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La Casa de los 7 Tejos (7)

en Dominación

 DICIEMBRE 1964

 

 Al día siguiente del regreso, Carmen había desayunado temprano pero en la cama como era su costumbre y como ayunaba todos los días y no bajaba al comedor, solo veía a su sobrina a la hora de la cena, pero esta vez no esperó y la mandó llamar cuando volviera de la escuela. La chica se presentó algo angustiada pero también con una cierta ansiedad porque desde su última paliza tenía sentimientos muy contradictorios hacia su tía y los castigos que pudiera recibir en el futuro. Tras llamar a la puerta quedó inmóvil. solo acudía a besarla cuando ella lo solicitaba.

 

- dígame tía. ¿que tal el viaje?

 

 Era la primera vez que Carmen, que estaba sentada tras su mesa en su estudio privado, la veía desde aquélla última azotaina. Solo hacía cuatro días y ya le veía cambiada; le parecía más mayor... más mujer. No hizo caso a su pregunta.

- Esta noche ocuparas la habitación amarilla. Voy a abrir una puerta entre mi estudio y la que ocupas ahora; solo será una semana a lo sumo; además la pintaran. Recoge tus cosas. Dile a Ludivina que te ayude.          

Bajó la cabeza sin despedirse y continuó con sus quehaceres. Maribel no tuvo fuerzas para otra cosa que para decir adiós y retirarse.

 

 El día de San Esteban había aparecido gris y plomizo. Era domingo y la salida de la misa mayor concentró a todo San Pedro, felicitándose la navidad. Dª Carmen y su últimamente inseparable Ana departían con el alcalde y su esposa y un grupo de capitostes. Maribel junto con otros niños esperaban pacientemente mientras los mayores parloteaban. En un momento dado la madre de Mónica se dirigió a Dª Carmen proponiéndole que Maribel fuera a comer con ellos. ante la insistencia de su sobrina y de su amiga Mónica, Carmen accedió. de esta forma ambas chias después del almuerzo  pudieron pasar la tarde juntas. No se veían desde los últimos días de agosto. Por suerte Pablo estaba ausente y pronto el alcalde y esposa salieron de visita. Estaban pues solas en la habitación de Mónica.  Maribel estaba un poco enfurruñada ya que no sabía nada de ella desde aquellas tórridas aunque muy escasas tardes de verano en que se escondían en el refugio secreto, que se interrumpieron de sopetón a finales de agosto sin ninguna explicación. Había tratado de comunicarse con ella por correo pero o no contestaba o si lo hacía era para decir nimiedades. Algo le había ocurrido a Mónica y este era el momento de averiguarlo.

- Oye Moni, porqué desapareciste de repente y no contestas a mis cartas. ¿estás enfadada conmigo?  ¿te pasa algo?

Cuando Maribel vio la triste cara de Mónica supo que sí, que algo atribulaba a su amiga, confidente y también amante.

- Sí Mari, sí. Las cosas no me han ido muy bien últimamente; desde éste verano todo me ha salido mal – Mónica hizo una pequeña pausa – muy mal – y le saltaron unas poquitas   lágrimas. Ambas chicas estaban sentadas en la cama. Maribel se acercó a ella y la abrazó, y ambas se estrecharon mientras Mónica lloraba ya desconsoladamente.

- dime qué te pasa, venga, cuéntamelo.

- (Lloriqueando) mi madre nos pilló... a Pablo y a mí.

- Sí?... ufff madre de Dios

- Sí. Estábamos aquí mismo; pensábamos que estábamos solos, pero no. mi madre vino de viaje antes de tiempo y nos encontró desnudos y haciéndolo. Imagina...

- ¿os pegó? ¿os hizo algo?

- (hipando) a Pablo no, casi nada. le dio un bofetón y lo echó de la habitación , pero a mí... me dio un palizón de muerte.

- (acariciándola) pobrecita...  

- Me dio de bofetadas en la cara llamándome puta, me cogió del pelo y me arrastró hasta la cocina a trompazos, y allí se quitó la zapatilla , era una de esas que lleva tu tía, de felpa y suela de goma, rígida y flexible a la vez, me cogió otra vez del pelo y desnuda como iba me arrastró hacia una silla, se sentó y me amorró sobre sus muslos, y empezó a darme en el culo y dale y dale. Yo gritaba de dolor, pero no paraba, una y otra vez. Me daba tan fuerte que al final no notaba ya los golpes, hasta que la rompió. Sí, hizo saltar la felpa. No me podía levantar del daño que me hacía, y cuando pude hacerlo me temblaban las piernas. Fue horrible Mari. Ahora te entiendo, ahora se como sientes con las palizas que te da tu tía, fue horrible.

- Ya... ya sé de eso Mónica. Mi tía ha sido  muchas veces muy cruel conmigo también. y no te dejaron salir más ¿verdad?

- No Mari, pero la cosa no paró ahí. Mi madre me encerró en la habitación. por la noche oí los pasos de ella y de mi padre, abrieron y entraron. Sin decir palabra mi padre me arreó un revés que me tiró al suelo. sangraba por la boca y todo. Me levantó por el brazo y me hizo desnudar. Tiró a mi madre del cuarto y me arrodilló de otro golpe, se quitó el cinturón,lo dobló por la hebilla y me dio otra tunda

- (asombrada) ¿otra? Ahí va...

