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La Casa de los 7 Tejos. 9

en Amor filial

 Marzo 1965

Renata estaba furiosa. Esa estúpida de Ludivina le había arruinado la tarde con su novio. Pura no estaba y fue a buscarla a la cocina. La joven estaba moviendo unos sacos junto  a Rita.

 

-Oye tú, puta, ¿qué has hecho en los cajones de la cómoda de la señora?. Has derramado limpiador en la ropa de cama, y ahora tengo que sacarla, lavarla y `plancharla para que esté lista mañana que  toca cambio.

-Yo no he hecho nada Renata- dijo Ludivina con sorna. No he estado en la habitación de la Señora;  ella no me deja entrar allí, ya lo sabes, es cosa tuya, su preferida jaja.

 Ludi y Rita rieron al unísono. Tenía razón. Dña. Carmen, harta de las trastadas de la chica le había prohibido la entrada, que era territorio exclusivo de Renata. Ésta, en su habitual escaqueo le había pedio a Ludi que limpiara la cómoda por ella esa mañana en que la señora había salido a la fabrica para todo el día. Ahora estaba pagando su error. Montó en cólera. Esto no iba a terminar así.

 

- Te vas a enterar, puta, te vas a enterar.

Y salió dando un portazo mientras las dos reían como pequeña venganza.

Cuando Dª Carmen estaba cambiándose de ropa para bajar a cenar llamaron a la puerta  de su habitación.

- ¿Da Vd. su permiso señora?  

- Ah, Renata, sí, pasa.

- Señora quisiera... perdóneme pero...   

- Venga Renata, ¿qué te pasa? Explícate.

- Es que... es un poco delicado.

Carmen la tomo del brazo y se sentaron en los silloncitos del rincón.  

-A ver, empieza por el principio, siéntate y cuéntame.

- Señora, perdóneme por no habérselo dicho antes pero no quería... no quería.

Carmen ya mostraba un inicio de cansancio

- El qué no querías. Las lágrimas aparecieron en los negros ojos de Renata.

- No quería perjudicar a Ludivina, pero... pero lo que hizo está  muy mal señora, y... y además está  la Sta. Maribel.

Dª Carmen al oír el nombre de su sobrina se puso en guardia y su rostro se mostró muy severo. Renata sabía que ese era el momento delicado, y las lágrimas se acrecentaron.  

-¿Qué pasa con la Sta. Maribel? Responde.

Entre sollozos Renata le contó a Dª Carmen el incidente del verano pasado con cuidado de cargarle la totalidad de las culpas a la pobre Ludivina.

- Señora, se lo repito, fui cuando al cabo del rato pensé. ¿qué hace la Ludi llevándose a su habitación a la señorita casi a la fuerza? Y cuando las vi... la tenía agarrada pobre niña. No podía escapar.         

Bien Renata, vete, y no cuentes a nadie lo que me has dicho, ni a Pura entiendes?

-Si señora... y lo siento.

-Ni a Pura, no lo olvides- y Renata salió de la habitación con una sonrisa siniestra ahora que Carmen ya no la podía ver.

 

 La señora se puso a dar vueltas por la habitación. Maribel... era tan culpable como Ludivina. Haciendo cochinadas con una sirvienta, aunque esta la hubiera forzado a ello... increíble. Su sobrina desde luego iba a recibir un castigo ejemplar, pero Ludivina?

 

 Había prometido cuidar de ella pero era un pésimo ejemplo para Maribel, y ¿quien sabe si terminarían las dos como Lupe y Cruz?    

Carmen , en un gran estado de turbación y desasosiego llama a la servidumbre con la campana. Pura aparece a los pocos minutos.

- ¿Qué te pasa Carmencita? Es hora de cenar. Maribel te está esperando abajo algo preocupada.

- Pura, atiende bien, voy a despedir a Ludivina.

Pura, sabedora del asunto con Maribel, pensaba que no era bueno que continuara en la casa, así que no quiso exagerar una defensa de la criada.  

- ¿a Ludivina? Es algo atolondrada pero es  buena chica. Y no tiene a donde ir. ¿y porqué razón si puede saberse?

Carmen eludió responder, solo se limitó a decir:

- Sí  tiene donde ir. Además, prometí cuidar de ella y no voy a dejarla tirada. Quiero que mañana vayas a buscar a su tía, la Petra. Tráela lo más pronto posible.

El que Carmen no la contestara era revelador. Pura  no hizo gesto alguno que la delatara. Esto debía de ser cosa de la arpía de Renata.

- Está  bien, mañana iré a buscarla al bar de Andrés. Limpia allí a primera hora; te la traeré antes de las 9.

- Ahora dile a Maribel que suba.

