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Las pajas de mi hijo

en Amor filial

"Joder, que calor"

Pensé mientras dejaba la cama con mi marido durmiendo y me dirigía a la puerta de nuestra habitación. Fui hacia la cocina a buscar agua fresca con mi ropa de dormir durante el verano: camiseta blanca con mis grandes tetas libres debajo y braguitas también blancas. Mientras avanzaba por el pasillo vi la luz del televisor y el volumen algo bajo.

"¿Qué hora será? y este niño viendo la tele aún"

Cuando llegué a la entrada del salón me quedé congelada. La imagen de aquella polla negra enorme en el televisor penetrando el coñito de una adolescente y mi hijo marcándose una buena paja sin perder detalle me dejaron sin saber que hacer. Me eché un poco hacia atrás y sin saber por qué comencé a espiar a mi hijo. Lo veía allí sentado masajeándose la polla, una polla bastante grande y gruesa. Mi respiración se agitaba y mi mano recorrió mis braguitas justo por encima de mi coñito, pasó por debajo de la tela de mi camiseta y comencé a acariciar mis tetas sin perder de vista la maniobra de mi hijo.

" Joder, este es uno de los mayores temores de una madre y a mi me está poniendo a mil"

Supuse que en parte se debía a la frustación sexual que tenía últimamente. Con 16 años me pareció muy excitante que un chico guapo y sexy de 22 se fijara en mi. Pero ahora con 34 y mi pareja con 40, su apetito sexual se había apagado un poco cuando yo aún estaba muy hambrienta.

- Elena, ¿que haces?

Di un respingo, al oir a mi marido. Saqué mi mano de mis tetas mientras veía difusamente a mi hijo cambiar rápidamente de canal y esconder su polla mientras me giraba, y vi a mi marido en el umbral de la puerta de nuestro dormitorio restregándose los ojos, recién levantado.

- Me he levantado a por agua, cielo. ¿Quieres que te traiga?

- Gracias, cariño. Me había levantado a eso. No te he escuchado salir de la cama.

- Es que no hay quien te despierte, tonto.

- Bueno, aquí te espero.

Entré al salón cuando mi marido volvió a la cama y miré a mi hijo.

- ¿Y tú que haces aquí todavía? Venga a la cama.

- Si, ya me voy a la cama...mamá.- Me dijo mientras me sonreía y se daba un apretón en la polla.

Mi cara empezó a arder, imaginé que al oir la voz de su padre miró a la entrada y me vio allí espiándole.

- Pues venga, buenas noches.- Le contesté mientras iba a la cocina. 

Cuando volvía con el agua, escuché la puerta del dormitorio de mi hijo cerrarse, seguramente para acabar lo empezado. Entré a mi dormitorio y le di el agua a mi marido. Me desnudé completamente al lado suya y me subí a la cama sobre él. Echamos un polvo rápido aunque no estuvo mal, pero mientras intentaba dormirme no podía dejar de pensar en la polla de mi hijo.

Me desperté temprano a la mañana siguiente. Mi marido ya se había ido a trabajar. Me puse un pantalón corto y me fui a desayunar para ponerme con mis tareas del hogar. Después de un par de horas entre desayunar y limpiar la cocina, fui a mi habitación a recoger la ropa de la noche anterior. Al pasar por la habitación de mi hijo, vi que había abierto la puerta, me asomé y lo vi tumbado en su cama pajeándose de nuevo. Escondí la cabeza rápidamente para que no me viera. ¿Cómo se le ocurría hacer eso conmigo en casa y la puerta abierta? Recordé su sonrisa y el apretón de su polla. ¿De verdad me había visto espiándolo y quería que volviera a hacerlo? 

Volví a asomarme con cuidado, después de la noche anterior quería ver a mi hijo terminar, verlo correrse. Metí mi mano por mi pantalón y acaricié mi coñito, sin braguitas que me lo impidieran. Me estaba poniendo a cien ver la mano de mi hijo deslizarse por aquel tremendo falo totalmente duro. Mi mano jugueteaba con mi rajita y me estaba mojando mucho mientras gemía ahogadamente.

