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La Señora

en Dominación

 Cerró la puerta con llave y pasó el candado. Cansada tras una jornada agotadora y subir andando los cuatro pisos más la principal, se dejó caer, más que otra cosa, en la taza del inodoro. Un chorro de pis salió de golpe descansando su inflada vejiga. Se sentó en el bidet, y completó su limpieza íntima con moussel. Se secó y se ajustó las bragas. Mientras lavaba sus manos se miró al espejo. Una vez más se examinó. Desde que salió de su casa con el deshonor de haberlo perdido todo y se refugió en este ático, lo único que pudo salvar de la hecatombe, empezó a observarse con cierta frecuencia. Era como si su físico hubiera adquirido importancia para ella. En suma, a falta de otra propiedad valiosa se refugió en si misma: empezó a gustarse. Normalmente la cosa acababa ahí. Después se acercaba a la cocina, comía cualquier cosa, se iba al dormitorio, se desnudaba, se ponía un camisón, y se metía entre las sábanas hasta el día siguiente. Otras veces el ritual continuaba en su habitación. Abría la puerta del armario tras la cual había un espejo de cuerpo entero. Entonces se desvestia lentamente contemplando como su piel desnuda se abría paso a la par que se desprendía de chaqueta, falda, camisa, sayas... Se entretenía un poco más cuando veia sus pechos mantenerse con un más que notable orgullo al quedarse sin sostén. Pocas, pensó, podrían presumir de ellos a los 54 años. Sin embargo, su vientre algo abombado le producía una cierta desazón. Y es que la barriga plana de Renata era para ella casi una obsesión. Ay, Renata, cuantos recuerdos de aquella época de concupiscencia cuando abjuró de todas sus creencias y barreras. Por último recibía un poco de alegría al ver sus muslos y trasero todavía decentes. Terminada su autoexposición, ya desnuda, y esta vez sin nada que se interpusiera entre ella y las sábanas, se metía en la cama muerta de cansancio, prometiéndose a sí misma que al día siguiente compraría cera para depilarse las axilas. Los días en que la criada se ausentaba de la casa de doña Carmen por motivos familiares, ésta se ponía de mal humor, siempre había estado acostumbrada a que la sirvieran, y llevaba fatal no tener a quien mandar en casa, pero eso se iba a acabar.

 

 Al día siguiente cuando Carmen llegó a su casa, derrengada como de costumbre, estaba esperándola su dulce y complaciente doncella, nada más oír la puerta fue a por las zapatillas de su Señora y la siguió por el pasillo, le ayudó a quitarse la chaqueta, le cogió el bolso, y la siguió hasta el sofá donde Carmen cayó agotada.

 -¿Qué tal está mi Señora?

 - Muerta, como voy a estar, viniendo de ese infierno.

 - Relájese Señora, y déjeme que le ponga las zapatillas y le de masaje en los pies, ya verá cómo se mejora, además, le he preparado una cena...

 - Cállate ya cotorra.

  - Si Señora, lo siento.

 Agustina se arrodilló cabizbaja sobre la alfombra a los pies de su Señora, y le quitó con sumo cuidado y delicadeza los zapatos, agarró un pie con sus dos manos y lo masajeó deliciosamente, sabía por mera intuición cómo y donde presionar con sus dedos en las plantas del pie, descargaba toda la tensión de la jornada acumulada en esa zona, mientras doña Carmen casi suspirando de placer ponía el otro pie en el hombro de la chica, y paseaba el pie por todo el brazo , costado e incluso el pecho de la avergonzada chica, que se ponía roja como un tomate al sentir como el pie de su Señora le masajeaba su teta, no era la primera vez que se lo hacía, y aunque ella se moría de vergüenza era incapaz de decirle lo más mínimo a doña Carmen a la que idolatraba en el escaso mes en el que estaba a su servicio, pero hoy su jefa fue un poco más lejos, y cuando le estaba aprisionando el pecho izquierdo con su pie derecho le dijo:

 -Quítame la media Agustina tragó saliva y se quedó parada, sencillamente no reaccionó, pero una patada de su jefa con su pie desnudo en la cara la hizo reaccionar

 -¿Estás sorda?