- ¿Sin cenar?

- Sin cenar, yo tampoco voy a bajar. Recoged la mesa.

. Pero...

- Pura...

No contestó. Salió de la habitación sin dar las  buenas noches. De sobra sabía lo que iba a suceder. Se juró a sí misma que Renata lo pagaría muy caro. A los pocos minutos apareció Maribel. Carmen estaba en el baño, quitándose la ropa. La oyó entrar.

- Maribel entra y espera a que salga.

 Salió del baño con su albornoz blanco, le llegaba por las rodillas y lo llevaba anudado a la cintura con cinturón; estrenaba zapatillas, eran verdes, verde oliva, eran cerradas por detras, y por todo adorno llevaban un pequeño escudo rojizo en el empeine, la suela era de goma amarilla, el material era una felpa aterciopelada y Carmen las llevaba en chancla . Cuando la vio salir, por la expresión de la cara de su tía, Maribel sabía que había castigo. Sabiá que le le iba a pegar Se estremeció, no pudo evitarlo, su respiración era por la boca y muy fuerte ¿Porqué sería ahora? Daba igual, total.

- ¿Qué ocurre tía?

-Desnúdate

-Pero tía...

-He dicho que te desnudes. Carmen mientras se sentó en la cama mirando a su sobrina, era toda una mujer y cada día estabas más atractiva y más guapa.

-Tía por favor, no se porque me va a pegar.

-Ludovina

Maribel empezó a hiperventilar casi se ahoga, la boca se le secó de golpe, y lo que la terminó de rematar fue ver como su tía se sacó la zapatilla derecha, lo hizo dando una patadita hacia delante, la zapatilla se quedó ahí en el suelo, expectante, amenazadora, pudo ver el perfecto y precioso pie de su tia desnudo, las uñas pintadas de un discreto rosa palo, Maribel sabía que le iban a dar una paliza de las que hacen época, pero esa visión de la zapatilla que la iba a castigar y la visión de ese perfecto pie de su tía, lo que más le provocaron fue humedad en su cueva,  se la tapó con ambas manos por mero instinto, se puso roja como la grana, de pura vergüenza, pero estaba desenado que su tía le ordenara con un gesto que se pusiera sobre su regazo.

 Y así fue, una sola mirada, bastó para que la chica , dócil y sumisa como una perrita se tumbara sobre el regazo de su tía para recibir lo que iba a ser la azotaina más especial recibida en toda su vida. Los priemros zapatillazos, fueron excepcionalmente flojos y también muy pausados, esto provoccaba en Maribel una ansiedad dificil de controlar, cada azote suponía una descarga de placer, y ese placer se traducía en gemidos, eran unos gemidos que parecían lastimeros, pero en realidad eran de puro placer. Carmen se fue dando cuenta de todo aquello y de vez en cuando decargaba un duro zapatillazo que , ese sí, arrancaba un grito de dolor de su sobrina que estaba sufriendo una tormenta de sensaciones, eran muy parecidas a cuando jugueteaba con Ludi y cuando lo hacía con su amiga del alma , pero no podía ser, ahora estaba con su tía, y encima ésta la estaba castigando, le estaba dando una soberana azotaina, y ella disfrutaba, era una pervertida, estaba enferma...

-Auuuuuuuuuuuuuu ahhhhhhhhhhh mmmmmmmmmmmmmmm  aayyyyyyyyyyyyyyy... Cualquiera que estuviera desde detrás de la puerta oyendo lo que pasaba en aquella habitación no podria asegurar si los gemidos eran de dolor, o de placer, lo único que confirmaba el castigo, eran los acompasados y sordos ruidos de la zapatilla castigando aquellas apetitosas y desnudas nalgas, PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSS. Maribel se retorcia sobre su tía, su coño se rozaba contra el albornoz...Y es cierto que lo intentó evitar con toda su alma, pero tras uno de aquellos zapatillazos el vaso se colmó, Maribel se tensó, arqueó su cuerpo, subiendo la cabeza a la altura de la de su tía, y entonces se corrió, fue un orgasmo feroz, tremendo,intensísimo, brutal.

 Fue entonces, y sólo entonces cunado rompió a llorar, lloraba porque le dolía el culo de tanto zapatillazo, pero sobre todo lloraba de placer, aquello supuso una liberación.

 Fue como si se hubieran abierto dos grifos a la vez, uno por arriba y otro por abajo.

 Doña Carmen se dió cuenta de todo, y para que no quedara ninguna duda, su muslo acabó empapado de los flujos de su sobrina, el albornoz se había abierto y el contacto fue inevitable.

 A partir de ese momento todo cambió.

 Continuará... creo