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Papá, Mamá y el Mecánico

en Voyerismo

-Relato Autobiográfico-

 

Siempre he escrito historias ficticias o sobre algo que me comentó algún lector, plasmando en esas narraciones un porcentaje pequeño de mí, pero hoy preferí hacer al revés, contarles una historia en donde el mayor porcentaje sea real, hoy decidí escribir sobre mi vida.
Gus Becker
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Corría el año 1.984 y yo era único hijo del matrimonio de mis padres.
 
Raúl es el nombre de mi papá, pero todos lo llaman por su apodo “Lito”, es Capitán de barcos pesqueros de ultramar, lo cual lo lleva a estar embarcado entre 7 u 8 meses para luego tener entre 4 y 6 meses de vacaciones de corrido. El es de tez blanca, estatura promedio, delgado, de pelo lacio, que siempre lleva corto, de color rubio oscuro y se peina para el costado con raya, de ojos claros color verde esmeralda. En ese año contaba con 42 años.
 
Mamá se llama Alicia, tiene 11 años menos que papá, o sea que en ese tiempo tenía 31 años, mide 1,66 mts., delgada, de espalda pequeña, con lolas grandes y bien paradas y una cola redondita, sus medidas eran 110-65-96, tez blanca, ojos color almendras y cabellera morocha azabache, hasta pasando un poco los hombros. Los familiares y amigos le decían cariñosamente de sobrenombre “Negra” o “Negrita”.
 
Si bien no era una modelo, tenía facciones bonitas y con sus curvas no pasaba desapercibida a la vista de los hombres, los que comúnmente en la calle la llamaban petiza tetona. Años atrás trabajó un de empleada en una farmacia, pero en esa época gracias al buen sueldo de mi padre, se dedicaba por completo a ser ama de casa.
 
Vivíamos en una ciudad tranquila, a varios kilómetros de la capital.
 
Con papá nunca me llevaba bien porque apenas lo veía, y cuando estaba en casa era de carácter severo, todo lo que yo hacía le molestaba, siempre imponiendo sus reglas y que esto no se hace, que esto no se toca, que hable despacio, que no corra en casa, que vea menos tele y estudie más, que cene a las 20:30 hs y me acueste a más tardar a las 22:00 hs, que me levante temprano a las 6:30 hs. de la mañana para que no llegue tarde a la escuela, si bien entraba a las 8 hs, ¡Estaba a tan sólo 3 cuadras!, y la frase que más repetía cada vez que hacía algo que a él le molestaba, era la tan odiada por mí “¿Eso te lo enseñó tu madre?”.
 
En resumen, era un fastidio, verdaderamente cuando él estaba en casa contaba los segundos para que volviera a embarcarse, porque con mamá era todo distinto, ella siempre con una sonrisa a flor de piel me motivaba a dar lo mejor de mí sin tantos límites, me consentía como a todo hijo único, pero se las ingeniaba para que yo sea responsable y buen estudiante. Rara vez me ha gritado, cuando hacia una travesura ella me imponía como castigo quitarme lo que más me gustaba o deseaba, como por ejemplo no ver TV por xx días, no salir a jugar, etc., nunca me dió un chirlo, como lo hacía papá si lo desobedecía.
 
Jamás entendí como llegaron a enamorarse, siendo totalmente distintos, como el agua y el aceite.
 
Vivíamos en el cuarto piso de un edificio de zona casi céntrica, en un departamento de 3 ambientes con balcón a la calle, con 2 habitaciones, 1 baño, 1 cocina y una amplia sala de estar.
 
A una cuadra de casa existía un taller mecánico, en el que trabajaban dos hombres, uno era un viejo al que apodaban “Bujía”, bastante desgarbado y muy flaco, le faltaban un par de dientes y siempre usaba el mismo mameluco azul sucio de grasa que parecía que no lavaba desde hace varios años (si es que alguna vez lo lavó), los pocos pelos que le quedaban los llevaba largos y se los ataba con una coleta; el otro mecánico era grandote y superaba el 1,80 mts. de altura, de unos treinta y pico de años, morocho, de pelo desprolijo y facciones duras, a pesar que su nombre era Miguel, lo llamaban “Sandro” por sus patillas largas, como las que usaba el cantante Roberto Sánchez.
 