 -No, no Señora, ya voy, ya voy, entonces con mucho cuidado metió sus manos por debajo de la falda, y pudo encontrar el inicio de la media y tiró de ella hacia abajo con mucho mimo, como ella solía hacer las cosas. Cuando tuvo la pierna libre de su media, Carmen le puso la planta del pie en la cara a su sirvienta, el pie estaba caliente y tenía un olor ocre bastante fuerte, el caso es que sin saber cómo ni porqué Agustina besó la planta del pie, lo que satisfizo especialmente a su dueña, el beso fue largo y prolongado y acabó siendo una lamida en toda regla, era un sabor acre, pero a la vez embriagador, que sin embargo fue cortado de golpe, ya que de forma súbita ese pie bajó al suelo y fue el otro el que se depositó en el pecho de la muchacha.

 -Cálzame que no coja frío- entonces la chica enfundó el  pie en una cómoda y abrigada zapatilla de invierno azul marino de felpa, con un ribete de lana blanca por el empeine que daban junto a la suela de goma amarilla , aún más aspecto de cómoda y confortable.

 -¿Quiere que se la calce por completo o se la dejo en chancla Señora? Por respuesta , la pobre chica recibió un buen apretón del pie que tenía en su pecho...

 -Sigue con el masaje anda, y no me metas la zapatilla en el pie que seguro que me la tendré que quitar pronto...

 -Si Señora, la pobre chica siguió arrodillada, y masajeando el otro pie de su Señora, además de avergonzada por la amenaza que acababa de oír, sabía que si su Señora se quitaba la zapatilla su culo iba a sufrir, en las cuatro semanas que estaba sirviendo en esa casa, ya había recibido alguna paliza con la zapatilla, para ella de forma injusta, pero si su Señora lo había considerado oportuno, ella no tenía nada que decir, sólo aceptar el castigo, y después besar la mano que la acababa de corregir, porque de bien nacidas es ser agradecidas, y su Señora le estaba dando de comer tanto a ella como a su pobre y enferma madre.

 -Por cierto Agustina, se han terminado los permisos, para que vayas a cuidar a tu madre, yo te necesito aquí conmigo, a diario.

 -Señora Carmen se lo ruego...

 -He dicho que no, está claro?!

 -Señora, por lo que más quiera, mi madre está enferma y me necesita, sino no me atrevería a pedirle lo que le pido.

 -PLASSSSSSSSSSSSS, la mano de Dña Carmen impactó con la mejilla de su subordinada hasta dejarle los dedos marcados, la pobre chica casi cae, pero solo se apoyó con su mano derecha un instante en el suelo, para recomponer enseguida su postura y seguir con su masaje, se le escapó una lágrima, más que por el dolor del bofetón por la negativa de no poder cuidar a su madre, pero para ella su Señora era lo más, no sólo la obedecía por obligación, lo hacía también por devoción y más aun cuando oyó de sus labios.

 -Podrás atender a tu madre sólo cuando yo esté trabajando, pero sólo de vez en cuando, y siempre y cuando no faltes con tus obligaciones, está claro?  -Muacksssssss muacckssssss miuackssssssss, gracias , gracias, y mil gracias Señora, es Usted muy buena conmigo, le juro que jamás faltaré a mis obligaciones con Usted y con esta casa, se lo juro, gracias, gracias. La pobre chica lloraba de emoción, y doña Carmen estaba en la gloria teniendo a su devota criadita literalmente a sus pies, besándole los pies literalmente , y siéndole fiel como una perra, esas cosas se veían.

 -Quítame la media anda, y deja de babearme.

