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Cosecharás Tu Siembra

en No Consentido

Está historia que voy a contar a continuación me llegó a finales de los ‘90s por un lector de nombre Marcelo, la publiqué pero con el tiempo la borraron, voy a intentar emprolijarla para que esta vez no sea eliminada, espero que les guste y saludos a Marcelo donde quiera que estés.

Para más comodidad la voy a relatar en primera persona.

 

Me llamo Marcelo y cuando pasó lo que te voy a contar vivía en el campo, es una historia negra, que me da mucha vergüenza y me hace sentir en una basura, pero que en ese momento me dió mucho morbo y ahora recordándolo me pone la verga dura.

Vivíamos con mis padres en el pueblo de Las Toscas, al noreste de la provincia de Santa Fé, muy cerquita de Corrientes. La actividad que se lleva a cabo es la siembra ya sea de caña de azúcar, soja y algodón.

Teníamos varias hectáreas de campo y explotábamos la cosecha y siembra de soja. Eramos tres de familia, papá de de casi 50 años, mamá de 38, mi hermanito de apenas 1 año y yo.

Mi viejo se llamaba Jorge, era hombre de campo, digo era porque falleció en un terrible accidente, manejaba en la ruta de noche y chocó de frente, muriendo en el acto. Con la muerte de él, Natalia, mi mamá, se hizo cargo de todo, tomando el lugar de su marido, ya sea para los negocios como para la familia, haciendo de madre y padre para mí y mi hermanito Luís.

La familia de papá es de la ciudad de Rafaela, Santa Fé, y se dedica a la soja también, mi viejo decidió vender el campo que tenía en esa ciudad y con el dinero ganado compró más tierras en Las Toscas. Él odiaba la ciudad y solamente salía del campo por necesidad; Recuerdo cuando íbamos en la camioneta por la ruta en dirección a Capital para visitar a mis abuelos maternos y tíos, que se la pasaba puteando y maldiciendo, pero de regreso era el hombre más contento del mundo.

Mamá pertenece a una acomodada familia de Barrio Norte de capital Federal, y es la clásica concheta que habla con la papa en la boca, con una personalidad fría y de mente calculadora, no es muy alta, pero si delgada con buenas curvas, ojos claros, linda cola y senos abundantes más grandes de lo normal porque todavía amantaba a Luisito.

El orgullo de mamá la hizo encargarse ella del campo y no dejar que los hermanos de papá la ayuden, porque decía que ellos nunca la quisieron y la trataban de agrandada, pero ella sabía mucho de números pero nada del trabajo de tierra adentro, por lo tanto delegó todo al capataz de Nombre Marcos.

El capataz era un hombre duro, parco y ventajero, de esos tipos que están tan curtidos que no sabés muy bien que edad tienen, siempre me pareció más viejo que papá pero el decía que era joven, lo cierto es que era grandote y vividor, por eso mi viejo lo tenía con las riendas cortas.

Marcos era morocho, alto, corpulento, panzón, muy fiero, pelo largo pasando los hombros, le faltaban algunos dientes y era muy fuerte, él sólo podía levantar al sulky para cambiarle la rueda.

El capataz y mi vieja nunca se llevaron bien, pero con la muerte de mi viejo la necesidad tiene cara de hereje.

Vivíamos en una estancia grande con personal de servicio, pero Marcos los fue echando a todos, llenándole la cabeza a mi vieja que nos robaban y/o que no eran de confiar, por eso nos quedamos solos y mamá tenía que hacer casi todos las labores de la casa, a veces venía una señora del pueblo a ayudarla. Esto provocó que le dedicara más tiempo a la casa y a nosotros y poco a controlar las labores del campo.

Mamá una tarde revisando las cuentas se enteró que existía faltantes entre las cantidades que cosechábamos y las que sembrábamos y más entre el dinero obtenido por las ventas y el que entraba a nuestras cuentas bancarias. Sospechaba de todos, en especial del ingeniero agrónomo y el agente de ventas.

Le llevó semanas descubrir que el verdadero ladrón era Marcos, quedándose con una tajada muy grande de lo nuestro, por eso lo mandó a llamar.

Cuando él se hizo presente, mami le estaba dando de mamar al bebé, como no le gustaba como la veía Marcos, lo llevó a la cuna a mi hermanito.

Mamá lo confrontó pero él negaba todo y no quería admitir que robaba de las ventas, pero ante las pruebas, se enloqueció y la amenazó a mamá, pero ella era tan fría que lo enfrentó, le dijo que no le tenía miedo y que iba a llamar a la policía.

