miprimita.com

Las pajas de mi hijo

en Amor filial

Los días siguientes trascurrieron con normalidad. Mi hijo parecía que se había dado por satisfecho con las dos pajas que le hice y yo estaba conforme... al principio. Al día siguiente mi hijo me hablaba como si nada hubiera pasado. Yo, por la vergüenza y algo de culpabilidad, no quería sacar el tema ni pider nada aunque deseaba volver a pajearle y que volviera a meterme los dedos. Comencé a dejar de usar sujetador en casa y a llevar siempre braguitas o pantaloncitos muy cortos y apretados para marcar mis labios vaginales, pero mi hijo no hacía ninguna referencia a ello, ni tan siquiera me miraba dos veces. Pasaba muy a menudo por su habitación para ver si lo descubría masturbándose pero siempre estaba su puerta abierta y él jugando a la consola o con el móvil. Me duchaba con la puerta abierta para intentar repetir la escena de la última paja pero al final tenía que acabar aliviándome sola.

Después de dos días me di por vencida. Estaba muy triste, mi autoestima se había elevado por las atenciones y los cumplidos de un chico tan joven y ahora estaba por los suelos, había sido tan estúpida como para dejarme usar por mi hijo en un día de calentón. Ya ni siquiera intentaba provocar a mi marido, necesitaba el morbo de la gran polla de mi hijo. Finalmente comprendí que aquella avantura había acabado y comencé a tratar a mi hijo con indiferencia.

Mi marido es camionero y normalmente tiene rutas por Málaga o las ciudades cercanas, pocas veces fuera de Andalucía. Aquel día tenía un trabajo nada menos que hasta Barcelona. Son unos trabajos que le tienen 2 o 3 días fuera de casa pero se pagan muy bien, por lo que los acepta aunque no le gustan mucho. Cuando se marchó, limpié un poco la casa y le dije a Mario que iba a salir con unas amigas y que volvería sobre la una del mediodía. Me miró como quien ve a alguien desagradable, me había puesto un vestidito veraniego azul con flores blancas con un precioso escote y la falda cortita, y apenas levantó la vista del móvil para decirme un "vale, Elena".

Salí de casa furiosa con mi hijo y con los ojos cargados de lágrimas. Me fui donde había quedado con mis amigas y les hablé de mi frustación sexual con mi hijo pero haciéndoles ver que era con mi marido con quien estaba mal.

Un poco más tarde de la una volví a casa. Iba directa hacia mi cuarto para cambiarme de ropa y preparar la comida. Al entrar al salón me quedé impactada.

- ¿¡Pero que coño es esto!?

Una joven morena, desnuda de cintura para arriba levantó la cabeza para mirarme dejando salir la polla de mi hijo de su boca, dejando tras de si un fino hilo de saliva. La joven se tapó unas deliciosas tetas pequeñitas mientras mi hijo cogía su polla y comenzaba a pajearse.

- Perdón, Elena. Creía que volverías esta noche...

El muy cerdo casi parecía inocente. La chica se ponía una camiseta corta y salió corriendo al lado mia mientras murmuraba un "lo siento, señora". Cuando se cerró la puerta de casa, mi hijo empezó a desternillarse de la risa.

- No tiene gracia, Mario. Soy tu madre y no tengo por qué ver estas cosas. ¡Deja de reirte ahora mismo y dime en qué estabas pensando!

"Me tenías aquí, gilipollas. ¿Para qué necesitabas a esa putita de tetas pequeñas? Lo has estropeado todo"

De repente, mi hijo paró de reirse.

- Pues no, no tiene gracia.- Dijo mientras se levantaba totalmente desnudo y empalmado y se aproximaba a mi.- Me has jodido la mamada y ahora vas a terminarla tú, mamá.

Le solté un bofetón cuando lo tuve delante. Después de ignorarme durante dos días me exigía con todo el morro una mamada sólo porque estaba cachondo, como si yo fuera su puta particular.

- ¿Pero qué coño te has cre...?

La bofetada de vuelta me pilló completamente desprevenida, me puse la mano en el lado del rostro donde la recibí y miré a mi hijo con estupor.

- ¿Ahora te vas a hacer la estrecha, mamá?¿Crees que no he visto como me buscabas por la casa?¿Cómo te pasebas delante de mi medio desnuda?

Agarró mi vestido por los tirantes y de un tirón lo bajó hasta mi cintura dejando mis tetas a la vista delante suya. Cogió mis dos pezones con sus dedos mientras yo gemía con cara de incredulidad.