 Llegó con quince minutos de retraso. No pidió disculpas, no era su estilo. Él aula estaba soliviantada y la recibió con indiferencia, pero bastó una mirada seca para que se hiciera el silencio. Observó que Oscar volvía a mirarla retándola. Ella le devolvió el desafío visual pero como tantas otras veces tuvo que retirarse antes que él. Tenía que empezar la clase. Por tres veces tartamudeó a causa de la insolencia de ese niñato. Cuando terminó y los alumnos salieron suspiró. -otra vez- se dijo. Y es que la actitud chulesca de ese alumno la sacaba de quicio. Unos golpes sonaron en la puerta. -adelante. Era Susana, la secretaria de Sor Rosa, la directora del centro mixto de educación especial Ramiro de Maeztu.

-Carmen, Rosa quiere verte. -siéntate- le dijo la directora.

 

 Carmen se sentó frente a ella al otro lado de la mesa. Rosa estaba repasando unos papeles de una carpeta marrón. Era un expediente de personal. Volvió a meter todo dentro de ella, la cerró y suspiró. Levantó la mirada por primera vez desde que Carmen entró en el despacho. -hoy has vuelto a llegar tarde. Carmen mantuvo silencio. -es la tercera vez en lo que llevamos de mes. Tras un teatral y prolongado silencio, Rosa FernandezCuesta continuó. - Carmen, tú sabes que este lugar tiene la disciplina como pilar básico de funcionamiento. Si los alumnos ven que su modelo de comportamiento, tú, eres impuntual, se pierde el principio de autoridad. ¿Qué tienes que decir?

 

  -Nada. No tengo nada que decir. La directora observó con gesto desaprobatorio a Carmen. -estás aquí gracias a Guadalupe. No me gustaría tener que decirle que no haces honor a su confianza. Por cierto, ¿a cuantos alumnos has asignado castigo este mes?

  -A ninguno. Se portan bien y el nivel académico es más que discreto.

  -Quiero dos cada mes. Si son chico y chica mejor. Y es una orden.

 -¿Aunque no lo merezcan?

  -Es una orden, repito.

 -¿No hay bastante dolor en esos chicos para añadir un poco más?

 Rosa la miró a los ojos con expresión adusta.

 

 - Tienes hasta una hora antes de las ocho para buscar a dos. Los azotarás antes de marcharte a casa. Te recuerdo que tienes clase dentro de 15 minutos. Puedes retirarte.

 Su nombre era Zaidia. Su delito: haber respondido con un manotazo a un atrevido muchacho que metió su mano bajo su falda. Era un deficiente mental, cosa que no le libró del castigo. La habían trasladado a su clase hacía dos años porque tenía problemas con sus compañeros. Era negra y sordomuda.

 Carmen pasó el ojal sujetando su muñeca derecha. Hizo lo propio con la izquierda, y tiró de la polea alzando sus brazos. Iba desnuda de cintura para arriba. Desabrochó el sujetador procurando dejar libre su espalda. No era la primera vez que era azotada. Sus marcas así lo atestiguaban. Para Carmen era la primera vez. Tomó él flagelo reglamentario, se puso ligeramente inclinada respecto al torso de la llorosa adolescente, y descargó con fuerza los diez latigazos. A cada golpe respondía un gemido apagado. De haber gritado hubiera supuesto dos golpes suplementarios. Cuando Carmen dejó el látigo sus manos estaban mojadas de sudor, y su íntimo acceso al vientre también.

 Oscar esperaba fuera, vio salir a “la negra” y supo que era su turno. -Puedo preguntar porqué voy a ser castigado?

 -Desabróchate el pantalón y adopta la posición

 -Le he hecho una pregunta doña Carmen...

 PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS,PLAS, seis duros bofetones cayeron sobre la cara del pobre Oscar, que había cambiado su actitud chulesca por otra de asombro.

