colgaba esa cadena de oro que con tanto ritmo se balanceaba de un lado a otro cuando me enculaba en el monte.

 

En el extremo de esa medalla colgaba un Cristo en un crucifijo, imaginaciones mías pero el espiritual ser pareció mirar hacia otro lado cuando mi lengua se acercó para lamer uno de los gordos y duros pezones.

 

Sabía a sudor y un profundo olor a oveja inundo mis fosas nasales. En ese preciso momento supe que estaba perdido pues bajo mi pantalón mi polla empezó a engordar.

 

Me incorporé y le saque los dos fuertes brazos del mono. Con la de ostias que esos dos fuertes brazos me habían dado y todavía seguía admirándolos.

 

Mi cabeza se perdió bajo la axila, donde lamí con ganas, aspirando el fuerte olor a macho que ese fornido cuerpo desprendía. Volví a lamer un pezón y luego el otro y mientras lo hacía mis manos jugueteaban con  esos vellos blanquecinos que cubrían el pecho del cabrero.

 

Agarré la azulada prenda de la cintura y al tirar del mono con fuerza hacía abajo, solo el calzoncillo quedó rodeando esas duras piernas, aprisionando a su vez en el caliente  interior el enorme bulto que calzaba el cabrero.

 

Entonces lo oí reír maliciosamente.

 

-Hortelano,…hay que joderse con lo mucho que te gusta comer zanahorias. 

 

Agarré la blanca prenda y al tirar hacia sus piernas con nerviosismo su polla salió fuera del calzoncillo algo durita e hinchada.

 

Aquello más que una zanahoria era un nabo. Grueso e hinchado en la punta y alargado,… muy largo,… lleno de venas azuladas y gruesas que se retorcían en toda su longitud.

 

Lo agarre de la base. En ese punto tenía el grosor del mango de una azada. Mis ojos se cruzaron con los suyos y sacando la lengua le di un primer lametón.

 

Todavía ese pollón del quince que calzaba no se había llenado de sangre pero ya empezaba a apuntar maneras.

 

Me sorprendió el profundo aroma que desprendía y que no era otro que el que tenía mi mujer en su entrepierna. Supé entonces que no me había mentido.

 

"Él muy hijo de puta, también se había follado a mi esposa"

 

Al empezar a lamerla descubrí en ella un regusto saladito. Daba igual a lo que supiera su rabo, en esos momentos estaba decidido a terminar cuanto antes  con todo aquello pero el cabrero parecía no estar dispuesto a dejarlo pasar.

 

-Hijo, …Tráete pacá a esa zorra, … a ver si aprende de una vez como se debe de comer una polla.-Al hablar lo hizo con un fuerte grito para que se oyera en toda la casa

 

La puerta había sido atrancada pero no le costó mucho trabajo al hijo del cabrero derribarla de un empujón. Al entrar completamente en pelotas vio a su padre dándole de mamar al dueño de la casa.

 

Detrás de él apareció mi esposa que miraba hacía mi apesadumbrada. Al fin y al cabo había sido ella la que había terminado poniéndome en la órbita de ese maldito hombre.

 

Le había casi suplicado que por favor no le pidiéramos semejante favor al cabrero, pero ella no regia con claridad pensaba que deberle diez mil pesetas a un pastor era mucho mejor que debérselas a un banco.

 

Por eso le terminé encargando las cabras.

 

“Tremendo error el que cometimos ese día por deberle algo a ese maldito ser. Todo favor se lo terminaba cobrando con intereses y yo le estaba pagando en esos momentos la que era mi parte”

 

Jamás le había hablado a ella de lo mucho que me había costado obtener ese favor y ella llegó a pensar que el sacrificio que estaba haciendo abriéndose de piernas cada vez que el cabrero aparecía por casa, era el único suplicio por el que estaba pasando su familia.

 

Nada sabía la pobre de que su marido también estaba siendo asaltado y follado a saco cada vez que ella tenía el periodo.

 

Tampoco sabía que cualquier encuentro con ese cabrero por el campo terminaba siempre de la misma forma.