- ¿Crees que iba a conformarte con tenerte para que me hicieras pajas? Mi polla tiene un precio, mamá y vas a empezar a pagarlo con la mamada que no le has dejado hacer a esa putita.

Me agarró del brazo y me sentó en el sofá donde estaba con la chica. Me sentó en el y colocó su polla frente a mi cara. La ira y el miedo que sentía desde hace rato por ser agredida por mi propio hijo cambió al morbo de volver a ser usada a su antojo. La visión de su enorme polla frente a mi estaba haciendo que empezara a mojarme. Eliminando de mi mente cualquier pensamiento racional sobre lo que estaba pasando para dejarme llevar por mi propio deseo sexual, alargué la mano, cogí la polla de mi hijo y empecé a introducirmela en la boca.

El primer contacto del cipote de mi hijo con mi lengua fue brutal. Mi coño se empapó mientras saboreaba aquella polla incestuosa. Comencé a mover mi cabeza mientras deslizaba mi mano de su tronco hacia sus huevos. De repente, mi hijo sacó aquel delicioso manjar de mi boca.

- Joder, que buena eres, mamá. Hay que presionarte un poco pero finalmente siempre saco tu lado de putita.

- Cállate, no me hables, no te voy a perdonar esto.

- Jajaja, me encanta cuando te pones digna, mamá.- Me respondió mientras me cogía la cara haciendola girar y golpeándome con su enorme rabo tres veces en la cara con fuerza.- Pon tus manos atrás y abre la boca.

Crucé mis manos en mi espalda. Aquella humillación me había anulado por completo. Cuando abrí la boca, la polla de mi hijo fue entrando lentamente. Cuando llegó hasta mi garganta aún faltaba un buen trozo. Mi hijo paró y de repente comenzó a meter y sacar su polla de mi boca con violencia, dándome una follada oral brutal. Alargué mis manos y le empujé en las piernas mientras echaba la cabeza atrás para liberarme.

-¿ Pero que coño haces, Mario?- Dije mientras escupía saliva a la vez que tomaba aire.

La segunda bofetada restalló contra mi ya dolorido rostro. Empecé a lagrimear mientras sentí como mi hijo me cogía del pelo y presionaba su cipote sobre mis labios cerrados.

- Abre la boca de una puta vez.- Me ordenó mi hijo mientras veía como levantaba la mano.

Abrí la boca y dejé que mi hijo me la follara a placer. Las lágrimas corrían por mi cara y se mezclaban en mi barbilla con la saliva que esscpaba de mi boca. Mi hijo siempre sacaba su polla cuando casi no podía respirar y yo aspiraba aire en los momentos que me permitía mientras chorros de saliva caían sobre mis tetas. En una de estas paradas, cuando me vi mis tetas llenas de saliva mezclada con el líquido preseminal de mi hijo, de nuevo la indignación y la rabia volvió a cambiar a excitación y placer. Esa vez fui yo quien levantó la cabeza y empecé a clavarme su polla en mi garganta sin usar mis manos.

- Oooh joder, mamá, siii. Sigue mamando así, eso es.

Tras seguir chocando su polla contra mi garganta, mi hijo se separó de mi. Comenzó a pajearse frente a mi con un ritmo frenético.

- Mario, ni se te ocurra...

Cerré los ojos y la boca justo a tiempo y empecé a recibir la primera corrida facial de mi vida. Notaba los chorros de semen impactar con fuerza al principio y como se derramaban del glande de mi hijo mientras éste pasaba su polla por mi cara para que sus últimos lefazos, ya con menos fuerza, me bañaran el rostro.

- Joder, mamá, ha sido brutal. Muchas gracias.

Entreabrí los ojos entre aquella maraña de lefa caliente mientras escuchaba como se iba del salón a su habitación. Pasé mi mano por mis ojos y mi cara para retirar la corrida pegajosa de mi hijo mientras lloraba. Lloraba por haber sido abusada de esa manera por mi propio hijo y también lloraba de culpabilidad por haberlo permitido. Me fui a mi habitación con lágrimas en los ojos, cogí unas toallitas y me limpié la cara. Me dejé caer en la cama desconsolada mientras pensaba en lo que había pasado. Pronto dejé de llorar y estaba con la parte de mi vestido arremangada y mis dedos dentro de mi coño haciéndome una paja genial. Poco después me corrí mientras tiraba de mis pezones, me levanté, me desnudé, abrí la puerta de mi habitación por si mi hijo quería venir a verme y me dormí desnuda para él.