Te aclaro que la policía no es como en la ciudad, que las distancias son cortas y reciben la llamada y llegan rápido, en Las Toscas las distancias son grandes y “la rural” como así le llama a la policía, tarda horas, por ahí la llamas un día y llega al otro, porque la zona que cubre es enorme, ellos son pocos, los campos muchos y los caminos malos o inexistentes.

Cuando mamá tenía el teléfono en mano, Marcos la golpeó de un puñetazo en el abdomen y la tiró a la alfombra, puteándola de arriba abajo, diciéndole que el era él único que laburaba y ella era una concheta malcriada que nunca se esforzó en la vida, que si él se quedó con algo era porque se lo merecía, le decía a mi vieja que era una puta, una calienta pija que se levantó a un estanciero por la plata y que lo que ella realmente necesitaba era un macho que le baje los humos.

Mientras le hablaba se sacó su cinturón y le pegaba a mi mamá con el. Mamá para defenderse le tiró con una lámpara, pero él se abalanzó sobre ella y del forcejeo le rompió la blusa y quedó en corpiño, con una teta medio afuera, al verla así Marcos se bajó los pantalones y mamá me gritó que corra a pedir ayuda, al primer grito me quedé congelado, pero al segundo me fui de la sala corriendo.

Pero no sé por qué motivo no llegué a salir de la estancia, sentí mucho miedo, sobre todo por ella, quedé como congelado,

Decidí volver y me escondí detrás de unos cortinones pesados, para ver que pasaba con mamá. Hasta el día de hoy estoy arrepentido de mi actitud y le vendería mi alma al diablo por volver el tiempo atrás y cumplir con lo que me ordenó mamá.

Marcos estaba desnudo de la cintura para abajo, con un pito totalmente parado, mami quiso escapar por uno de los ventanales, pero él la sujetó de atrás y pegándole trompadas a los costados de su cuerpo y varias cachetadas, la arrojó a al piso boca abajo.

Por el forcejeo el corpiño voló por el aire y cayó bruscamente sobre la alfombra en tetas. Siempre tuvo mucho busto, pero como estaba amamantando, las tenía gigantes.

Él intentaba bajarle el jeans pero como mamá lo tenía abrochado con un cinturón le costaba. En el intento ella pudo zafar y le pegó un par de patadas, pero Marcos se las aguantó y se abalanzó encima de ella con más violencia y no paró hasta desnudarla completamente.

Mamá sabiendo lo que se le venia y que muy difícilmente pudiera escapar, cambió la actitud confortativa y llorando le suplicaba por favor que se fuera, le prometía que dejaría todo en nada, que no haría ninguna denuncia. Él se reía y le decía que era tarde, que después que se la meta, ella le pediría casamiento, porque nunca tuvo un macho entre sus piernas. Al escucharlo, mamá se arrodilló implorándole.

Marcos disfrutaba con el cambio de roles, siendo él quien llevaba ahora la voz de mando.

Con una sonrisa siniestra, levantándola del pelo hizo que se arrodille y le ordenó que le chupe la pija y que si se la mordía mataba al bebé, del miedo ella accedió.

Lo único que yo sabia de sexo hasta ese momento, era presenciar al ganado o algún que otro perro copular, y sinceramente ver a mamá con el pito del capataz en la boca, provocó que mi corazón se acelere tanto que parecía que se escapaba de mi pecho.

Las manos del capataz se aferraban de la cabellera de ella como si fueran las crines de una yegua y le enterraba su verga hasta al fondo de la garganta, a mamá le daban arcadas e incluso vomitó la alfombra, pero a el capataz nada le importó, al contrario, su verga se ponía más grande.

Insultándola le preguntaba una y otra vez quién la había embrazado, porque no creía que fuera mi viejo. Cacheteandola le decía que se corría el rumor que fue un petisero, ustedes son gringos y el gurí salió morocho.

Esas palabras me hicieron pensar que era verdad que mi hermanito era el único morocho de la familia, pero quizás algún pariente lejano de mi padres también lo fuera.

Mamá no podía respirar, la pija de ese hijo de puta le tapaba la garganta, a pesar de eso, él le pegaba cachetadas en la cara y las tetas. Las lágrimas se mezclaban con la saliva que escurría de su boca, mojándole los pechos.