 

Conmigo arrodillado ante el mamándole el rabo, o puesto a cuatro patas y con los pantalones bajados hasta las pantorrillas, para permitir que ese pastor me enculara bien a gusto.

 

Otras veces era yo el que llevaba la iniciativa, e iba en su búsqueda. No me resultaba difícil dar con él. Los balidos de las ovejas que portaba me iban marcando el camino. Cuando me veía aparecer entremedias del rebaño le perdía a su hijo que se alejara de allí, para poder gozar de unos minutos de intimidad con el hortelano del pueblo. Ese macho se perdía entre el ganado haciendo que las ovejas se retiraran a un lado. Era tal el miedo que le tenían que se apartaban  dejando un marcado camino que lo conducía hasta mí. Entonces pasaba, yo me arrodillaba y empezaba a comerle el rabo. Las ovejas no se iban y yo sabía porqué, el hijo del cabrero permanecía allí dejando que el rebaño nos rodeara. Entonces se lo pedía.

 

-Túmbate en el suelo, quiero que me folles- Le rogaba mientras tiraba del cinturón de mis pantalones para dejar el culo libre y expuesto.

 

Con ese cabrero de casi dos metros de estatura tumbado en el suelo yo me auto introducía en el ojete su enorme y dura polla.

 

El hijo del cabrero me miraba mientras se sobaba el cada vez más endurecido pantalón que portaba.

 

Podría haberle dejado que entrara en el círculo de animales que nos mantenía alejados de él y de sus tremendas ganas de follarme, pero a mí no me gusta compartir el macho.

 

A su padre tampoco le gusta compartir a sus hembras y en esos momentos era solo eso. Una sucia y vulgar maricona que había ido en su búsqueda para pedirle que me diera polla.

 

Genaro el hijo del cabrero se terminaba sacando la polla para pajearse también.

 

En esos momentos su padre no estaba para reprobarle una conducta tan inapropiada.

 

Los tres rivalizábamos en nuestros gemidos y suspiros con el sonido que las agitadas ovejas lanzaban al aire, pero al final terminábamos estallando casi a la vez, haciendo que con nuestros gritos de placer los pobres animales no supieran en cual dirección deberían correr para salvarse.

 

Al final y mientras me subía los pantalones ya con el culo lleno con la  espesa lefa del cabrero, me atrevía a decírselo por fin.

 

-Este mes tampoco podré pagarte nada del precio acordado por las cabras.

 

El cabrero se incorporaba de un salto aun con todas las vergüenzas fuera para cogerme del cuelo y alzarme en el aire.

 

-Maldita sea hortelano y cuando vas a reunir el dinero para pagarme. Al final me voy a creer lo que dice mi hijo: qué prefieres hacer todo esto a tener que pagarme los cochinos cincuenta duros que valen las cabras.

 

★★★

[La perversión de los hombres]

 

-Mira putón, ves como es muy fácil.- Le reprochó el hijo del cabrero a mi escandalizada esposa.

 

-Ahora arrodíllate y hazme a mí lo mismo.

 

Al decirle esto agarró la silla y sentándose junto a su padre dejo que mi mujer se colocara entre sus velludas y desnudas piernas para empezar a lamerle la polla con algo de asco.

 

Yo por mi parte me engullía el duro trabuco del cabrero notando como los mofletes de me hinchaban y los ojos se me salían casi de las orbitas.

 

Es lo que tiene el intentar tragarte un rabo de esas dimensiones casi hasta los huevos.

 

Mi esposa me miraba con algo de miedo pensaba que estaba enfadado con ella, pero no podía dejar que esa humillación también la terminara afectando.

 

-Mira cariño, hazlo así- Le dije mientras me sacaba el duro y chorreante pollón del cabrero de la boca para continuar pajeándolo con una mano mientras le robaba la polla a mi mujer de entre los labios.

 

Me metí la dura polla en la boca y empecé a mamar haciendo que el hijo del cabrero soltara un bufido.

 

-Buahhhhh, … ohhhh siii… que buenoooooo

 

Mi esposa me miraba hacer, mientras esos dos hombres empezaron a disputarse mi boca mientras se soltaban puñetazos en el hombro.