Mami era la que me llevaba y traía todos los días de la escuela y como camino obligado teníamos el mencionado taller y Sandro siempre cuando nos veía pasar por la puerta le dedicaba un algún piropo ordinario a mamá sin importarle que yo estuviera presente, del tipo: “Preciosa, regalame tu sonrisa vertical”, “Corazón de arroz, la que me cuelga es para vos”, “Con ese culo cagas bombones”, “Juguemos a que soy un barrilete y vos me re-montas”, “Con tus melones y mi banana, desayunamos en la cama”, “Mostrame una teta y yo me imagino la otra”, “Negra con esas tetas ¿Para qué te pintas los labios?”, “Pero que lindo culo para sacar a pasear mi pija”. Al principio esto la enojaba, pero con el correr del tiempo le causó gracia y me retaba si yo le contestaba algo a ese hombre:
 
- Mi amorcito no tenés que contestarle.

 

- Pero mami no me gusta que te diga esas cosas...

 

- Es normal que los hombres digan esas cosas cuando ven a una mujer atractiva, me sube la moral que no solamente tu papi me crea linda. Gustavito en lugar de enojarte sentite alagado que piropeen a mami…
 
Cuando pasábamos por ahí, ella me apretaba la mano para que yo siga caminando y no intente defenderla.
 
Una semana antes de embarcarse papá, el Renault 11 que teníamos empezó a andar mal y él lo llevó al taller mecánico de Sandro y Bujía, desconociendo lo que ellos le decían  a su esposa; los días transcurrieron y del auto ni noticias.
 
Papi partió sin que el vehículo estuviera arreglado, por tal motivo una mañana, camino a la escuela entramos al taller. Lejos de la valentía habitual para piropearla, al verla caminar hacia él con paso firme, Sandro comenzó a tartamudear.  Mamá le preguntó por nuestro auto:
 
- No sabía que era tuyo el auto mamita, decile a tu marido que en estos días venga a buscarlo que lo voy a tener listo.

 

- Mi marido no va a poder pasar porque está embarcado, decime cuando crees que me lo voy a poder llevar.
 
Al escuchar estas palabras una sonrisa se le dibujó en la cara al mecánico.
 
- Por ser vos, te lo tengo listo al mediodía, preciosa.

 

- Bien entonces más tarde vengo.
 
Transcurrida la mañana, luego de pasarme a buscar por la escuela, volvimos al taller como habíamos quedado.
 
- ¡Hola!  ¿Ya está terminado?

 

- Si mamita, nunca les miento a las chicas lindas como vos, cuando les prometo algo lo cumplo.

 

- ¡No le diga mamita que no es su mamá! Y tampoco esas cosas feas que le dice cuando pasamos por acá…

 

- ¡Hijo! ¿Qué te dije sobre responder?

 

- No lo retes preciosa, tiene razón, como todo un hombrecito defiende a su mamá. Esta bien que salte así, además me espanta la competencia jajajajajajaja. Para disculparme el arreglo es gratis.

 

- Gracias pero prefiero pagarle, no me gusta deberle nada a nadie.

 

- Pero no me debés, no te cobro para que hagamos las paces y empecemos de cero, como si ahora fuera la primera vez que nos vemos, ¿Te parece?.. Hola, me llamo Miguel pero todos me dicen Sandro y él es Bujía mi socio ¿Vos cómo te llamás? (dijo estirándole la mano para saludarla).

 

- Mi nombre es Alicia pero mis amigos me dicen Negra (contestó mamá respondiéndole el saludo con la mano).

 

- ¿Negra sabés manejar o querés que te lo llevo hasta tu casa?

 

- No te molestes, sé manejar.

 

- No es molestia,  todo lo contrario, estoy para lo que necesites, tenelo en cuenta… (expresó dándole las llaves del auto).
 