- ¿Por qué no entras y me ayudas?

Me volví a esconder y me pegué a la pared con una mano cubriendo mi boca. Mi hijo me había visto por segunda vez. Seguramente habría estado pendiente desde que comenzó a pajearse. Cogí la ropa sucia del suelo y entré en su habitación.

- Perdona, Mario. Venía a por tu ropa y no sabía que decir para no violentarte.- Dije intentando disimular, mientras él seguía con su polla a la vista.

- Ya, ¿y anoche?¿Tampoco sabías que decir?

- Entiendelo Mario. Para una madre es algo difícil encontrar a su hijo en esta situación. Se que tienes 18 años y que estás con las hormonas revueltas pero no puedes hacer esto con la puerta abierta como si no estuviera aquí o en el salón de casa mientras tu padre y yo dormimos.

- Vale, es verdad que me gusta pajearme. Y es verdad que pensé cosas raras cuando vi que me estabas espiando, perdón, sin saber que hacer cuando me viste. Así que quería saber si me espiabas y veo que hacías algo más por lo que veo.

Miré hacia donde señalaba mi hijo y vi la mancha producida por mis flujos sobre mi pantaloncito gris. Al no haberme puesto ropa interior desde anoche me había puesto empapada de masturbarme mientras veía como mi hijo lo hacía.

- Hijo, yo...no se que...mira voy a coger tu ropa y me voy.

- Pero, mamá. Tranquilízate. No pasa nada por que te pongas cachonda de ver a un hombre con una polla como esta.- Me dijo volviéndo a acariciar su miembro.

Me quedé a cuadros. ¿Cómo era posible que mi hijo me hablara así? Me di cuenta de que volvía a mirar fijamente su polla y volví a mirarle a los ojos.

- No me hables así, Mario. Déjate de tonterias. No me está gustando nada esta situación.

- Pero si no dejas de mirarla. ¿Porqué no me ayudas a terminar? Yo llevo un rato y no puedo acabar. No paro de pensar en ti.

La cabeza me daba vueltas. Quería tener aquella polla en mi mano pero no podía hacer esto con mi hijo. Desde luego, el éxito que sabía que tenía con las chicas de su edad le habían dado mucha confianza. Tiene el aspecto del típico chico malo, con un cuerpo muy definido y el brazo derecho lleno de tatuajes. Estaba a punto de irme sin siquiera decir nada, cuando se incorporó sentándose en el borde de la cama y me cogió del brazo. Di un respingo y dejé caer la ropa sucia, tiró de mi y me sentó en la cama al lado suya y guió mi mano hacia su polla.

Cuando mi mano entró en contacto con ella noté mi coño vibrar de emoción, estaba muy mojada de haber estado tocándome mientras lo espiaba y deseaba volver a hacerlo.

Comencé a pajear a mi hijo. No apartaba la vista de su brillante cipote mientras mi mano se deslizaba por su tronco. Sentí un escalofrío cuando él se reclinó un poco y colocó su mano en mi cintura. Yo seguía sin decir nada, con un torrente de pensamientos en mi cabeza donde uno sobresalía del resto: quería ver como mi hijo eyaculaba por mi paja.

- Joder, mamá, que bueno. Esto es genial.

Dios, que cachonda me ponía oirlo llamarme "mamá" mientras su polla recibía mis atenciones. Hacía ya tiempo que mi hijo nos llamaba por nuestros nombres y el muy cabrón empezó a llamarme mamá desde la noche anterior para hacerme más humillante la situación.

Aceleré el ritmo de la paja sin hablar. Me estaba poniendo muy cachonda de hacer esto pero el pensamiento de que estaba mal seguía ahí. Mi mano se deslizaba por su polla rápidamente mientras mis tetas se movían sueltas por debajo de mi camiseta.

- Dios, mamá. Ya llega, no pares, no pares.