- sí , la correa también es horrorosa. Perdí el conocimiento. Desperté en mi cama con la espalda en carne viva. Yo no la podía ver pero la tenía medio tapada con gasas empapadas en pomada. Y dolía... jolín si dolía. Y ya no salí más excepto para ir a misa de ocho los domingos, y siempre acompañada por mi madre. De todas formas no hubiera podido salir, de los morados que tenía.

Mónica se quitó el jersey, desabrochó los botones y se despojó de su camisa, después se sacó su camiseta interior de felpa y se quedó con la falda y el sujetador. Mostró a Maribel sus cicatrices. - ¿qué te parece? –  

Si Mónica hubiera sabido lo que pasaba por la cabeza (y por su cuerpo) de Maribel no lo creería: su piel se erizó, sus pezones se endurecieron, y esa extraña y turbadora sensación que sentía tantas veces, que ya ni las catalogaba, la inundó hasta el acaloramiento. Le invadió un irrefrenable deseo de desnudarse pero se contuvo. Solo acertó a decir – jooo , que daño – . oye, ¿y porqué no me lo contaste por carta?

-(enfadada) ¿eres tonta o qué? ¿no sabes que las monjas leen toda nuestras cartas?

- ¿todas? ¿hasta las que recibís?

- pues sí, y vas y tú me enviaste una y no sé qué me decías pero tuve que visitar la cámara de tortura, lista.

Maribel se alteró. – ¿como puedes ser tan injusta Moni? Yo solo te contaba que me quedé con ganas de estar mas veces contigo en nuestro refugio; nada más.

- (cabreada) pues si no fuiste tú alguien fue.             

- oye, no te enfades. Estas muy alterada Moni, pero yo vengo recibiendo palizas también , y algunas muy duras, y nunca te lo he hecho pagar a ti.

- vale. No me enfado.

Y se dieron un beso. Ya más calmadas siguieron hablando.

- ¿has dicho cámara de tortura? ¿era verdad?  

- bueno, no exactamente pero las mayores llaman así al cuarto de las monjas donde dan los castigos. Me llamaron cuando ya estaba acostada. Cuando entré estaba Sor Petronila, Sor Matilde y la prefecta Sor Luisa, la más bruja de todas y la responsable de los castigos.

 

  Mientras hablaba, Maribel se iba sintiendo cada vez más “extraña ” como decía ella. Mónica quería desahogarse y continuó:

- me tuvieron de pie mientras me daban un sermón  sobre el sexto mandamiento. Yo no entendía nada       

- jolín Moni, vaya racha llevas.

- sí , porque no acaba ahí, está  lo de Raquel para acabarlo de arreglar .   

- ¿ Raquel? ¿tu amiga la mayor, no?

A Mónica volvió a cambiarle el semblante –  ya no es mi amiga.

-¿y eso?

- por tu culpa Maribel – ante la cara de extrañeza de esta continuó – le hablé de ti y se enfadó mucho.

- ¿porqué? ¿qué le dijiste para que se enfadara tanto?

- lo que hicimos este verano. Dijo que yo era su novia y que las novias no hacían eso con otras.

- ¿eras su novia? ¿es verdad eso? yo no sabía que las chicas podían ser novias de otras chicas, solo de chicos.

- yo tampoco creía que era su novia jolín, pero me dijo que ya no quería ser mi amiga, ni mi novia claro.

- bueno, y qué, ¿tanto te preocupa?

- (airada) pues sí. ¿sabes que me exigió una prueba de amor?

Maribel estaba alucinando con lo que le decía Mónica. Jamás hubiera sospechado que pasaran estas cosas. Para ella las cosas entre chicas eran un entretenimiento y no algo pecaminoso o de enamoramientos. Ella misma no sentía otra cosa que ese gustito y sensación de extrañeza como ella lo llamaba, pero nada más. Prueba de amor... vaya tontería. – oye no exageráis un poco Raquel y tú, ¿y tu se la diste?

- sí, se la di.

- ¿y qué prueba era?

- dejarme azotar.

Maribel no pudo articular palabra. Se quedó muda y su estado de extrañeza la  recorrió desde su bajovientre hasta su cabeza y la respiración se le hizo más pesada, tanto que estuvo a puesto de jadear. Ese estado no paso inadvertido a Mónica.

- ¿te pasa algo Maribel?

Esta despertó, dando una explicación bastante pobre. No se atrevía a hablar a su amiga de sus fantasías pero fue peor porque Mónica supo inmediatamente que había algo más detrás de esa torpe excusa.

- nada, nada... es que... me he quedado... como sufriendo por ti;  debiste pasarlo muy mal no? ¿me... me lo puedes contar?                          

- sí, claro. oye, ¿porqué te has quedado así, sin hablar y con cara de atontada?   

- no sé Moni... oye cuéntamelo por favor.   