Mamá sin responderle, me abrió la puerta para que me suba y luego acomodándose en el asiento del conductor, le dio arranque al auto y nos fuimos.
A partir de ese día, las cosas cambiaron considerablemente, ya no le decía cosas elevadas de tono cunado pasábamos por el taller, sino más bien románticas, como: “Adiós preciosa”, “El día estará nublado pero acaba de llegar el sol”, “Si fueras el Diablo como me gustaría estar en el infierno, preciosa”, “Me gustaría ser aviador, para volar en tus sueños”, etc.
 
Y hasta nos esperaba con facturas, o torta de ricota o pasta frola ofreciéndonos mientras le convidaba un mate a mamá, que gentilmente aceptaba, para después seguir rumbo a mi escuela. De esta forma de a poco el tipo se fue ganando la confianza de ella y las paradas en el taller se hicieron habituales y más largas.
 
A pesar que no me gustaba lo vivía con normalidad, hasta que una mañana, en esas paradas Stop and Go, mamá mientras tomaba un mate, le dijo a Sandro:
 
- El agua esta fría, calentala que dejo al nene y vuelvo…
 
El saber que ella regresaría sola me inquietaba, me preguntaba si anteriormente habría vuelto al taller sin mi compañía.  A pesar de ser un buen alumno, ese día no pude concentrarme en el aula, mi mente estaba en otra parte.
 
Mamá para estar de entrecasa y hacer las cosas por el barrio acostumbraba vestir ropa cómoda y holgada como pantalón de gimnasia, alguna remera, zapatillas y buzo si hacia frio, pero cambió la ropa deportiva por prendas que usaba cuando salia con papá o íbamos al centro, tales como polleras, blusas, zapatos de taco alto o sandalias, comenzó a maquillarse antes de salir de casa, perfumarse, pintarse las uñas y hasta ir más seguido a la peluquería.
 
También cambiaron los temas triviales de conversación por temas personales:
 
- Negra vos sos joven ¿Cómo te las arreglas tanto tiempo sin tu marido? Porque vamos a hablar con sinceridad, yo si no la pongo en una semana camino por las paredes. (le preguntó mientras yo jugaba por el taller pero no perdía detalle de la charla).

 

- No es fácil, cuesta pero una se arregla...

 

- Si mi novia fuera la mitad de linda de lo que sos, no la dejaría ir sola ni a la esquina, ni pensar en alejarme varios meses.

 

- Pero es su trabajo…

 

- Cambiaría de trabajo, mi prioridad serías vos. De verdad te lo digo, no lo comprendo a tu marido, salvo que le guste estar rodeado de hombres o tenga otra mina por ahí, ¿No lo pensaste?

 

- Nooo ¿Sos loco, cómo decís eso?

 

- Porque sos un minón… es como dejar un Mercedes Benz estacionado con las llaves puestas, aunque no lo quieras va a pasar alguien y se lo va a llevar… y quisas ese que se lo lleve sepa valorar más lo que tiene… (le dijo acercándose a ella).

 

- Gracias por el cumplido… pero mejor me voy.

 

- Pensá lo que te dije mami.
 
Sandro cada vez se mostraba más avasallador, dejaba lo que estaba haciendo para acompañarnos, a la escuela por las mañanas o a casa al mediodía y si nos veía por el barrio se nos pegaba como garrapata. Daba la impresión que espiaba los movimientos de mamá para fingir encuentros casuales y lo peor era que a ella la alegraba verlo.
 
Si íbamos al supermercado, nos chocábamos con él y galantemente cargaba las bolsas de las compras hasta la puerta de nuestro edificio, sin que mami le permitiese subirlas hasta nuestro departamento. Y más de un sábado se ofrecía para llevarnos a pasear por el centro, mamá se rehusaba pero no con mucha convicción y al final terminaba aceptando.
 
El trataba de acercarse a ella constantemente, cuando caminábamos la tomaba de la mano o la asía de la cintura, si nos llevaba en su automóvil con la escusa de apoyar su mano sobre la palanca de cambios provocaba con sus dedos roces en la pierna izquierda de ella, y cuando se despedían con un beso, los labios de él en lugar de tocar la mejilla rozaban la comisura de los labios de ella.
 