  -Te he dado una orden, no estoy aquí para darle explicaciones a cualquier mindundi, Oscar le sostuvo la mirada con un punto de insolencia, entonces Carmen explotó y agarró con fuerza el pequeño látigo que tenían para castigar a los alumnos, y la emprendió a latigazos con el chico que pronto se tiró al suelo para protegerse, aunque para poco le sirvió, allí abajo hecho un ovillo recibió mas de veinte duros latigazos por todo el cuerpo, incluidos cuello y cara, algo bastante difícil de esconder.

 -Levanta!!, y ya sabes donde ponerte El asustado adolescente se levantó como pudo, y dudó si bajarse los pantalones, debido a la enorme erección que tenía, pero al ver a su maestra, sujetando el látigo con ambas manos y con cara de poca paciencia, decidió que lo mejor sería intentar esconder esa erección, así que dándose la vuelta, se bajó el pantalón, y tan pronto como pudo se echó sobre la mesa de la profesora agarrándose con sus manos al otro extremo de la misma, en ese momento pensó que menos mal que a los chicos no los azotaban como a las chicas en aquel internado sino, hubiera sido imposible esconder su brutal erección , tan así era que no sabía como ponerse para que no le incomodara con la mesa. Carmen que se dio cuenta de la excitación del muchacho desde el principio, decidió disfrutar del momento, entonces dejó el látigo, formado por un pequeño mango y unas gruesas tiras de cuero negro de aproximadamente medio metro, encima de la mesa junto al muchacho.

 -Vaya vaya vaya, parece que a la fiera hay que domarla, no es cierto?, PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS. CONTESTA.Fue una duro azote con la mano abierta sobre el calzoncillo. No hubo tiempo material entre la pregunta, el azote,y el “contesta” lo que dejó al chaval aún más estupefacto. Pero la cosa empeoró cuando tiraron de sus calzoncillos hacia abajo, y en vez de la esperada paliza, lo que se produjo fue un sobo en el culo con la mano que excitó aún más –si cabía- al pobre Oscar, la mano se paseaba por todo el culo, acariciándolo…..

 -Pe pero que que hace.

 - No te gusta? PLASSSSSSSSSSSS te he hecho una pregunta

 - Doña Carmen por favor, aún no se porque esto aquí.

 - ¿Por favor? Pero que cambiado está mi niño con respecto a clase... la maestra se puso detrás de su alumno y pegó su coño al desnudo culo de éste, parecía que se lo estaba follando con un imaginario pene, entonces con su mano

derecha alcanzó la polla, que estaba haciendo palanca con la mesa, más dura que el acero, se entretuvo en tocarla bien, sintió lo caliente que estaba, las venas que se adivinaban, madre mía que pollón gastaba aquel adolescente...

 - Pero, que tenemos por aquí, no me digas que te gusta tu maestra?... o lo que te gusta es que sea dura contigo?

 - Doña Carmen por favor.

 - Muy bien, lo vamos a ver ahora mismo. Cogió el látigo, se separó a la distancia justa, soltó el brazo y SPLASHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH, aquel flagelo restalló de tal manera en aquella habitación que pese a estar insonorizada con madera, seguro que se tuvo que oir fuera, tanto el latigazo como el alarido del chaval.

 -Ya sabes que serán dos más Oscar, entendido?

-Buaaaaaaaa, si Señora, pe, pero...

 -Tienes algo más que decir?

 -No, Señora

 -SLASHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH -Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu, el latigazo otra vez había pillado por sorpresa al chaval que sabía que cada grito suponía dos azotazos más, pero fueron de tal intensidad, que no pudo soportarlo sin gritar.

 -Dos más Oscar.

 -SLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS -En este caso Oscar pudo reprimir el grito, pero no un gemido sordo, que al menos le libró de otros dos azotes extra La paliza fue descomunal, al final fueron veinte latigazos, el chico cayó exhausto al suelo, la erección se había bajado del todo, Carmen le dijo, vístete y vete a casa, y le explicas a tu madre que te he pegado, seguro que ella te lo termina de explicar con la zapatilla.Oscar, desde el suelo la miró aterrado, cómo sabía ella que su madre lo azotaba cada vez que lo hacían en el colegio, y además, cómo sabía que le pegaba con la zapatilla.

