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Exhibicionismo

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EXHIBICIONISMO

Mírala, erecta como está, con todo su grosor y su longitud al aire, pavoneándose para que sea admirada, pues nada le gusta más que eso: que la admiren, que la deseen y que sea acariciada hasta lograr que la invadan las altas temperaturas de la cachondez.

Admírala por un momento, y ya que tus ojos se hayan extasiado con su figura, atrápala con tus manos. Forma con ellas un sedoso estuche y guárdala cariñosamente, sobándola con delicadeza, como si fuera un bebé al que se puede hacer daño si no se tiene cuidado con él.

Acaríciala tiernamente. Que tus manos recorran lentamente su sonrosada longitud y siente el calor que irradia, pues bajo la piel, mi sangre hirviente hace su recorrido a través de las venas inflamadas por el deseo. Con la yema de tus dedos frota la cabeza en la parte en que su ojo ciclópeo te mira tiernamente, agradeciendo tus cariñosas atenciones. Juega con ella un rato, y si al estarla frotando te invade el deseo de besarla, no te detengas y obedece a tu instinto. Estampa un cálido beso con toda la ternura de que eres capaz y déjala que penetre a través de tus labios hasta lograr cobijarse en la cálida intimidad de tu húmeda boca.

Que tu lengua se una a esta ceremonia de bienvenida, y que lamiéndola dulcemente, de la cabeza hasta los huevos, consiga que su excitación llegue al máximo. Con sabios lengüetazos, que la harán batir fieramente, con el ansia infinita de explotar, lanzando sus jugos entre las paredes de tu boca. Pero aunque tu deseo sea el de recibir el espeso semen en tu boca, no te dejes llevar por ello y calma tu ansiedad por un momento, pues si, como es sabido, las fieras se domestican a besos, dale unos cuantos y deja que se tranquilice.

Cuando sientas que ya es difícil contener el torrente de lava ardiente y busque como desfogue tu recipiente bucal, déjala descansar un momento extrayéndola de ella y dirígela hacia tu otra húmeda y cálida boca, la de tu vagina. ¡Placer de placeres! Con la vagina lubricada convenientemente, se deslizará con facilidad, hasta que la penetración sea total, llegando a tocarte el útero.

Con lentos movimiento de tu cuerpo, imprime a tus caderas un suave movimiento de rotación, mientras en el interior tus músculos vaginales completan la tarea oprimiendo con dulzura mi verga, chupeteándola en toda su extensión.

Con el frote tan intenso que recibirá, no dudes que a los poco minutos estará arrojando su carga de aceite hirviendo, que golpeará las paredes de tu vagina, haciendo que la acompañe en su venida, en un espasmo que nos dejará rendidos a los dos. En ese momento, el interior de tu sexo, aún goloso, absorberá hasta la última gota del preciado líquido vital al succionarla hambrienta, buscando extraerle aún algún residuo.

Mi verga, después de esta venida deleitosa, depondrá sus armas, y ya no arrogante sino humillada, pero agradecida por el gran placer proporcionado, dormirá una merecida siesta, entre la mullida comba de tus nalgas, si le ofreces para ello las montañas de carne que resguardan el sonrosado remolino de tu culito, que aceptará el roce de la cabeza, cuando frote el aro anal.

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