No sé si pasó un cuarto de hora, media o más, hasta que Marcos la empujó nuevamente y ella cayó de espaldas pegando duro con su nuca sobre la mesa ratona rompiendo su vidrio, él se le arrojó encima, con sus piernas abrió las de ella y la penetró. Las caderas de él se movían frenéticamente, perversamente disfrutaba apretándole las tetas para que los chorros de leche saltaran, ocupó el lugar de mi hermanito mamándolas, chupando muy fuerte como un poseído.

La boca y las manos de él jugaban con sus tetas, llamándola vaca lechera y sólo dejaba de aferrarse a ellas para cachetearlas.

Los puños de mami golpeaban duramente los hombros de él y lloraba, pero Marcos la penetraba más hondo.

Con el pasar de los minutos ella dejó de llorar, la observaba resoplar y respirar como si le faltara el aire, pero sin dejar de golpearlo.

Recién la besó cuando creo que las tetas se quedaron sin leche (Quien pagó las consecuencias fue mi hermanito que tuvo que alimentarse con el biberón hasta que los pechos de mamá volvieran a reponer la leche que bebió ese desgraciado).

Con cada movimiento de cadera las metidas eran más profundas pero mantenían el mismo ritmo rápido, constantes. Mamá le rogaba que termine de una vez.

Los huevos de ese desgraciado llegaban hasta la puerta de la vagina, haciéndole a ella saltar los ojos, toda su cara estaba colorada, el sufrimiento parecía no tener fin.

Marcos cruzó sus brazos por debajo de la cintura de ella para atraerla más contra su cuerpo, con cada embestida que recibía le sacudía las tetas y le hacia separar los dedos de sus pies.

Continuó abusando de ella, hasta que el tipo tensó sus nalgas y bufando se desplomó sobre mamá, pasando un buen rato aplastándola con su cuerpo.

Cuando el capataz se levantó, le chorreaba la verga, fue hasta el carrito de las bebidas blancas y se sirvió un trago sin apartar su mirada del cuerpo de ella.

Mamá le dijo que ya había conseguido lo que quería, que ahora se fuera, pero Marcos le contestó que todavía la tenía dura, que a las yeguas rebeldes se las doman con varias cabalgadas.

Sujetándola de los pelos de la nuca la arrojó sobre el sofá, de modo que quedó con la cola parada, apoyando su torso en los almohadones y las rodillas sobre la alfombra, él se colocó detrás y volvió a violarla, pero a un ritmo más lento.

La resistencia de mamá y los esfuerzo para sacárselo de encima mermaron, apenas se le escuchaba un “Nooo, ay me duele, no no no”.

Notablemente agitado, él la obligó a acostarse de espaldas al lado del sofá y se la enterró hasta el fondo, pero esta vez las manos de mami ya no golpeaban, descansaban en los hombros de su violador, empujándolo hacia sus pies, cuando él subía su cuerpo para introducírsela más profundo.

Mamá le esquivaba la cara a los besos de Marcos, pero sus tetas no se salvaban de los apretones.

La sala se inundó de gemidos de los dos y las piernas de mamá descansaban apoyadas sobre la cintura de el tipo. A esta altura no sé si era una violación o estaban gozando los dos.

Él le comió la boca con besos rudos, de lengua, ella mantenía los ojos cerrados y a los costados de su cuerpo con ambas manos se sujetaba los pies para aumentar la amplitud de sus piernas, acompañando con su cuerpo los vaivenes. Las manos de Marcos amasaban le amasaban las tetas.

Él continuó bombeando fuerte hasta que eyaculó por segunda vez dentro de ella. Los gemidos de mamá eran casi gritos.

Marcos se levantó y le acercó si pija sucia para que mamá se la limpie con con boca. Ella se encontraba sentada en el suelo despatarrada con la concha abierta y enrojecida llena de semen.

Al rato el capataz se vistió y se fue, nunca más lo volvimos a ver.

Yo salí de mi escondite después que ella se repuso y se vistió, le dije que no encontré a nadie, ella me abrazo fuertemente y me dijo que ya no importaba.

La policía vino al día siguiente, ella denuncio la estafa y el robo en la estancia, pero no la violación. Esa misma tarde hicimos las valijas y nos mudamos a Recoleta, al departamento que que vivía ella de soltera.

Por medio de un martillero vendió el campo a los 6 meses y poco tiempo más tarde dió a luz a mi hermana, como la nena salió gringuita (rubia y de ojos claros) nuestros parientes no sospecharon nada, pero dentro mío sé muy bien que no es hija de papá.

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Marcel Milord & Gus Becker ®

 

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Saludos.