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La Señora 4 (¿ Final ?)

en Dominación

  Al entrar en la casa, doña Carmen encendió la luz y mirando fijamente a los ojos a la asustada chica le dijo:

 -Este fin de semana eres de mi propiedad, ya lo sabes, y no me conformaré con que seas mi simple esclava, quiero que me sirvas, adelantándote a mis pensamientos, quiero que me adivines, quiero a la sirvienta perfecta, si lo haces mal te azotaré y si lo haces bien también, aunque puede que con menos ira, te voy a follar todos tus agujeritos, te voy a usar como me plazca, y sobre todo te voy a humillar, como la mierda que eres zorra,¿ está claro?

 PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSS. El bofetón resonó en toda la  casa y la pobre Elsa dio con sus huesos en el suelo por primera vez ,sería la primera de muchas.

 -Traéme mis zapatillas ,estoy molida y quiero ponerme cómoda, estaré en el salón.

 Antes de un minuto estaba la pobre chica arrodillada ante su nueva Ama, quitándole los zapatos y colocándole las suaves zapatillas.

 -Te tiene bien enseñada tu Ama por lo que veo, es la primera vez que entras aquí, y has tardado casi lo mismo que mi sirvienta en hacer lo que has hecho, y eso que no conocías donde había nada.

 -Gracias Señora, mi Ama me ha enseñado todo. Me ha costado muchas palizas, pero creo humildemente que soy una buena esclava Señora.

 -Empieza a masajearme los pies y cuéntame vuestra historia desde el principio, puta.

 Elsa sonrió. Iba a hacer lo que más le gustaba: tocar carne de mujer y contar historias. A su hermana se las había contado todas . Pero... le había dicho que solo su aventura con su hermana. Bueno, también había mucho que contar. O...

 — Señora, ¿quiere que le cuente algo anterior a mi relación con mi hermana?

 — ¿Que puede tener de interesante? Explícate.

 — Bueno, fue casi inmediatamente antes de mi primera experiencia con Annie. Se puede decir que de no haberla tenido no habría pasado nada después.

 Elsa seguía masajeando los pies de Carmen, llegando sin disimulo arriba de la rodilla hasta medio muslo. Algún gemido apenas audible la animaba a subir más y más.

 — Está bien, cuéntamelo.

 — Verá cómo le agradará.

 Fue un verano en el pueblo. Estaba sola en casa porque tenía un poco de fiebre. Mi madre decía que era una crecida, y era muy estricta con un remedio casero: reposo total. Así que estaba en la cama leyendo. Feli, la criada, entró en la habitación trayendo la merienda.

 — Qué calor hace aquí.

— Sí que hace, si.

 Me comí el bocadillo en un tris-tras. Feli se había quedado conmigo.

 — Gracias, estaba muy bueno.

— Quieres que me quede contigo un ratito? — vale — exclamé contenta. — pero me voy a quitar el vestido. Tengo mucho calor y estoy sudando. Feli tendría unos veintipocos años. Llevaba poco tiempo en casa. Su padre era el encargado de los huertos de mi familia. Era rellenita pero no gorda, no muy alta. Cabellos castaños y muy guapa de cara. Se quitó el traje de algodón sin mangas, con unas enormes manchas de sudor, quedándose en bragas y sujetador.

 — Yo también tengo calor. Feli, puedo quitarme la camiseta y el pantaloncito? Ella puso el dorso de su mano en mi frente.

 

 — No tienes fiebre Elsy. Quítatelos. Vendrán después de cenar, pero si oímos la puerta póntelos inmediatamente, vale?

 Naturalmente me quedé en braguitas. Mi madre se empeñaba en que las usara día y noche.

 — Así está mejor. Oye, quieres que juguemos a algo?

 — Vale. Oye... jugamos a médicos?

— Y quien es el médico?

 — Tú, claro.

 Hasta que me quedé sin ropa todo había sido muy inocente, pero al quedarme solo con las bragas, no sé, era como si hubiera hecho un click en mi interior. Empecé a ver a Feli con otros ojos, y creo notar que ella también lo hacía.

 — Vale, yo voy a entrar en tu casa, o sea, tu cama. Y pregunto.

 — Señorita Elsa, qué le ocurre?

 — Hola Doctora, es que me duele aquí. Y me señalé los pezones. Yo era  preadolescente, pero los tenía extrañamente muy abultados.

 — Ay sí. A ver? Y con sus dedos los acarició. Fue una descarga de calor en todo mi cuerpo. Sus dos manos se deslizaron primero y masajearon después mis abultados pezones. Un gemido me salió sin querer. Ella sonreía.

 — Señorita Elsa, los tiene Vd muy duros sabe?

 — Sí? Y me los puede curar?

 — lo intentaré, pero tengo que quitarme el sostén para hacerlo mejor. Acto seguido se desprendió del sujetador. Regueros de sudor corrían por sus pechos y por sus costados.