Mi hijo arqueó la espalda mientras un fuerte gemido brotó de sus labios cuando mi trabajó dio sus frutos. Los chorros de semen salían disparados ante mi atenta mirada, los dos primeros cayeron en su abdomen y pierna, los tres siguientes, ya con menos fuerza, cayeron sobre mi mano mientras yo iba bajando el ritmo de la paja. Notaba como me mojaba mientras sentía el calor de su lefa en mi mano y miraba como los regueros de semen resbalaban por el tronco de su polla mientras yo los recogía con mi mano pajeándole lentamente.

- Joder, mamá, ha sido genial. Gracias.

Mi hijo se incorporó para darme un beso en la mejilla y al hacerlo, la mano de su cintura subió y me cogió un pecho. Me levanté como un resorte, volví a coger la ropa sucia con la mano limpia y salí de la habitación sin decir nada. Cuando llegué al cuartito de la lavadora, mi corazón se me iba a salir del pecho. Metí la ropa en la lavadora y metí mi mano en mi pantalón en busca de mi húmedo coño y comencé a masturbarme como una loca mientras lamía los restos de semen de mis dedos de la otra mano. Tuve un orgasmo brutal. Cuando terminé mis piernas no paraban de temblar. Cuando me relajé, fui a mi habitación. Al pasar vi que la puerta del dormitorio de mi hijo estaba cerrada, entré al mio y cerré. Me quité la ropa para llevarla a lavar y me quedé mirándome en el espejo de mi armario. Pelo corto moreno, cara finita, unas tetas gorditas y aún no tan caidas y un culo redondito fruto del spinning. Miré mi coñito, depilado con una tira de pelito por encima, y vi algunos remanentes de mis flujos. Me limpié con el pantalón gris y me volví a vestir. Camiseta roja y pantalón corto negro para disimular otro posible escape, por supuesto me puse unas braguitas.

Al voler mi marido nos sentamos los tres a comer. Yo estaba super nerviosa por la situación, pero mi hijo actuaba como si no hubiera pasado nada. Yo esperaba que todo hubiera acabado, que nos quedara aquel recuerdo y siguieramos con una relación normal entre madre e hijo. Sobre las cuatro de la tarde mi marido volvió a irse a trabajar y yo salí con él para ir al gimnasio.

Al volver, fui directa a la ducha. Con el gua templadita y el frote con mi cuerpo volví a pensar en la paja que le había hecho a mi hijo. No entendía que me pasaba, pero no podía evitarlo. Empecé a tocarme mientras mi imaginación se desbocaba e imaginaba como me subía sobre él y me clavaba su gran polla hasta lo más profundo de mi coñito. Paré después de un rato asustada de mi misma y salí de la ducha. 

Entonces lo ví. Mario, estaba delante de mi completamente desnudo y masajeando su polla. Inmediatamente me cubrí con una toalla.

- ¿Pero que haces aquí?

- Quiero repetir.

- Ni hablar, sal de aquí ahora mismo. Eso no tenía que haber pasado y no volverá a pasar.

- Ajá, ¿te estabas masturbando en la ducha mientras pensabas en mi, verdad? Te he visto la silueta a través de la mampara.

"Mierda"

- Pues si, me estaba masturbando, pero pensando en tu padre. Ahora vete de aquí.

- No te lo crees ni tú. Estabas pensando en esto.- Me contestó mientras movía su polla arriba y abajo.

Me quedé mirando de nuevo su polla embobada. Mi hijo aprovechó y se acercó a mi. Cogió mi mano y la acercó de nuevo a su miembro.

- Mario, esto no puede ser.- Le decía resistiéndome debilmente.- Soy tu madre y no...

- Cállate y agárrame la polla.-  Me dijo autoritario.

- No, vete de aquí.- Le dije retirando la mano.- Tu padre ya mismo va a llegar y puede vernos.

- Pues vas a tener que darte prisa porque yo no me voy a ir sin mi paja.

Le miré a los ojos y vi la realidad de su amenaza. Cualquiera pensaría que era una excusa muy débil para hacer lo que iba a hacer. Y asi es, en el fondo yo quería volver a hacer que mi hijo se corriera mientras lo pajeaba auqnue no quería admitirlo delante de él.