 

-Ve desnudándolo.-Le gritó el cabrero a mi mujer al ver que se había quedado sin nada mejor que hacer.

 

Mi esposa me quitó las prendas con dificultad, y al hacerlo seguía mirándome preocupada.

 

Seguía sintiéndose culpable por la situación pero nada de eso era culpa suya.

 

Por eso me saque uno de los dos duros rabos que me estaba comiendo en ese momento para decirle.

 

-Tranquila no te preocupes. Luego hablamos de esto… ¿vale?

 

Hizo un gesto afirmativo con la cabeza mientras tiraba de mis pantalones hacía atrás dejando mi peludo culo expuesto ante esos dos salidos.

 

-Miro extrañada mi polla que en esos momentos estaba más dura que una piedra.

 

 “¿A este marido mío desde cuando se le pone a si de dura la polla?”- Supe que estaba pensando.

 

-Ve fuera y asegúrate de que nadie entra. Le dije yo mientras seguía pajeando esas dos durísimas pollas

 

El cabrero había comenzado a dedearme  el ojete haciendo que dos de sus gruesos y callosos dedos se colaran hasta los nudillos

 

Sabía que si cualquiera de mis hijos entraba en la bodega y veía a su padre comiendo rabos y a su madre desnuda mirando, tendríamos que explicarnos demasiadas cosas en esa familia.

 

-Quien de los dos se lo folla primero- Preguntó el hijo impaciente al ver como mi mujer cerraba la puerta de la bodega y echaba la llave por fuera al salir

 

-Pues quien va a ser. ¿tú no estabas con ella?...¡Sigue entonces con ella!

 

Al decir esto el joven cabrero se dio la vuelta y al ver que mi mujer no estaba ya allí empezó a soltar venablos por la boca.

 

-Tranquilo Genaro, ya verás como con esta puta comepollas te lo pasas mejor que con esa estrecha llena de remordimientos.

 

El cabrero tenía razón.

 

Una razón que no le faltaba, toda mi vida he cultivado hortalizas en el campo y he aprendido a degustar los placeres que esas duras verduras pueden llegar a proporcionarme.

 

Las zanahorias y los nabos calman mi continua sed de polla durante el largo y frio invierno.

 

Mi ojete se estremece entonces con la llegada de la primavera ya que sabe que serán los pepinos y los calabacines los que pasen a horadar con su engorde mi puerta trasera.

 

En verano son las patatas las que suelen entretenerme. Suelo apartar las que tienen un menor tamaño sabiendo que eso dificulta su venta, para después de lavarlas en la acequia metérmelas por el culo como si de unas bolas chinas se trataran.

 

En el otoño son los pimientos, las berenjenas y sobretodo las mazorcas de maíz las que me abren bien el ojete.

 

Si amigos, soy un Marrano agricultor que solo cultiva hortalizas que tengan el tamaño y la proporción adecuadas para autoencularme con ellas.

 

Pero es el cabrero el que me da rabo durante todas las estaciones del año.

 

Desde que me pillara comiéndole la polla al hijo del boticario yo había tenido que aceptar que fuera su enorme pollón el que me diera de mamar cada vez que le apeteciera.

 

Después de eso fue fácil que empezara a sodomizarme. Lo hacíamos cada vez que nos encontrábamos. Me chantajeaba, me decía que si no me ponía a cuatro patas delante de él, le contaría a todo el mundo que era un puto mariconazo.

 

Intentaba que nadie nos viera por eso me metía con él entre las matas de judías para entregarle gozosamente mi culo sin temor a ser vistos.

 

Las plantas de judías crecían altas y vigorosas. Guiadas por las cañas que las sujetaban para evitar que las hojas rozaran el suelo. De ellas colgaban los primeros frutos y entre esas matas el cabrero me embestía con fuerza haciendo que mi culo se abriera pidiéndole  más.

 

Cuando se salía mi ojete palpitante intentaba recuperar la forma,  pero estaba demasiado hambriento.