Esas actitudes me provocaban celos, pero al mismo tiempo una sensación extraña en la boca de mi estómago, mi respiración se aceleraba y a pesar de molestarme no sé por qué extraña razón deseaba también que continuase, quería ver un poco más. Ya de grande, puedo comparar esas emociones que sentía, para que ustedes comprendan, como el de una montaña rusa, que a pesar del miedo, la adrenalina y vértigo dan ganas de volverse a subir. Andrés Calamaro la describiría como una dulce condena.
 
Una tarde caminábamos con mamá hacía la librería y al pasar por el taller, él la llamó y estuvieron hablando en voz baja mientras Bujía me daba una biela fundida para jugar. En un momento Sandro dijo:
 
- Viejo, cuidá al nene, que voy a llevar un rato al cuartito a Ali, para mostrarle una cosa que quiero que vea…
 
El cuartito era una pequeña habitación sin puerta que usaban al mismo tiempo de oficina y depósito, situándose al fondo a la izquierda, en frente del baño. Con un brazo en el hombro de ella, la condujo hasta ahí y entraron.
 
Bujía me pidió que no me moviera de mi lugar, despacio caminó hasta el fondo del taller y se metió en la fosa, que estaba muy cerca de la puerta de donde entraron su socio y mamá, y como tenía un auto arriba podía ver que pasaba ahí dentro sin ser visto. El hecho que el viejo esté más interesado en contemplar el interior de la oficina que en jugar conmigo, hizo que me acercara hasta la punta del auto y me escondiera detrás de un tonel de 200 lts. de aceite que estaba entre la fosa y el baño.
 
El tonel me cubría de la vista de Bujía y me permitía espiar lo que acontecía en el cuarito. Mamá estaba parada de espaldas a la entrada y con sus brazos rodeaba el cuello de Sandro quien se encontraba agachado besándola con intensidad, las grandes manos de él le recorrían la espalda y sobaban el culo fuertemente. Ella vestía una musculosa ajustada color negra, pollera del mismo color, amplia y larga hasta la mitad de sus muslos, y sandalias de taco alto que elevaba su figura varios centímetros y no la hacía ver tan baja en relación a la altura de él.
 
Poco a poco las manos de Sandro subieron la musculosa dejando al aire las voluminosas tetas y sólo en ese momento la boca del mecánico liberó la de mamá, para perderse en los pechos con sonoros chupones que se escuchaban desde donde me encontraba. Apretaba y mamaba de los senos como queriendo alimentarse de ellos, lejos de alejarle la cabeza, ella se los ofrecía con sus manos.
 
Sandro se irguió, se bajó los pantalones junto los calzoncillos, sujetándola de los hombros la bajó, apoyó la gordísima y larga verga sobre la cara de ella y la refregó, paseaba el hinchado glande por los labios hasta que estos se abrieron y la hundió hasta la garganta, con dificultad la cabeza de ella iba y venía tratando de engullir lo más que podía, de a ratos la soltaba y le pasaba la lengua por toda su extensión, la cubría de húmedos besos, la gorda barra de carne brillaba gracias la saliva, le acariciaba los pesados huevos, los labios de mamá se apoyaban en la cabeza de la poronga y la punta de su lengua recorría su circunferencia como si le besara la boca en lugar de su pija.
 
El tipo la apartó un momento, la desnudó con violencia, luego se sentó en una mugrienta silla que había y sujetándola de la cintura la sentó de cara a él, mientras ella refregaba su concha sobre la verga, Sandro le exprimía las tetas, sus lenguas se entrelazaban fuera de sus bocas, el tajo de mamá se deslizaba a todo lo largo del riel de carne, de atrás hacia adelante constantemente y cada vez más rápido, se susurraban no sé que.
 
El la levantó con una mano y con la otra sujetando por la base su venosa pija, la dejó caer, largando mami un ahogado grito al quedar estaqueada, permanecieron inmóviles unos minutos, en los cuales sólo se miraban a los ojos. Después de una sonora palmada que le aplicó él en una nalga, ella comenzó a cabalgarlo de una manera enérgica, que me indicaba por el grosor de la verga y la ausencia de dificultad, que no era la primera vez.
 