 El Colegio Mixto de Educación Especial Ramiro de Maeztu era una iniciativa muy "progresista" de la Sección Femenina del tardofranquismo. A pesar de que ya hacía años que estaba desmantelada esa organización, persistía como escuela pública para adolescentes con diferentes tipos de discapacidad física e intelectual, habitantes de barrios conflictivos. El Centro funcionaba con grupos de chicos y chicas con un solo tutor por clase, que procuraba que, al menos, pudieran obtener algún título académico. Todo el mundo sabía -padres incluidos- que allí seguían existiendo los castigos físicos. Era algo comúnmente aceptado e incluso aplaudido. Era un edificio feo, que incluso podría calificarse de siniestro: piedras de granito y ladrillo en una planta cuadrada donde sobresalía el campanario de la iglesia que incluía en su interior. Estaba ubicado lejos de Madrid, concretamente en El Escorial. A Carmen le suponía en el mejor de los casos una hora y media de desplazamiento con transporte público desde allí hasta su ático, situado a escasas manzanas de las cortes, en la calle Cervantes. Los alumnos sin embargo gozaban del privilegio de servicio de autobuses. Oscar y Zaidia, con otros cuatro adolescentes, vivían en el Pozo del Tío Raimundo, uno de los barrios de casas humildes y chabolas que aún rodeaban la capital de España. De la parada hasta sus hogares aún tenían que caminar unos veinte minutos. Los dos se entendían muy bien con el lenguaje de signos.

 - ¿porqué te ha castigado? - preguntó ella.

 - no lo sé. Después de pasar tú simplemente me llamó.

 - creo que le gustas- dijo ella con un mohín malicioso.

 Oscar, que tenía un coeficiente intelectual algo más alto que el de su canario, ni se enteraba de qué iba la cosa. - no lo sé. Pero me cogió mi polla con su mano sabes? Yo creo que lo hizo porque como es soltera no había visto ninguna.

 - te la cogió con la mano? Oye, y te la meneó?

 - bueno, un poco.

 

 - oye, vamos al refugio y me dices cómo lo hizo?

 - vale, pero podré meter la mano bajo tu falda?

 - si, pero vamos a darnos prisa porque llegaremos tarde.

 Los dos adolescentes se dirigieron a toda marcha al pinar situado en la parte más alta del barrio. Allí había un recoveco entre unos arbustos al que se accedía pasando a gatas. Siempre se encontraban condones usados por el suelo.

 - venga, quítate los pantalones. Oscar se desprendió de su ropa de cintura para abajo. Sin preguntar nada Zaidia rodeó con su mano su pene y empezó a masajearlo. Inmediatamente dobló literalmente su tamaño.

 - oye, qué grande y duro. La mulatita estuvo dándole al manubrio con gana, mientras Oscar hacía signos de que le gustaba. Zaidia paró el movimiento.

  - quieres que lo metamos en un sitio muy caliente?

 - pero... me quemaré?

 - no, claro que no. Te gustará. Se levantó la falta y se quitó las bragas. Se puso a cuatro sobre una alfombra de hojarasca. - Ven, arrodíllate y ponte detrás de mi. Una vez en posición, Zaidia con su mano dirigió el glande a su orificio anal. Se giró hacia atrás y con signos le dijo al muchacho que por ahí.

  - pero... por ahí se caga.

 

- es igual. Mi madre me dice que por el culo no tienes hijos. Venga, métela. Oscar ayudado por los dedos expertos de la chica hincó poco a poco su miembro dentro del recto. Zaidia una vez dentro puso su mano en su vagina y se deslizó dos dedos buscando ansiosamente su clítoris, pero... Oscar se corrió casi al instante apenas empezar a moverse dentro de ella.

- Otro que tal- pensó la negrita.

 Continuará...