- (muy mosca) Fue el día que fuimos de excursión a los Picos de Europa. Llegamos y nos dejaron una hora libres. Raquel y yo nos adentramos en el bosque. Ella iba delante y yo la seguía sin saber qué quería hacer. Mientras íbamos en el autobús accedió a que me sentara a su lado. Fue cuando me pidió la prueba de amor y como le contesté que sí me dijo que se la tenía que dar ese día. Cuando por fin encontró lo que andaba buscando paró y lo recogió: era una ramita larga y fina tirada en el suelo.

- Mónica desnúdate – me dijo. Yo le contesté – es que hace mucho frío Raquel – ¿No quieres que te perdone y volver a ser mi novia? Pues hazlo.    

 - me desnudé. Hacía tanto  frío que apenas tenía pecho. Todo era pezón. La piel de gallina y los huesos, ufff. Apenas  me podía mover. Me quedé mirándola con cara de pena, suplicándole con la mirada. Me dijo que me cogiera con mis manos de una rama. Tuve que ponerme de puntillas...

- sigue, por favor...

- Raquel me azotó con la rama. Yo lloraba de dolor... me brotaba la sangre de los labios de tanto morderlos... me solté sin querer. Entonces me pegó más fuerte, tanto que me eché al suelo hecha un ovillo pero Raquel siguió dándome y dándome. Yo le gritaba, le suplicaba que parara pero ella no lo hacía. Sentí tanto dolor y tanta rabia que cogí una piedra del suelo y se la tiré con toda la fuerza que pude.

Mónica paró y se puso a sollozar. Maribel tomó  su mano entre las suyas, pero Mónica la quitó de golpe.

- Moni, qué te he hecho?    - todo me ha pasado por tu culpa Maribel.

- ¿porqué? ¿qué te he hecho yo?

- ya te lo he dicho. Si este verano tu y yo no hubiéramos hecho nada, todo esto no me hubiera ocurrido. ¿sabes que me han expulsado del colegio?

- ( extrañada ) ¿porqué?

- le di  la pedrada en la cabeza. Se puso a sangrar. Tuve que pedir ayuda. Vinieron las monjas; yo todavía estaba desnuda... un desastre. Mis padres vinieron a por mí. Volvieron a darme otra paliza de muerte. Me cambiaron a otro colegio que les recomendaron las monjas, uno para niñas rebeldes. Mira...

Mónica se despojó de la rebeca y de la camisa. Se quitó la camiseta interior y mostró su torso a Maribel. Además de las huellas del látigo varias hileras de puntos rojizos lo recorrían.

- ¿sabes es eso?

Maribel estaba en trance, tanto que ni contestó. Sentía las braguitas mojadas. Pensó en Ludivina, en su cuevita, en su humedad, en sus carnes castigadas. Mónica tuvo que volverla a la realidad.

- Mari, ¿me escuchas?

- perdona Moni.         

- estás muy rara sabes.

- ¿qué es eso?- dijo señalando las extrañas cicatrices.

- eso te estaba diciendo, eso es un cilicio, unas disciplinas como lo llaman esas brujas. Las odio. Ojala murieran todas, como en la guerra. Me las ponen cuando dicen que me porto mal. Las llevo 2 o 3 días. Y todo por tu culpa.

Maribel empezó a pensar que realmente era culpable indirecta de todas las desgracias de su amiga. Un pensamiento paso fugazmente por su cabeza.  Mónica se iba a volver a poner la camiseta interior pero Maribel dijo algo que la hizo parar...

- espera Moni, ¿me dejas besarte las señales?

- pues ... es que me da miedo por si nos pillan.

- solo será un momento, venga...

Mónica no contestó. Había empezado a estar rabiosa con Maribel conforme avanzaba contándole su historia. La tenía como culpable de todas sus desgracias. A pesar de eso se dio la vuelta y se echó sobre la colcha. Maribel se inclinó sobre su espalda y acarició suavemente sus cicatrices con sus labios previamente humedecidos. Mónica tuvo un pequeño estremecimiento. Verdaderamente su amiga la excitaba más que Raquel. Maribel paró.

- sigue, sigue por favor, mmmmmm

- es que... tienes razón, nos pueden pillar, es muy tarde.

Mónica, muy seria, se incorporó y se vistió. Maribel vio su gesto de enojo.

-perdona moni es que...

- es que ¿qué?- dijo Mónica visiblemente enfadada.

- me siento muy culpable de todo lo que te ha pasado. Tengo miedo de que nos descubran y que vuelvan a pegarte.

- ¿ah sí, y a ti no? no me mientas, te importa un pito lo que a mi me hagan. A ti, como de vez en cuando solo te dan con la zapatilla crees que es lo peor que hay en el mundo. Eres una mala amiga.

Maribel se puso a llorar.

- no no Mónica, no es verdad. ¿como podría convencerte?

- dame una prueba de amistad.

- sí, si  - dijo entre sollozos- lo que quieras.

- Esta tarde, en nuestro refugio secreto, cuando volvamos a tu casa después de merendar.

- si Moni, lo que quieras .

- te azotaré... como hizo conmigo Raquel.

 

 

 Continuará...