Mamá apoyada en la punta de sus zapatos, subía hasta casi dejar escapar el glande de su concha y se dejaba caer pesadamente. Un CHAP CHAP CHAP producto del choque del corpulento culo de ella contra los muslos de él, llenaba el cuartito. El tipo acompañaba el ritmo estrujándole los pechos y mordiendo sus pezones, mientras ella se sujetaba firmemente de los fuertes hombros del mecánico. Daba la impresión que esa ancha pija la estaba partiendo al medio.
 
Siguieron así por más de 20 minutos y de todo los que se cuchicheaban sólo alcancé a escuchar cuando ella le rogó:
 
- ¡Ahhhh! ¡AAAh! Por favor papi, no me acabés adentro… Oggggggghh
 
Con ayuda de Sandro se desempaló y arrodillándose entre las piernas del tipo, le aferró con sus manos la verga y se la metió en la boca, él con fuertes espasmos saltaba de la silla y con una mano en la nuca de ella, la atrajo más hacia su cuerpo, de la comisuras de mamá escurrían gotas blancas. Cuando la cabeza de ella fue liberada, apartó la boca de la pija y un chorro impactó en su cara, cubriendo un ojo y parte de la nariz.
Mamá tragó lo que tenía en la boca y sonriendo se limpió la cara con un trapo que encontró tirado en el piso. Se volvió a sentar sobre Sandro y se besaron tiernamente.
 
Por miedo a que me reten si me descubrían que los espié, me alejé con cuidado de no ser visto y fingí jugar sin haberme enterado de nada, al instante salió de la fosa el viejo con una mancha entre las piernas, me sonrió nerviosamente y se dirigió a la mesa de las herramientas disimulando que trabajaba. A los cinco minutos aparecieron ellos, perfectamente vestidos.
 
- ¿Cómo se portó el nene? (preguntó Sandro).

 

- Muy bien, va a salir mecánico jajaja (Respondió Bujía)
 
Mami, mirándome, con su cabellera revuelta y un ojo enrojecido me preguntó:
 
- ¿Te aburriste cielo?

 

- No mami, estuve jugando con esto (dije enseñándole la biela).

 

- Bueno, vamos a la librería antes que cierre.
 
Y sujetándome de la mano, salimos del taller.
 
Pero los encuentros no se limitaron solamente al taller, también en nuestro departamento, él caía casi siempre pasadas las 17:00 hs, mamá me preparaba la leche y me dejaba en la sala para que haga la tarea o vea los dibujitos y ellos permanecían en la cocina tomando mate y cuchicheando, cuando me acercaba a la cocina en varias ocasiones sorprendí a mami sentada cómodamente en las piernas de él como si fueran una parejita de novios.
 
Sandro era muy bruto, a cada momento quería meterle mano a mamá y ella se las alejaba de su cuerpo pero sin apartarse del lugar; él se volvía loco cuando ella lo recibía en casa luciendo alguna blusa ajustada o minifalda y para parecer más alta los tacos de sus zapatos eran cada vez de más centímetros, parándole mucho la cola, ni bien entraba ella ligaba una palmada en el culo y se le abalanzaba encima.
 
- Calmate, ahora no que está el nene, a la noche vení después de la hora de la cena, que lo acuesto y así estamos solos.

 

- Pero no aguanto hasta la noche, vamos a la cocina así apretamos un ratito petiza…
 
Palabras más, palabras menos era lo que se decían.
 
Me gustaba muchísimo espiarlos en la cocina, porque ella prácticamente desaparecía en los brazos de él, esas rudas manos no dejaban lugar sin sobar. Gracias a esas exploraciones de él sobre el cuerpo de mami, me percaté una vez que ella lo esperaba sin bombacha ni corpiño, al levantarle la falda vi la mata de pendejos que era característica en las mujeres de los '80s y las tetas de mamá recibiendo más chupones que su boca.
 