Me desperté al sentir una mano acariciando mi coñito. Cuando abrí los ojos y vi la cara de mi hijo, me sonrió y comnezó a meter y a sacar sus dedos de mi raja muy despacio. Sin decirnos ni una palabra, agachó su cabeza para chupar y lamer mis tetas mientras yo movía las caderas para disfrutar de sus dedos.

"Joder, fóllame de una vez, hijo de puta. Esto no va a acabar hasta que te folles a tu madre"

Pero yo no podía ser la que pidiera aquello. Quería que mi hijo me violara el coño igual que la boca. Había dejado la puerta abierta y dormido desnuda para que lo hiciera pero mientras me masturbaba sabía que así no me sabría igual. Mi hijo aceleró sus dedos follándome más fuerte mi coñito mientras me devoraba las tetas. Yo gemía sin parar mientras le acariciaba la cabeza hasta que empecé a gritar y a correrme como una buena perra.

Mi hijo sacó sus dedos de mi coño y los acercó a mi boca. Le miré a los ojos y separé mis labios para degustar mis fluidos.

- Parece que ya vas entendiendo como funcionan las cosas, mamá. Ahora hazme una paja, que he quedado con los colegas y quiero ir descargado.

Sacó sus dedos de mi boca y se tumbó a mi lado después de quitarse los boxers, sacando a relucir su enorme polla.

Me quedé mirándolo a la cara. ¿A dónde habíamos llevado?¿Cómo me había dejado llevar hasta el punto de dormir desnuda esperando que mi hijo me follara?

- Vamos, que tengo prisa.

Me senté a su lado y agarré su ya tan conocida polla. Comencé a pajearlo mientras mi hijo me sobaba las tetas. De nuevo las ganas de llorar. De nuevo usada como una puta sin ningún tipo de sentimiento. Para él sólo era unas manos, un coño, unas tetas y una boca con las que aliviarse. Y de nuevo la tristeza dio paso al morbo de darle placer a mi hijo, al ansia por hacer que se corriera en mi mano, a notar mi coñto humedecerse por la humillación.

- Eso es, mamá, si joder, asi.- Gemía cuando aceleré el ritmo.

El pellizco duro que sufri en uno de msi pezones me hizo gemir y gemir mientras no apartaba la vista de la polla de mi hijo. Me moví y me coloqué a cuatro patas entre sus piernas con mi cabeza a la altura de su polla. No podía disfrutar de esa manera de sus caricias en mi cuerpo, pero quería ver desde esa posición como aquel cipote expulsaba la lefa que yo estaba trabajando. Metí mi mano libre entre mis muslos y comencé a acariciar mi coñito chorreante.

- Me corro, mamá, me corro.

Vi fascinada como el primer chorro de semen salía disparado cayendo sobre su abdomen mientras enterraba mis dedos en lo más profundo de mi coño. Moví su polla hacia mi y conseguí que el segundo cayera sobre mi rostro sin dejar de pajearlo. Los siguientes chorros menos potentes fueron cayendo sobre sus huevos y mi mano pajeadora.

- Bufff, joder mamá, eres una puta experta.

Se liberó de mi mano, se levantó y salió de mi habitación después de darme un azote en las nalgas mientras yo seguía con mi mano en mi coño a cuatro patas.

La indiferencia de mi hijo hacia mi ya me resultaba sumamente morbosa y erótica. Estaba dispuesta a ser usada por él hasta que mi marido volviera a casa. Terminé de correrme con mis dedos mientras lamía mi mano llena de semen.

Me puse en tensión cuando escuché la puerta de casa varias horas después. Ya había anochecido y me encontraba viendo la televisión. Después de pajearme mientras saboreaba el semen de mi hijo había pasado la tarde leyendo en la cama. Ahora estaba en el sofá del salón relajada, con una camiseta roja y unas braguitas negras.

Sin decir nada, mi hijo entró al salón y comenzó a desnudarse delante de mi. Me senté frente a él mientras lo observaba. Cuando estuvo completamente desnudo comenzó a manosear su polla y sus huevos mientras me miraba fijamente a los ojos. Se acercó un poco a mi y me dio un apretón en mi teta derecha por encima de la camiseta. Me cogió del pelo por detrás de la cabeza mientras con la otra mano se lavantó la polla pegándola asu abdomen y comenzó a restregar sus huevos por mi cara. Le miraba a los ojos mientras el olor de sus huevos sudados me penetraba en la nariz. Abrí la boca y saqué la lengua para que mi hijo posara sus pelotas en ella. comencé a mover la lengua por aquellos huevos. Mi hijo tiró de mi pelo haciendome mirar hacia arriba sacando sus huevos de mi boca.