 — Túmbese larga. Lo hice, y acto seguido se sentó con las piernas abiertas sobre mis muslos.

 — Para que la cure debe hacer una cosa. Le voy a dar néctar de piel. Y Vd debe meterlo en su boca, vale? Yo asentí con la cabeza. Ella se inclinó sobre mí y puso su propio pezón en mi boca. Estaba duro y caliente. Y chupé, y chupé, con ganas. Empezó a jadear y se retiró.

 — Ya? — protesté.

 — No. Es que era la llave del grifo del néctar, que sale por otro sitio.

 — Por donde?

 Feli pasó su pierna derecha sobre mis muslos. Se levantó  y se quitó las bragas, mostrando un gran mostacho entre sus ingles. A mí me sorprendió. Era la primera vez que veía un pubis así. Mi madre nunca se mostró desnuda ante nosotras, y Ana, mi hermana, todavía era púber como yo. Feli volvió a la cama y para mi asombro volvió a pasar su pierna sobre mi, esta vez sobre mi cabeza y mirando hacia mis pies.

 -Qué haces?

 -No quieres mi néctar?

 Y dejó caer su... coño hasta rozar mis labios. Estaba muy caliente y húmedo. Instintivamente hundí mi lengua en la espesura, y chupé, chupé... — mmmm...

 Feli empezó a jadear, y mi boca recibió una descarga de su néctar. Y seguí lamiendo y chupando. Los jadeos fueron cada vez más intensos, y su... coño derramando más néctar.

 — Oye Elsa, porqué dudas antes de decir "coño"?

 —Porque lo tengo prohibido por Annie. Me azota cada vez que lo digo.

  -Sigue.

 — Entonces Feli dio un grito apagado. Empezó a temblar y a sudar más todavía. Su… coño, fue como una fuente de licor espeso derramado sobre mi boca. Casi me atraganto. Cayó de lado riéndose.

 — Elsy que bien lo haces.

 — Yo no sabía qué quería decir. Iba a preguntarle cuando se incorporó y se puso a mis pies. Tiró de mi hacia arriba y me abrió los muslos después de quitarme las braguitas. Con las palmas de sus manos levantó mis nalgas y se agachó con su lengua apuntando a mi cosita. Y sabes qué pasó?

 -Lo imagino pero dímelo tú. A estás alturas las manos de Elsa acariciaban sin disimulo las ingles y más allá.e Sus dedos entraban a menudo bajo el elástico y pellizcaban el vello púbico de su ocasional Ama.

 — Me la introdujo entera en mi interior. No era una lengua normal, como la tuya o la de mi hermana. Era anormalmente larga y dura. Y verde y rugosa. Parecía la cola de un lagarto… Elsa hizo una pausa y apartó la mirada. Ese recuerdo le conmocionaba… lo hizo brutalmente. Me dolió mucho y me hizo sangrar. Me puse a llorar. Ella estaba como loca, metiéndolo y sacándolo sin cesar.

 — para, para… — supliqué. No me hizo caso.

 - Basta, ahora cómeme a mi , y más vale que me guste si no quieres que te de la paliza de tu vida, zorra!!.

 - Si,mi Señora... Entonces Elsa, se abalanzó sobre las bragas de su ocasional Ama se las bajó con los dientesy empezó a ronronear sobre aquel maravilloso... coño que se le presentaba ante su cara, era la primera vez que se iba a comer un coño tan maduro, pero le excitaba tanto o más que el de su hermana y Ama, aquella mujer le fascinaba, su aura, su elegancia, su porte, su olor, y ahora estaba dispuesta a hacerla disfrutar, penetró con su lengua aquella cueva en repetidas ocasiones, y cuando llevaba un buen rato arrodillada delante de aquel manjar  decidió centrarse en el clítoris, eso se lo había enseñado su hermana, y la pobre Elsa lo aprendió a base de azotes, y de castigos de todo tipo, pero por fin se conveirtió en una enorme experta, así que en breves momnetos notó como doña Carmen se removía sentada en el sofá, gemía como una loca, le agarró la cabeza, le tiraba de los pelos, pero Elsa estaba bien entrenada y bien aleccionada, así que no se despistaba, y siguió a lo suyo hasta que le arrancó a su Señora un orgasmo tan brutal, que hizo que doña Carmen pegara un alarido como nunca había hecho en su vida, el orgasmo duró muchisimo, fue múltiple, dejó doña Carmen primero temblando literalmente, y después derrengada en el sofá, con la boca seca y exhausta.

- Ve a por un vaso de agua.

 La pobre Elsa, seguía de rodillas, entre las piernas de su Señora, con la cara llena de jugos vaginales, ya que pese a intentarlo no pudo tragarselos todos.

- Sí Señora.

- Ah y traete un látigo que hay en mi armario, tú con la zapatilla no tienes bastante.

- Sí Señora.

 Elsa, se fue a buscar las dos cosas que le pidió su nueva Ama, siendo la mujer más feliz del mundo.