Si el mecánico iba a venir a la noche a visitar a mamá, me daba cuenta en la cena, porque comíamos más temprano que de costumbre y ni bien terminaba el último bocado, me llevaba a la rastra a lavarme los dientes y a la cama a dormir. Ella se quedaba en la sala viendo tv y cerca de las once de la noche, bajaba sin hacer ruido a la entrada del edificio para abrirle, ni bien regresaba, volvía a entrar a mi habitación para cerciorase que estaba dormido (cosa que yo fingía muy bien porque me mataba la curiosidad por saber que hacían), luego cerraba la puerta y regresaba a la sala para estar con él.
 
Yo esperaba varios minutos, que se me hacían horas, para abrir la puerta y espiarlos, era común encontrarlos en el sofá matándose a besos y caricias, con todas las luces apagadas, dejando el televisor encendido que estaba frente al sofá para iluminarse y algunas veces las luces de la cocina o la del balcón.
 
Nuestro departamento era en forma de L, ubicándose en la superficie más larga, la puerta de entrada, a unos pasos a la izquierda la puerta de la cocina (entrando a la cocina está la puerta que da al lavadero), caminando y pasando la puerta de la cocina llegamos a la sala que era muy grande y enfrentadas en línea recta con la puerta de entrada estaban las puertas de vidrio corredizas que daban al balcón. A un costado de la sala a la izquierda, estaba la superficie más corta, en donde a la derecha estaba la puerta de mi habitación, enfrentada en diagonal la de mis padres y al fondo del pasillo la puerta del baño. En la zona de la sala más próxima al balcón estaba el sofá, con dos sillones a los costados, y en frente una biblioteca con el televisor en su parte media y a un costado el equipo de audio, entre el sofá y la biblioteca una mesa ratona de vidrio; en la otra mitad de la sala, que se encontraba más cerca de la cocina, se hallaba el comedor.
 
Apenas asomándome desde la puerta de mi pieza, veía el respaldo del sofá y por suerte a un costado del pasillo había una maceta con una planta alta que dificultaba bastante verme. Dada la altura del respaldo podía observar los cuerpos desde la altura de los hombros para arriba.
 
La primera vez que pude presenciar la visita nocturna de Sandro, él casi la viola en el sofá, estaba desesperado, quería desnuda
rla arrancándole la ropa.
 
- Despacito papi, que tenemos toda la noche para nosotros, tranquilo. Lo único que te pido es que no hagas ruido que el nene está durmiendo.
 
Le decía ella con voz dulzona, pero no lograba calmarlo. Se abalanzó sobre ella, dejando colgando la cabeza de mamá del apoya brazo del sofá, por los movimientos sospechaba que le estaría estrujando las tetas.
 
- ¡Ahhh! Son todas tuyas pero por favor no me las muerdas que me duele (le susurraba ella).
 
El sólo se detuvo para desnudarse por completo dejando su ropa tirada por todo el piso de la sala. Camino hasta donde estaba la cabeza de mami y ella bajando del sofá, se arrodilló para chuparle la erecta verga. Desde mi posición pude apreciar mejor que en el taller el tamaño y era muy grande. Algunas veces papá era quien me llevaba al club donde practicaba natación y él aprovechaba para nadar también, pudiéndolo ver desnudo en el vestuario, pero no se parecía en nada a la de este tipo. Recuerdo que pensé que la misma diferencia que existía entre el pito de papá y el mío, había entre la pija del mecánico y la de papá.
 

Y a mamá parecía que le agradaba esa diferencia de largo y grosor, porque la veneraba a lamidas y besos, que por estar situados ellos a un costado del sofá pude observar muy bien. La cabeza de ella se acercaba y se alejaba de la pelvis de él, tragando más cantidad de carne en cada embestida. Las manos de Sandro se aferraban  a la cabellera de ella, marcándole el ritmo de la mamada.

 
Yo estaba cagado de miedo que me descubran mirando, pero al mismo tiempo, me excitaba con esa escena prohibida para mis ojos, tenía pánico que me delaté el fuerte ruido que hacía mi acelerado corazón al latir.
 