 

-Métemela otra vez cabrero- le gritaba al notarme huérfano de polla

 

Poco a poco me fui acostumbrando a su tamaño y fui notando un gustillo especial al sentirme ensartado.

 

Ni zanahorias, ni nabos, ni pepinos ni calabacines, …tampoco con las patatas ni con los pimientos. Quizás si con las berenjenas y las mazorcas de maíz, …

 

He de reconocer que no hay nada comparable a ser penetrado por una dura y a la vez flexible polla. El cabrero tiene para ello una herramienta perfecta, que haría las delicias de un culo tragón como el mío.

 

Cada día llegaba a casa con todo el cuerpo lleno de barro, con el culo preñado con la espesa  lefa de ese macho cabrero y lógicamente la polla ya no se me empinaba.

 

Mi mujer terminó buscando el placer en otros hombres, quedándose incluso preñada de algunos de ellos.

 

La gente murmuraba decían entre cuchicheos que mis hijos no se me parecían.

 

Uno de ellos era rubio y de piel blanca como la leche. No parecía haber sido diseñado para trabajar en el campo. Por eso le pusieron el mote de “Señorito”

 

El otro tenía la complexión física y un parecido increíble al hijo del cabrero. Si los ponías uno al lado del otro casi parecían ser gemelos. En la escuela los habían llegado a confundir y hasta los habían sentados juntos en el mismo pupitre pensando que eran hermanos. El pastorcillo le decían los cabrones lugareños

 

Y luego estaba el pequeño de un color de piel como la de los gitanos. Por eso lo apodaron así …“Gitano”

 

Era un secreto a voces. Pero no, …ese secreto no sería nunca revelado. Jamás el joven al que le estaba mamando la polla sabría que él y mi hijo eran fruto del mismo padre. Un padre que en esos momentos me estaba follando el culo a saco en el interior de esa bodega.

 

-¿Genaro… has visto como le entra?-Le preguntó mientras me agarraba de las caderas para penetrarme con fuerza.

 

-Sí, papa. Hay que joderse. Me habías dicho que era una maricona… pero no que la comíiiiiiiaaaaa aaaasssiiii de biennnnnn.

 

Entre suspiros me quito ese trofeo de carne antes de descargar en el interior de mi boca. Empezó a golpearme la cara con el durísimo y chorreante nabo mientras notaba como poco a poco le iba bajando la excitación del momento.

 

-Deja que se la meta yo un ratico.-Le suplicó al padre mientras yo seguía a cuatro patas intentando engullirme de nuevo esa barra de carne que se restregaba por mi cara.

 

El padre se apartó y sin preguntar siquiera me metió la polla en la boca.

 

Empecé a mamar con ganas. Intentando recuperar el tiempo perdido, notando como Genaro, el hijo de cabrero empezaba a penetrarme por detrás con algo de miedo.

 

Pensaba que dentro de mi culo mi polla le haría daño o algo por el estilo, pero al notar como las paredes de mi ojete empezaban a apretarle con fuerza en la polla, terminó dando un fuerte empujón.

 

Hasta los huevos me la tragué y en el embiste me terminé tragando la polla de su padre hasta la mitad.

 

La gruesa vena que la alimentaba con sangre parecía retorcerse alrededor de ese duro rabo hasta meterse dentro de mis golosos labios.

 

Se miraban mientras seguían usándome.

 

Parecían preguntarse el uno al otro que tal les iba en sus respectivos agujeros.

 

Bufaban como dos toros y aumentaban las embestidas haciendo que mi boca y mi culo se resintieran algo.

 

Entonces paso, … el cabrero me dejo huérfano de rabo mientras miraba con deseo a su hijo.

 

El pobre no sabía lo que se le venía encima cuando comenzaron a lamerle el ojete. Inocente seguía penetrándome con su durísima y también larga polla.

 

Mire hacia atrás y vi al cabrero chupar sus gruesos dedos para llenarlos de saliva. Cuando empezó a restregarlos alrededor del peludo ojete de Genaro, el joven lanzó un gemido y acelero la marcha.