Alargué la mano y volví a coger la polla de mi hijo por segunda vez aquel día. Me sujetaba la toalla con una mano mientras la otra recorría su miembro de arriba a abajo. De nuevo, me encontraba mirando fijamente aquella polla maravillosa mientras mi mano le daba placer.

- Joder, mamá, que buena eres. Sigue.

Noté un tirón en la toalla y aflojé mi presión sobre ella. Mi hijo dejó caer la toalla al suelo mientras veía a su madre completamente desnuda mientras lo masturbaba.

- Estás buenísima, mamá. Tienes un cuerpazo.

Yo estaba completamende sonrojada y muda. Me agradó que un chico joven me halagara de esa manera pero jamás pensé que fuera a recibir cumplidos de mi hijo mientras estaba desnuda frente a él. De pronto, subió su mano y me agarró una de mis tetas. Comenzó a presionar y a soltar mientras yo miraba lo que hacía sin dejar de masturbarlo. Estaba pensando en decirle que me dejara en paz, que yo lo pajearía pero que no me tocara de esa manera cuando soltó mi pecho y su boca descendió para atrapar mi pezón. Joder, una ráfaga de electricidad recorrió mi cuerpo, mi coñito empezó a mojarse y mi mano aceleró el ritmo de la paja. Mientras pasaba su lengua por mi teta, empezó a jugar con su mano sobre mi coñito.

"Esto no puede ser"

- No hijo, para. Déjame que te masturbe pero no hagas eso.- Le decía sin convicción entre jadeos.

- Calla, mamá. Quiero sentir el calor de tu coño en mi mano. Quiero que te corras conmigo.

Y metió dos dedos en la profundidad de mi raja. Desde luego se notaba que tenía experiencia a pesar de su juventud. Sus dedos rozaban las paredes de mi vagina de una manera experta. Notaba como mis fluidos resbalaban por mis muslos mientras volvía a dirigir mi mirada hacia su gran cipote. Cuando volvió a chupar mi pezón, no pude aguantar más y eché la cabeza atrás mientras soltaba un gran gemido deplacer. Abrí los ojos y nos vi en el espejo del baño. Su cabeza cubriendo mis tetas, mi mano en su nuca para que no parara, más abajo mi mano recorriendo su tremenda polla y detrás de ella su mano invadiendo mi coñito. La imagen para mi era terrible a la vez que tremendamente excitante. Comencé a mover mis caderas al ritmo de la paja que le estaba dando mientras mi piel se erizaba con los mordisquitos juguetones que daba en mi pezón.

- Dios, Mario. Voy a correrme. Sigue, mi amor.- Le dije sin poder seguir callada.

- Yo también voy a correrme, mamá.- Me dijo soltando mi pezón y levantando su cabeza para mirarme a los ojos.

Pronto, noté el primer impacto de lefa caliente impactar con mi barriga, seguidos de varios más. Yo seguía pajeando aquella polla maravillosa con rapidez mientras mis piernas empezaban a temblar y grité a la vez que me corría con los dedos de mi hijo dentro de mi coño y sus ojos fijos en los mios. Él comenzó a meter sus dedos y sacarlos con fuerza intensificando mi orgasmo mientras yo notaba como su semen seguía derramándose sobre mi y se deslizaba por mi barriga camino de mi coño.

Cuando terminamos, solté su polla y me quedé allí de pie sin hacer ni decir nada presa de la culpabilidad. Mi hijo sacó sus dedos y me dio un beso muy tierno en los labios.

- Muchas gracias, mamá. Eres la mejor.

Me dio otro apretón en una de mis tetas, salió del baño y cerró la puerta. Yo volví a meterme en la ducha para limpiarme y volví a excitarme al restregar su semen por mi cuerpo antes de darme con el agua. Volví a masturbarme, una paja corta y rápida pero placentera, y salí para preparar la cena muy satisfecha y cada vez menos culpable.

Continuará.