Cuando mamá se la sacó de la boca para lamerle las pelotas, la verga cayó pesadamente sobre su cara y el largo excedía al de su rostro. Al día de hoy no puedo explicar por qué me fascinaba el tamaño de esa pija.
 
Antes que ella retome la mamada, el sujetándola de un brazo la levantó y tiró frente al ventanal, quedando el pomposo culo mirando al mecánico, quien se tuvo que agachar para refregarle su verga por todo el culo, le pegaba cachetadas con la dura barra de carne. Cuando acomodaba el glande para penetrarla desde atrás ella reaccionó, diciéndole:
 
- Acá nooooo, vamos a mi habitación, no quiero correr el riesgo que nos encuentre mi hijo…
 
Esas palabras fueron como una orden para que cierre la puerta y vuelva a mi cama fingiendo dormir.
 
Cuando oí que la puerta de la habitación de ella se cerraba espere un momento y salía de mi cuarto, ya no podía ver nada. Caminé hasta la sala y vi todo el piso con prendas tiradas, el sofá estaba mojado de babas y no sé que más. Suspiros y gemidos traspasaban la puerta y me acerqué para pegar mi oreja y escuchar mejor. Mamá respiraba como si tuviera asma. No me animé a comprobar si la puerta estaba cerrada con cerrojo.
 
En el tiempo que permanecía ahí, que creo que fueron horas pero no lo puedo asegurar, las únicas palabras audibles fueron:
 
- ¡¡¡DES PA CI TOOOOO!!! Por favor despaciiiito que me duele… yoooooooh soy muy chica y vos muy grandote…

 

- Te la voy a dejar tan abierta que cuando el cornudo venga te la va a tener que coser…

 

- Hoy estás hecho un toro, siento que me partís la conchita… Ahhhhhhhhh

 

- Me calienta cogerte en la cama del cornudo… mmmmm

 

- Ohhhh, me llenás… siiii

 

- Que gomas tenés hija de puta… Ufff… a cuantos te habrás volteado…

 

- De casada a nadie más que a voooos… nunca lo engañé… pero no aguanto tanto tiempo sin ¡¡¡PIJAAAAAAAAA!!!… siiiii… necesito un macho que me cojaaaaahh

 

- Yo soy tu macho putita… ¿Querías pija?… ¡Tomááááá!

 

- AHHHHHHHHHHHHHHGGGGGGG… haaaaaaaay… que bien me coges… Ohhh

 

- Vas a ponerte al día de pija… voy a venir a cogerte todos los días… te voy a dejar renga hija de puta, nos vas a poder cerrar las piernas… oggggggggh

 

- Siiiiiiii… veníííí todas las noches a romperme la concha a pijaaazos… soy tuyaaaaa… que grande la tenés ahhh

 

- Tetona mía, que linda que sossss… uuuuuuummmmm… como me gusta garcharte petiza… me viene la lecheeeeeeeee no puedoooo aguantar máááááásss

 

- Acabame donde quieraaaaaaaas… estoy tomando la pildoraaaaaaaahhhhhhhhhh…

 

- Ahhhhhhhhhh…

 

- Siiiiiiii... cuanta lechitaaaaaaaaa y todaaaaa para miiiiiiii… que chorros mmmmm… la siento calienteeeeeee

 

- ¡Esta caliente porque yo estoy vos! Me tenés al palo todo el día... Mmmmmmmm... hasta que no me dejes los huevos secos, de acá no me voy... 
 
Lo que se decían era muy excitante, pero me estremecían las respiraciones agitadas, el rechinar de la cama, los gemidos…
Una vez que el silencio reinó nuevamente en el departamento volvía a mi cama cansado, cuando mamá vistiendo un pequeño camisón y con el pelo revuelto me despertó a desayunar, el mecánico ya no estaba, todo era normal, salvo por el cansancio dibujado en la cara de mamá y la enorme felicidad que tenía.
 
Estos encuentros continuaron por varios años, cuando papá se embarcaba, mamá era la novia del mecánico.
 
 
 
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