 

Podía haberle avisado de que estaban a punto de clavársela,  pero mis gemidos no hacían más que calentar la escena.

 

El cabrero se autopajeaba para evitar que su erección se bajara mientras seguía hurgando en el interior del culete vicioso del muchacho.

 

-Ahhhhhhh… ¿quuueeeee hacessssss?

 

Comenzó a gritarle a su padre al notar como empezaban a penetrarlo.

 

Cayó sobre mi espalda y su polla quedo incrustada dentro de mí hasta los huevos.

 

Encima del él su padre seguía empujando haciendo que el peso de dos tíos de casi cien kilos cada uno cayera sobre mis espaldas.

 

Acostumbrado estoy a trasportar sacos llenos de patatas sobre mis costillas. Por ello no perdí el equilibrio y me mantuve a cuatro patas permitiendo que Genaro el hijo del cabrero fuera empalado por su querido padre.

 

-No me digas que no te gusta-Le dijo su padre al hijo que intentaba salirse de esa trampa anal en la que se había metido.

 

-Me dueleeee mucho…joderrrrrrr

 

-Venga no te hagas el remilgado delante del hortelano que llevo follándote así desde que te salieron los pelos en los huevos.

 

-Ya pappaaaaa… ahhhhh pero es que cuando lo hacesssssss usasssss mantecaaaaaa    ayyyyy. … joderrrrrr

 

-Díselo tu hortelanoooooo. ¿A que eso de usar lubricantes es de maricones?

 

En mi culo notaba dos penetraciones la de la polla que tenía ensartada hasta los huevos y que no perdía ni un ápice de dureza y la del cabrero follándose el culo de su hijo.

 

-Hacer lo que queráis pero terminar yaaaaaaa- Les grite entre suspiros mientras empezaba a correrme sobre el suelo.

 

Sin que me tocaran empecé a descargar mi espesa y blanquecina lefa sobre las baldosas.

 

Cada vez que ese pastor me enculaba me pasaba lo mismo. Era tal el gusto que sentía que terminaba corriéndome sin remedio.

 

Mi culo apretó con fuerza la dura mazorca que en esos momentos le impedía el cierre y el joven chico empezó a descargar también dentro de mí.

 

El cabrero seguía follándoselo le faltaba poco pero todavía necesitaba un par de minutos más.

 

-Cabrero cabrón…¿es que no vas a ser capaz de preñar a tu hijo?-Le pregunté sabiendo que eso lo encendería mucho mas.

 

Entre berridos el cabrero comenzó a descargar.

 

Mi esposa abrió poco después la puerta cargada con una sartén de huevos con chorizo para que recuperáramos las fuerzas.

★★★

[Tendré que dar muchas explicaciones]

 

Ellos si comieron huevos y chorizos pero yo fui obligado a comerles de nuevo los rabos. Cuando los noté duros me senté sobre ellos y comencé a auto-follarme.

 

Los dos estaban rendidos pero mi culo seguía hambriento. 

 

El pastor había errado en sus previsiones climatológicas y fuera de la casa una fuerte tormenta descargaba con violencia.

 

Llevaba más de tres horas encerrado en la bodega con esos dos sementales y comencé a correrme entre suspiros mientras me meneaba la polla con fuerza.

 

Dentro de mi ojete se retorcía también la dura y vigorosa polla de Genaro.

 

A nuestro lado el padre dormía plácidamente la siesta roncando sobre una manta que habíamos extendido en el suelo.

 

Entonces vi como Genero miraba hacía la puerta y al dirigir mis ojos hasta ese punto me encontré a mi hijo pequeño que cargado con la mochila y con la boca abierta nos miraba a los tres.

 

Era evidente que acababa de llegar a casa sin que mi mujer se diera cuenta de su presencia. Posiblemente sería en la bodega donde ese pillín se pajearía a gusto.

 

Salió sigilosamente aunque los dos que estábamos despiertos lo habíamos visto entrar. Echó también la llave de la puerta y me dejó muerto de miedo pensando en lo mucho que tendría que explicarle a mi hijo acerca de lo que acababa de ver.