- ¿Qué te parece que tu hijo te esté convirtiendo en una puta viciosa?

Sin darme tiempo a réplica, me escupió en la cara y me metió su deliciosa polla en la boca. Estaba más humillada que nunca, mi hijo me había llamado puta, viciosa y me había escupido en la cara y yo estaba tragándome su polla. Mi coño comenzó a mojarse mientras mi garganta era maltratada por aquel rabo descomunal, las lágrimas empezaron a aflorar pero no había nada de tristeza en mi está vez. Toda yo era puro deseo y lujuria.

Cuando mi hijo sacó su polla de mi boca, una gran cantidad de saliva cayó resbalando por mi barbilla sobre mi camiseta.

- Levántate, mamá. Y ahora desnúdate.

Mi hijo puso sus manos en sus costados mientras yo le obedecía. Me quedé desnuda delante de él mientras me miraba todo el cuerpo de arriba a abajo. De pronto, me cogió de la nuca y me besó introduciendo su lengua en mi boca. Su lengua buscaba el sabor de su polla por todos los rincones de mi boquita. Dejó de besarme y me dio la vuelta, poniéndome de rodillas sobre el sofá con mi culo ofreciéndose hacia él y mis manos apoyadas en el respaldo. Escuché como escupía y pasaba su mano mojada por mi raja. Di un respingo al notar el contacto y cerré los ojos evitando pensar en lo mal que estaba lo que iba a pasar a ojos de la sociedad. 

Levanté un poco mi culito cuando noté el cipote de mi hijo rozar mi húmeda raja. Solté un gran suspiro cuando sentí como su tremendo falo iba invadiendo mi maternal coñito. Cuando llegó al fondo, mi hijo la dejó ahí y cogió mis tetas con sus manos acercando su boca a mi oido.

- Voy a follarte, mamá. Voy a follarte como la putita que eres para mi. Pero vas a tener que suplicarmelo.

- Fóllame, hijo. Fóllate a la puta de tu madre.- Le dije cuando noté como pellizcaba con fuerza mis pezones.

- Grítalo, puta. Grítalo bien alto o saco mi polla y me corro en tu cara sin joderte.

"Joder, son las once de la noche, puede que haya vecinos despiertos...pero quiero que me folle"

-¡Fóllame, cabrón!¡Fóllate a la putita de tu madre!

Apenas terminé de gritar, mi hijo soltó mis tetas separandose de mi y me agarró de las caderas. Comenzó a follarme de una manera brutal, me embestía con una fuerza que nunca había sentido en mi coño. Oía sus huevos chocar contra mi culo mientras yo gemía sin parar escandalosamente.

- Joder, si, eso es Mario, si.

- Te gusta, ¿verdad, putita? Seguro que papá nunca te ha follado así

Jamás en mi vida me habían follado así. Mi hijo empezó a azotarme con fuerza el culo con cada embestida. De mi boca salían quejidos mezclados con los gemidos mientras le pedía a mi hijo que no parara de follarme.

- Me voy a correr, Mario. Mamá se va a correr, joder.

Solté un grito prolongado mientras los huevos de mi hijo no paraban de chocar con mi culo. Bajé la cabeza extasiada y vi mis tetas botando sin parar. Mi hijo seguía embistiéndome con furia, se pegó a mi y me sujetó de los pezones estirándolos.

- Córrete de nuevo, puta. No voy a parar hasta que lo hagas.

Nunca en mi vida me había corrido tan rápido dos veces seguidas. Comencé a temblar, mis brazos me fallaron y me dejé caer en el sofá quedando mi culo levantado para mi hijo tras apenas cinco embestidas.

- Joder, Mario, que bueno hijo. Joder. joder.

Mi hijo me dio un para de pollazos en mi ya dolorido coño y noté como mi raja se iba llenando de leche caliente mientras mi hijo bufaba. Sacó su polla y noté como varios chorros caían sobre mi espalda. Luego me dio unos pollazos en las nalgas y se alejó de mi.

- Venga mamá, levanta. Tienes que bañarme antes de irme a dormir.

Le miré sonriendo desde mi posición a cuatro patas mientras tocaba con mis manos el semen que iba saliendo de mi coñito. Me chupé los dedos, me levanté y le cogí de la mano para guiarlo al baño y lavarlo. 

Mientras frotaba con mis manos el cuerpo juvenil de mi hijo, sonreí mientras recordaba que al día siguiente seguiríamos solos.

Continuará...